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Dowoon había llevado en brazos a Wonpil a la enfermería, le había explicado todo a la enfermera e incluso se había peleado con ella cuando sonó la dichosa campana que indicaba el final de la clase de gimnasia. Esa señora pretendía que dejase a Wonpil allí, solo e inconsciente.
Aunque realmente no estaba solo, ya que ella sabría más sobre cómo ayudarle. Y había despertado hace ya varios minutos.
Wonpil estaba bien, dentro de lo que cabe. Y, sin embargo, él se negaba a dejarle descansar allí. Dowoon frunció el ceño, apretando sus puños. ¿Hacerse una paja pensando en él ya había hecho que se enamorara? Oh, por favor. Tenía diecisiete años. Se pajearía incluso por puro aburrimiento. Puso los ojos en blanco ante sus propios pensamientos.

— Nowoni...

Alzó su vista, mirando al más bajito. Inmediatamente se incorporó y se inclinó hacia él, acariciando su frente con cuidado.

— ¿Qué pasa? ¿Estás mareado? ¿Necesitas algo? —Wonpil negó suavemente con la cabeza.
— Estoy... cansado.

Dowoon volvió a fruncir el ceño. ¿Qué quería que hiciera él?

— Pues duerme. —respondió, ladeando suavemente la cabeza, como si fuera obvio.
— Pero... estoy bien. —murmuró de vuelta, inclinándose un poco hacia él para tomar sus manos, meciéndolas con cariño y brindándole la sonrisa más dulce que Dowoon había visto en su vida.
— No voy a irme de aquí si es lo que...
— ¡Wonpil, dios mío!

Ambos se giraron hacia la puerta de la enfermería. Dowoon suspiró aliviado al ver a la madre de Wonpil entrar. Se dirigió hacia su hijo, tomó sus mejillas entre sus manos y le examinó. Pudo ver que se puso pálida al observar una venda en el lado derecho de su rostro, y Dowoon se incorporó para tratar de tranquilizarla.

— Se clavó una piedra al caer. —le informó, sintiéndose algo tenso de repente.
— Mami, no duele... —murmuró Wonpil, colocando sus manos sobre las de la mujer.
— Kim Wonpil.

Si Dowoon ya estaba tenso antes, después de oírla hablar con aquel tono de voz juraría que se habría caído de culo si no fuese porque tenía una silla detrás. Wonpil se encogió en la camilla, y Dowoon apartó su vista, sintiéndose fuera de lugar.

— Yo... creo... que me voy a ir yendo. —murmuró, señalando la puerta. La madre de Wonpil le miró, con un rostro severo, y asintió sin decir nada más.
— Mami, estoy bien...

Dowoon comenzó a alejarse lentamente.

— Has dejado tu desayuno entero. ¿Cómo se te ocurre, teniendo que hacer ejercicio a primera hora de la mañana? Wonpil, por dios. No podemos volver a eso.
— N-no estamos volviendo a nada. No tenía hambre. No es nada.
— Por favor, cariño. Prométele a mami que no está pasando nada.

A Dowoon no le habían criado así. Por supuesto que no era algo normal en él escuchar conversaciones ajenas. Pero no estaba dispuesto a dejar pasar aquella oportunidad. Si a Wonpil le pasaba algo, él quería saberlo. Se había quedado tras la puerta, escuchando con atención, y suspiró aliviado cuando oyó el sonido de un beso. La madre de Wonpil podría dar algo de miedo, pero definitivamente era muy cariñosa con él. Algo normal, pensó Dowoon, si solo se tenían el uno al otro.
Tuvo que incorporarse de golpe y disimular al ver llegar a la enfermera, mostrándole una sonrisa exagerada.

— Pensé que te había mandado a clase hace un rato. —se quejó la mujer, bufando.
— Estaba esperando a que... uh, llegase su madre. No quería dejarlo solo.

La enfermera dejó escapar una risa amarga.

— ¿Has hecho una sesión de espiritismo exprés? —comentó con tono burlón, haciendo que Dowoon frunciese el ceño.
— ¿Disculpe?
— Ese chico no tiene padres. Murieron hace... —la mujer alzó la vista, contando mentalmente.— ¿ocho meses? Creo. No lo recuerdo. Nos lo explicaron al llegar el crío.
— Pero... yo he-
— Vive con su tutora legal. —le interrumpió.— Es amiga de su madre.

ʙ ᴀ ʙ ʏ ; 𝒅𝒐𝒑𝒊𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora