CAPÍTULO 15. BATALLA CONTRA EL HOMBRE BLANCO

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Mele y yo pudimos observar mucho humos y fuego proveniente del lado Oeste de la ciudad.
Moctezuma estaba realmente preocupado ante esta situación.

-¿Que está sucediendo padre?
-No lo sé, pero no es nada bueno.

Popoca aparece subiendo las escaleras muy rápido, hasta llegar hacia acá; se acerca hacia Moctezuma y se coloca frente a él.

-¿Cuáles son las órdenes señor?
-Popoca quiero que vayan al Oeste y vean lo que está sucediendo.
-Si me permite decir mi señor, tengo un mal presentimiento de que todo es a causa de Quetzalcóatl.
-Dudo que sea eso. Sería una completa locura.
-Disculpe Xocoyotzin, pero en verdad creo que es él.
-Escuche, vaya por los demás y vayan hacia allá.
-Si, señor.

Antes de que Popoca se fuera, mi padre lo llamo.
-Venga un momento.

Popoca camina hacia el, al mismo tiempo que me observa con sus bellos ojos.
-¿Si?
-Esta es su oportunidad. De demostrarme de lo que es capaz.
-No comprendo...
-Quería una oportunidad con mi hija Iztaccihuatl. Bueno... Es el momento.
Irá usted a pelear, contra los que están haciendo esto. Si gana la batalla, le daré mi bendición y dejare que se comprometa con ella.

Popoca y yo sonreímos. Mostrando una gran sonrisa y manténiendo nuestros ojos bien abiertos.

-De acuerdo señor. No lo defraudaré. Pelearse hasta derramar la última gota de sangre que reste en mi cuerpo. Lucharé por el amor que siento hacia Iztaccihuatl.

Y al decir está última frase Popoca salió corriendo en busca de los demás.
Mire hacia al cielo y en mi mente se escuchaban mis plegarias hacia los dioses, rezaba por la vida de mi querido príncipe. Que regresara sano y salvó y que finalmente viviéramos felices...


                             ...

Una vez que me reuní con los demás, partimos de inmediato hacia el lado Oeste de la ciudad.

Por este ocasión, llevamos más armas con nosotros. Incluso lleve muchas flechas de lo que acostumbraba a lleva.

Fuimos corriendo hacia el lugar, teniendo cuidado de que no nos sorprendieran con alguna trampa. Por un momento se me pasó por la mente que los tlaxcaltecas eran los causantes de todo, pero muy en el fondo de mi alma tenía el presentimiento de que era Quetzalcóatl.

Cuando llegamos, vimos a los hombres que acompañaban a Quetzalcóatl. Y también estaba él.
Todos los árboles estaban bajo el fuego ardiente.

Justo cuando ellos nos vieron empezaron a atacarnos.

Caminé hasta Quetzalcóatl y lo derribe con la fuerza de mi cuerpo.
Pero en ese instante uno de los suyos tomó un largo objeto entre sus brazos. Este tenía un agujero pequeño, y una manija debajo de esta.
El sujeto coloco su mano en la manija y tiró de ella.

¡Ah!

Algo me ha impactado en la piel, justo detrás de mí hombro derecho.
Nunca había sentido un dolor así de fuerte e intenso.

Me alejo de él y coloco mi mano sobre mi hombro, comienza a brotar mucha sangre.
¿Que fue lo que hizo?
¿Que es esa cosa?

Caigo al suelo, y desde aquí puedo ver como hacen lo mismo con los demás compañeros.
Aparecen más hombres de piel blanca con el mismo objeto entre sus manos.

Apunten... ¡Fuego!

En la punta de este objeto, justo cuando jalan la manija aparece una gran chispa de fuego que arroja una bola directo hacia ellos.
Estos van a distintas partes del cuerpo, entre ellos al pecho y la cabeza.

Pude observar que Xinantecatl salió huyendo de la batalla, hasta desaparecer entre el bosque.

Quetzalcóatl se acerca hacia mi, sosteniendo de nuevo ese objeto y apuntandolo directamente hacia mi.

Salí corriendo y enrollé mis manos sobre este.
Ambos peleamos por el arma. Ejerciendo nuestra fuerza en nuestra contra.

Quetzalcóatl me da un golpe en el estómago haciendo que de nuevo caiga al suelo.
En ese momento aparecieron los tlaxcaltecas... Si nuestros enemigos de siempre.
Estaban aliados con ellos, no tenían piedad y atacaron a los demás restantes.

En ese momento dos de ellos se acercaron y me tomaron de los brazos, sacaron un puñal de piedra con un largo pico filoso y lo enterraron a un costado de mi cadera.
Lo que provocó que me retorciera aún más de dolor...

Ellos me cargaron hasta llevarme a un lugar muy lejos de donde estábamos, mientras más me alejaba podía escuchar los gritos de mis hermanos.
Esos gritos de sufrimiento y rencor.

Todo el cuerpo me dolía, en especial la herida de la cadera, era insoportable.

Justo cuando llegamos a un pequeño acantilado, estos me arrojaron directo ahí, hasta caer al agua.
Una roca ha golpeado en mi nuca lo que provoca que mi vista sea borrosa.

Mi cuerpo flota a la superficie y por último observo a Xinantecatl parado en la orilla observandome.

Mis ojos se adentran a la oscuridad, hasta que finalmente me quedó dormido...

                            ...

Al parecer Popoca está muerto.
Alcance a ver el gran golpe que se dio en la cabeza.

Espero que sí haya muerto.

De manera sigilosa camino hacia donde estaban los demás. Ya que me ha ganado la curiosidad sobre lo que les ha pasado.

Me oculto entre los arbustos y tal y como pensé ahí estaban...muertos.

Quetzalcóatl había ganado, y era totalmente obvio. Él es un gran guerrero y mucho más fuerte que nosotros.

Para asegurarse que están muertos, clavan una navaja en su cabeza, y otros en el corazón.

Seré un cobarde, pero este no será mi momento, para morir.
Además tengo otra mejor cosa que hacer.

Camino hasta la ciudad, de manera cautelosa busco a Mele.
(Supongo que debería estar con la princesa)

Para mí suerte la encontré sentada justo en la cancha del juego de pelota.

-¿Que haces aquí?
-Huir, tú qué crees. Todos están muertos. Este es el fin.
-No me mientas.
-Es enserio. Popoca está muerto.
-¡¿Que?! Idiota, te dije que lo alejaras de la princesa, más no matarlo.
-¡Yo no lo mate!
-Si... Claro.
-¡Te lo juro! ¡Lo mataron! Y eso no es todo, los tlaxcaltecas son aliados de Quetzalcóatl. No tardarán en venir...
-Tienes razón. Se acabó.
-Se acabo para ti Mele. Yo tengo la oportunidad de seguir con mi vida. Me haré rico una vez que me comprometa con la princesa.
-¡Solo te importa su riqueza!
-No te hagas la inocente Mele. Tú también estabas en esto. Querías que la princesa no se quedará con Popoca. Puesto que tú lo amabas.
-¡Pero esta muerto!
-Alégrate, Iztaccihuatl ya no estará con él.
-Y eso que. Te lo repito ¡Él está muerto! Yo lo quería para mi y no para esa desquiciada. Además eres un tonto. Si deseas estar con la princesa de cualquier forma de quitarán tu fortuna. Vamos a morir todos.
-Dejemos este tema, escucha debemos irnos. Yo tengo una vida por delante y no quiero desperdiciarla. Mañana temprano robaré un poco del tesoro de Tezozomoc o Moctezuma. Y después me largo de aquí. Quizá hasta me alíe con Quetzalcóatl.
-¿Me dejaras aquí?
-Si deseas acompañarme, hazlo. Pero ni creas que te cuidare, tú estás sola en eso.
-De acuerdo, mañana partiremos. Solo quisiera hacer una cosa más.
-¿Ahora que?
-Tu rompiste mi corazón, con la muerte de Popoca...
Entonces también le romperé el corazón a Iztaccihuatl...

EL BESO DEL VOLCÁN  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora