EL MEJOR AMANTE CAPITULO 23

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Bien, había prometido un epílogo por ello me disculpare pues nunca he leído uno en mi vida y siéndoles sincera ni siquiera sabría cómo escribirlo…pero como quedaron muchas cosas inconclusas publiqué este último capítulo que si bien no es un epílogo (más bien un final sobre el final) espero que les guste.
Mizune – Mei
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Kagome refunfuñaba despacio, caminando molesta en dirección a la salida del lujoso edificio en donde por más de tres meses estaba viviendo con el ojidorado; la recepcionista la ignoró cuando pasó a un lado de ésta, ya no por menospreciarla en estos meses se había ganado su cariño e incluso se podría decir que eran "amigas" por lo que tenía muy presente que no debía hablarle, la joven azabache abandonó furiosa el local cerrando sin delicadeza alguna la puerta de vidrio que llevaba al exterior, Tsubaki suspiró hondamente, ya sabía lo que venía, contó en su cabeza hasta diez y como por arte de magia aparecía corriendo agitado Inuyasha.
‒ ¿Tsubaki, has visto a Kagome?. ‒ Indagó el joven entre agitado y desesperado, la joven tan solo sonrió era tierno ver a su jefe preocupado por la azabache.
‒ Ya se ha ido señor. ‒ respondió calmadamente, este pasó una mano impaciente peinando sus cabellos.
‒ No la entiendo. ‒ susurró y esa era la verdad, había escuchado de los cambios de humor de las embarazadas y él se había hecho de una paciencia de oro para aceptar todos esos cambios, no podía mentir los primeros dos meses habían sido hermosos, habían "rebautizado" todos los sitios de su casa, pero a los ocho meses habían iniciado los serios problemas, el foco de dicho problema había sido que el ojidorado había dejado de ir a trabajar, deseaba estar todo el tiempo para la joven pero eso la tenía molesta y él no entendía el porqué.
‒ Volverá pronto. ‒ consoló Tsubaki a lo que el joven asintió poco seguro.
Kagome caminaba velozmente por las transitadas calles de su exclusivo barrio, no sabía ni siquiera a donde ir, tan solo sabía que necesitaba estar lejos de los asfixiantes cuidados de Inuyasha, ya no se sentía una mujer bella, tan solo se sentía una bolsa que cargaba al niño, estaba tan gorda que ya ni siquiera se miraba al espejo, e Inuyasha seguía tan perfecto como siempre y eso la hacía sentir impotente. Tan solo faltaban dos o tres semanas para que el niño naciera y ella estaba tan emocionada, ya ansiaba poder cargarlo y si no fuera mucho pedir que todo volviera a ser como era antes con Inuyasha.
‒ Kagome. ‒ escuchó la joven su nombre con una voz que conocía. ‒ ¡si eres tú mi hermosa!. ‒ escuchó más cerca aún, ni siquiera levantó la vista pues inmediatamente reconoció al dueño de la voz por lo que giró apresuradamente para volver sobre sus pasos, no estaba lejos del edificio quizás unas cinco o seis cuadras, quizás si corría llegaría, la joven sintió un terror y abrazó su vientre mientras corría entre las personas; sentía miedo, mucho miedo, ni siquiera pensaba en ella sino en el niño.
‒ Espera Kagome tan solo quiero hablar, no te haré daño. ‒ gritaba Kouga muy cerca, a criterio de la joven que ya sentía que tendría un ataque de pánico.
‒ Aléjate, aléjate. ‒ susurraba la joven, que se sentía ya muy cansada y repentinamente empezó a sentir dolorosas puntadas en su vientre. ‒ No por Kami, aún no. ‒ susurró, ya podía ver el edificio pero le parecía tan lejano. Lagrimas de dolor y terror bañaban su rostro, caminaba lentamente sujetando su vientre y aguantando el agudo dolor, no entendía a las personas a su alrededor que caminaban apresuradas mirado sus teléfonos o relojes e ignorando sus quejidos de dolor.
‒ Te sientes bien. ‒ indagó finalmente una mujer adulta mirando con lástima a la azabache.
‒ No, mi bebe ya quiere nacer. ‒ susurró dificultosamente, aguantando gritar por el agudo dolor.
‒ Te llevaré al hospital. ‒ murmuró, la joven azabache miró a sus espaldas por donde venía siguiéndole Kouga y lo encontró en shock parado en medio de la gente con el rostro bañado en lágrimas, pero no sintió pena todo era culpa suya.
‒ Ayúdeme a llegar a mi casa. ‒ pidió la azabache en un gemido. ‒ Tan solo faltaban metros podía incluso ver ya la entrada, pero con el dolor que sentía se le hacía que eran varios kilómetros. Caminó lentamente pasos cortos, la señora refutaba su decisión diciendo que era imprudente pero la joven tan solo deseaba llegar con su Inuyasha. Sabía que todo esto era su culpa, el ojidorado había dejado de trabajar porque la amaba y deseaba cuidarla, que no pasara por esto, si llegaba a perder al niño nunca se lo perdonaría, sin desearlo la sola idea logro que la joven nuevamente derramara lágrimas de puro terror.
Un lujoso automóvil negro estacionó frente al edificio y de este descendió un elegante hombre completamente trajeado, cerró su vehículo y caminó lentamente rumbo a la puerta. La joven azabache miró impresionada, no entendía que hacía él ahí.
‒ Sesshomaru. ‒ gritó llamando la atención del hombre quien giró la cabeza hacia ambos lados buscando la procedencia de esa voz que tan bien conocía. ‒ Sesshomaru. ‒ gritó en un gemido agónico la joven antes de sentir un líquido que corría por sus piernas.
El ojidorado caminó rápidamente junto la joven.
‒ ¡Por Kami!, donde está el imbécil de mi hermano. ‒ fue lo primero que dijo el ojidorado a quien Kagome por primera vez veía aterrado.
‒ Rompí la fuente, mi hijo, Sessho… ‒ pronunció en un gemido antes de soltar un gritito lastimero que aterro aún más al hombre que no sabía qué hacer, hizo que la azabache caminara lenta muy lentamente hacia su vehículo.
‒ Inuyasha. ‒ murmuró la joven.
‒ Vamos, cuando lleguemos al hospital lo llamaré. ‒ aseguró el joven. Abordó rápidamente su vehículo y condujo como desquiciado las diez cuadras hasta llegar al hospital.
Inmediatamente la metieron en una sala apartándola del aterrado Taisho, este miró su teléfono pero esta vez deseaba ser egoísta y privar a Inuyasha de ese momento, eso era algo que debía ser suyo y ¡sí! aunque la había dejado libre eso no significaba que tan rápido la había dejado de amar, pero sabía que ella lo odiaría si hacía algo así, pero no pudo evitar retrasar lo máximo esa llamada. Finalmente luego de varios minutos mirando al personal médico que caminaba de un lado al otro tomó su teléfono, llamó al apartamento de Inuyasha, pero nadie contestó, llamó al celular y la misma respuesta, Sesshomaru pensó que quizás esa era una aprobación divina, y que lo que hacía no estaba tan mal. Tomó nuevamente su teléfono y discó a casa de su padre.
‒ Padre Kagome ya tendrá al niño. ‒ contó sin dar rodeos. Del otro lado de la línea un silencio sepulcral y luego una carcajada feliz. ‒ ¡finalmente veré a mi nieto!. ‒ gritó dejando sordo por momentos a Sesshomaru.
‒ Ven, estamos en el hospital Kega. ‒ expuso serio.
‒ En veinte minutos llego. ‒ comentó feliz. Sesshomaru cortó la llamada e intentó una última vez llamar al estúpido de su hermano, esperó impaciente si no atendía ya tenía una perfecta excusa.
‒ Hola. ‒ contestó malhumorado Inuyasha.
‒ Finalmente. ‒ comentó decepcionado Sesshomaru.
‒ ¿Sesshomaru?. ‒ Indagó Inuyasha. ‒ ¿Qué quieres?, no estoy de humor para tonterías. ‒ aseguró tirando a un lado de su cama la húmeda toalla que tenía anteriormente en la cabeza.
‒ Tampoco yo quisiera tener que hablarte, pero como se lo prometí a Kagome. ‒ comentó.
‒ Kagome. ‒ repitió Inuyasha como si hubiera dicho la palabra mágica.
‒ Si, la encontré frente a tu apartamento y la traje al hospital, el niño nacerá. ‒ explicó rápidamente no era de los que se andaban por las ramas.
‒ ¿Qué?, aún no es la fecha, como que nacerá ¿Dónde están?. ‒ gritó Inuyasha dejando nuevamente medio sordo al mayor.
‒ Hospital Kega. ‒ comentó antes de colgar sin escuchar otra contestación o pregunta y suspiró profundamente, quizás ya había pasado cuarenta minutos o una hora y ya estaba muy impaciente. Una bonita enfermera caminó en su dirección por lo que este se paró rápidamente.
‒ Es un hermoso niño, nació con el peso y la estatura promedio así que no se preocupe. ‒ informó a lo que el joven soltó un largo suspiro de alivio.
‒ ¿Y ella como se encuentra?. ‒ indagó serenamente aunque verdaderamente seguía sobresaltado.
‒ Cansada pero sobrevivirá.‒ aseguró sonriendo.
‒ Puedo verlos. ‒ pidió, más bien rogó.
‒ Si, la madre lo está amamantando pero no creo que haya problemas con ello. ‒ comentó. Sesshomaru asintió siguiendo a la joven, al enfermera abrió la puerta y Sesshomaru la siguió quedó petrificado en el marco de la puerta viéndola, estaba con los cabellos alborotados pero se veía más hermosa que nunca con el pequeño bultito de ropaje blanco en sus brazos.
‒ Sesshomaru. ‒ susurró sonrojada la joven por que el mayor viera una pequeña parte de su seno que el pequeño no succionaba, el médico había dicho que debía comer aunque no entendía por qué tan rápido, y no sabía cómo hacer por lo que tanto el niño como ella se encontraban frustrados, en muchos intentos succionaba cualquier parte menos el pezón y ya se había dado cuenta que había heredado la poca paciencia de Inuyasha pues estaba llorando nervioso.
‒ Es un niño hermoso. ‒ comentó la enfermera.
‒ Gracias. ‒ susurró orgullosa Kagome.
‒ Puedo cargarlo. ‒ pidió Sesshomaru dejando atónita a Kagome que no creía aquello pero asintió, después de todo Sesshomaru la había ayudado, este se colocó el gel protector en las manos y Kagome sonrió, pero se sintió extrañamente vacía cuando el calor proporcionado por el pequeño abandonó su pecho. Sesshomaru lo miró con adoración, cargándolo tan delicadamente, sin lugar a dudas sería un buen padre. ‒ Hola. ‒ susurró Sesshomaru y el niño haciendo el mayor de los esfuerzos en su arrugadito y blanco rostro abrió un poco los ojos mirando al hombre que lo sostenía.
‒ ¡Ha sacado sus hermosos ojos dorados!. ‒ exclamó eufórica la enfermera asustando al niño que empezó a llorar, Sesshomaru lo acunó con tanto amor que dolió a la azabache. ‒ Felicidades su hijo es hermoso. ‒ felicitó la mujer.
Alguien entró haciendo alboroto la azabache sonrió al hombre que a medio vestir y con una gran sonrisa entraba en la habitación.
‒ Cariño, perdóname deseaba tanto estar a tu lado, pero llegue en menos de cinco minutos lo juro, como te sientes, ya entraremos para…‒ comentó eufórico. Kagome miró en dirección a donde estaba Sesshomaru con el niño e Inuyasha miró atónito con una gran sonrisa. ‒ por Kami. ‒ susurró caminando lentamente miró al niño con adoración e intentó tomar al niño en brazos pero Sesshomaru no se lo permitió apartando al niño de su alcance
‒ Señor lo siento solo los padre.‒ comentó la enfermera intentando sacarlo.
‒ Yo soy su padre.‒ aseguró orgulloso Inuyasha. ‒ ni se te ocurra decir otra cosa Sesshomaru porque te mataré. ‒ aseguró desafiante.
‒ Tranquilos los dos, asustarán a Toushiro. ‒ regañó Kagome, a lo que ambos asintieron obedientes. ‒ Sesshomaru dame a mi hijo.‒ pidió Kagome. Sesshomaru acomodó al niño sobre el pecho de Kagome quien se sintió nuevamente entera, Inuyasha se posicionó a un lado de la cama.
‒ Es tan pequeño. ‒ susurró antes de depositar un pequeño beso en su cabecita, nunca se había sentido más dichoso y por mucho que deseara quedarse Sesshomaru lo supo era él quien sobraba dentro de ese hermoso cuadro familiar por lo que caminó cabizbajo rumbo a la puerta.
‒ Gracias hermano. ‒ musitó Inuyasha completamente agradecido, es cierto que por un momento le disgustó que Sesshomaru había sido el héroe pero ahora no le importaba lo único importante era que Kagome y Touchiro estaban bien. Este no contestó tan solo abandonó la habitación.
‒ No es nada hermanito.‒ susurró. Antes de caminar rumbo a la salida.
En los próximos meses se la pasaban durmiendo casi nada, cambiando pañales y también en duchas burbujeantes, esto último no solo al niño, Inuyasha había pedido a la azabache matrimonio de treinta formas distintas y la respuesta siempre era la misma "para qué si estamos bien sin casarnos, nos amamos y eso es lo que cuenta", pero el ojidorado deseaba que ella fuera por siempre suya y ansiaba que todos la reconocieran como la esposa de Inuyasha Taisho pero esa terca mujer no lo comprendía.
Alguien golpeó la puerta del apartamento y Kagome dejó al niño de unos tres meses en la cuna mirando el hermoso juguete musical que él adoraba.
‒ Ya vuelvo. ‒ susurró corriendo en dirección a la entrada ansiosa de que fuera Inuyasha, abrió la puerta pero pronto intento cerrarla nuevamente, pero unos fuertes brazos se lo impidieron. ‒ ¿Cómo me encontraste? ¿Qué haces aquí Kouga?. ‒ preguntó aterrada la mujer, el hombre tan solo sonrió triste.
‒ No te haré daño, tranquila. ‒ susurró acariciando la mejilla femenina que lo miraba aterrada.‒ Estas mucho más hermosa. ‒ musitó.
‒ Ve…te por..favor. ‒ tartamudeo nerviosa la azabache.
‒ Tuve tanto miedo de perderte Kagome. ‒ susurró. Kagome tan solo tenía presente en su mente a su hijo en la habitación, temía mucho por lo que Kouga pudiera hacer. ‒ perdóname por favor. ‒ pidió.
‒ Si, ahora vete por favor. ‒ rogó la joven.
‒ ¿En verdad me perdonas?. ‒ indagó esperanzado y la azabache asintió eufóricamente. ‒ Sabes ese día me interné voluntariamente en una clínica y he estado tratándome, quiero curarme y ser alguien mejor para ti. ‒ explicó.
‒ ¿Te dieron de alta?. ‒ preguntó la mujer y el negó lentamente con la cabeza.
‒ Tan solo que ya me sentía mejor, además yo no estoy loco. ‒ aseguró sonriendo siniestramente como esa noche logrando un escalofrío en la joven. Kagome escucho un llanto de protesta en su habitación y miró a Kouga aterrada.
‒ Así que tuviste un hijo mi hermosa. ‒ comentó caminando lentamente rumbo a la habitación. Kagome no se sintió en ese momento agarró lo primero que tubo a la mano que era una escultura pequeña de madera y golpeó al hombre con este cuando cayó al suelo lo golpeo repetidas veces. Cuando salió del trance se encontró con las manos llenas de sangre y el hombre inconsciente, pero volvió a respirar cuando notó que aun respiraba la mayoría de los golpes los había encestado en el rostro que ahora se hallaba casi irreconocible. La joven tomó el teléfono y llamó a Inuyasha, esperó sentada encogida contra la pared y el alma le volvió al cuerpo cuando vio al ojidorado ingresar por la puerta, ella saltó agrazándose fuerte a su cuello, Inuyasha acarició lentamente sus cabellos. Kagome se tensionó cuando vio entrar a cuatro hombres de la policía por lo que el ojidorado la aprisionó en un fuerte abrazo.
‒ Ya todo está bien mi amor. ‒ susurró y ella lo creía. Después de varias horas arreglando los asuntos legales finalmente pudieron volver a su casa. Kagome sonrió al ver a Inu – no con Touchio en brazos, este dormía plácidamente y el abuelo lo admiraba.
‒ Así lo va a malcriar. ‒ susurró Kagome al ingresar finalmente en su casa.
‒ ¿Estás bien hija?. ‒ indagó preocupado.
‒ Lo estoy papá, gracias por cuidar a Touchiro. ‒ agradeció la joven antes de soltar un cansino suspiro.
‒ Me retiro ya es muy tarde. ‒ murmuró pasando al niño a quien Kagome recibió y deposito un dulce beso en la mejilla de su "padre" postizo antes de caminar rumbo a la habitación. Inuyasha ingreso en el apartamento igual de demacrado que la joven y agradeció a su padre antes de acompañarlo a la puerta, caminó rumbo a su habitación donde encontró parada a Kagome al borde de la cuna mirando al niño fijamente.
‒ Tuve tanto miedo sabes. ‒ susurró, ‒ no los quiero perder los amo a ambos. ‒ aseguró, Inuyasha la abrazó por la espalda descansando su mentón en los hombros femeninos, depositó un suave beso en el cuello de la joven que gimió complacida.
‒ Yo sentí pánico mi amor, moriré si les llega a pasar algo, pensé que te amaría menos y que la locura desaparecería con el tiempo, pero ahora te amo mucho más, te necesito mucho más y te deseo mucho más. ‒ aseguró dando un pequeño mordisco en el valle del cuello.
‒ Inuyasha. ‒ gimió. ‒ Cásate con migo. ‒ musitó dejando atónito al ojidorado que se había esmerado e inventado cenas románticas, sorpresas y demás para hacer esa proposición y siempre la respuesta era un rotundo no, porque ahora. ‒ Quiero entregarme a ti entera, vivir cada día y quiero ser para siempre de Inuyasha Taisho. ‒ explicó antes de girar entre sus brazos y sellar sus palabras con un ardiente beso. ‒ ¿aceptas?. ‒ preguntó juguetonamente sonriendo y por Kami que el ojidorado aceptaría lo que fuera en ese momento.
‒ No lo sé, intenta convencerme. ‒ susurró el ojidorado apartándola un poco de su cuerpo para que viera esa sonrisa de medio lado que la joven amaba y reconocía como muy traviesa por lo que sonrió, pensando mil maneras de "obligarlo" a aceptar.
En menos de un mes ya estaba todo preparado para la boda que se celebraría en un lujoso salón; aunque la joven había dicho desear algo simple su "padre" no lo admitía alegando que quizás sea su único hijo en casarse tampoco permitió que sea algo muy familiar, pero la joven ya no refutaba nada el señor Taisho estaba feliz arreglando los últimos detalles. Inuyasha miraba divertido a su padre cargando a Touchiro.
‒ Por Kami, es ese mi nieto. ‒ se escuchó un agudo chillido por lo que Kagome sonrió al ver llegando a su madre con Souta y el abuelo, finalmente estaba reunida toda la familia. Y en ese momento empezó a embargarle la ansiedad, en tan solo un día sería la esposa de Inuyasha. Este la miró con una gran sonrisa ya que había sido despojado de su niño por una abuela eufórica.
‒ ¿Te sientes bien mi amor?. ‒ indagó a lo que la joven asintió. Inuyasha depositó un dulce beso en su frente dándole ánimos. Antes de caminar rumbo al grupo que se presentaba y sonreía feliz.
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Finalmente el día esperado había llegado, la joven se miraba fijamente en el espejo de cuerpo completo, había quedado a dormir en casa de Inu – no, para dar más "emoción" a la boda según el mayor, la joven detalló el cuarto en el que por tres meses había llorado por el joven que ese día sería su esposo, y ¡sí! Estaba tan feliz. Alguien toco la puerta sacando de sus pensamientos a la joven.
‒ Kagome ha llegado tu vestido. ‒ comentó emocionada Yuka ingresando en la habitación con una enorme caja dorada. La azabache abrió la caja maravillándose con el hermoso vestido blanco por lo que sonrió pero en contrapartida a la sonrisa sus ojos derramaban gotas salinas Yuka la ayudo a ponerse el opulento vestido, "obsequio" de Inu – no pero no podía negar que era lo más hermoso que había visto, la joven se miraba más que complacida con este. Yuka le pasó el calzado para colocarse y la joven realizó una mueca ante lo incómodo de este o quizás le parecía pues ella no estaba acostumbrada a andar con tacón tan alto, por lo que se animo pensando que pronto se acostumbraría. En menos de dos horas estaba previsto la ceremonia religiosa y la joven ni siquiera se había maquillado o peinado, pero estaba tranquila. Y como si hubieran leído su pensamiento llego la "caballería" que se encargaría de los últimos detalles.
La joven estaba nerviosa, todos ya habían partido rumbo al templo donde se realizaría el matrimonio, no entendía porque ella debía esperar al dichoso auto arreglado que nunca llegaba, estaba tan desesperada que quizás estaba por hacer un hueco en el piso de la entrada de la casa de Inu – no. Finalmente pudo divisar a la limusina blanca adornada excesivamente con flores por lo que la joven suspiró con alivio, abordó en el vehículo sin ninguna delicadeza y acomodó como pudo el vestido. Cuando se sintió en movimiento miró por la ventana estaba terminando el día y para la joven era un día alocado pero hermoso.
‒ Señora siento haber llegado tarde, es que…‒ explicó abriendo el vidrio un hombre con el rostro pálido.
‒ Tranquilo aún llegamos. ‒ tranquilizó la joven, odiaba a todos se suponía que Inu – no debería ir con ella pero él había dicho que tenía que arreglar algunas cosas para la fiesta, por lo que ahora tendría que llegar sola. Y como si mágicamente todo se ponía en contra había un tráfico de película que si desesperó a la joven.
Cuando finalmente llegó frente al templo la joven sonrió complacida, levantó su vestido con la delicadeza de una rana y corrió por los peldaños y ahí supo porque había dicho que los zapatos eran incómodos, tropezó casi cayendo al suelo sujetándose por la pared, pero si bien no se lastimó sintió como el taco se despegaba de su zapato izquierdo y oficialmente quiso morir, no entendía porque todo lo malo siempre le sucedía a ella no podía acaso tener una ceremonia tranquila y sin poder evitarlo comenzó a llorar de impotencia recostándose contra la pared.
‒ Kagome. ‒ escuchó la joven a un costado suyo por lo que desvió el rostro mirando a ver quien presenciaba su deplorable estado.
‒ Kikyou. ‒ susurro al verla perfectamente arreglada enganchada del brazo de Miroku.
‒ ¿Estás bien?. ‒ indagó con una voz tan dulce que Kagome dudo que se trataba de la misma mujer.
‒ Si, tan solo que yo tropecé. ‒ musitó la azabache y la joven sonrió con dulzura.
‒ Cariño entra y asegúrate que a Inuyasha no le dé un ataque cardiaco. ‒ pidió mirando a Miroku que asintió dudoso antes de caminar rumbo a la puerta. Una vez Miroku desapareció de su campo visual Kagome esperó que la joven cambiara de actitud pero esta seguía con la misma sonrisa.
‒ ¿Estás lastimada?. ‒ indagó a lo que la joven negó con la cabeza.
‒ Mi zapato se rompió. ‒ explicó azabache. La joven sonrió tiernamente, Kagome estaba confusa hasta parecía que esa no era la misma Kikyou.
Kikyou levantó el largo y hermoso vestido color dorado tenue que llevaba y se sacó el hermoso zapato del mismo color, se acuclilló frente a la joven sacando los zapatos de esta que estaba en shock, le colocó los nuevos zapatos y se incorporó.
‒ No es blanco pero servirá. ‒ musitó la mujer.
‒ Pero…‒ susurró Kagome confundida mirándola mucho más baja a causa de estar descalza.
‒ Es tu noche Kagome, no permitas que nada lo arruine.‒ aseguró.‒ hace mucho tiempo yo deseaba hablarte sobre el campamento yo e Inuyasha…‒ musitó.
‒ Por favor no, ya lo he perdonado…no necesito saber si es culpable o inocente. ‒ musitó, Kikyou tan solo asintió finalmente se sentía mejor había sido una tonta esa vez que Inuyasha le había pedido y se había arrepentido mucho por su decisión. Miró fijamente a la joven azabache y sonrió, limpió con sus dedos el maquillaje poco corrido de la novia y la admiró estaba muy hermosa con su cabello suelto adornado con pequeñas flores blancas, su rostro era angelical y resaltaba con el tenue maquillaje.
‒ Entra ya que todos te esperan. ‒ ordenó Kikyou.
‒ ¿Pero y tú?. ‒ indagó Kagome triste.
‒ No te preocupes, nos veremos en la fiesta. ‒ aseguró, Kagome asintió y caminó en dirección a la puerta donde por poco choca contra Miroku. El ojiazul sonrió al ver a Kikyou y caminó en dirección a esta.
‒ Eres muy dulce preciosa. ‒ musitó.
‒ Si claro. ‒ aseguró la joven sonriendo ampliamente. ‒ llévame a mi casa que deseo compartir con ellos la fiesta. ‒ musitó. Miroku repentinamente quedó nervioso algo que no pasó desapercibido para la mujer que lo miró confusa. ‒ ¿sucede algo?. ‒ indagó.
‒ Tan solo que yo…etto…quería decirte que eres…‒ tartamudeó nervioso cosa que impresionó a la joven que nunca lo había visto así.
‒ ¿Estás enfermo?. ‒ indagó intentando tocar la frente masculina, pero fue sujeta por las grandes manos masculinas.
‒ No, tan solo necesitaba decirte que quiero que seas mi novia. ‒ pidió besando delicadamente la mano que sostenía, la joven abrió grande los ojos desde que lo había visto le había gustado, pero la primera vez que hicieron el amor ella supo que lo amaba, pero jamás hubiera imaginado que el joven le pediría ser novios ¿para qué? Si ya eran amantes por más de ocho meses.
‒ Miroku yo…‒ susurró. ‒ etto…las bodas siempre logran esto pero no es necesario yo tan solo deseo estar a tu lado. ‒ aseguró.
‒ Pero yo no…no mereces ser la amante de nadie, se mi novia preciosa, tan solo dime sí. ‒ pidió.
‒ ¿Porqué?. ‒ indagó en un murmuro.
‒ Porque te amo, y no solo tu cuerpo, amo todo, me siento completo a tu lado. ‒ aseguró, el no era de los hombres románticos y nunca se hubiera imaginado diciendo tales "tonterías", pero lo sentía y aunque hubiera deseado no exponerlo sabía que Kikyou merecía una explicación. La joven lo miró fijamente antes de sonreír ampliamente.
‒ Vamos cariño que no me quiero perder la fiesta. ‒ musitó acercándose al joven que sonrió aunque no hubiera dicho respuesta él ya lo sabía, había sido tonto hasta en preguntar por lo que caminó rumbo a su automóvil.
Al finalizar la ceremonia religiosa que había sido hermosa y muy íntima, al menos ahí tan solo estaban los más importantes para la pareja que sonreía ampliamente y se despedía de los presentes antes de abordar la limusina que los llevaría a la recepción.
La pareja estaba radiante y todos los notaban y más de uno envidiaba, el salón estaba hermosamente adornado, la música era buena y la comida, la azabache miró fijamente a Inuyasha con su pequeño de cuatro meses en brazos, los dos eran lo más hermoso que ella había visto, incluso habían puesto un pequeño traje al niño que lo dejaba adorable.
‒ Mi padre a congeniado muy bien con tu madre. ‒ aseguró Inuyasha divertido mostrando con la cabeza la ubicación de la pareja, Kagome sonrió ampliamente y asintió. ‒ Bailamos mi hermosa. ‒ pidió y la joven asintió todo era perfecto, tanto que la joven temía despertar y ver que todo era una fantasía. Empezaron a bailar entre los tres aunque el más pequeño estaba rotundamente aburrido. Sesshomaru los miraba con una copa de vino, todos bebían sake pero el joven como no vivía en el país prefería otras bebidas (tan solo era un antisocial jaja), desvió la vista de la pareja de recién casados mirando a su alrededor, fijó su mirada en un hermosa mujer que vestía un elegante pero sensillo vestido rosa, quedó mirándola fijamente esta hablaba animadamente con una pelirroja, la joven fijó sus ojos chocolates en los dorados del mayor de los Taisho y se sonrojó bajando la vista.
‒ Muy tierna. ‒ pensó Sesshomaru, no podía mentirse, a pesar de todos los meses él aún amaba a Kagome, y no quería hacer pasar por lo mismo a nadie, no se sentía preparado para una relación, por lo que ya no miró a la joven pues irónicamente esta le recordaba a Kagome.
Caminó despacio rumbo a la puerta que llevaba al jardín, que estaba bellamente decorado con faroles, adentro ya se sentía apresado, escuchó un largo suspiro y miró en dirección a donde provenía el suspiro. Vio a una bella mujer con un vestido elegante color violeta, era verdaderamente hermosa, sus cabellos castaños caían como castada sobre sus hombros.
‒ Una mujer tan hermosa no debería suspirar por desamor. ‒ comentó Sesshomaru parándose a un lado de la joven que lo miró impresionada por haber acertado.
‒ Eso quisiera. ‒ comentó la mujer mirándolo fijamente y la expresión de sorpresa de su rostro al ver los dorados ojos del hombre fue obvia.
‒ ¿Familiar de la novia?. ‒ indagó Sesshomaru para iniciar conversación, aunque el bien sabía que Kagome no tenía más familia del que él ya conocía.
‒ Algo así. ‒ contestó. ‒ Pero esos ojos te delatan, eres un Taisho. ‒ aseguró.
‒ Taisho Sesshomaru. ‒ se presentó.
‒ Taijiya Sango. ‒ respondió.
‒ Y que te hace suspirar bella Sango. ‒ preguntó Sesshomaru galantemente.
‒ No debí de haber venido. ‒ musitó.
‒ ¿Por?. ‒ preguntó el ojidorado serenamente.
‒ Yo…creerás que soy una persona horrible. ‒ comentó.
‒ No lo creo. ‒ aseguró el joven mirándola.
‒ Yo deseaba que Inuyasha sea mi amante, Kagome era mi amiga y ahora no la puedo mirar. ‒ explicó.
‒ Así que amas a mi estúpido hermano. ‒ preguntó con molestia Sesshomaru.
‒ No, no, tan solo que tuve curiosidad, es que es muy hermoso y como se ofrecía como amante pensé pasar un buen rato, pero no quería perder la amistad de Kagome, yo la quiero mucho. ‒ aseguró la castaña triste.
‒ ¿Como esta eso que Inuyasha se te ofreció como amante?. ‒ indagó el ojidorado interesado. Sango le ofreció que se sentaran en el banco y le contó la historia entera, empezando por la noche que llevó el periódico a Kagome, terminando por la última noche que vio a Inuyasha.
‒ Ya veo. ‒ musitó Sesshomaru finalmente comprendiendo la historia de Kagome e Inuyasha completamente.
‒ Que dirías si yo acepto la propuesta hecha a mi hermano. ‒ comentó como si nada. La joven desvió el rostro impresionada, no hubiera esperado eso del joven que parecía bastante serio. Y antes de contestar nada sintió unos suaves labios sobre los suyos.
‒ Solo sexo. ‒ musitó Sango contra los labios masculinos y eso agradó al ojidorado pues él no podía ofrecer por el momento más que eso.
‒ Solo sexo. ‒ repitió Sesshomaru profundizando el beso.
Kagome se pegó más al hombre que era su esposo y a quien amaba con locura, sabía que habían pasado por mucho para llegar a esa noche, todo era tan hermoso en ese momento y ella era tan dichosa. Miró a su alrededor y vio Kikyou con Miroku bailando bien pegaditos, a Su "padre" con su mamá. Inclusive su abuelo estaba bailando con una señora por lo que sonrió, sabía que el odio y la venganza era algo que había en el mundo, pero ahí se dio cuenta que el amor también existía y que era contagioso.
FIN, FIN.

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