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Era sábado, los chicos no tenían que ir a la Academia, y Millie y Noah seguían durmiendo, mientras que Sadie estaba tomando el té de la mañana con las primas de Finn, y este había ido a caminar.

Cuando Noah despertó, fue al baño y salió con unos shorts y una sudadera sin mangas. Se puso el gorro y comenzó a trotar por todo Nateville, hasta que lo vió.

— Hey, amigo! — Noah gritó y apuro el paso para poder alcanzarlo — ¿Cómo estás?

— Oh, eres tú. — dijo Finn seco — ¿Tú y tu ruda novia han decidido ayudarnos? Me alegra que hayan cambiado de opinión... — Finn no pudo seguir hablando porque un gran puñetazo en su boca se lo prohibió, Noah tomó los bordes del cuello de la costosa camisa de Finn y lo acercó a su rostro

— No vuelvas a hablar mal de mi chica ¿entendido? — el ruloso asintió muchas veces, sin entender lo que pasaba. Noah lo soltó, se dió la vuelta y comenzó a trotar en dirección a su casa. Finn, en cambió, se quedó en el suelo moviendo su mandíbula con dolor, el no lograba entender el porque Noah había mencionado aquello, si bien el ya no era el mismo de hace cinco años, había cambiado.

— ¿Donde estabas? — Millie preguntó al sentir como Noah cruzaba la puerta de la habitación con un intento fallido de discreción

— Hum, yo estaba... paseando a Thor, si! Estaba haciendo eso — Noah hizo ademanes con sus dedos, algo que hacia cuando mentía

— Aja, ¿y quien es Thor? — Millie alzó una ceja divertida

— Mi gato? — respondió y Millie rió sonoramente sacándole una sonrisa al castaño

— Tu no tienes gato — dijo entre risas mientras se levantaba de la cama con una de las camisas de Noah, acercándose a él y besándole el cuello — Pero buen intento — dijo suave

Fue al baño a cepillar sus dientes y se cambió de ropa, siempre dejaba un atuendo listo en la casa de Noah para el próximo día. Cuando estaba vestida, comenzó a tender la cama, y su celular sonó, Noah lo tomó

— Ush Millie, es tu padre — alzó el aparato para que su novia leyera el nombre del contacto

— ¡No contestes! — pero Noah ya lo había hecho

— ¡Hey, que onda Señor suegro! — puso el altavoz mientras lo saludaba

— Oh, que tal Noah — dijo seco — Me pasas a Millie? — la chica comenzó a negar

— No no no! — dijo en susurros mientras negaba furiosamente

— Puedo oírte Millie — su padre habló. Millie le quitó el teléfono bruscamente a Noah y se aclaro la garganta

— Usted se ha comunicado con el contestador de Millie Brown, deje un mensaje — la chica iba a colgar

— Esto es urgente — habló el padre

— Pues, déjelo con urgencia — y colgó — ¡Eres un imbecil! — Millie empujó a Noah a la cama, y comenzó a golpearlo con la almohada

— ¿Sabias que golpear a tu pareja es ilegal? — Noah la detuvo.

Mientras los castaños dejaban salir a su niño interior en esa divertida guerra de almohadas. Finn estaba sentado en un banco del parque, asimilando las palabras de Noah. No sabia con exactitud cuánto tiempo había pasado, hasta que una radiante Sadie apareció, con su lindo vestido y una sombrilla para cubrirse de los rayos del sol.

— ¡Dios mío! ¿Que fue lo que te paso ahí? — Sadie llegó al lado de Finn

— Noah — el rizado se encogió de hombros

— ¿El chico pobre? — preguntó

— Oh vamos Sadie, no lo llames así — se quejó

— ¡Oh vaya! ¿Pero no eras tú el que solía llamarlo de tal manera cuando éramos niños? — dijo la pelirroja mientras que con una manera elegante cerraba su sombrilla y cruzaba sus piernas. Las últimas palabras de su simulada novia quedaron sonando en su cabeza, y ahí fue cuando lo recordó

— ¡Oh Sadie! He hecho algo malo — Finn negó — Ahora entiendo porque no nos quisieron ayudar

— ¿Porqué lo dices Finn? — consultó mirándolo con confusión

— He tratado a Millie como una puta durante años — Finn se jaló el pelo

— ¿De que hablas cariño? — Sadie abrió sus ojos como platos

— ¿¡Tú haz dicho eso!? — Finn se sorprendió

— ¿¡Yo he dicho eso!? — Sadie llevo su mano hasta sus labios y ambos pecosos comenzaron a reír, pero luego de un rato, se entristecieron, al notar que solo lo había hecho por la costumbre de fingir, que en realidad no lo sentía

— ¿Sadie?

— ¿Hhmm? — musitó

— ¿Puedo besarte? — Finn preguntó sin dejar de mirarla. De verdad ella es hermosa.

— Claro que puedes — la chica sonrió y se acercó a él esperando sentir el amor. Ambos labios se unieron, y comenzaron a moverse con dulzura en un intento desesperado por sentir aquellas mariposas

Pero no, no hubo nada.

Limerence.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora