EL MEJOR AMANTE CAPITULO 12

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Advertencia: A los niños menores de edad, les sigo advirtiendo que es un fic lemon, ok. Al menos cumplo (digámosle así) con indicarles que tengo una mente mala...mala, mala jaja así que si no quieren llenar sus cabecitas de escenas prohibidas la cierran, Mizune - Mei
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Esa misma noche la dejaron salir del hospital, era comprensible, necesitaban las habitaciones y ella no tenía nada grave, el camino de regreso fue silencioso, él la observaba de reojo no sabía cómo actuar con la joven que se veía ida y triste, observando por la ventana del vehículo, llegaron frente al edificio donde vive Inuyasha y este descendió abriéndole la puerta.
Kagome refutó la propuesta de quedarse en el apartamento del joven, ella deseaba ir a vivir con Sango, pero Inuyasha utilizó como argumento que deseaba cuidarla y que Kouga podría encontrarla fácilmente en casa de su amiga por ello no tuvo opción más que aceptar la oferta presa del pánico.
- ¿Qué deseas cenar mi princesa? - preguntó el ojidorado intentando entablar conversación, una vez dentro de su apartamento.
- No tengo hambre - susurró Kagome, dejándose caer desganada en el sofá.
- Entonces que quieres hacer, dormir, bañarte, salir, solo dime que necesitas y te lo daré, no te quiero ver triste - pidió arrodillándose frente a la joven.
- Haz hecho demasiado por mí - aseguró - solo estoy cansada, quiero dormir - susurró.
- Duerme en mi cama - ordenó el ojidorado. La mujer se quedó pálida por un momento y él suspiró frustrado. - ¿en verdad crees que te lastimaría? - preguntó en un susurro ella negó con la cabeza. - Entonces ve a dormir - susurró y ella asintió.
- ¿Tú donde dormirás? - preguntó y él le sonrió, acarició tiernamente la mejilla femenina.
- No te preocupes por mi princesa, solo descansa, ha sido un día muy malo ‒ comentó ‒ para los dos ‒ agregó en un susurro. ‒ Yo sé esperar y dormiré aquí en el sofá hasta que tú me digas que puedo volver a dormir al lado tuyo ‒ susurró tiernamente.
‒ Yo...no... se ... si tu quieres, yo... ‒ tartamudeó la joven.
‒ Ya lo dije Kagome, vete a dormir ‒ ordenó, parándose y apuntando la dirección de la habitación con su mano como una niña siendo regañada, ella se levantó del sofá y lo miró a los ojos.
‒ Gracias Inuyasha ‒ susurró antes de depositar un tierno beso en la mejilla masculina.
‒ Que descanses mi princesa ‒ deseó viéndola dirigirse a su habitación.
A la mañana siguiente la azabache despertó asustada y desorientada, se incorporó rápidamente y lo vio frente a ella nuevamente vestido con un traje formal, este se encontraba mirándose al espejo mientras arreglaba su corbata.
- Buenos días mi princesa - saludo contento, ver la carita de niña inocente de Kagome al despertar lo ponía de buen humor.
- Buenos días - saludó triste.
- ¿Pasa algo? - preguntó al percibirla afligida.
- No - susurró.
- Algo hermoso de ti es que no sabes mentir, - aseguró - confía en mí y dime que sucede - pidió acercándose y tomando el rostro de la mujer depositando un pequeño beso en los labios femeninos, ella se sonrojó pero ese tierno contacto no la asustó más bien le gustó.
- Es solo que necesito hacer tantas cosas el día de hoy, buscar donde vivir, ir a la universidad, y sinceramente quisiera quedarme aquí en tu cama todo el día - aseguró y el sonrió.
- Es lo que más deseo, quedarme en la cama junto a ti el día completo - aseguró sugerente y ella sonrió un poco cosa que emocionó al ojidorado - pero los negocios me llaman - agregó con pesar y ella suspiró.
- Claro, pero tus clientas no podían llamar un poco más tarde - preguntó agriamente y él soltó una estruendosa carcajada.
- ¿Estás celosa princesa? - preguntó el hombre feliz, ella negó con la cabeza reprendiéndose mentalmente por ser tan obvia. - Kagome, no iré a ver a ninguna mujer - explicó el hombre aunque no tenía obligaciones con ella, la quería y no podía verla triste.
- Si tú lo dices - murmuró la joven antes de abandonar rápidamente la habitación y dirigirse a la cocina a preparar algo para que ambos desayunaran. Inuyasha sonrió complacido, hacía tiempo que nadie cocinaba para él, lo hacía sentir importante y querido.
- Kagome iré a buscarte a la salida de tu universidad - aseguró el ojidorado y ella asintió. - quiero que tomes un taxi para ir y me llames por cualquier eventualidad - murmuró.
Sacó su billetera del bolsillo de su pantalón, tomó todo el efectivo que poseía y se lo entregó a la joven que lo miró atónita.
- Toma mi princesa, cómprate lo que necesites - musitó el hombre sujetando el fajo de billetes.
- ¡Por Kami! - exclamó sorprendida y él sonrió en definitiva Kagome era única. - Solo necesito cincuenta mil yen ahí hay como para un año - aseguró sorprendida la joven.
- Es tuyo mi princesa, tómalo cómprate los libros que te falten, haz lo que desees con el - afirmó el hombre poniéndose de pie y besando la frente de la joven - todo estuvo delicioso, gracias Kagome - susurró, y salió sin darle tiempo de rechazar el dinero.
Kagome sonrió triste cuando él se marcho definitivamente Inuyasha no era solamente el mejor amante, sino el mejor hombre que había conocido. Lavó todos los utensilios que había utilizado y se metió a darse una ducha rápida, dolorosa pero necesaria.
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El día de la azabache había sido bastante largo, fue a la delegación a hacer la denuncia, recorrió buscando apartamentos, fue al banco para depositar su pequeña "fortuna", claro dejando un poco para sus gastos, se dio el gusto de comprarse una mochila, se encontraba verdaderamente feliz, caminando en dirección a la universidad, aún faltaba una hora para inicio de clases por ello, estaba tranquila, en definitiva no iba a llegar a pie, pero quería disminuir la mayor distancia posible y así pagar menos en taxi, además de que amaba caminar, despejaban sus ideas y ver el movimiento de los demás siempre le mejoraba el humor. Se sintió observada por lo que giró rápidamente mirando a sus espaldas, no vio a nadie caminar atrás de ella.
- Ya estoy paranoica - susurró, pero esa sensación de pesadez en el hombro no se le quitaba por lo que corrió rápidamente y tomó un taxi. Una vez dentro de este suspiró aliviada.
Las clases había transcurrido normalmente, no tenía ningún libro, todo había quedado en su apartamento por lo que solo se dedicó a escuchar, no contó nada de lo ocurrido a sus amigas, primero porque era algo bastante delicado y segundo por qué no tenía ánimos de acordarse todo lo vivido. Al finalizar las clases la profesora llamó a Kagome para hablar un momento sobre su próxima ausencia y todos los demás salieron.
Inuyasha la esperaba ansioso frente a la universidad, recostado contra su automóvil, la había extrañado, sonaba ilógico pero deseaba tanto verla.
- Parezco un estúpido adolecente enamorado - pensó reprendiéndose por su euforia.
- Inuyasha - se escucho una voz femenina que no era de la azabache, él miró de donde provenía esa voz y vio a una bella mujer de cabellos castaños, le parecía familiar, pero no la recordaba.
- Perdón, ¿la conozco? - preguntó tratando de no sonar agresivo, la joven sonrió.
- Soy Sango, la mejor amiga de Kagome - musitó parándose frente al hombre manteniendo la sonrisa en los labios.
- Claro, perdóname soy pésimo recordando rostros - se excusó.
- No te preocupes - susurró la mujer avergonzada. - Inuyasha yo...quisiera... - murmuró la joven sonrojada, algo que extrañó al ojidorado.
- ¿En qué puedo ayudarte? - preguntó intentando sonar amable.
- Quisiera saber cuándo me costaría las 7 noches, quiero que seas mi amante - musitó rápidamente ante la atónita mirada del hombre. Este quedó en un silencio largo e incómodo, la joven puso una mano en el pecho masculino y él se apartó como si el contacto lo quemara.
- No te preocupes, Kagome no lo sabrá - susurró - ella no lo aceptó yo si te deseo - aseguró, él ansiaba que se abriera un hoyo bajo sus pies y lo tragara, era una muy bella mujer, pero él deseaba a Kagome.
- Lo siento mucho hermosa, pero no puedo - susurró intentando sonar seductor, no podía verse descubierto. La mujer se acercó más pegando su cuerpo al del hombre que se veía asustado y encajonado contra su vehículo.
- ¿Por qué no? - preguntó intentando seducirlo.
- Iré de campamento con Kagome una semana - comentó y la mujer hizo una mueca de fastidio.
Se apartó del hombre pensando en que hacer para convencerlo, Kagome se aproximó corriendo al verlo con Sango, él sonrió al divisarla y Sango volteó a ver lo que él observaba.
- Inuyasha, ¿me esperaste mucho? - preguntó la joven depositando un pequeño beso en la mejilla del hombre.
- No, recién llegué - susurró - ¿Nos vamos? - preguntó y ella asintió.
- Nos vemos San. - se despidió de su amiga ingresando en el vehículo del hombre.
- Nos vemos Inuyasha - susurró la joven cerca de la oreja del hombre que se apartó rápidamente y bordeó el auto subiendo en su asiento.
La noche había sido igual, Inuyasha se encontraba desesperado, había pensado que viviendo con Kagome podría hacerle el amor todas las noches y al despertar, pero la joven lo rechazaba, sutilmente, pero lo hacía, él la deseaba como no creía que se podía, y estúpidamente se quedaba en velas durante toda la noche recordando esa deliciosa sensación que provocaba el estar cobijado en el interior de la mujer.
Kagome despertó giró en la cama buscándolo pero era obvio que él no estaría, caminó hacia la sala y lo miró durmiendo tan pacíficamente, sonrió, ningún hombre sería como Inuyasha nunca y hoy había despertado feliz pues ya era jueves un día más y partirían rumbo al campamento, a pesar de todo se encontraba emocionada por el viaje, sabía que había estado muy distante con el joven, pero no lo podía evitar, ella lo deseaba también pero cuando se daba cuenta ya lo había apartado, él ya no insistía, y su orgullo le impedía pedírselo. Subió su cuerpo sobre el hombre y descansó su cabeza sobre el pecho masculino, escuchar los latidos de su corazón la tranquilizaban.
- Kagome - gimió somnoliento el joven rodeándola con sus brazos. Inuyasha no despertaba había dormido tarde la noche anterior intentando aplacar sus deseos, Kagome se incorporó y retiró la sabana que lo cubría, lo vio con el pecho descubierto, y abajo tan solo cubierto por un bóxer blanco.
Se escuchó el sonido del teléfono de Inuyasha por lo que ella saltó del susto y él se despertó asustado incorporándose rápidamente, quedó mirándola fijamente, ella corrió rumbo a la habitación dejando a un Inuyasha confundido.
- Buenos días - susurró la joven avergonzada, abriendo la puerta del ropero y escogiendo torpemente una ropa al sentirlo entrar en la habitación.
- Buenos días - contestó Inuyasha, el molestoso teléfono no dejaba de sonar por lo que tuvo que contestar.
- Hola - pronunció rudamente.
- Hola Inuyasha - se escuchó una voz femenina por lo que él quedó pálido.
- ¿Dónde has encontrado mi número? - preguntó en un susurro.
- En el anuncio - contestó Sango y el suspiró frustrado.
- ¿Ahora que necesitas? - preguntó agriamente.
- Ya pensé como podemos hacerlo, - aseguró - ¿Buscarás hoy a Kagome? - preguntó.
- Sí - Fue su escueta respuesta, mientras observaba a la muchacha que se peinaba los cabellos, sentía que la traicionaba y aún no hacía nada malo.
- Te lo diré allá entonces - comentó antes de colgar. Inuyasha quedó con la negativa en la boca por lo que suspiró colocando el teléfono sobre la mesita de noche.
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Sonaba a cobardía pero no sabía qué hacer por lo que pidió auxilio a su gran amigo y casi hermano para deshacerse del "problema", a la hora de recoger a Kagome primero fue por el trabajo de su mujeriego amigo pidiéndole ayuda este se negó rotundamente hasta escuchar la frase "hermosa mujer acosadora", así que por "ayudar" a su entrañable amigo aceptó.
Inuyasha estacionó en el mismo sitio que el día anterior, había llegado un poco tarde, la azabache sonrió al verlo descender del auto y el suspiró al ver a "la acosadora" a un lado de la mujer.
- Hola mi hermosa, ¿Cómo estás? - preguntó seductoramente antes de tomar los labios de la joven en un beso corto.
- Extrañándote - murmuró la joven - Tardaste mucho - musitó haciendo un puchero, Inuyasha sonrió ampliamente, ella parecía una niña, de hecho una inocente y adorable niña.
- Discúlpame princesa, es que tuve que recoger a un amigo - comentó.
- Hola hermosas señoritas - musitó el hombre de ojos azules - ahora comprendo la locura de mi amigo, eres una exquisitez - murmuró el joven besando el rostro de Kagome, el ojidorado lo empujo molesto y él sonrió.
- Aparta tus asquerosas manos de Kagome, o te las cortaré - amenazó Inuyasha, conocía muy bien las mañas de su amigo, y no dejaría jamás que sedujera a su mujer.
- Amigo tan solo aprecio la belleza, ya la vi como kami la trajo al mundo y en verdad se esforzó al crearla - comentó abriendo los brazos como rezando. Kagome se sonrojó furiosamente e Inuyasha se molestó.
- Miroku guárdate tus comentarios, si deseas conservar mi amistad - amenazó seriamente.
- Buenas Tardes hermosa señorita - saludo besando el rostro de Sango ignorando completamente las amenazas del ojidorado.
- Aparta tus garras de mi cuerpo - amenazó la mujer.
- Señorita Kagome que he hecho para que todos me agredan - se victimizó bajando la cabeza y Kagome sonrió.
- Nada, es que este par son unos gruñones - aseguró Kagome poniendo una mano en el hombro del hombre dándole consuelo, hasta que sintió las manos de Miroku acariciar sus glúteos y soltó un gritó fuerte alejándose del hombre. Inuyasha la abrazó protectoramente.
- Nos vamos - ofreció Miroku con una sonrisa como si nada había ocurrido.
- ¿A dónde van? - preguntó Sango mirando directamente a Inuyasha.
- Vamos a bailar - comentó Miroku feliz, ante la atónita mirada de Inuyasha, en definitiva eso no estaba en el plan, aunque no sonaba mala idea.
- ¿Puedo ir? - indagó. Kagome miró a los ojos del hombre que la sujetaba y este asintió, no podía negarle nada a esa mirada.
Subieron al auto, en el camino Sango cacheteo unas seis veces a Miroku, Kagome reía contenta por la escena e Inuyasha se encontraba satisfecho por verla feliz. Estacionó frente a un local bastante concurrido y donde solamente gente exclusiva podía ingresar, algo que impresionó a ambas jóvenes. Descendieron del vehículo y Miroku fue el que arregló la entrada. Era un lugar hermoso, Miroku saludaba a todos, se veía que frecuentaba mucho el lugar, se sentaron en unos sofás que se encontraban en la zona vip, Kagome se sentía inhibida pues no estaba vestida para la ocasión, Miroku trajo cervezas, bailando al ritmo de la música con las botellas en las manos, ese era su ambiente, y lo hacía notar.
- ¿Quieres bailar? - ofreció Inuyasha.
- Voy al baño un minuto y bailamos luego - musitó y el joven asintió.
Una vez que Kagome se fue Sango se acercó sentándose a un lado del hombre, este buscó a Miroku con la mirada esperando su salvación, lo divisó colgado del cuello de una mujer bien dotada de bustos por lo que suspiró frustrado.
- Gracias por la ayuda amigo - musitó en pensamientos.
- Inuyasha, - susurró llamando su atención - Hazme el amor esta noche y cuando vuelvas las seis noches que me queden - propuso. Inuyasha quedó estupefacto ante ese pedido nada decoroso y ella aprovechó su turbación para besarlo, él la apartó rápidamente y se paró quedándose atrás de la joven sujetando el espaldero del sofá. - ¿Qué sucede? - preguntó la joven, verdaderamente ese joven la traía loca, no dejaba de pensar en él.
- ¿Cómo puedes hacerle esto a Kagome? - Preguntó - es...es tu amiga - susurró.
- Es más que una amiga, para mi es mi hermana - aseguró - tú no eres nada para ella solo una noche de buen sexo que ni siquiera se animó a tomar - afirmó, Inuyasha sonrió de lado y cuando iba a responder sintió unas manos bordear su cintura y un tierno beso en su espalda. - ¿solo dímelo lo harás? - preguntó sin ser consciente de la presencia de la azabache.
- ¿Qué deseas que haga? - preguntó confundida Kagome y Sango quedó estática.
- Le estaba comentando lo del campamento de mañana, y me estaba encargando que te cuide mucho - mintió el hombre, Kagome sonrió y puso una mano en el hombro de Sango.
- San. Siempre me cuida es como mi hermana mayor - pronunció Kagome.
- Bailamos Kagome, que hoy es tu última noche de soltera sin compromisos - aseguró Inuyasha y Kagome sonrió.
- Entonces tendría que bailar con otro, eso sería como una despedida de soltera - comentó juguetona y él hizo una mueca de fastidio. - Sango vamos a bailar - pidió la joven y Sango asintió, los tres fueron a la pista de baile, Inuyasha bailaba con ambas, en verdad Sango era una mujer divertida y buena cuando no lo acosaba, Miroku pasaba como un tornado entre ellos, abasteciéndolos con cervezas, Inuyasha desprendió dos botones de su camisa, sentía mucho calor Kagome lo miró lujuriosamente, así como también la castaña.
Los tres se encontraban en la fase de felicidad alcohólica, reían por las luces, por la música y por las cachetadas que recibía Miroku. El joven ojidorado tenía a Sango atrás suyo y a Kagome en frente los tres bailaban muy pegaditos y sensuales, lo que tenía loco a Inuyasha la veía mover sus caderas al compas de la música, acercándose a él peligrosamente, ambos estaban excitados, e Inuyasha no podía estar más feliz de que finalmente Kagome volvía a ser la de antes.
- Bailamos lindura - ofreció un hombre a espaldas de Kagome la joven miró a Inuyasha.
- No gracias - murmuró continuando con su baile.
- Baila con migo - repitió - yo solo me concentraré en ti, - afirmó tomándola por la cintura y girándola. Kagome peleó contra el agarre e Inuyasha suspiró, en definitiva Kagome había sido bendecida por la diosa del amor y la seducción que atraía a todos los hombres.
- ¿Renkotsu? - preguntó Inuyasha al reconocer al joven que la aprisionaba, el hombre lo miró fijamente.
- ¿Inuyasha? - devolvió y el joven asintió. - Amigo cuanto tiempo - musitó soltando a Kagome y acercándose dándole un fuerte abrazo que dejó interrogantes a las jóvenes.
- Mucho, desde cuando estás por Japón - indagó soltándose del abrazo.
- Llegué hoy, mañana será el campamento en la finca, ya sabes debo asistir - afirmó. - tú qué haces por aquí, no te tenía en ese concepto de don Juan bailando con dos mujeres, préstame a la que elegí, tiene un cuerpo exquisito - musitó Inuyasha hizo una mueca de molestia.
- Repite esa frase y te cortaré la lengua - aseguró sombríamente Inuyasha, el hombre soltó una carcajada tomándolo por broma, pero Inuyasha no cambió la expresión sádica de su rostro.
- Por Kami, es solo una zorra más, no pelearé por alguien que no lo vale - aseguró. - No quieres unirte a nuestro grupo - ofreció mostrando una zona con muchos hombres sentados en el sofá y sobre algunos de estos, mujeres besándolos o haciendo cosas algo más inmorales.
- No gracias - musitó Inuyasha acercando a Kagome a su cuerpo, no quería volver a pelear con alguien en realidad la estaban pasando tan bien para arruinar eso, por ello decidió solo ignorar al hombre.
- Estas segura preciosa que no quieres ir con migo - indagó una última vez - te pagaré el doble de lo que te pagará Taisho - ofreció en un susurro en la oreja de la joven.
- Nos vemos Renkotsu - musitó Inuyasha esperando que se vaya, habían estudiado juntos en la universidad, lo apreciaba pero en definitiva no dejaría que se llevara a su princesa.
- Seamos sinceros amigo - musitó - deseo a esa mujer - afirmó encarando a Inuyasha y recorriendo lujuriosamente el cuerpo de la azabache que refugiaba su cabeza en el pecho del ojidorado
- Pues lo siento por ti pues ella es solo mía - aseguró Inuyasha inmutable.
- Todo tiene un precio, cuanto quieres por dejármela por esta noche - ofreció y Kagome tembló entre los brazos del hombre. - Te ofrezco dos mil dólares por ella - musitó.
- Quiero irme - pidió la joven en un susurro, odiaba que los hombres la vieran como un pedazo de carne que podrían comprar y utilizar a su conveniencia.
- Tranquila princesa, estoy aquí - susurró Inuyasha besando los cabellos de la mujer que se pegó por completo a él, rogando su protección.
- No gracias, ahora vete por favor - musitó Inuyasha.
- Diez mil dólares - ofreció nuevamente - nunca he pagado esa suma por una prostituta pero ella es hermosa - aseguró.
- Ni por cien mil Renkotsu, ella no está a la venta es mi novia y es solamente mía - gritó dejando estático al hombre y a las dos mujeres, Sango los miró fijamente y el hombre soltó una carcajada.
- No es necesario que mientas, preciosa quieres los diez mil dólares - ven conmigo, seré tierno - aseguró.
- No entiendes Renkotsu, ¡no!, búscate otra a quien follaste esta noche, ¡ella es mía! - gritó Inuyasha molesto.
- Ya lo entendí tranquilo - musitó el hombre levantando ambas manos frente a su cuerpo. - hermosa perra la que elegiste, ¿ya olvidaste a mi hermana? - preguntó. - Recuerdo todo el alboroto que hiciste cuando te abandonó, decías que la amabas, se te olvidó tan rápido - musitó con una sonrisa burlona.
- De hecho ya la olvidé, fui un estúpido ahora sé lo que es una verdadera mujer - aseguró Inuyasha y el hombre quedó serio, había ofendido a su hermana y le había restregado en la cara lo buena que era su mujer.
- Di lo que quieras, pero esa mujer ni se puede llegar a comparar con mi hermana - aseguró.
- Ya te escuché ahora vete - musitó Inuyasha rudamente, el hombre dio la espalda y se marchó.
- Gracias - susurró la azabache, depositando un pequeño beso en los labios masculinos.
- Te quiero - musitó Inuyasha tomándola del cuello y profundizando el beso, la azabache correspondió al beso con la misma intensidad, Sango tan solo sonrió en verdad le había dolido el beso, continuaron bailando los tres y siguieron bebiendo como si nada hubiera ocurrido.
Eran las dos de la madrugada y Miroku ya había desaparecido "misteriosamente", ellos estaban completamente ebrios, tirados en el sofá.
- Guau...las luces se ven raras - comentó Kagome y los tres rieron levantaban sus manos hacia el techo. - Yo lo alcanzaré - musitó la azabache intentando tocar el techo.
- Debemos irnos - musitó el hombre incorporándose repentinamente.
- Siii - gritaron las dos emocionadas, se pararon sujetándose unos con otros y caminaron hacia la salida a pasos lentos y zigzagueantes.
- Pero primero iré al baño - musitó Kagome soltándose del agarre de Inuyasha y dirigiéndose hacia su objetivo a pasos zigzagueantes
- Inuyasha - susurró Sango una vez que estuvieron solos, él la miró indicándole que prestaba atención. - ¿Te acostaste con Kagome? - preguntó triste, el soltó un suspiro y asintió. - ¿Es por eso que no quieres hacerlo con migo, o es porque no soy lo suficiente? - preguntó triste. - Ya ni sé lo que digo yo aprecio mucho a Kagome en verdad la quiero, pero no dejo de pensar y soñar en que me haces tuya - susurró acercándose peligrosamente.
- Eres una mujer muy hermosa - susurró el ojidorado.
- Entonces hazme tuya, solo una vez y así olvidarte - pidió introduciendo una mano bajo la camisa y así acariciar su torso desnudo, era una oferta tentadora él estaba ebrio y excitado, la joven se acercó lentamente y antes de presionar sus labios con los masculinos Inuyasha divisó a Kagome que los observaba a lo lejos extrañada, el abrió grande los ojos al sentir los finos labios femeninos de la joven contra los suyos y Kagome quedó estática en su lugar observándolos.
Continua...

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