c a p; 6

214 11 10
                                    

s e g. t e m p;

— Espera! ¿Que estás haciendo? — Sadie caminó a paso apresurado tras de ella, pero todas sus palabras quedaron en la puerta que ya se había cerrado, y ahí entendió que su oportunidad con la castaña también lo había hecho.

Millie comenzó a correr, sintiéndose mal, estaba mareada, había hecho sufrir a Noah, había hecho sufrir a Finn, había hecho sufrir a Sadie. Si tan solo ella no se hubiera confundido nadie habría sufrido por su culpa.

Dispuesta a hacer bien las cosas corrió con todas sus fuerzas para llegar a su hogar y no me refiero a lo material, me refiero que va a llegar a Noah, porque el es su hogar, mientras que Finn estaba corriendo también, y durante un pequeño minuto ambos se encontraron, por poco casi chocan, así que se detuvieron y se observaron, sus pechos subían y bajaban, estaban agitados y ambos entendieron que iban a hacer lo correcto, se miraron a los ojos y sonrieron, y Millie por primera vez lo abrazó.

— Te deseo suerte — murmuró en el abrazo mientras sentía como Finn la rodeaba por sus hombros

— También yo, se que puedes con esto, castañita — dijo el rizado dándole un tierno apodo, digno de mejores amigos, lo cual desde ese día se convirtieron. Y sin más que decirse al uno al otro se separaron y siguieron corriendo.

El primero en llegar a su destino fue Finn, ya que tenía las piernas más largas y era veloz, sin importar qué, el chicho abrió la puerta de la mansión y su vista cayó instantáneamente sobre la pelirroja que se encontraba en el sofá con la mirada perdida y sus ojos levemente cristalizados. Finn se apresuró para llegar al lado de ella y abrazarla, y Sadie se lo permitió, y se permitió llorar en los fuertes brazos del pecoso

— Todo estará bien, no me iré de aquí — el chico besó la coronilla de Sadie mientras le acariciaba su cabello, y la ojiazul suspiró con algo de alivio, era justo lo que necesitaba oír de la persona que más le importaba en este momento, porque para ser sincera, Sadie nunca habló de sus sentimientos, no porque Millie pensara solamente en Noah, sino porque cada cosa que hacía, cierto pecoso llegaba a su mente también.

Mientras tanto, casi al otro lado de la ciudad una agitada Millie entró a una pequeña casa, vacía.

— Noah — gritó al entrar al ver que no había nadie — ¿Noah? — siguió gritando mientras pasaba por cada habitación, y se detuvo cuando entró al cuarto en donde ella y el castaño habían tenido tantos momentos importantes, donde habían dormido tantas veces juntos, donde habían hecho peleas de almohadas que terminaban en dulces besos y sonrió.

Se acercó al lado de la cama el cual Noah suele usar y alzó sus cejas cuando vio una carpeta azul encima de la almohada, sin pensarlo dos veces la tomó y la abrió.

— Siempre fui mala para hacer amistades, y nunca tuve un buen roce social hasta que cometí un impulso que me tentaba desde hace rato. Tenía 7, recién cumplidos el día en que decidí acercarme a un chico, todas sus payasadas me hacían reír y no quería que el director lo sacara del instituto por una estupidez así que lo defendí. Resulta que ese chico tenía nombre, Noah. Desde ese día nunca me despegué de él, Noah me ayudaba a distraerme de los problemas que habían en casa, así que nos volvimos inseparables, pasábamos todo el tiempo juntos, hasta que mi padre me mandó a un campamento por algunos meses, yo no quería ir, no quería separarme de mi amigo, pero Noah me dijo que me mandaría cartas todos los días, y así estos se pasaban rápidos, yo solo esperaba a que el día acabase para al siguiente poder leer la desordenada letra de Noah o un dibujo de ambos en otra carta. Cuando volví, Noah me esperó en su nuevo hogar, al entrar en su habitación corrió a abrazarme, y me dijo todas las razones porque me extrañó, luego de eso, nos dimos nuestro primer beso, el primero de muchos. Al separarnos, se arrodilló y me pidió noviazgo con un ramo de flores cortado de una revista, obviamente acepté, fue tan cursi y un detalle tan lindo que lo pegué en mi habitación. Básicamente crecí a su lado, y nunca me alejé de él, era como algo esencial en mi día a día. Cuando cumplí mis trece años, los problemas comenzaron a aparecer, y con ellos un gran cambio en mi personalidad, pero él estuvo ahí, soportando mi mal humor, y mis indiferencias, me ayudaba en mis noches de insomnio, entraba a escondidas por la ventana de mi cuarto y se acostaba a mi lado, me masajeó el cabello millones de veces para que me quedara dormida, tantas veces, que el también dormía a mi lado. Un día mi padre lo encontró y Noah se puso muy nervioso, pero mi padre pasó por alto su presencia, para decirme que mi madre se había marchado, no me importó porque tenía a Noah a mi lado, y sabía que el no se marcharía. Unas horas más tarde, me encontró llorando, me consoló hasta el amanecer y me prometió que el siempre sería el causante de mis sonrisas, como lo hacía cuando éramos niños. Desde ahí, si él me veía triste hacia hasta lo imposible para hacerme reír. Luego, mi hermano también se fue, dejándome devastada, pero Noah estuvo a mi lado siempre. Estuvo ahí cuando aprendí piano, estuvo ahí cuando me desmoroné por primera vez, estuvo ahí en mi primer beso, y estuvo ahí en mi primer amor. Todas mis primeras veces en la vida les pertenecen a Noah. En todos los recuerdos que tengo está él. Desde los más graciosos hasta los más tristes, desde los más lindos hasta los más solitarios, así que si tuviera que ponerle un título a la historia mi vida o a este ensayo, probablemente seria "Noah", porque a su lado he formado mi vida, porque no se que sería de mí sin él

Millie abrió sus ojos sorprendida al terminar de leer y sonrió para si misma, sin duda estaba haciendo lo correcto.

Limerence.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora