Capítulo 5
[Escena: Cafetería frente a la comisaría]
William estaba en la cafetería situada justo frente a la comisaría. Estaba solo, ya que su hermana y el hermano de Abel se habían ido a casa a cambiarse y darse una ducha caliente. Allí, William se dio el lujo de reflexionar sobre su vida, los dos casos en los que estaba trabajando y, además, disfrutar de un buen desayuno, ya que siempre se consideraba un buen comedor.
Estuvo en la cafetería alrededor de una hora y media, dándole vueltas a los temas, en especial al de la extraña esfera encontrada en el último caso. Se preguntaba a quién o a quiénes podría llevar dentro y sentía una gran urgencia por resolver primero el caso de asesinato para poder centrarse en ese nuevo enigma.
Mientras devoraba su segundo plato, una chica rubia de ojos azules entró en la cafetería. William no solo se fijó en su cabello y en sus ojos; también notó, con sorpresa, que la chica estaba completamente desnuda en la entrada. La escena dejó a los clientes paralizados, especialmente a los hombres. Nadie reaccionó hasta que William se levantó, tomó el abrigo que tenía en la silla y fue rápidamente a cubrirla.
Sin perder tiempo, William le tomó la mano y se dirigieron juntos a la comisaría. Sin embargo, un tipo en la cafetería lanzó un comentario desagradable:
—¡No te lleves lo que no es tuyo! Deja algo para los demás, que también tenemos derecho de disfrutar de ese cuerpo —dijo el hombre con tono sarcástico.
William ignoró al hombre en ese momento, pero en otras circunstancias, el comentario habría encendido su carácter. Al llegar a la comisaría, dejó a la chica sentada en la oficina y se dirigió a objetos perdidos. Entre una gran variedad de cosas, encontró rápidamente unos pantalones, una camiseta y un suéter. Se los entregó a la chica y salió de la oficina.
Fiel a su palabra, William volvió a la cafetería para enseñarle una lección al hombre que había hecho el comentario ofensivo. Al llegar, preguntó con tono desafiante:
—¿Dónde está el idiota que hizo un comentario sexista, homófobo y sin clase? —exigió William.
Un joven de unos veinte años, con tupé, sudadera de The Beatles y pantalones rasgados, se levantó y respondió con arrogancia:
—Soy yo. ¿Qué pasa? ¿Vas a decir que lo que dije no es cierto? Parece que necesitas aprender un poco más de la vida —replicó el joven.
Las palabras del joven prendieron la ira de William. Sin más, le respondió con calma:
—La vida te enseña a base de golpes que te hacen recapacitar.
Acto seguido, cerró el puño y lo golpeó en la mandíbula, dejándolo inconsciente. Aunque no era amigo de la violencia, el joven había colmado su paciencia. Una pareja en la cafetería ayudó a levantar al chico inconsciente y le dijeron a William:
—Hiciste bien, ya era hora de que alguien le mostrara lo que no se debe hacer —comentó la mujer de la pareja.
William asintió y respondió desde la puerta:
—El más valiente no es el que tiene boca, sino el que tiene la cabeza bien amueblada.
Con eso, regresó a la comisaría, pero al llegar, la chica ya no estaba. Era la persona más extraña que había conocido en su vida, no por su aspecto, sino porque no había dicho una sola palabra desde que la llevó allí.
Aún sorprendido, William intentó encontrarla en los alrededores, pero sin éxito. Justo entonces sonó su teléfono.
—Buenos días, soy William. ¿En qué puedo ayudarle? —contestó William.
Una voz dulce respondió:
—Hola, soy la enfermera que te atendió. ¿Recuerdas que quedamos a las diez en punto para un análisis?
William, algo confundido, respondió:
—Lo siento, me olvidé completamente. Estaba tan agotado anoche que me quedé dormido en el sofá. Hoy me levanté tarde y fui solo a la cafetería.
La enfermera le recordó con amabilidad que su próxima cita era al día siguiente, a las doce y media. Tras colgar, William anotó el recordatorio en su teléfono y, al ver que eran ya las tres de la tarde, decidió regresar a casa.
[Escena: Calle, camino a casa]
Al llegar, vio a su hermana subiendo a un coche. Sorprendido, se acercó y le preguntó:
—¿A dónde vas? ¿Quién es él? —preguntó William, mirándola desconcertado.
Su hermana, con un aire despreocupado, respondió:
—Voy a una fiesta. Este es Simón, mi acompañante. Si tienes alguna queja, te aguantas —dijo ella con confianza.
William intentó mantener la calma y le recordó:
—Mañana tenemos el análisis a las doce y media. Además, tengo que contarte algo importante que me ha ocurrido hoy —dijo William con un toque de preocupación.
Su hermana le respondió, algo hastiada:
—A las diez y media de la noche estaré en casa, y si tengo ganas hablamos. Si no, mañana. ¡Hasta luego! —se despidió ella, subiendo al coche.
Mirando el coche alejarse, William suspiró y regresó a casa.
[Escena: Casa, tarde en la noche]
Cansado, William se dejó caer en el sofá y se quedó dormido. Más tarde, escuchó un golpe en la puerta. Al abrir, se encontró con Amira, la amiga de su hermana, quien le preguntó:
—¿Sabes a dónde fue tu hermana con mi hermano Simón? —preguntó Amira, algo preocupada.
Algo sorprendido, William respondió:
—Me dijo que iban a una fiesta. Por cierto, no sabía que ese chico era tu hermano.
Amira le dedicó una sonrisa sarcástica y le respondió:
—Pues yo tampoco sé si es mi hermano o un vecino. Es un poco caradura —comentó Amira con una risa suave.
William, agotado, se despidió:
—Estoy muy cansado y tengo ganas de meterme en la cama, así que te dejo.
Amira le respondió con simpatía:
—Bueno, hasta luego, tío. Ya nos veremos.
William cerró la puerta, volvió al sofá y terminó quedándose dormido mientras veía la televisión.
Despertó alrededor de las diez y media de la noche. Al salir del baño, encontró a su hermana dormida en el sofá, aún con la ropa de la fiesta. Decidió no despertarla, preparó algo rápido de cenar y se fue a la cama. Antes de dormirse, puso la alarma a las diez de la mañana para no faltar a su cita en el hospital al día siguiente
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EL INSPECTOR SÁNCHEZ
Научная фантастикаEs un hombre que demuestra la valentía y el esfuerzo para conseguir la felicidad para todos, pero no sabe si encontrará la suya .