EL MEJOR AMANTE CAPITULO 10

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Ok. Hermosas/os niñas/os jaja..Este capi contiene escenas fuertes por si alguien es sensible recomendaría que no la leyera, sip. Y si lo hacen pues espero que les guste… Mizune – Mei
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Inuyasha la miró atónito su apartamento quedaba muy lejos para ir a pie, se sentía una basura por no poder llevarla como se lo había prometido.
– Llamaré un taxi para ti – musitó el hombre y ella asintió, Inuyasha abrió su ropero y tomó de este una camisa blanca y se la colocó a un tiempo record, luego tomó un pantalón de vestir negro y un saco del mismo color, calzó sus lustrosos zapatos negros, entro al baño y mojó sus cabellos, arreglándolo con la mano, ella se sentó en la cama mirándolo embelesada. – ¿Pasa algo? – preguntó el joven anudando su corbata dorada que resaltaba sus ojos, ella negó con la cabeza avergonzada al verse descubierta.
– Tan solo que te ves perfecto – pensó Kagome triste, sabiendo que nuevamente iría a entregar su cuerpo a otra mujer.
– Espera aquí princesa, te avisarán cuando el taxi esté en la entrada – explicó antes de dar un beso en la frente de la joven – pasé una noche única, te llamaré cuando termine con este asunto y vemos como hacemos con tu mudanza, ¿Te parece? – preguntó el hombre ella tan solo asintió desganada y lo vio partir a pasos presurosos.
Kagome bajó del taxi desganada, se encontraba triste, sabía que no tenía derechos, pero aún así no podía dejar de sentir celos y rabia hacia la mujer que ahora estaría con él. Entró a su edificio silenciosamente, subió las escaleras y sintió miedo al ver la puerta de su habitación cerrada, tomó la perilla y la giró lentamente abriendo solo un poco y mirando el interior, quedó en shock a verlo totalmente revuelto, sus ropas estaban despedazadas sobre la cama, la mesa tumbada, todo era un caos, la azabache sintió que le faltaba el aire, respiraba dificultosamente, escuchó unos pasos acercarse hacia el lugar donde estaba por lo que entró rápidamente a la habitación y corrió hacia el baño entrando en este y poniéndole tranca, colocó una mano en su corazón tratando de detener los desenfrenados latidos, se sentó en un rincón y se ovilló contra la pared escondiendo su cabeza entre la protección de sus piernas, se escuchó dos golpes en la puerta y ella levantó la cabeza asustada, vio aterrorizada el movimiento de la perilla intentando ser abierta.
– Hermosa ¿estás bien? – Se escuchó la voz de Kouga – no sabes como me puse contento al ver que habías regresado junto a mi – musitó – Kagome – murmuró nuevamente tocando la puerta – ahh…debes estar molesta, perdóname por romper tus cosas, estaba muy nervioso, pero te lo compensaré mi amor. – agregó. – ahora abre la puerta de una maldita vez – ordenó alzando la voz Kagome no podía contener las lagrimas que abandonaban sus ojos, debió haber hecho caso a Inuyasha y esperarlo. Soltó un grito de terror al escuchar algo impactar contra la puerta, tomó su teléfono y discó el número de Inuyasha, solo con él se sentía segura. Inuyasha se encontraba aún en la tediosa junta con los inversionistas, sintió su teléfono vibrar en el bolsillo de su pantalón y lo sacó mirando discretamente el número y sonrió al descubrir que era Kagome.
– Hola mi princesa, tan pronto me extrañas – preguntó en un susurro Inuyasha como saludo.
– Se que te he molestado mucho, – comentó en sollozos la joven – pero solo te tengo a ti, ayúdame por favor – rogó.
– ¿Qué ocurre, por que lloras? – preguntó Inuyasha desesperado, levantándose de la silla ante la mirada sorprendida de todos los que lo acompañaban.
– Kagome, abre – ordenó Kouga antes de patear la puerta por lo que Kagome soltó un grito del susto – solo quiero llevarte con migo a nuestra nueva casa, ahí seremos felices – explicó el hombre.
– ¿Qué pasa, estas bien? – preguntó nuevamente Inuyasha preocupado por el grito de la joven, al no recibir respuesta.
– No, ven…ven por mí, tengo mucho miedo – tartamudeó entre sollozos.
– ¿Estas en tu apartamento? – preguntó rápidamente.
– Sí, trae a la policía por favor, está demente – musitó espantada por los constantes golpes en la puerta.
– En seguida llego, tranquila princesa, en veinte minutos estoy con ahí – musitó Inuyasha cortando la llamada y dirigiéndose hacia la salida de la habitación.
– Señor Taisho, la reunión no ha terminado, – musitó un hombre mayor.
– Lo siento mucho pero debo irme, si les parece seguimos la reunión otro día, o termina el trato aquí, pero no me quedaré – aseguró abriendo la puerta y saliendo apresuradamente, corrió a los ascensores y bajó al estacionamiento, tan solo quería verla saber que estaba bien.
Kagome intentaba por todos los medios tranquilizarse rogaba a Kami por que Inuyasha llegara, nunca había querido denunciar los acosos de Kouga, pero esto en definitiva ya le parecía psicótico y aterrador por lo que no tenía otra opción.
– Espérame un momento mi amor – musitó el hombre cansado de golpear su cuerpo contra la puerta que no cedía. Kagome soltó un suspiro de alivio al escucharlo alejarse, se levantó apresuradamente y se acercó a la pequeña ventana del baño cotejando la posibilidad de lanzarse, pero eliminando que la ventana era muy pequeña, también estaba el factor que habían muchos hierros formando una reja y lo más probable sería que impactaría contra las puntas de estás por lo que desistió de la idea. Se sentía feliz habían pasado algunos minutos y ya no escuchaba a Kouga.
– Seguramente volvió a su estado racional – pensó animada la joven, pero toda tranquilidad se esfumó al escuchar el sonido metálico de algo impactando contra la cerradura de la puerta.
– ¡Por Kami, los demás vecinos te escucharán y llamarán a la policía! – gritó Kagome aterrada.
– Nadie está en el edificio, solo tú y yo, active la alarma para incendios – explicó impactando nuevamente contra la cerradura con más fuerzas, este cedió y la puerta se abrió lentamente dejando ver a un Kouga con una sonrisa siniestra y con un mazo metálico en las manos – Kagome, estás hermosa como siempre mi amor – musitó como saludo acercándose lentamente a la joven que se encogió más en su sitio aterrada. – Ven – ordenó ofreciéndole una mano para levantarse. Ella negó con la cabeza y el soltó una risa sádica – no te lo estoy pidiendo, vendrás con migo y harás lo que te diga o mataré a ese hombre que nos separó – aseguró y Kagome levantó el rostro incrédula pero asintió agarrando la mano dada por temor a que cumpla su amenaza.
Bajaron rápidamente al estacionamiento. Kagome miró a Houyo pidiéndole ayuda, pero el muy despistado solo los observaba de mala manera, sumido por los celos. Subieron al vehículo y al salir al exterior Kagome pudo apreciar al hombre más hermoso, este salía de su auto y corría hacia la entrada, con un arma en manos, sonrió levemente.
– Gracias Kami por permitirme verlo una última vez – pensó la joven.
El camino por la carretera fue extraño, ninguno de los dos pronunció palabra alguna, él se veía feliz, tarareaba una canción mientras conducía y ella tan solo se alejaba lo máximo que podía de ese hombre que la aterraba.
– Falta poco mi amor unas cuantas cuadras más y llegaremos a casa – aseguro amable, Kagome temía que tuviera otro de sus ataques por lo que solo asintió. Llegaron frente a una casita en realidad muy linda, pero Kagome soltó un suspiro de tristeza, esa sería su cárcel, nunca nadie la encontraría, estaba como a una hora de su antiguo apartamento y en particular la casita estaba aislada.
– ¿Te gusta hermosa? – preguntó Animado.
– Si – contestó Kagome aguantando las lágrimas, tan solo deseaba estar con Inuyasha en estos momentos. El abrió la puerta y la dejó pasar, la vivienda estaba casi vacía, solo se podía observar una mesa con dos sillas, un colchón en el suelo, una pequeña heladera, un cuadro con la foto de la joven y un gran espejo.
– Se que no tenemos mucho aún, pero lo compraremos de a poco, ya tenemos lo esencial, la casa y nuestro amor – musitó abrazándola, por la cintura, ella levantó el rostro y observó la imagen que mostraba el espejo de cuerpo completo que se encontraba frente a ellos y se horrorizó al ver las marcas moradas que había dejado la noche de pasión que había tenido.
– Amor puedo pasar al baño, ha sido un largo camino – pronunció la joven girando y depositando un pequeño beso en los labios del joven y escondiendo disimuladamente con sus cabellos su cuello.
– Claro, tú eres la reina de la casa – musitó feliz por la muestra de "cariño" que había recibido – es esa puerta – indicó. Kagome se apresuró a llegar hasta la puerta señalada y entró en la habitación cerrándola a sus espaldas, soltó un suspiro de alivio y detalló la habitación, al igual que el recibidor se encontraba casi vacío, no contaba con ningún maquillaje que pudiera disimular esas marcas, miró su reflejo en el pequeño espejo y acarició su cuello.
– Nunca olvidaré lo que se siente ser tu mujer – susurró – te amo Inuyasha – musitó en su mente, lo había descubierto con una sola noche, no era solo pasión, sabía que si lo conociera más y descubriera más de sus defectos, también los amaría, pero ya era tarde, – tendré que vivir siempre amándote, y con la condena de no tenerte nunca – pensó antes de liberar sus lagrimas contenidas.
– ¿Está todo bien hermosa? – preguntó Kouga golpeando la puerta con sus nudillos.
– Sí cariño, salgo en un momento – musitó Kagome tratando que su voz no sonara cortada por el llanto, se lavó el rostro y salió a enfrentar su destino lo mejor que podía.
– Mi hermosa, te quería contar que mañana nos casaremos por la iglesia, ya está todo arreglado, encontré tus documentos en tu apartamento así que mañanas serás mi esposa – anunció emocionado lo que aterró a la joven, necesitaba con urgencia escapar, ella no podría vivir siempre con ese loco. – ¿Estás feliz mi amor? – preguntó mirándola contento.
– Es lo que siempre anhelé – musitó la joven irónica, pero el joven lo tomó de la mejor mañera por lo que sonrió complacido.
– Te compré esto – musitó el joven acercándole una caja blanca con un listón rojo de adorno, ella lo tomó desganada y lo abrió sin ninguna delicadeza, era un hermoso babydoll, blanco con encajes, era sublime y ella solo deseaba exhibirlo para el ojidorado.
– Póntelo – ordenó Kouga y ella asintió dándose vuelta y dirigiéndose nuevamente hacia el baño.
– Hazlo aquí – pidió.
– Entonces no sería sorpresa cariño, – murmuró la joven y el asintió. Ella ingreso de nuevo a la misma habitación y planeó como escapar, en es lugar la única ventana se encontraba bloqueada por unas maderas que de seguro había puesto el hombre, así que solo quedaba como opción salir por la puerta, se quito el Jeans y la blusa (obsequio del ojidorado), también la ropa intima y los dejó en un rincón, se colocó el "regalo" del hombre y salió al recibidor.
Continua…

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