EL MEJOR AMANTE CAPITULO 19

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Finalmente luego de preguntar mil veces si se sentía mejor el señor Taisho la dejó sola para que preparara su equipaje, la joven había prácticamente suplicado poder viajar esa misma noche; ya no deseaba estar en esa casa, no sabía que sería de su vida, pero tan solo ansiaba alejarse e iniciar nuevamente. Tan solo empaco una maleta pequeña ya luego se encargaría de comprarse ropa cuando llegara a su destino; miró una última vez la habitación, sus ojos se posaron en la foto sobre su mesita de noche y no aguantó la tentación por lo que guardo entre sus pertenencias, aún no era lo suficientemente fuerte para olvidarlo. Caminó rumbo al despacho y se encontró con el señor Taisho bebiendo una copa de whisky, este la miró y sonrió tristemente.
‒ No me mires así papá ‒ pidió la joven.
‒ Te extrañaré mucho, además no entiendo porque no me quieres contar a donde iras ‒ protestó.
‒ Yo te extrañaré más, cuantos pañuelos tendré que comprar para reemplazarte ‒ comentó por lo que el hombre sonrió levemente.
‒ Cuídate mucho, y si me necesitas, sabes mi número tan solo llámame ‒ murmuró.
‒ Gracias por todo ‒ susurró la mujer. Él se paró y la abrazó fuerte, depositó un beso en su frente.
‒ Que encuentres la tranquilidad y luego vuelvas a tu casa, junto a nosotros ‒ susurró.
Kagome se separó del abrazo y sin volver a mirarlo abandonó la habitación, bajó la escalera apresuradamente, su visión se encontraba nublosa por sus lágrimas, sentía como si estuviera dejando la casa de sus padres, sabía que haría sufrir al señor Taisho y aún no se iba y ya lo extrañaba, abrió la puerta para salir al exterior, sintió la presencia de alguien. Por lo que se detuvo en el marco de la puerta.
‒ ¿Kagome? ‒escuchó una voz masculina familiar por lo que levantó el rostro fijando su mirada con la dorada del hombre quien la observaba con una amplia sonrisa.
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Inuyasha había salido prácticamente corriendo una vez que recibió la dirección, conocía la propiedad, era la casa que Sesshomaru siempre había deseado y por el cual siempre peleaban, la casa donde Sesshomaru había vivido con sus padres cuando el menor de los Taisho aún no había nacido. Condujo como un desquiciado por las carreteras, planeaba las mayores locuras que podría hacer en caso de la que la joven deseara huir nuevamente, faltaba tan poco para llegar y sentía que esos cuarenta minutos que había conducido habían sido los más eternos.
Estacionó frente a la residencia y bajó rápidamente corrió rumbo a la entrada e ingresó extrañado de encontrar la puerta sin seguro, ascendió las escaleras corriendo. Y se dirigió a la habitación principal encontrándolo vacio, revisó todas las habitaciones exasperadamente, pero todos estaban vacíos, se dirigió apresuradamente rumbo al despacho donde se encontró con su padre bebiendo.
‒ ¿Dónde está Kagome? ‒ preguntó agresivamente sorprendiendo a Inu-no.
‒ Hijo ‒ susurró.
‒ ¡Donde está Kagome! ‒ gritó golpeando con sus puños el escritorio.
‒ Se ha ido ‒ comentó.
‒ ¡Mientes! ‒ gritó ‒ no me la escondas no volveré a caer en tu trampa, eres un maldito traidor ‒ aseguró alterado.
‒ Tranquilízate y hablemos ‒ susurró.
‒ No quiero escucharte, yo…yo nunca creí que me harías algo así, ¿me traicionaste por tenerla en tu cama? ‒ indagó.
‒Te estás equivocando Inuyasha no permitiré que me hables así ‒ aseguró parándose y enfrentándolo.
‒ Y que harás, ¿me castigaras?, ¿me golpearas?, nunca podrás hacerme sentir más dolor del que ya sentí estos meses ‒ aseguró el hombre.
‒ Hijo yo ‒ murmuró Inu-no conmovido por la mirada de Inuyasha.
‒ No quiero tus excusas, no necesito tus consejos, solo dime donde la tienes ‒ ordenó.
‒ No lo sé, ella tan solo se fue ‒ aseguró.
‒ ¡No me mientas más! ‒ gritó empujando la botella que estaba sobre la mesa esta cayó rompiéndose en miles de fragmentos. Se acercó apresuradamente y tomó a su padre por el cuello de la camisa con intensiones de golpearlo se sentía desquiciado.
‒ Señor Taisho se encuentra bien, ‒ ingreso en la habitación Mioga el fiel empleado y amigo del Señor Taisho quien fue alertado por el estruendoso ruido del vidrio roto.
‒ Si estoy bien, vete ‒ pidió el hombre entrecortadamente sintiéndose asfixiado por el agarre del menor de los Taisho.
‒ Joven amo que hace, lo lastima, suéltalo por favor ‒ pidió. Inuyasha lo soltó agresivamente, entro en un estado de ira comenzó a romper todo lo que estaba a su paso.
‒ Señor Taisho llamaré a Jacken (el guardia) para que lo detenga ‒ aconsejó.
‒ No, vete, déjame solo con mi hijo ‒ ordenó.
‒ Pero está rompiendo toda su obra de arte, eso vale una fortuna ‒ aseguró exaltado.
‒ No hay objeto que valga más que el dolor que puede sentir mi hijo, si haciendo esto se puede sentir un poco mejor me daré por satisfecho, ‒ aseguró. Inuyasha comenzó a golpear con todas sus fuerzas la blanca pared, que se teñía de rojo con la sangre del hombre.
‒ Detente hijo ‒ pidió ‒ te lastimas ‒ murmuró preocupado acercándose.
‒ Padre necesito sacar este dolor, ya no lo aguanto ‒ aseguró presionando fuerte su pecho en el lugar de su corazón. ‒ Yo… yo no sabes toda la angustia que sentí estos meses, no sabes cuánto soñé con ella, cuantas noches me desperté deseando que estuviera a mi lado, cuantas veces la escuchaba cantando en el baño y al buscarla estaba vacío, tanto como me sentía yo, y tú me la escondías, mientras yo moría, ¡dime qué clase de padre hace eso! ‒ gritó.
‒ Perdóname hijo lo hice por ti, la cuide por ti ‒ susurró.
Se acercó poniendo una mano en el hombro del ojidorado.
‒ Padre dime donde esta ‒ rogó.
‒ ¿Y dime que harás al encontrarla? ‒ indagó.
‒ No lo sé, tan solo necesito tenerla cerca ‒ aseguró.
‒ Ella te ama y me aseguró volver y darte una oportunidad, no quiero que vuelva a encontrarte así, si la amas lucha por ella, lucha por vivir y sé el mismo hombre que ella amó, que ella ama ‒ aseguró ‒ no puedes seguir encerrado en tu dolor y descuidar de esta manera tu cuerpo ‒ comentó.
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Inuyasha se encontraba en su oficina, después de la noche en la casa de su padre abrió los ojos, no dejaría que Kagome lo encontrara derrotado, ahora trabajaba lo normal y luego se ejercitaba, incluso había armado un mini gimnasio en su oficina en medio del baño, había pasado un mes desde la noche en el Hotel, un mes nuevamente sin la joven, pero esta vez había sido distinto, la ilusión de que la joven volvería lo mantenía animado y enérgico.
Se escucharon dos suaves golpes en la puerta, e Inuyasha desvió la mirada del ordenador, mirando en dirección a la puerta.
‒ Adelante ‒ musitó.
‒ Buenas noches señor Taisho, me mando llamar ‒ ingresó una hermosa mujer con una traje ceñido a su esbelto cuerpo.
‒ Si, pasa y siéntate por favor. ‒ musitó el hombre. ‒ Señorita Hishida, estuve analizando minuciosamente los balances que me entregó y los documentos y quería agradecerle personalmente por tu excelente gestión como presidenta, esos meses que me ausenté, está claro que será muy bien remunerada, pero también deseaba expresarle mi gratitud ‒ comentó.
‒ Realicé mi mayor esfuerzo para no decepcionarlo ‒ susurró ‒ Y por favor Señor Taisho, llámeme tan solo Kagura ‒ musitó sensualmente.
‒ Como desee ‒ comentó el hombre restándole importancia.
‒ Como pasado mañana es noche buena, puede tomarse mañana el día libre como muestra de mi gratitud, así también irá anexado a su cheque un presente mío ‒ comentó.
‒ Se lo agradezco mucho ‒ susurró ‒ ¿Con quien compartirá la navidad? ‒ indagó repentinamente la mujer cruzando sus piernas en un gesto sensual.
‒ Aún no lo sé ‒ comentó extrañado por la pregunta.
‒ Podría pasar con migo si lo desea, podemos tomar una copa de vino y mirar las estrellas a media noche ‒ propuso.
‒ Lo siento pero no será posible. ‒ aseguró. ‒ confunde mi gratitud con algún otro deseo ‒ comentó cortando toda declaración.
‒ Inuyasha, yo tan solo deseaba estar a tu lado una noche completa ‒ susurró, parándose e intentando caminar en dirección al hombre.
‒ Detente ahí por favor ‒ pidió el hombre.
‒ No ‒ susurró la joven.
‒ No quiero verme en la necesidad de tener que despedirla ‒ comentó.
‒ No me importará, yo tan solo acepté el puesto para estar cerca de usted y en un año de trabajar como vicepresidenta tan cerca, no me ha mirado ni una sola vez, me cansé de esperar que se enamore de mi ‒ susurró.
‒ Lo siento mucho pero eso no pasará ‒ aseguró.
‒ ¿Porqué? soy joven, inteligente, independiente, apasionada, ¿qué más buscarías en una mujer? ‒ preguntó exaltada.
‒ Es cierto eres una mujer perfecta para cualquiera pero no para mí ‒ musitó, ‒ yo no puedo amar ‒ aseguró. ‒ a otra ‒ pensó
‒ Quizás luego que hagamos el amor, te des cuenta que me amas ‒ musitó.
‒ Señorita Hishida eso no sucederá, ahora le agradecería que abandonara mi oficina ‒ pidió sin ninguna delicadeza.
‒ Es usted un patán, ‒ gritó la joven parándose molesta.
‒ Lo sé ‒ susurró Inuyasha dirigiendo nuevamente su atención a la pantalla de su computadora, la mujer abandonó la habitación cerrando estrepitosamente la puerta. Miró impresionado la hora que marcaba 8:00 p.m ‒ Bueno ahora tendré que volver a casa ‒ susurró apagando la computadora, ahora ese era el momento odiado volver al solitario apartamento en donde cada rincón la recordaba.
A la mañana siguiente la misma rutina para el joven despertarse triste al no encontrarla a su lado, animarse a sí mismo con el pensamiento de que la encontraría, una hora de pesas, bañarse, desayunar, e ir rumbo al trabajo.
‒ Señor Taisho iré a almorzar ¿necesita algo? ‒ indagó Yura entrando en la oficina de Inuyasha.
‒ Quisiera que me traigas todos los contratos firmados hace cuatro meses, necesito verificar algunos montos excedentes, pero ve tranquila a almorzar y tráemelas luego por favor ‒ pidió a lo que la joven asintió.
‒ Quiere que le traiga algo para almorzar ‒ ofreció. Inuyasha tan solo sonrió pues bien sabía que su padre le había encargado a la joven que él comiera.
‒ No, muchas gracias ‒ musitó el hombre. Ni bien la joven salió de su oficina el hombre se dirigió rumbo al baño, se cambio la ropa por una de deportes e inicio su metódico ejercicio de abdominales.
La puerta del baño se abrió lentamente por lo que el joven miró en esa dirección.
‒ Sabía que te encontraría aquí ‒ musitó Kagura.
‒ ¿Qué quieres? ‒ preguntó agresivamente ‒ creí que te había dado el día libre ‒ aseguró el joven siguiendo su tarea.
‒ Así fue y yo elegí el lugar donde deseo estar ‒ aseguró acercándose y poniendo una mano en el muslo masculino.
‒ Déjate de juegos, estás jugando con fuego ‒ aseguró el hombre.
‒ Quizás desee quemarme ‒ susurró sensual la mujer.
‒ Ya lo dije eso no sucederá, yo amo a alguien más ‒ aseguró.
La joven quedó petrificada en el lugar, él alejó la mano femenina de su cuerpo y se paró.
‒ Etto…lo siento, yo solo ‒ susurró.
‒ Lo sé, pero no pasará, te lo digo directamente, como debí haberlo hecho siempre, amo a una mujer y solamente a ella la deseo, así que deja por favor de hacer estas cosas que solamente te deja en ridículo, yo sé lo inteligente que eres y entenderás ‒ aseguró tiernamente.
‒ Si, discúlpeme señor Taisho, no se volverá a repetir ‒ aseguró la joven mordiendo sus labios para contener las lagrimas. La joven dio media vuelta y se marchó. Inuyasha suspiró sonoramente antes de continuar con su ejercicio. En media hora exactamente se escuchó un estruendoso pitido por lo que el joven se detuvo y suspiró agotado, se dirigió rumbo a la ducha a tomar una confortable ducha antes de continuar con su día laboral.
Había pasado más de una hora en que la joven secretaría había ido a almorzar, Inuyasha la esperaba impaciente, miró en dirección a la puerta cuando esta se abrió.
‒ Lo siento, disculpe por favor mi retraso ‒ musitó la joven ingresando apresuradamente cubierta por una pila de carpetas, tropezó cómicamente y calló esparciendo todas las carpetas en el suelo ‒ ya lo recojo, perdone mi torpeza, se disculpaba, él tan solo sonrió en cierta manera la joven le recordaba a Kagome. Inuyasha se acercó para ayudarla y tomó extrañado una carpeta entre sus manos, resultaba extraña pues era completamente negro, todas las demás eran rojas con el logotipo de la compañía.
‒ Yura, ¿esta carpeta? ‒ indagó mostrando a la joven.
‒ No lo sé, quería preguntarle si puedo botarla, la había encontrado en su escritorio y la archive, se parece a una ficha, de seguro la joven aspiraba a un puesto de trabajo ‒ explicó levantando los hombros restándole importancia. Inuyasha abrió la carpeta intrigado y abrió exorbitantemente los ojos al toparse con la foto de Kagome.
‒ Páceme la trituraré ‒ ofreció la mujer.
‒ ¡No! ‒ gritó el hombre asustando a la joven que soltó un gritito sujetando su corazón.
‒ Deja todas las carpetas ahí y vete ‒ pidió Inuyasha ante la intrigada mirada de la joven.
‒ Las recogeré, no me despida prometo ya no volver a equivocarme ‒ rogó.
‒ No seas tonta, no te despediría eres la única mujer que no está loca ‒ aseguró Inuyasha, ‒ al menos no tanto ‒ agregó ‒ ahora déjame solo ‒ pidió.
Se sentó en la silla y abrió la carpeta sobre el escritorio, era la ficha que había pedido a Shippo meses atrás sobre Kagome, leyó todos los datos que anteriormente no había prestado atención.
‒ Así que tus familiares viven en Kawaguchiko mi princesa ‒ susurró, ahora ya tenía donde pasar la noche buena. ‒Tomó su teléfono y llamó por línea interna a su secretaria.
‒ Dígame señor Taisho ‒ contestó Yura tímidamente.
‒ Yura consígueme un pasaje de avión a Kawaguchiko ‒ pidió.
‒ Sí ‒ susurró la joven antes de terminar la llamada.
En diez minutos hacía acto de presencia la joven.
‒ Señor Taisho llamé a todas las aerolíneas, pero ninguno tenía pasaje libre, parece ser que todos desean ir al monte Fuji ‒ comentó. ‒ Desea que busque otro lugar turístico ‒ indagó.
‒ No, consígueme la hora en que parte el tren que vaya a Kawaguchiko ‒ pidió.
‒ ¿Tren? ‒ indagó la joven a lo que él asintió. Inuyasha se encontraba emocionado, algo muy dentro le decía que encontraría a la azabache, Yura salió de la oficina para cumplir la orden e Inuyasha caminó nuevamente rumbo a su escritorio, tomó la pequeña foto en manos, no había olvidado ni un solo detalle del rostro de la joven, pero verla en la fotografía logró que el joven sonriera sinceramente, como hace meses no lo hacía.
‒ Te ves tan feliz en esta fotografía mi amor, ‒ susurró ‒ que sucedió para que borres esa hermosa sonrisa ‒ agregó melancólico. Quedó mirándola fijamente por varios minutos, deseaba tanto que esa imagen se hiciera real y contestara todas las preguntas que tenía.
‒ ¿Es muy bonita verdad? ‒ indagó Yura quien había entrado a la habitación discretamente, Inuyasha se sonrojó levemente al verse descubierto. ‒ El día de hoy está planeado dos viajes a ese lugar uno partió a las 7:00 a.m y la otra partirá las 1: 30 p.m ‒ comentó
‒ ¡Kuso! ‒ susurró el joven al observar en su reloj que tan solo faltaba 10 minutos para la hora de la partida.
‒ Mañana tan solo se realizará un viaje como es noche buena ‒ explicó.
‒ ¿A qué horas? ‒ indagó el hombre "levemente" desesperado
‒ A las 7:00 a.m y llega a destino a las 9:30 a.m ‒ comentó.
‒ Es perfecto ‒ susurró el hombre, se paró y dio un gran abrazo a la joven que lo miró extrañada pues él nunca la había abrazado ‒ gracias Yura te has ganado la tarde libre ‒ aseguró. ‒ es más ‒ comentó acercándose a su escritorio y sacando su chequera preparando rápidamente un cheque ‒ toma cómprate algo bonito ‒ musitó extendiendo el papel frente a la joven que lo miraba más extrañada aún.
