EL MEJOR AMANTE CAPITULO 16

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Kagome se sonrojó furiosamente, lo odiaba por ponerla en esa situación y para hacerlo más bochornoso aún todos se quedaron en silencio esperando su respuesta.
– Etto…yo no tengo por qué hablar sobre mis asuntos íntimos con extraños – aseguró la joven sonrojada al máximo.
Inuyasha sonrió con suficiencia finalmente todos sus "enemigos" sabían que ella le pertenecía, se sentía un poco mareado pero estaba contento, detalló a todos sus "rivales" y quedó petrificado al verla, Kikyou lo observaba fijamente con una mirada tan fría que podría congelar el sol.
– Así que fue esa mujer quien logró que te olvidaras de mí – pensó Kikyou observándolo.
Kagome se percató de la mirada que le dedicaba Kikyou a Inuyasha y que este correspondía, parecía como si ambos estuvieran hablando con tan solo mirarse y ¡sí!, sintió celos.
– Inuyasha vamos a dormir – pidió, este sonrió ampliamente, desviando el enfoque de la palabra "dormir" por uno más interesante por lo que asintió rápidamente.
– ¿Dormirán juntos? – indagó Kikyou furiosa, Kagome sonrió con suficiencia y antes que Inuyasha contestara ella se adelantó.
– Claro, ya estamos tan acostumbrados a sentir el calor del otro que no nos queremos separar, ¿verdad amor? – preguntó levantando una ceja mirando a Inuyasha que por primera vez desde que lo conoció se sonrojó. No sabía que decir no podía contradecir a Kagome, pero tampoco deseaba enfurecer a Kikyou.
– A las cuatro de la madrugada nos vamos a pescar, – pronuncio el señor Taisho salvando a Inuyasha – ¿Quieren venir? – invitó y los ojos de Kagome se iluminaron de felicidad Inuyasha sabía que la idea la emocionaba por lo que asintió. – Kikyou, Renkotsu ¿nos acompañan? – indagó.
– Asco, yo paso – musitó – no le veo diversión a tocar asquerosos y escurridizos pescados – aseguró.
– Yo si voy – afirmó Renkotsu mirando a Kagome – habrán muchas cosas que me interesan – aseguró recorriéndola de manera libidinosa de arriba abajo.
– Las prostitutas se huelen de lejos – aseguró Kikyou molesta, cosa que Kagome ignoró, pues bien sabía que ella deseaba en ese momento ser tan prostituta como era posible con tal de estar entre los brazos de Inuyasha.
– Nos vemos mañana papá – aseguró la azabache antes de depositar un pequeño beso en la mejilla masculina. – Gracias por todo – agregó en un susurro.
Se dirigieron felices hacia la tienda, ya lo había perdonado, lo amaba, y no podía estar molesta mucho tiempo con él, una vez en el interior del refugio de la tienda Inuyasha la abrazó por la espalda fuerte aspirando profundamente el olor de su cuello, subió sus manos acariciando el cuerpo femenino hasta dejar ambas manos en los senos de la joven que gimió levemente.
–Discúlpame por todo mi amor – pidió jadeante Inuyasha contra su oreja – no sé que me sucede pero me hierve la sangre cuando otro te mira con deseo – murmuró antes de morder el lóbulo de la oreja femenina. – Dime por favor que me disculpas y haré lo que desees – susurró sugerente.
– Sí, – respondió la joven, cerrando los ojos – Ya todo pasó – aseguró
– He pensado toda la tarde como sería mi vida si te alejas de mi, y no lo pude ver, no quiero que me dejes – aseguró girándola y tomando sus labios en un beso profundo. Ella contestó con la misma intensidad lo necesitaba y tampoco lo quería lejos, sentía claramente el sabor del alcohol en la boca masculina, pero no le resultaba asqueroso al contrario, le parecía estimulante, puso sus manos en el cuello del joven Kagome sintió la presión del miembro masculino contra su vientre y sonrió entre besos. – Me tienes loco por ti, – susurró descendiendo los besos por su cuello.
– Inuyasha – gimió la mujer. Inuyasha se encontraba solo con su traje de baño blanco así como se había ido por lo que ella acarició la piel expuesta de su espalda, amaba la suave textura de su piel y como se contraían los músculos al acariciarlo. Separaron lentamente sus labios y ella le dedicó una sonrisa. – Durmamos – musitó la joven girando y dándole las espaldas al joven que sonrió.
– Lo último que deseo ahora es dormir – susurró Inuyasha contra su oreja, ella cerró los ojos y sonrió amaba cuando Inuyasha la "acosaba".
– Debemos despertarnos temprano – musitó la joven alejándose hacia su mochila y tomando de este la ropa que había seleccionado para dormir, desprendió su Jeans y lo bajó de manera apresurada quedando con su ropa intima, sacó la blusa y desabrochó el sujetador retirándolo rápidamente y lo acomodo sobre su mochila tomó un baby doll color violeta y se la puso giró encontrándose con una mirada que ya conocía muy bien por lo que sonrió.
– Ven mi hermosa – pidió con voz ronca, Kagome se sonrojó al ver que había retirado su traje de baño y dejaba a la vista de la joven su prominente miembro. Kagome caminó en dirección al hombre quien la devoraba con la mirada acostado en la improvisada cama. Quedó parada frente a Inuyasha quien se arrodilló rápidamente frente a la joven retirando su ropa intima lentamente, acariciando las piernas femeninas en su descenso – acuéstate – ordenó y ella cumplió sin dudarlo, lo miró parado frente a ella como Kami lo trajo al mundo y en definitiva se había esmerado al hacer a ese hombre, era perfecto – abre las piernas para mí princesa – pidió y ella cerró los ojos avergonzada y cumplió la orden flexionando las piernas. Inuyasha se arrodilló entre las piernas de la joven y recorrió un dedo lentamente sus pliegues descendió la cabeza e hizo el mismo recorrido con su lengua.
– ¡No! – musitó alto la mujer sonrojada, intentando cerrar las piernas, sin dudas ella llegaba al cielo cuando él la ¿torturaba? De esa manera, pero no sabía lo que él sentía y repentinamente todo eso la apenaba, de seguro para el resultaría asqueroso, la joven soltó un pequeño alarido cuando Inuyasha mordió la delicada piel del muslo interior, intentando zafar su cabeza de la prensa que resultaba las pierna de la joven quien sintió una descarga de exquisitas sensaciones que terminaron en forma líquida en su centro femenino.
– Ábrelas – ordenó y la joven cumplió cerrando fuerte los ojos, su vos era tan demandante que excitaba a la joven de sobremanera, amaba cuando Inuyasha ordenaba algo con esa voz tan ronca que le erizaba todos los pelos de su cuerpo. El hombre separó los pliegues, acercó su boca al sexo de su mujer y la recorrió lentamente, ella gemía despacio e inconscientemente movía las caderas, él lo hacía de una manera lenta y sensual – eres deliciosa Kagome – susurró el joven antes de capturar su botón y succionarlo delicadamente.
– Inuyasha mmm… – gimió la mujer, el joven metió dos dedos en el interior femenino mientras la lamía con deleite – detente… ahhh…para Inuyasha – rogó la joven se sentía muy sensible él aumentó el ritmo de arremetidas con sus dedos los retiró y empapó sus pliegues con los jugos de su excitación y volvió a meterlos rudamente, Kagome arqueaba su espalda y gemía. Inuyasha se encontraba descontrolado, escucharla gemir y sentir su salado y único sabor era en definitiva lo mejor, el lamía su botón y lo succionaba como un hombre sediento, Kagome gemía sin ningún recato había olvidado donde estaba y que debía ser algo más silenciosa. El joven retiró sus dedos, la tomó por la espalda baja levantando las caderas femeninas, Kagome dificultosamente abrió los ojos, pero inmediatamente los cerró cuando el joven metió su lengua en el interior femenino la joven tomó entre sus manos la sabana estrujándolo, sentía una acumulación de calor en su vientre, Inuyasha respiraba contra su sexo y su lengua se retorcía exquisitamente en su interior mandándole mil descargar, finalmente terminó la tortura, sacando su lengua, lamió sensualmente el botón femenino que se encontraba rojo e inflamado ahhh…– soltó un alarido de placer al llegar al éxtasis. Inuyasha subió su cuerpo lentamente sobre el de la joven y capturó sus labios en un beso lento haciéndola probar su sabor, la joven intentaba corresponder el beso pero resultaba difícil, le faltaba el aire, gimió sonoramente al sentir la fricción del miembro contra la húmeda y sensible entrada femenina, él se adentró en la mujer lenta pero profundamente. Kagome ahogó un gritito contra la boca del hombre que inició un suave vaivén que poco a poco se volvió más desenfrenado entraba en ella a un ritmo descontrolado, Kagome no podía parar de gemir y empujaba sus caderas hacia arriba intentando mayor profundidad, amaba sentirlo.
– Inuyasha…sigue…es…es delicioso – gemía alto la mujer con voz entre cortada Inuyasha la penetraba con mayor fuerzas, Kagome enganchó sus piernas en las caderas masculinas el descendió su cabeza succionando la piel del cuello femenino, los movimientos de Inuyasha se volvieron más lentos pero entraba hasta lo más hondo de la mujer que soltaba grititos de placer cada vez que lo sentía entrar.
– Mmm…Kagome no se qué haces pero cada vez te siento más deliciosa – comentó entrecortadamente el hombre, levantó la cabeza y la miró con adoración por unos segundos antes de toman sus labios en un beso lento, sacó rápidamente su miembro del interior de Kagome y derramó su semilla en el suelo de la tienda, Kagome miró su pene aún erecto con deseo solo ella sabía cómo ansiaba probar su sabor, pero no sabía cómo lo tomaría él. Odiaría que la viera como una mujer asquerosa o que por ese motivo ya no quisiera estar con ella.
– Gira – ordenó y la joven lo miró interrogante – quiero que te pongas de rodillas princesa en cuatro patas – jadeó Inuyasha y ella se lo cumplió Inuyasha se arrodilló atrás de la joven, la tomó por las caderas y entró en ella en un embiste rudo Kagome soltó un grito de gozo. – ¿Te gusta princesa? – preguntó en un gemido el hombre aumentando el ritmo. Kagome no podía hablar solo gemir y retorcerse en forma circular contra él.
– La pondré en cuatro patas y la haré gemir, esa será por ti – resonaron en su cabeza las palabras de Bankotsu, por lo que el ojidorado cerró los ojos intentado olvidarlo todo y solo concentrarse en ese momento, en ella y en lo delicioso que se sentía el calor de su interior, en los gemidos de la joven, en la fricción de los cuerpos, y en sus respiraciones que se fundían creando un único ritmo.
Inuyasha pellizcó los pezones de la joven que se sentían erectos bajo la fina tela, mientras entraba en ella sin dar tregua.
– Así mi amor – susurró Inuyasha cerrando los ojos y dejándose llevar por la deliciosa sensación – quiero que goces siendo mía – aseguró el hombre.
– Inu…ya…ahhh…– musitaba la mujer recostando su pecho contra el suelo y retorciéndose cada vez más contra él – amo sentirte adentro mío– aseguró la mujer en un jadeo y él sonrió aumentando más el ritmo, ella se incorporó sujetándose en sus brazos que temblaban – Inuyashaaaaaa – gritó a todo pulmón llegando a su orgasmo y se desmoronó nuevamente en el suelo respirando dificultosamente y temblando, él no dio tregua y siguió envistiéndola sin descanso amaba estar en su interior la sujetaba fuerte por las caderas y entraba ferozmente en ella que lo recibía apretándolo en su interior hasta que soltó un gemido ronco llenándola con su semilla, arqueó su cabeza hacia atrás dejándose llevar por las maravillosa sensaciones que provocaba aquella liberación que le otorgaba la joven, salió de su interior lentamente y Kagome bajó pesadamente la cadera en el suelo, Inuyasha se encontraba feliz aunque también estaba en esa situación verla era como admirar una perfecta obra de arte, Kagome era hermosa, sus cabellos alborotados, su respiración agitada, sus labios entreabiertos clamando aire.
– ¿Cansada? – indagó juguetón el ojidorado.
– Para nada – susurró la joven.
– Entonces ven aquí, cariño – pidió palmeando sus piernas para que la joven se sentara sobre estas.
– Será mejor que descansemos un poco – musitó la mujer.
– Si – susurró el joven aunque deseara hacerla suya toda la noche, la notaba muy cansada por lo que muy a su pesar deberían dormir – ¿Será verdad que la amo? – se preguntó en pensamientos, mirándola, la joven se sonrojó y se acomodó mejor en la cama, Inuyasha se acostó a su lado. – Mi princesa ven aquí – susurró abriendo sus brazos para recibirla, Kagome gateó hasta llegar junto a él y suspiró al sentirse tan cómoda entre los brazos del hombre. Levantó el rostro depositando un pequeño beso en la mejilla de Inuyasha.
– Que descanses – susurró.
– Igual tú mi amor – susurró el hombre. No sabía por qué Inuyasha la llamaba ahora mi amor, pero le agradaba sentía que todo esto era real, al menos ella lo amaba, aunque él amara a Kikyou. Cerró los ojos intentando olvidar todo y tan solo vivir y disfrutar lo que tenían en ese momento, y ella lo tenía a él. Soltó un largo suspiro, prontamente ambos cayeron en un sueño profundo.
Quizás todo el campamento había escuchado el grito de Kagome al llegar a éxtasis, pero Bankotsu lo escuchó por completo, su tienda estaba a un lado de la de ellos, su orgullo masculino estaba por los suelos.
– Con migo nunca gimió así – analizó en pensamientos – quizás con el tiempo aprendió a fingir un orgasmo – se alentó, salió de su tienda despacio y abrió la tienda donde dormían la pareja, Kagome se encontraba con su baby doll violeta acostada de costado sobre el brazo del hombre, recostando su cabeza en el pecho masculino y pegando todo su cuerpo al hombre, él se encontraba completamente desnudo boca arriba, un sentimiento de rabia lo embargó, no amaba a la joven, pero ella le pertenecía solo a él a criterio suyo, salió cerró nuevamente la tienda y se dirigió hacia el bosque.
Todo aún se encontraba en penumbras; la noche daba sus últimos suspiros de vida, pero en el campamento ya se escuchaban los pasos y murmureos masculinos.
– Kagome, hijo, ya debemos irnos – se escuchó la voz masculina del señor Taisho afuera de la tienda – Kagome despertó desorientada e Inuyasha por el movimiento brusco que causó la joven se incorporó asustado, el señor Taisho abrió un poco el cierre de la tienda.
– Padre ¡no! – gritó Inuyasha aún un poco desorientado y el señor Taisho soltó una carcajada, predecía en qué situación se encontraban.
– Les esperamos en 10 minutos – aseguró al notarlos ya despiertos.
En exactamente diez minutos hacían acto de presencia los dos jóvenes Kagome estaba sonrojada e Inuyasha con una gran sonrisa que los delataba a ambos.
– Durmieron bien – preguntó uno de los trabajadores con una sonrisa pervertida Kagome bajó la cabeza avergonzada Inuyasha tan solo asintió, poco le importaba que todos supieran que habían hecho el amor, es más le agradaba la idea así todos sabrían que ella es su mujer, solo suya.
Kagome se había puesto un short bastante corto color beige con una blusa con tirantes color blanco el cabello lo tenía recogido en una coleta alta se veía hermosa sencilla pero muy bella. Fueron caminando como quince hombres, Kagome era la única mujer, pero estaba dichosa de ir a pescar, pasaban los árboles y Kagome hablaba con el señor Taisho, Inuyasha tan solo los miraba y sonreía, le alegraba que ambos se llevaran bien, pues para Inuyasha su padre lo era todo.
– ¿Entonces ahora estás viviendo con mi hijo? – preguntó Inu no.
– Sí – susurró la mujer.
– ¿Duermen juntos? – preguntó Naraku.
– Creo que hacen más que dormir – comentó ácidamente Bankotsu.
– Desde luego, con una mujer como Kagome no creo que haya hombre que resista con solo dormir a su lado y si lo hace pues sería como para dudar su hombría – aseguró orgulloso el ojidorado. Kagome competía contra un tomate por lo roja que estaba debido a las miradas poco sana a la que fue sometida.
– Opino lo mismo que Taisho – afirmó Renkotsu.
– ¿Cómo te trata mi hijo? – preguntó el señor Taisho siguiendo su charla y así evitando una nueva pelea.
– No te quejes princesa de mi falta de hospitalidad – bromeo Inuyasha tomándola por la cintura y ella sonrió.
– De hecho es bastante malhumorado por las mañanas, – contestó y todos rieron pues verdaderamente Inuyasha era malhumorado el día completo.
Kagome quedó maravillada cuando llegaron a un enorme lago, era hermoso, había un puente de madera y por este amarrados dos botes.
– Te gusta hija – preguntó al verla deslumbrada.
– Es lo más hermoso que he visto en mi vida – confesó. El señor Taisho sonrió por la sencillez de la joven le recordaba tanto a su amada Izayoi ella había pronunciado las mismas palabras cuando vio por primera vez el lugar, fue por ella que lo había comprado.
Subieron a la canoa Kagome estaba contenta como una niña en una dulcería se sentó e Inuyasha le pasó una vara de pescar, sentándose a un lado de la joven.
– Inuyasha gracias por invitarme a venir – susurró.
– No vendría con nadie que no fueras tú, gracias por la paciencia que le tienes a mi papá – musitó dedicándole una sonrisa.
– Nuestro papá – aclaró dedicándole una sonrisa.
– Entonces lo nuestro sería algo prohibido, ¿Quieres ser mi hermana princesa? – preguntó sonriendo por la cara de horror de la joven, quien negó repetidas veces ante la imagen de una relación incestuosa.
Fueron al medio del lago y se relajaron, tirando la línea de pescar al agua.
– Nunca me sentí más en paz – aseguró la mujer mirando a Inuyasha a su lado este le dedicó una sonrisa, todos en el bote los miraban por ello no podían hacer nada "sospechoso" Kagome se paró para mirar el agua ya estaba adolorida por estar tanto tiempo sentada llevaban más de dos horas en el bote y aún no habían pescado nada – si nuestro almuerzo dependiere de esta pesca creo que moriríamos de hambre – musitó la mujer para aumentar la frustración del grupo. – Inuyasha ahí hay un pescado grande – comentó emocionada agarrando su caña de pescar pero de la euforia del momento no midió sus movimientos tropezando por una de la maderas divisorias del bote y cayó al agua gritando en el trayecto, todos soltaron una carcajada incluyendo el ojidorado, Bankotsu se lanzó rápidamente al agua sujetando a la mujer que se revolvía entre los brazos de su "salvador", Inuyasha cesó su risa y la miró preocupado tendió una mano a la joven para que subiera, ella lo tomó y al subir lo abrazó fuerte, temblando entre los brazos del hombre.
– ¿Qué sucede princesa, estás bien? – preguntó preocupado, ella tan solo lo apretó más fuerte.
– Kagome no sabe nadar – explicó Bankotsu. A lo que Inuyasha se reprendió mentalmente, odiaba a ese hombre ojiverde, ahora lo odiaba más, por conocer tanto sobre su princesa.
– Tranquila, ya pasó – susurró el ojidorado acariciándole los cabellos a la joven quien dejó de temblar y aflojó un poco más su agarre. Inuyasha conseguía calmarla pensaba que estando el cerca nada malo podía pasar. Bankotsu subió rápidamente al bote y se dirigió hacia el asiento que estaba ocupando.
– Gracias – susurró el ojidorado cuando pasó a un lado suyo el Bankotsu no contestó nada, tan solo siguió caminando ignorando al hombre.
Después de ese susto a Inuyasha poco le importó que todos los miraran, sentó a Kagome en su regazó y juntos esperaban pescar algo, Naraku había hecho otro de sus mal intencionados comentarios pero ellos tan solo lo ignoraron. Al medio día volvieron al campamento con dos peces grandes uno lo había pescado Renkotsu y otro Inu no. Inuyasha cargó a Kagome en su espalda cuando ella se quejó de estar cansada reía intentando bajarse y lo golpeaba levemente en sus hombros.
– Sueltameeee – pedía Kagome entre risas. Inuyasha la ignoraba y seguía su recorrido Kagome era muy liviana cosa que extrañaba al ojidorado. Llegaron al campamento y en la entrada a este se encontraba Kikyo cubierta tan solo por un diminuto bikini negro, sus labios pintados con un color carmesí que le daban un aire sensual, la joven hizo una mueca al verlos, pero luego intentó disimular su molestia.
– Inuyasha ¿podemos hablar? – indagó la joven.
– Ahora… pues – musitó confundido el hombre, no sabía que decir o como actuar cuando las tenía a ambas cerca.
– Es algo importante – aseguró.
– Está bien – susurró Kagome triste. – Estaré con papá, limpiaré los peces – aseguró antes de depositar un pequeño beso en las mejilla masculina y alejarse apresuradamente. Kikyo lo tomó por la mano y este rechazó el contacto.
– ¿De qué quieres hablar? – preguntó intentando no sonar rudo.
– ¿Podemos irnos a un lugar más solitario? – pidió la joven y el asintió caminando hacia el bosque nuevamente.
– Habla – murmuró el joven una vez que estuvieron a una distancia prudencial, quería volver junto a Kagome, no le gustaba la idea de dejarla tanto tiempo sola, con los demás al "asecho".
– Inuyasha – susurró la mujer acercándose y poniendo una mano en el torso masculino – etto…yo quiero decirte la verdad – tartamudeó – Yo, te amo, siempre lo he hecho – aseguró sensualmente acariciándolo levemente. Inuyasha quedó en shock esto no podía estarle pasando a él, por dos años esperó esas palabras y ahora que las oía no sabía que sentía.
– Eso no es cierto, si me hubieras amado o al menos querido un poco nunca me hubieses hecho lo que hiciste – aseguró el hombre apartando la mano de su cuerpo.
– Yo quería casarme, aún lo deseo, pero mi padre ya había hecho tratos con Bankotsu y me ordenó alejarme – comentó la mujer.
– Si me hubieras amado lucharías por estar con migo – aseguró el hombre intentando convencerse a sí mismo.
– Inuyasha, no seas tan duro con migo – pidió la mujer haciendo un puchero y él soltó un suspiro – no quiero casarme con Bankotsu, yo quiero que seas el primer hombre en mi vida – musitó acercándose al joven, – el único – agregó, él quedó estático mirándola fijamente, ella se puso en puntillas y capturó los labios masculinos en un beso leve, Inuyasha la tomó por el rostro con ambas manos y metió su lengua en la boca femenina profundizando el beso, Kikyou respondió de forma tímida casi inexperta por lo que Inuyasha terminó el beso soltando su rostro, esperaba sentir lo mismo que sentía al besar a Kagome pero no fue así, besar a Kagome era apasionado, pero a la vez dulce, su sabor y olor eran únicos – Casémonos esta semana, así mi padre ya no podrá hacer nada – propuso.
– Tengo que irme – musitó Inuyasha.
– Ven mañana a la mañana a este lugar a darme tu respuesta – pidió Kikyou, Inuyasha asintió ni él sabía el motivo pero no pudo decirle no, se alejó apresuradamente rumbo a las mesas, ahí la vio haciendo una mueca de asco al ver las entrañas del pobre pescado. Pero se molestó al percatarse de la presencia de su "querido hermano" cerca, muy cerca de la joven.
– ¿Cómo van? – preguntó Inuyasha, Kagome lo miró sonriendo pero al verlo borró la sonrisa de su rostro y bajó la cabeza.
– Bien – susurró.
– ¿Pasa algo? – preguntó el hombre, era bastante extraño ver triste a la mujer.
– No – susurró dándole la espalda, el señor Taisho no entendió el cambio repentino de humor en la joven pero Sesshomaru al percatarse de las lágrimas que la joven intentaba ocultar de Inuyasha lo supo.
– No respetas a Kagome, no la mereces – aseguró Sesshomaru dejando a ambos estupefactos – hubieras tenido la delicadeza de limpiarte el labial del rostro antes de venir – explicó Inuyasha pasó su mano rudamente por su boca borrando todo rastro que hubiera dejado Kikyou.
– ¿Ya terminamos papá? – preguntó Kagome.
– Sí hija, gracias por la ayuda – musitó el hombre. Kagome sonrió y depositó un pequeño beso en la mejilla del señor Taisho.
– Entonces iré a dormir un momento – susurró. Kagome se alejó rumbo a la tienda ignorando a Inuyasha, él giró para seguirla pero las palabras de su padre lo detuvieron.
– Hijo, te amo y lo sabes – aseguró – por ello no quiero que te equivoques, si la pierdes lo lamentarás – afirmó. Inuyasha asintió y siguió a la azabache a la tienda entró y la encontró acostada boca abajo en la cama.
– Kagome – susurró ella fingió dormir, no deseaba hablar en ese momento – perdóname Kikyo me beso y yo correspondí – contó la verdad.
– No tienes por qué explicarme nada, yo lo sé, tú y yo no somos nada – musitó triste la mujer.
– No quiero que estés así, perdóname – rogó nuevamente. Kagome se sentó y lo miró de frente.
– Yo solo deseo que tu estés feliz, si ella es tu felicidad, pues tendré que aceptarlo – aseguró dedicándole una sonrisa, Inuyasha se acercó rápidamente a la mujer y tomó sus labios en un beso hambriento, la acostó en la cama besándola de una manera arrebatadora y desenfrenada, la mujer correspondía con la misma intensidad y gemía entre besos, cosa que lo enloquecía.
– Kagome – susurró el joven al soltar sus labios, en definitiva el sabor de los besos de Kagome eran únicos y su cuerpo encajaba perfectamente al masculino, ella era especial. – Yo quiero que sepas… – musitó el hombre antes de ser bruscamente cortado por la mujer.
– Ahora no quiero hablar de nada sentimental, no me encuentro fuerte – explicó la mujer y él asintió.
– ¿Quieres que te enseñe a nadar? – preguntó para cambiar de tema y ella asintió eufórica. Inuyasha se puso un traje de baño color negro y fue a la piscina a esperarla entró y se relajó recostando su cabeza al borde de esta.
– Hola Inuyasha – pronunció de manera sensual una mujer, él abrió los ojos y vio una mujer rubia con los pechos casi saliendo de su diminuto traje de baño color rojo.
– Hola Kana – saludó pretendiendo parecer amable.
– ¿Por qué estás tan solo? – preguntó mojando sus labios intentando parecer sensual.
– Estoy esperando a mi novia – explicó el joven para ver si así se iba y lo dejaba tranquilo.
– ¿Puedo hacerte compañía mientras la esperas? – Indagó y él soltó un suspiro – Te he extrañado – susurró.
– Kana ya sabes que no me gustan esos comentarios – aseguró.
– Es la verdad, eres un excelente amante, nunca nadie me hizo sentir lo que tu logras – comentó tocando los hombros masculinos.
– Eso pasó hace mucho tiempo, ya te lo dije no volverá a ocurrir, era joven y…– murmuró el hombre.
– Y me deseabas, solo que luego viste a Kikyo y te enamoraste ¿volverás a repetir lo mismo? – Preguntó – ahora ya no estás con Kikyo por que no me haces tuya y ambos gozamos – ofreció.
– Porque ahora tengo otra a quien quiero – pensó el hombre.
Inuyasha quedó con la boca abierta al verla acercarse a la piscina, estaba con un traje de baño con rayas de color azul con blanco, que entallaba perfectamente en su delicioso cuerpo, la parte inferior tenía dos nudos a los costados de la cadera femenina, cosa que Inuyasha ansiaba desanudar, sus senos redondeados se veían apetitosos y su piel parecía que brillara mezclándose con los rayos del sol.
– Mi princesa estás hermosa – aseguró y ella sonrió. Inuyasha sentía unos deseos irrefrenables de llevarla a la tienda y ser el único que pudiera verla.
– Hola, soy Kagome – saludó a Kana que la miraba de pies a cabeza examinándola.
– Hola – musitó agresivamente – ya sabes Inuyasha mi propuesta sigue en pie – aseguró antes de dar la espalda e irse. Kagome levantó los hombros en señal de despreocupación y se sentó al borde de la piscina, Inuyasha besó sus piernas bajo el agua y ella sonrió.
– Está muy fría – musitó la mujer.
– Entra que yo te calentaré – bromeó el hombre y ella levantó los pies mojándolo, él la tomó por la cintura y ella gritó al ver que la quería meter al agua.
– No, por favor – gritó llamando la atención de todos.
– Yo te cuido mi princesa, confía en mí – susurró el hombre y ella asintió. La bajó en el agua – sujétate por mi cuello – pidió y ella lo hizo – mueve tus pies acostúmbrate a la temperatura del agua – musitó y ella lo cumplió feliz. Inuyasha podía tocar con los pies el fondo de la piscina por lo que no se preocupaba por la seguridad de la joven. La enseñó a flotar primeramente, llevó muchos intentos y dos grandes sustos para la joven pero en menos de una hora ya podía flotar e incluso nadar como perrito cosa que la tenía eufórica, todas las mujeres habían bordeado la piscina para burlarse de la joven cosa que no incomodaba a Kagome. Inuyasha la sujeto por la cintura desde abajo del agua y ella simulaba nadar, estaba dichosa. Con dos horas la joven estaba exhausta y hambrienta.
– Será mejor que sigamos otro día – murmuró la mujer sujetándose del cuello de Inuyasha, la joven enganchó sus piernas a la cintura masculina – gracias Inuyasha – pronunció y él se acercó lentamente a los labios de la joven tomándolos con delicadeza, la abrazó por la cintura atrayéndola más a su cuerpo, recorrió suavemente sus manos por la espalda de la joven que tembló levemente por el exquisito contacto.
– Vayamos a almorzar que muero de hambre – musitó el hombre, Kagome asintió.
Caminaron rumbo a las mesas, donde todos estaban almorzando y contando lo sucedido durante la pesca Renkotsu relataba a todos la "batalla" que dio el pez y todos reían.
– ¿Que deseas comer? – preguntó el ojidorado tiernamente.
– ¿Te incluís en el menú? – indagó la joven juguetona y él sonrió ampliamente.
– No juegues así, princesa – susurró – me estás tentando a secuestrarte – aseguró.
– Inuyasha – gritó el señor Taisho desde una mesa, invitándolos, por lo que caminaron en esa dirección Sesshomaru se encontraba en la misma mesa comiendo, recorrió el cuerpo de la joven completamente con la mirada y casi se atragantó con la comida que tenía en la boca. Claramente se notaban los pezones erectos de la joven bajo la prenda húmeda, y por primera vez quizás en su vida Sesshomaru se sonrojó, por el rumbo de sus pensamientos.
– ¿Comerán vestidos así? – preguntó Sesshomaru.
– Sí – contestó Kagome sentándose frente a Sesshomaru y el señor Taisho
– Descansa te traeré algo de comer – susurró Inuyasha poniendo una mano en el hombro femenino quien agradeció inmensamente el gesto, pues sentía todo su cuerpo pesado.
Inuyasha se alejó rumbo a donde estaba la comida, el Señor Taisho recibió una llamada por lo que se disculpó dejando solos a Kagome con Sesshomaru.
– Etto…te estás divirtiendo – indagó la joven intentando entablar conversación con Sesshomaru.
– Siéndote sincero, No – comentó el ojidorado – y a ti ¿logra entretenerte mi hermanito? – preguntó mirándola tan intensamente que la joven cubrió sus senos con sus brazos pues sintió como si él pudiera traspasar la tela con esa mirada.
– Sesshomaru – susurró Kagome regañándolo.
– Aún no me resigno – murmuró – puedo ser bastante persistente y siempre logro lo que deseo – aseguró serenamente – y no sabes cómo te deseo – aseguró poniendo una mano sobre la rodilla femenina, bajo la mesa, Kagome palideció y sintió una corriente recorrer su cuerpo, odiaba a los Taisho por las reacciones que causaban en su cuerpo, el ojidorado sonrió y ascendió su recorrido acariciando la suave piel de los muslos femeninos. Kagome sujetó la mano masculina y lo retiró de su cuerpo.
– Esto…no está bien – susurró la joven.
– ¿Porqué? – indagó Sesshomaru – sé que me deseas – aseguró, la joven se sonrojó y detalló todo a su alrededor por si alguien los había visto, – vayamos a mi tienda – ofreció – ahí nadie nos verá y podremos hacer lo que deseemos – murmuró sensual.
– No, no puedo – susurró la joven.
– Yo sé que puedes, te escuché en el apartamento de Inuyasha, por ahora me conformaré con poseer tu cuerpo – comentó sin ningún recato, la joven palideció. – no te preocupes mi linda tengo el condón – aseguró sonriendo seductoramente.
Continua…

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