Capítulo 4
[Escena: Habitación del hospital]
– Miranda: ¡William, William, despierta!
Fue lo único que pude oír, sobre el sonido chirriante que lo cubría todo. Me desperté de inmediato y vi a Miranda, que venía hacia mí con una bata blanca. Con sueño, le dije:
– Will: Buenos días. ¿Cómo te encuentras?
Ella me respondió con una sonrisa que me dio esperanzas.
– Miranda: Estoy mucho mejor, aunque con hambre. ¿Te apetece ir a la cafetería del hospital para desayunar?
Yo respondí con entusiasmo:
– Will: Claro que sí, no quiero estar postrado en la cama.
Se me había pasado el intenso dolor de cabeza y me encontraba mucho mejor. Me vestí rápidamente, aunque solo tenía que ponerme la bata, ya que por la madrugada me habían desconectado todo.
Antes de marcharnos a la cafetería, despertamos al hermano de Abel, que estaba roncando.
Nos pusimos en marcha en cuanto él estuvo listo, ya que no tenía que cambiarse de ropa.
[Escena: Cafetería del hospital]
Cuando llegamos, solo vimos a dos enfermeras desayunando, mientras miraban las noticias en la televisión. Nos sentamos justo detrás de ellas y se acercó el camarero con simpatía.
– Camarero: ¿Qué vais a desayunar, chicos?
Los tres decidimos desayunar al estilo americano, así que le respondí con la misma simpatía:
– Will: Queremos desayunar a lo americano.
Él sonrió y asintió.
– Camarero: Enseguida os lo traigo.
Mientras tanto, nosotros conversábamos sobre todo en general: desde lo sucedido con Abel hasta los precios de los menús. Media hora después, el camarero llegó con todo nuestro desayuno y nos quedamos boquiabiertos al ver la cantidad. Nos lo devoramos en unos treinta minutos. Yo me concentré en el jamón serrano, la tostada con tomate y un huevo; había más de diez combinaciones de comida.
Más tarde, sonó mi teléfono, y todos se quedaron callados, excepto las enfermeras y la televisión.
– Will: Diga, ¿qué pasa?
– Mendel: Hola, soy Mendel. ¿Podrías estar aquí hoy a la una con tu hermana y el hermano de Abel?
– Will: Claro que sí, estoy cansado de estar en el hospital. Además, se me ha pasado el dolor de cabeza. Estaremos allí a la hora. Hasta luego.
– Mendel: Hasta luego, William. Tenía ganas de oír eso.
Al colgar, todos se interesaron por la conversación.
– Miranda: ¿Quién era y qué quería?
Respondí con entusiasmo:
– Will: Me ha llamado Mendel. Nos ha dicho que tenemos que estar los tres a la una en la comisaría.
Miranda me respondió con alegría:
– Miranda: Tengo ganas de trabajar y quiero empezar ya.
Entonces recordé que no les había contado la novedad que me dijo Mendel el día anterior. Con algo de nerviosismo, les dije:
– Will: Chicos, Abel ha sido asesinado cruelmente.
Se quedaron en silencio, con el rostro pálido.
– Miranda: Vámonos ya. Esto es la gota que colma el vaso.
De repente, el hermano de Abel se levantó sin decir nada; imaginé que sería por la noticia. Nos levantamos, pagamos el desayuno con la cartera del hermano de Abel y él comentó:
– Hermano de Abel: Pagad con lo que haya en la cartera.
Cuando pagamos, volvimos a la habitación para cambiarnos. Al llegar, nos vestimos; yo con cuidado por la venda en la cabeza. Recogimos todo lo que teníamos en la habitación; había una cortina que nos separaba en dos espacios. El hermano de Abel apareció al terminar para recoger su abrigo. Antes de irnos, pasamos por recepción.
– Lea: No podréis iros sin que lo sepan las doctoras que os han atendido.
Entonces vi venir a la doctora que me atendió. Se acercó y, con curiosidad, nos preguntó:
– Sandra: ¿A dónde vais tan preparados?
Le respondí con una media sonrisa:
– Will: Nos han citado para resolver un asesinato, y debemos estar a la una en la comisaría.
Sandra, con una sonrisa algo alegre y sorprendida, respondió:
– Sandra: Me alegra que estéis mejor. Si os dejo ir, debéis venir el próximo lunes a las diez en punto para un análisis.
Le respondí con extrañeza, porque no esperaba tan buena respuesta.
– Will: Estaremos aquí sin falta, no te preocupes.
La recepcionista, que escuchó todo, firmó un papel que nos permitía salir, y nos marchamos.
[Escena: Camino a la comisaría]
Salimos por el aparcamiento en el coche del hermano de Abel sin decir una palabra, digiriendo todo lo sucedido. Era un día tranquilo y soleado. No tardamos en llegar porque no había tráfico. Al aparcar, el hermano de Abel comenzó a vomitar y, alarmado, le pregunté:
– Will: ¿Qué te pasa?
Él respondió rápidamente:
– Hermano de Abel: Nada, solo me he mareado un poco.
No le dimos más importancia y entramos. Al llegar, el lugar estaba vacío.
– Miranda: Normal que no haya nadie, es domingo.
De inmediato apareció Mendel y nos invitó a entrar en su despacho. Nos dio la mano y, con una sonrisa de oreja a oreja, preguntó:
– Mendel: ¿Cómo estáis? ¿Teníais ganas de estar aquí?
Respondí por todos, pues evidentemente no hablamos al unísono.
– Will: Sí, estamos muchísimo mejor. Nos han citado para el próximo lunes para un análisis, pero tenemos muchísimas ganas de trabajar.
Mendel respondió con la misma sonrisa.
– Mendel: Me alegro, porque también tenía muchas ganas de trabajar con vosotros dos. Con esta situación, debemos ponernos en marcha. Os he llamado para resolver este asesinato lo más rápido posible y quiero que lo solucionéis en menos de dos semanas. Tenemos el ADN del asesino y solo faltan algunos detalles para finalizar el caso. Creo que es un novato que no pensó bien en cubrirse; su inexperiencia lo llevará a pudrirse en la cárcel.
Al escuchar, me quedé en shock, igual que los demás. Solo pude decir:
– Will: No me esperaba esto tan de repente, pero estamos preparados y con muchas ganas de trabajar, al igual que todos.
Antes de marcharnos, Mendel agregó:
– Mendel: Cuando resolvamos esto, quiero hablar con vosotros dos de otro caso, aunque este será más complicado.
Quedé aún más perplejo. Solo pudimos despedirnos con un "hasta pronto", y nos fuimos con preocupación e intriga.
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EL INSPECTOR SÁNCHEZ
Science FictionEs un hombre que demuestra la valentía y el esfuerzo para conseguir la felicidad para todos, pero no sabe si encontrará la suya .