‒ ¿Por qué? ‒ susurró ‒ ¿Qué tendría que hacer? ‒ indagó nerviosa.
‒ Nada tan solo deseo darte un regalo por navidad, ‒ aseguró ‒ acéptalo ‒ pidió.
‒ Pero yo no he comprado nada para usted ‒ susurró sonrojada la joven.
‒ Me has dado el mejor de los regalos ‒ comentó mirando la fotografía, la joven se desataba en una guerra interna entre tomar el cheque o llamar a un hospital psiquiátrico e internar a su jefe, pero "muy a su pesar" aceptó la primera opción.
Inuyasha se paró rápidamente y decidió que para hacer pasar la tarde saldría a comprar presentes para "su nueva familia".
Parecía como si el tiempo se esforzara por dejarlo demente el hombre miraba las manecillas del reloj y a su criterio estas se habían ralentizado, el reloj marcaba las 4:07 a.m, el ojidarado ya tenía listo su equipaje, ya se había preparo para salir, llamó un taxi y decidió que mejor iba a ser la espera en la estación de tren.
Compró el último de los boletos disponible y sonrió por la buena señal que eso representaba a su criterio, se sentó en uno de los bancos de metal y miró su muñeca adornado por un costoso reloj, él no era del tipo de hombres que usaba "accesorios" costosos, pero ese reloj había sido un regalo de su padre y como el necesitaba saber la hora para mantener su cordura se lo puso.
Finalmente había llegado la hora de partir Inuyasha se encontraba emocionado, subió con sus dos maletas y tomó asiento, rápidamente el tren se encontró abarrotado y partió rumbo a destino, Inuyasha miró su reloj 7:03 a.m definitivamente sería el viaje más largo de su vida.
Inuyasha miró su reloj nuevamente, en dos años no lo había utilizado, pero en ese solo día quizás ya lo había utilizado por el valor de dos años.
‒ Tan solo 15 minutos más ‒ susurró emocionado, sus manos sudaban, se sentía un adolecente camino a su primera cita, pero nada importaba, su corazón latía apresuradamente ‒ aguanta un poco más ‒ susurraba.
Finalmente el tren detuvo su marcha Inuyasha sonrió ampliamente, espero que todos bajaran y luego bajó, miró en todas direcciones y se acercó a un guardia.
‒ Discúlpeme, me podría informar donde podría encontrar un hotel ‒ preguntó. El hombre extrajo de su cartera un mapa de la ciudad, que a criterio de Inuyasha resultaba bastante útil.
‒ Tan solo contamos con dos hoteles en el pueblo, uno está a tres cuadras de aquí ‒ explicó señalando en el mapa a lo que el ojidorado asintió y el otro está como a un kilómetro en el centro de la ciudad ‒ comentó mostrando la ubicación.
‒ Gracias ‒ musitó Inuyasha tomando el mapa.
‒ Que tenga una buena estadía ‒ deseo amablemente.
Inuyasha ingreso en el hermoso hotel y caminó rumbo a la joven recepcionista.
‒ Buenas noches quisiera una habitación ‒ musitó.
‒ Lo siento mucho, no tenemos habitaciones disponibles ‒ aseguró amablemente la joven.
‒ Ninguna, y para hoy a la noche no tendrás ‒ preguntó.
‒ No, la tenemos ocupadas hasta pasado mañana ‒ murmuró.
‒ Gracias ‒ musitó el hombre. ‒ Ni modo tendré que caminar ‒ susurró saliendo del hotel.
Caminó a pasos lentos admirando la ciudad adornada para recibir la navidad, se había apresurado en venir, hubiera sido de más utilidad averiguar la ubicación de la casa de Kagome, ahora no sabía en qué lugar buscarla, llegó al hotel este era un poco más humilde, pero realmente no importaba mucho el lujo. Ingresó en el hotel siendo recibido por un joven.
‒ Hola, quisiera una habitación ‒ musitó Inuyasha bajando pesadamente sus valijas al suelo.
‒ Lo siento pero no tenemos más habitaciones ‒ comentó.
‒ No importa la habitación que sea, pagaré el precio que desees por ella ‒ ofreció.
‒ Lo lamento pero no puedo dejar sin habitación a otra persona que reservó con anticipación ‒ aseguró el joven.
Inuyasha lo miró fijamente, no sabía qué hacer odiaba su impulsividad no había cotejado la posibilidad de quedarse sin un lugar donde dormir.
‒ ¿Sabes de algún otro hotel o posada donde pueda pasar la noche?, ‒ indagó.
‒ Quizás en el hotel Shourai ‒ comentó amablemente. Está cerca de la estación de trenes ‒ explicó. Inuyasha suspiró frustrado.
‒ Gracias ‒ susurró saliendo al exterior, miró a todas las personas caminando y riendo con sus bolsas de compras. ‒ ¿donde podrás estar mi amor? ‒ preguntó en un susurro y como si el universo y el destino conspirara a su favor, divisó a una joven a lo lejos con un vestido color verde, él hombre podía jurar que se trataba de ella aunque se encontraba de espaldas, Inuyasha caminó apresuradamente rumbo a la joven empujando a todas las personas que se "interponían" en su camino, se encontraba a espaldas de la mujer y ya podía percibir el olor a jazmines del cabello femenino. ‒ Finalmente te encontré mi princesa ‒ susurró Inuyasha por lo que la joven tembló de terror ‒ ¿creíste que te podrías esconder por siempre? ‒ indagó suavemente la joven quedó tiesa en su lugar.
‒ Inuyasha ‒ susurró sin mirarlo.
‒ Si mi amor, soy yo ‒ susurró el hombre abrazándola protectoramente desde la espaldas, el hombre abrió exorbitantemente los ojos al posicionar sus manos en el vientre femenino y sentirlo levemente abultado, y su duda fue esclarecida al sentir una pequeña patada en protesta a la opresión. Quedó en shock por unos segundos manteniendo el abrazo. Luego la soltó y giró sonriendo ampliamente, la joven tan solo bajó la cabeza ocultando sus lágrimas. ‒ Kagome, tu…nosotros…‒ tartamudeaba nervioso, el hombre.
‒ No ‒ susurró en un sollozo la mujer.
‒ No llores mi amor, es hermoso tendremos un bebe, porque no me lo dijiste, etto…eso no importa ahora, nada importa ‒ aseguró ‒ te … sientes bien mi princesa, no deberías estar sola, ni cargar nada, dame tus bolsas ‒ musitaba ansioso el hombre.
‒ Vete por favor ‒ rogó la joven.
‒ Pídeme lo que desees pero eso no te lo podré conceder ‒ susurró colocando una mano en el mentón de la joven y levantando el rostro femenino. Kagome miró el rostro del hombre quien la miraba con una adoración, los ojos masculinos brillaban con tanta intensidad. ‒ Me has hecho el hombre más feliz del mundo ‒ susurró, ‒ por qué no me avisaste, ¿pretendías ocultármelo? ‒ indagó.
‒ No te lo dijimos por qué no creímos que te pondrías tan feliz con el nacimiento de tu sobrino ‒ musitó una serena voz a espaldas de Inuyasha ‒ vez mi amor que no fue tan difícil que Inuyasha lo acepte ‒ aseguró caminando rumbo a la joven ‒ discúlpame por hacerte esperar ya tengo todo lo necesario, ahora volvamos a tu casa ‒ pidió.
‒ Sí ‒ susurró la joven.
‒ ¿Te sientes bien, pequeña? ‒ indagó dulcemente.
‒ Etto… si… ‒ susurró no sabía qué hacer o que decir.
‒ Inuyasha suelta a mi mujer por favor ‒ pidió amablemente el hombre mirando a Inuyasha que había quedado en shock sujetando a Kagome por el mentón.
‒ No, esto no es verdad ‒ susurró Inuyasha.
‒ Lo que tu digas ‒ aseguró Sesshomaru irónicamente.
‒ ¿El niño es mío, es nuestro verdad Kagome? ‒ indagó agresivamente, la joven tan solo bajó la cabeza. ‒ ¡Mírame y responde maldita sea! ‒ gritó Inuyasha acercándose a la joven Sesshomaru la cubrió con su cuerpo, por lo que el hombre desesperado golpeó con todas sus fuerzas en la mandíbula de Sesshomaru tumbándolo para quitarlo de su camino, ‒ Kagome ‒ susurró pero la joven lo ignoró caminando rumbo al mayor de los Taisho.
‒ ¿Te encuentras bien? ‒ indagó Kagome mirando a Sesshomaru quien se incorporó escupiendo sangre.
‒ Sí, ¿y tu mi amor, como te sientes? ‒ indagó dulcemente, posicionando una mano en el vientre de la mujer acariciándola dulcemente.
‒ ¡Kuso! ‒ gritó Inuyasha, ‒ no la llames así, maldito bastardo ‒ agregó.
‒ Inuyasha ‒ susurró Kagome ‒ el niño es de Sesshomaru ‒ aseguró mirándolo con decisión.
‒ Mientes ‒ musitó Inuyasha ‒ tu sabes que es muy probable que sea mío o ¿ya olvidaste todas esas veces que hicimos el amor? ‒ indagó sonriendo ante el sonrojo de la joven.
‒ El niño tiene tres meses de gestación, con el único hombre que tuve relaciones en ese tiempo fue con Sesshomaru ‒ comentó. Inuyasha la miró por un largo minuto fijamente ‒ lo siento ‒ agregó la joven al notarlo perturbado.
‒ Vámonos pequeña, debes descansar ‒ susurró abrazándola.
‒ Sí ‒ contestó en un susurro la joven. Sesshomaru depositó un tierno y casto beso en los labios femeninos.
‒ Nos veremos en otra ocasión hermanito ‒ comentó antes de dar la espalda al menor de los Taisho y caminar en dirección a un automóvil blanco.
Inuyasha´s POV-
Esto no podía pasarme a mi miraba a Kagome a los ojos para obligarla a decir que todo era una mentira, sentía una terribles ganas de golpear a Sesshomaru hasta la muerte, lo odiaba porque lo notaba tan sereno y feliz, finalmente había logrado quitarme lo único que verdaderamente me importaba.
‒ Lo siento ‒ susurró Kagome mirándome yo aún esperaba despertar de la maldita pesadilla.
‒ Vámonos pequeña, debes descansar ‒ susurró Sesshomaru abrazándola protectoramente, yo debía ser el que la cuidara, yo tendría que ser el que la protegiera, no sabía qué hacer los veía tan conectados, sabía que ese ya no era el lugar para mí, pero mirando esos ojos chocolates tristes me preguntaba si se encontraría feliz.
‒ Sí ‒ contestó en un susurro la joven. Sesshomaru depositó un tierno y casto beso en los labios femeninos por lo que cerré los ojos aguantando el impulso de golpearlo, de alejarlo a la fuerza si era necesario.
‒ Nos veremos en otra ocasión hermanito ‒ comentó antes de darme la espalda y caminar en dirección a un automóvil blanco llevando consigo a la joven azabache que ni siquiera se despidió o me miró una última vez, me quedé ahí parado en el medio del pueblo, hasta que los perdí de vista. Ahora si todo había acabado. Caminé en dirección a la estación de trenes ya no tenía sentido permanecer en ese pueblo, en realidad mi vida ya no tenía sentido, ya no tenía fuerzas, ni esperanzas, tan solo deseaba llegar a mi apartamento y estar solo.
Llegué a la estación y me acerqué a comprar el boletó.
‒ Un boleto a Tokio por favor ‒ susurré a la joven mujer que me recorría desvergonzadamente por lo que suspiré, odiaba esto, en realidad en este momento odiaba todo.
‒ Lo siento pero hoy ya no saldrá ningún tren, el próximo que saldrá con destino a Tokio será mañana a las 10 a.m ‒ comentó por lo que suspiré sonoramente, solamente eso me faltaba, atrapado en mi peor pesadilla. Me alejé de la cabina.
‒ ¿Qué haré? ‒ me pregunté miré mi reloj que marcaba 10: 12 a.m. Caminé nuevamente rumbo al Hotel debería insistir una última vez o sino tendría que dormir en uno de los duros y fríos bancos de la Estación. En el primer hotel recibí un no contundente, por lo que me dirigí nuevamente al próximo Hotel. Divisé a lo lejos a una persona arrastrando como resultara posible, varias cajas, bolsas e inclusive un árbol de navidad, resultaba bastante cómica la forma en que transportaba los objetos, pero para mí humor negro todo resultaba penoso. Cuando estuvo más cerca de mí pude percatarme que se trataba de una mujer, y en ese momento odie a mi madre, pues eso era uno de los pocos recuerdos que guardaba de ella.
‒ ¿Puedo ayudarla en algo? ‒ indagué por inercia. La mujer sonrió ampliamente cosa que me hizo sentir un poco mejor.
‒ Te lo agradecería mucho, aún falta para llegar a mi casa y creo que compré demasiado ‒ aseguró.
Tomé todas las bolsas que por cierto pesaban demasiado, no entendía como esa menuda mujer podía siquiera levantar esas bolsas, me las arreglé para acomodarlo con mi equipaje y tomé lo máximo que podía cargar y caminé lentamente a un lado de la mujer.
‒ Gracias joven, ya no hay caballeros como usted ‒ comentó la mujer, por lo que sonreí, recordaba a mi madre refunfuñar siempre las mismas palabras
‒ Mi madre decía lo mismo ‒ comenté en un susurro.
‒ Pues felicítala de mi parte, pues crió a un hombre muy educado ‒ comentó amablemente la mujer, sonriendo ampliamente.
‒ Gracias ‒ susurré.
‒ No eres de por acá, ‒ aseguró mirándome.
‒ No, vengo de Tokio ‒ comente, no tenía deseos de hablar tan solo deseaba estar en silencio y pensar en lo sucedido pero la mujer no cooperaba.
‒ ¿Viniste por el recorrido al monte Fuji? ‒ indagó.
‒ No ‒ susurré antes de suspirar sonoramente.
‒ Hummm…con que mal de amores ‒ murmuró por lo que la miré fijamente sorprendido. ‒ aunque no lo creas alguna vez yo también amé ‒ comentó por lo que sonreí levemente, esa mujer lograba tranquilizarme, sentía como si estuviera hablando con mi madre, cosa que me asustaba. ‒ Me contarás ‒ pidió mirándome con sus grandes y expresivos ojos, no lo entendía, pero últimamente todas las mujeres me la recordaban, principalmente esta pues tenía los mismos ojos chocolates que Kagome.
‒ Vine a buscar a la mujer que amo ‒ comenté.
‒ Y supongo que las cosas no salieron muy bien por ello estas así ‒ musitó
‒ Ojala solamente me hubiera rechazado ‒ susurré. ‒ ella ya no me ama, ahora está con mi hermano y tendrán un hijo ‒ murmuré la mujer detuvo su caminata y me miró, depositó una de sus manos en mi rostro.
‒ Eso es horrible ‒ susurró mirándome a los ojos con tanta dulzura, sentía como si ella pudiera sentir el dolor que intentaba ocultar. ‒ pronto olvidarás a esa mala mujer ‒ aseguró.
‒ No es una mala mujer, ella tan solo…no sé qué sucedió ‒ susurré sentía que estaba al borde de las lagrimas, no podía permitirme tal vergüenza por lo que aparté la mano de mi rostro y seguí caminando. El resto del recorrido lo hicimos en un cómodo silencio, la mujer se paró frente a unas escaleras de concreto y sonrió.
‒ Te lo agradezco mucho, ‒ susurró bajando el árbol de navidad en el suelo y tomando su monedero con intenciones de pagarme.
‒ No aceptaré ni un solo yen de usted ‒ aseguré por lo que me miró fijamente.
‒ Deseo pagarte, no sé como llegaría hasta aquí si no me hubieses ayudado ‒ afirmó.
‒ Podría ayudarme si sabe de un lugar donde pueda pasar la noche ‒ musité, ella conocía la zona quizás algún vecino podía alquilarme una habitación.
‒ ¿No tienes donde quedarte? ‒ indagó.
‒ No, fui un tonto cuando hubo una mínima posibilidad de encontrar a Kagome no pensé en nada más, y ahora estoy rechazado, sin un lugar donde pasar noche buena y para ampliar mi suerte el próximo tren a Tokio parte recién mañana ‒ comenté la miré fijamente y la noté con una gran sonrisa cosa que me extrañó pues para mí nada era cómico.
‒ Ayúdame a subir las cosas hijo, te quedaras con migo ‒ musitó.
‒ Etto…lo siento no puedo ‒ susurré sonrojado ante la proposición, ella soltó una carcajada divertida.
‒ No seas mal pensado, pasaras noche buena con mi familia, mi casa es muy humilde y mi hermana vino con sus hijos desde Kioto a visitarme, así que estaremos abarrotados, ‒ comentó con una sonrisa, pero no creo que mi hija tenga problemas de compartir su habitación ‒ espero no te moleste ‒ agregó pícaramente.
‒ Te lo agradecería mucho ‒ comenté, aunque la idea de tener a otra adolecente insinuándose no me tenía contento, pero lastimosamente no tenía opción ‒ y le pagaré ‒ aseguré.
‒ Así como me dijiste, no aceptaré ni un solo yen de usted ‒ comentó por lo que sonreí ante la mala imitación.
‒ Entonces subamos ‒ musité subiendo dos peldaños con todas las bolsas y cajas ella tan solo me siguió cargando el árbol. Sonreía raramente cosa que erizaba todos los pelos de mi brazo esa mujer tramaba algo.
Continua…

EL MEJOR AMANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora