Capítulo Veinte

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El frio metal del pomo de la puerta rozó las yemas de mis dedos cuando la giré para entrar a la habitación. En mi campo de vista apareció una camilla en la que estaba recostado el senador Henderson completamente inconsciente, casi irreconocible. Apenas lo había visto un par de veces pero estaba más delgado y tenía varios moretones por todo el cuerpo, la enfermera le sostenía el brazo y le introducía un líquido de color azul por medio de una aguja en la vena.

Cuando Lexie atravesó la puerta detrás de Harrington se tapó la boca al ver a su padre, la enfermera que no se había dado cuenta de nuestra presencia nos miró sorprendida al notar que no éramos el presidente y sus matones:

_ ¿Lexie, qué hace aquí? ¿Y ustedes quiénes son?

_ Lo lamento, nos perdimos_ dije acercándome a ella. La mujer comenzó a retroceder y a buscar con que defenderse, sin embargo, a su alrededor, además de una silla lo que había era una pequeña mesa llena de frascos con diferentes líquidos y utensilios médicos.

_ ¿Qué le hicieron?_ escupió Lexie con odio cuando se recuperó.

Caminé más rápido acercándome a la enfermera mientras Harrington se ponía detrás de ella, Lexie se acercó como un rayo a la silla y comenzó a sacudir a su padre frenéticamente.

En un movimiento rápido sujetamos de piernas y brazos a la enfermera y la atamos a los pies de la mesa.

_ Tenemos menos de quince minutos_ dijo Harrington mirando el reloj de su muñeca.

Me acerqué a Lexie que repetía el nombre de su padre una y otra vez pero no despertaba, voltee a ver a Harrington en busca de ayuda, el moreno echó un vistazo sobre los frascos de la mesa y su rostro palideció. Lo miré con el ceño fruncido cuando se acercó a la enfermera y le habló bruscamente:

_ ¿Cuánto le pusiste?

_ Tu sabes cuánto_ le contestó la mujer sonriendo macabramente.

Mi compañero me miró y luego a mi mejor amiga que lo veía con la esperanza de que le diera buenas noticias:

_ Lo lamento _ dijo Harrington_ puedo despertarlo pero no durará mucho, la inyección ya está en su sistema.

_ Aunque despierte morirá y los encontrarán y yo misma les haré lo mismo, no pueden evitarlo_ volvió a hablar la mujer, que al parecer era pura maldad.

_ Quizá si pueda evitar que sigas hablando_ dijo Harrington acercándose a ella peligrosamente, comenzó a presionarle el costado del cuello y en unos segundos la enfermera estaba inconsciente.

Lexie soltó un sollozo mientras acariciaba el pecho de su padre.

_ Quiero despedirme de él, despiértalo por favor_ habló Lexie otra vez.

Harrington buscó el frasco indicado y comenzó a llenar una de las jeringas que había sobre la mesa y en un movimiento rápido la introdujo en el brazo del agonizante senador. Unos segundos después el padre de Lexie abrió los ojos y localizó a su hija frente a él:

_ Lexie... estoy tan feliz de ver que estas a salvo.

_ Papá, de verdad lo siento, si te hubiese encontrado antes esto no hubiese pasado_ dijo Lexie con las mejillas mojadas.

_ Por la expresión de tu cara puedo descifrar que no me queda mucho tiempo y el presidente está por lograr su propósito así que necesito que le pongas fin a esto de una vez antes de que sea muy tarde_ el senador dio una larga bocanada de aire antes de seguir hablando_ el vicepresidente está robando dinero, hay un tratado llamado el Acuerdo de los Veinte Males fue aprobado por la mayoría de los senadores, no puedo entender cómo, es una locura, quería llevarlo a la corte suprema para que lo invalidara pero me atraparon antes de poder hacerlo.

_ Pregúntale de que se trata el acuerdo_ dijo Harrington, sin embargo, cuando Lexie estaba por hablar su padre dejó de respirar. Ella volteó a verme y saltó a mis brazos llorando desconsolada. Tiempo después Harrington nos dijo que nos quedaban menos de cinco minutos para que los hombres despertaran así que comenzamos a salir.

Estábamos por volver por el mismo pasillo cuando escuchamos voces por el corredor, asustado, miré hacia el otro lado y como un fantasma Tyler apareció junto a nosotros:

_ Que linda coincidencia_ dijo el chico sonriendo.

Sin esperar una palabra más lo seguimos a toda velocidad abriéndonos paso a través del pasillo. Sin preocuparnos por el ruido que causaban nuestros zapatos al correr, llegamos a los pies de unas escaleras en forma de caracol y comenzamos a subir:

_ ¿Dónde te metiste?_ le pregunté a Tyler sin aliento mientras seguíamos subiendo.

_ Me encargaba de algo_ me contestó el chico.

Unos minutos después logramos subir las cien gradas y llegamos a una elegante sala adornada con finos muebles y alfombras color purpura, desorientados buscamos una salida, Tyler avanzó hasta una ventana corrediza y la abrió de par en par, sin mirar atrás se dejó caer y el aliento dejó mis pulmones cuando desapareció de mi vista. Como un rayo corrimos hacia la ventana, miramos hacia abajo y lo vimos sacudirse el polvo del trasero, estábamos a apenas un par de metros del suelo y muy cerca de la calle.

Mis compañeros sonrieron e imitaron al pequeño, cuando estaba por saltar escuché pisadas detrás de mí y al darme vuelta dos hombres de seguridad me apuntaban con armas:

_ ¡Aléjese de la ventana, es una orden!_ gritó uno mientras se acercaba lentamente hacia mí.

Lo que ocurrió después no lo esperaba, porque no creo haberme movido. Sentí como algo me empujaba violentamente hacia atrás y como mi cabeza chocaba fuertemente contra el filo de la ventana, no había tenido tiempo de agacharme cuando la bala me atravesó y caí por la ventana. Mi espalda chocó contra el suelo y un gritó de Lexie llegó a mis oídos. Lo siguiente que pasó fue casi un milagro, los hombres que me dispararon se asomaron por la ventana y apuntaron a mis compañeros, en cuestión de segundos escuché disparos pero mis compañeros seguían de pie junto a mí, voltearon a ver detrás de mí y escuché a lo lejos la voz de Iñaki gritándonos que corriéramos.

Harrington y Lexie me levantaron y me arrastraron hasta la calle donde Liam, Andrea e Iñaki nos esperaban en el auto. No sé cuánto tiempo pasó pero cuando aceleraron miré mi hombro y una sensación caliente se extendió por mi pecho mientras la sangre teñía mi camisa, toqué la parte trasera de mi cabeza y de inmediato las yemas de mis dedos también se mancharon de color carmesí. De repente, todo se volvió negro y caí en un profundo sueño. 

El Secreto de EstadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora