CAPITULO 4. LA PRINCESA

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Aqui estoy en la gran ciudad.
De verdad las pirámides son muy grandes, incluso puedo ver la Piramide mayor que es mucho más grande que mi casa.
Estoy con la boca abierta.
¿Como es posible que los hayan construido tan perfecto?
(Los arquitectos de ahora nunca lograrán lo que ellos hicieron, si de por sí tienen fallas en un edificio o hasta en unas escaleras)

Mele y yo subimos hasta otra pirámide. Con cada escalón que subo tengo una vista más inmensa y fantástica de este asombroso lugar; una vez que llegamos hasta la cima, aparece un hombre alto de piel morena, vestido con un enorme penacho de plumas verdes y naranja. Deja al descubierto su pecho y sus brazos musculosos. Cubre su parte intima con una larga tela de color blanco decorado con distintos jeroglíficos.

Al vernos puedo notar su mirada tan profunda, llena de valentía y honor. Tambien me permite ver su rostro con mas detalle, su piel es tan lisa y supongo que también suave, tiene una larga barba y bigote de color oscuro. Aquel sujeto pasa por un lado de nosotros sin decir ni una palabra.

-¿Quien es el Mele?

-El es nuestro emperador. Moctezuma.

-¡Moctezuma!

-Si, es el.

Lo veo y no lo creo. Acabo de ver al mismísimo rey de los aztecas en persona ¡Que espectaculo!

Me esta empezando a gustar esto, le agradezco al ave por darme esta oportunidad.

En la cima de la pirámide, hay una casa pintada de color rojo y azul. Una vez entro vemos a otro hombre; Es un hombre al menos unos sesenta años de edad. Su cabello esta totalmente blanco al igual que su barba. Va vestido de la misma forma que Moctezuma , excepto que el no usa un penacho. El lleva puesto una diadema con dos plumas largas en la parte posterior (Supongo que las plumas provienen de un águila)

-Iztaccihualt...

Aquel hombre toma un tarro de arcilla, moja  su pulgar sobre el contenido, un liquido rojo espeso (Estoy en duda, si es pintura o sangre real. Si es sangre al menos que sea de un animal)

El se acerca hacia mi, y pinta mi rostro al igual que Mele. Siento como su pulgar pasa sobre mi frente y después a mis mejillas.

-¿Donde estabas hija?

(Escuche bien, me dijo hija)

-¿Te ocurre algo?

-Alteza, encontré a su hija cerca del rió. Y bueno al parecer enfermo.

-¿Enfermar?

-Si Alteza, no recordaba nada. Ni siquiera su nombre.

-Esto fue obra de algún nahual.

¿Nahual?

Ya recordé. Supuestamente el náhual es una criatura de horroroso aspecto, que puede transformarse en un ser humano o inclusive tomar el cuerpo de uno.

-¿Te hizo daño el náhual hija?
-Claro que no.
-Mele, déjanos a mi y a mi hija un momento.
-Si alteza.

Mele se retira.

-Escucha hija, sé que amas la naturaleza y vivir con ella. Pero recuerda que eres una princesa y eso no es nada digno de ti.
-Lo sé.
-Realmente te comportas muy extraña.
-Papa, verás me golpeé en una roca y al parecer no recuerdo todo bien.
-¿Ni siquiera te acuerdas de mí?
-No.
-Yo soy Tezozomoc. El segundo al mando después de Moctezuma.
-¿Y mamá?
-¿De verdad no lo recuerdas?
Ella se ahogó en el río hace muchas lunas.
La extraño demasiado. Pero al verte a ti me recuerdas mucho a ella.

Pero dejemos eso a un lado. Necesitaba hablar contigo de algo urgente.
-¿Sobre qué?
-He recibido la noticia de que tienes muchos pretendientes.

¿Pretendientes?

-No entiendo papá.
-Varios guerreros me han pedido tu mano. Y quiero decirte que es hora. Pronto tu tomarás mi lugar, necesito que compartas tu ida con alguien más.
-¿No puedo hacerlo sola?
-Claro que no Iztaccihuatl. Dudo que tú seas capaz de enfrentar los problemas que tiene nuestro pueblo.
-Tu lo haces solo papá.
-Si lo hago solo Iztaccihuatl, pero yo fui entrenado y educado para esos problemas. A enfrentarlos cara a cara.
Además recuerda que tenemos que satisfacer a nuestros dioses. En especial Tláloc. Sin él no hay lluvia y sin lluvia no hay cosecha. Y sin cosecha no hay alimento para nosotros.
-Al menos puedo decidir con quién deseo casarme.
-No. Yo soy la autoridad y decidiré por ti.
Comprende Iztaccihuatl. Es lo mejor tanto para ti como para mi.
-De acuerdo.

La noche cayó. A pesar de que todavía no existía la luz eléctrica, Tenochtitlan estaba muy iluminado.
Gracias a las antorchas y también de la luz de la luna.
(Desearía tener una cámara para recordar este magnífico momento)

Mele y yo estamos sobre un tapete hecho de hojas de maíz.
Cubriéndonos con la piel de un jaguar.

-Puedes saber que le dijo su padre alteza...
-Me dijo que debía comprometerme.
-¿Tan pronto?
-Si Mele.
-¿Y que piensa?
-Bueno. Me gustaría que fuera por amor. Y no por obligación.
-¿Crees que los dioses escuchen tus plegarias?
-Espero y si.

Mientras estábamos invadido por la oscuridad del cuarto, comenzaron a escucharse tenebrosos lamentos de una mujer que se escuchaba a lo lejos.

-¿Que es eso Mele?- digo en voz baja.
-Es ella. La mujer que llora.
¿No la recuerda?
-No. Mele.
-No tiene mucho tiempo que apareció, se dice que es un alma en pena que llora por sus hijos que murieron en la batalla. Incluyendo los que mueren recientemente. Ella siempre aparece en la noche, llorando y gimiendo de dolor.
-¿Como es ella?
-Según rumores, es una mujer de largos cabellos que viste de negro. Se coloca a la orilla del río donde sus lágrimas caen a las profundas aguas.
Lo más terrorífico es que su rostro no es igual a la de una mujer. Sino que tiene una similitud a una calavera. Un rostro monstruoso.

Pero no termina todo ahí alteza. Se comenta que cuando ella llora a lo lejos en realidad está cerca de aquí. Y cuando está muy cerca es todo lo contrario.
Es decir que sus lamentos se oyen muy lejos.

-Es muy curioso ¿Desde cuándo dices que pasa esto?
-Desde hace quince lunas. Lo recuerdo bien. Todos estábamos temblando del miedo pero después nos acostumbramos.
Pero le confieso que continua dándome miedo.

-Me has contagiado tu miedo... Mele.
-Disculpe alteza. Será mejor que duerma e ignore los lamentos.

Ambas regresamos al sueño. Pero a pesar de tener cerrado los ojos no puedo ignorar ese sonido.
Siento como mi piel se eriza del miedo que tengo.

Había olvidado lo de ella. Esa mujer mejor conocida como La Llorona.
Hay muchas versiones de ella. De pequeña había leído un libro de leyendas; habían dicho que ella lloraba hacia los guerreros que morían en las batallas de Tenochtitlan. Otra versión comenta que ella estaba enamorada de un joven rico y elegante. Ambos se querían y tuvieron unos bellos hijos.
Pero aquel hombre de quien tanto amaba, la traicionó. Lo que provocó un gran enojo en ella llevando a hacer una locura. Asesinando a sus hijos. Ahogandolos en el río; cuando les quito la vida ella se arrepintió.
A partir de ahí, ella desahoga su dolor. Caminando por las calles de México entre los años 1810 a 1910.
¡Hay mis hijos!

La típica frase. Pero según cuentan que esa frase fue inventada por las personas de esa época.
Y yo sí la creo.
No he escuchado que diga esa frase. Solo escucho sus lamentos.

Por una parte si siento mucho miedo. Pero por la otra se me hace algo muy sorprendente. Ser testigo de este extraño fenómeno.

Espero que más adelante tenga la oportunidad de tener más aventuras así.

Mele se ha quedado dormida.
Y los lamentos van cesando...

Creo que es hora de dormir. Ya me siento más tranquila ahora.

Cierro de nuevo mis ojos...
Siento como mi cuerpo se relaja muy lentamente al igual que mi mente pierde la consciencia...
Solo espero que cuando despierte no haya sido un sueño...

EL BESO DEL VOLCÁN  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora