prólogo

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Zoé conocía a Ethan desde que era un niño nerd y muy delgado, vio como se convirtió en un hombre que caminando seguro por los pasillos de su escuela, luciendo peligroso y controlador, hasta llegar a ser la portada de la revista Forbes como uno de los hombres más ricos de América.
A pesar de llevar años compartiendo las mismas clases y pasillos, nunca cruzaron palabra.
Zoé estaba enamorada de ese chico, pero ella siempre fue invisible para sus ojos, o eso era lo que creía.
Ahora era toda una profesional, trabajando como terapeuta, y su especialidad era trabajar con parejas, solucionando sus problemas y formando parejas felices otra ves. Hasta que un día un balde de agua fría le cae de frente al ver a ese hombre de negocios entrando a su oficina de la mano de una hermosa rubia.

- en que los ayudo?- escucho a su secretaria preguntar con cortesía

- queremos una hora con la doctora, ya sabe- se aclaró la garganta- para una terapia de parejas.- dijo incómoda la chica rubia

- claro, tomen asiento. Enseguida los anotó en la agenda.

Zoé que había permanecido sentada en los sillones de espera miro al chico que acompaña a la mujer. Su rostro, su aroma, recordaba todo y a la vez nada. Había cambiado tanto.
Conectaron miradas, pero el duro rostro del hombre desvió la mirada rápidamente para ver la sala de espera, juzgando duramente con sus ojos la habitación.
Zoé sintió un dolor al ver como el hombre la miro un segundo con desprecio y sin interés, el chico que conocía con los lentes gruesos y que llevaba libros de ciencia ficcion en la mano, habia desparecido y se odio más por escoger la fea cortina que colgaba en la ventana.
Bueno, por lo menos la planta que había elegido combinaba con el lugar.

- que fea palmera- murmuró la mujer al oído del hombre con traje. Quien asintió a favor.

Bien, genial.

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