Capítulo XXVII~ Sabor Oxidulce

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Esa noche llegué exhausta, mis pies ardían, el maquillaje me hacía sentir sucia, aún tenía esa desagradable sensación en la espalda, esa caricia… Sin duda me hizo sentir confundida pero sobre todo incómoda.

¿Por qué hizo todo eso el señor Walker? Primero el puesto del empleado del mes, luego los 10,000 dólares ¿y ahora esa manera de tocarme?. Debo admitirlo, tuve miedo. Recordé esos crudos momentos, por un instante sentí ese doloroso dedo con aquel metálico anillo, cerré mis piernas del dolor que imaginaba entre ellas, se me nubló la vista y ahora observaba rostros difuntos observandome lascivamente en lugar de ver la carretera. Poco a poco el rostro de quien me manoseaba cambiaba, ya no era aquel tipo muerto, era ahora el señor Walker.

Mi susto fue tanto que frené de golpe el auto de Ana, tal acción hizo que mi somnolienta amiga despertara. Sí esta vez conducía yo ya que Ana se encontraba ebria, yo no había bebido para nada y era suerte que la calle ya estaba vacía.

–Myleeeee ¿segura que la ebria soy yo?– preguntó con su acento borracho, viéndome por el retrovisor.

–D-disculpa, creí haber visto un gato…

–Bueno– suspiró viendo alrededor –Al menos no hay nadie con quien chocar– dice para volver a acostarse en el asiento trasero.

Esa imagen no me la esperaba, volví a arrancar el auto y sentí una gota recorrer sobre mi mejilla, tenía miedo, no quería volver a sentir acoso pero eso lo solucionaría el lunes.

Llegando al edificio departamental donde ahora vivo con mi amiga, estacioné el coche y le pedí a Ana que saliera del auto, con dificultad lo logré al igual que llegar al departamento, nadie me advirtió que era difícil llevar un ebrio hasta su casa.

Ayudé a Ana a quitarse el vestido para quedarse solo en lencería en su cama, yo igual tuve la idea de dormir en ropa interior. Me quité los zapatos, desmaquillé mi rostro para luego lavarlo, solté y alboroté mi cabello mirándome al espejo. Mis ojos ya no tenían la confianza en mí misma, a pesar de estar con Ana me sentía sola, realmente estaba sola. Salí de nuevo al balcón, la noche era nublada y ni la luna me hacía compañía.

Un sonido me hizo saltar, era el teléfono local de Ana. Corrí a contestar para que no despertara a mi durmiente amiga preguntándome quién llama a estas altas horas de la madrugada y contesté.

–Bue-

–¿Te divertiste?

Esa maldita voz que siempre crispaba mis nervios, hacía temblar mis piernas y justo ahora me hacía exaltar de alegría.

–¿Cómo supiste el número de ésta casa, Mikey?

–Lo tienes en tus contactos del celular.

–Ah, claro… Por cierto quiero mi celular de vuelta, no deberías chismearlo– hablo con seriedad.

–¿Tenías secretos que ocultar?– dice de una manera juguetona pero… Sensual.

Mordí mis labios y aparté la mirada como si pudiera verme ¿por qué lo hacía? Él no podía verme pero llevaba mucho tiempo sin oírlo, su voz provocó muchas sensaciones en mí y por supuesto logró que mi rostro colorara.

–Sigues…– hablé con voz débil y ronca, mierda, aclaré mi garganta a lo que él río –Sigues pensando mal de mí a pesar de ya no estar contigo.

Tal como pensé quedó callado y chasqueó la lengua.

–Si que te empeñas en lastimarme ¿verdad?– no quiero hacerlo.

–Te lo buscas por dudar de mí– respondí con frialdad.

–¿Entonces qué tiene de malo que vea tu celular si no hay nada?

ENAMORADA DE UN PATÁN (TMNT LEMON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora