EL MEJOR AMANTE CAPITULO 11

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Este capítulo contiene escenas un poco fuertes así que sean consientes y no lean si son sensibles, sip. Después no me culpen de causarles traumas jaja bueno no es para tanto espero que disfruten
Mizune - Mei
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Kouga la esperaba impaciente sentado en la silla del recibidor, sonrió cuando la puerta del baño se abrió dejándolo apreciar a la joven azabache con la sublime prenda, la miró de una forma libidinosa que asqueo a la joven.
– Eres tan hermosa mi princesa – musitó Kouga imitando las palabras de Inuyasha, de seguro intentando hacerla sentir mal, ella tan solo cerró los ojos, aguantando las lágrimas. – Acércate – ordenó. Kagome abrió los ojos, caminó lentamente posicionándose frente al hombre que la recorrió complacido – No había olvidado ni una sola parte de tu cuerpo – susurró tomando con sus manos ambos senos, presionándolos levemente, ella cerró los ojos asqueada, odiaba ser tocada por otro, se sentía una mujer infiel, lo que resultaba ilógico. Kouga corrió la tela del atuendo dejando ver los pequeños pezones de la joven que cerró los ojos y presionó fuerte sus manos en puño, toda ella estaba tensa y él lo notó por lo que soltó una carcajada que aterró a la joven – ¿No disfrutas mis caricias? – Preguntó antes de succionar rudamente un pezón de la joven que gimió de dolor – entonces no tiene sentido que las haga – aseguró – solo acuéstate en el suelo y abre las piernas – ordenó y ella retrocedió un paso atemorizada negando con la cabeza. – Me encanta que juguemos al gato y al ratón, pero por más que corras aquí no tienes salida – aseguró.
– Yo…yo…si quiero que me toques – mintió esperando que fuera lo suficientemente tonto y creyera, el tan solo sonrió de lado ante el comentario.
– Kagome, Kagome – tu siempre jugando con mis sentimientos, hoy las cosas se harán como yo las diga, así que acuéstate y abre las malditas piernas – ordenó nuevamente enfurecido.
– Kagome corrió hacia la puerta por donde habían entrado pero él la intercepto echándola al suelo y posicionándose sobre la joven.
– Suéltame… – pidió ella con lágrimas en los ojos, empujándole por el pecho. El la miró fijamente y luego cambió su expresión a una terrorífica al percatarse de las marcas en el cuello de la joven.
– A él no le pedías que se detuviera, ¿verdad prostituta? – preguntó molesto antes de morderla bestialmente en el cuello intentando borrar las marcas, ella soltó un grito de dolor y lo empujó intentando que parara y soltara su carne, pero este se aferraba con más fuerza.
– Inuyasha – susurró la joven cerrando los ojos, quería creer que el llegaría como siempre a ayudarla, pero muy en el fondo sabía que era imposible, eso logró que terminara la dolorosa mordida y levantara el rostro fijando su mirada con la de la joven.
– Ya no repitas ese maldito nombre – ordenó siniestramente rompiendo la delicada prenda de la joven quien lloraba y peleaba contra este tratando de liberarse.
– ¡No!, ya basta…Kouga, no quiero, para – rogaba la mujer y él seguía sacando los retazos de la tela hasta dejarla completamente desnuda, se incorporó para desabrochar su pantalón, al sentirse libre la joven corrió hacia la salida, el hombre siguió con su tarea pues sabía que la puerta tenía tranca, no podría escapar, ella forcejeó con la manija desesperada, pero esta no cedía, lo vio aproximarse en su dirección exponiendo su miembro erecto a los ojos de la joven. Quien bordeo el espejo en su intento de huida, pero con la desesperación lo rozó echándolo y rompiéndolo y millones de fragmentos. La joven quedó impactada en el lugar y el aprovechó su estupor para echarla al suelo nuevamente, Kagome gritó de dolor al sentir los fragmentos de vidrio incrustarse en su espalda, cerró con fuerza sus piernas intentando evitar que él se posicionara entre estas.
– Kagome hermosa – musitó tranquilo depositando un pequeño beso en sus labios, – abre las piernas y compláceme, todo será más sencillo – aconsejó.
– Eso no lo haré nunca – murmuró decidida la mujer – nunca me tendrás por las buenas, solo lo harás si consigues forzarme, te odio – musitó la joven escupiéndole en el rostro, cosa que nunca antes había hecho. El la golpeo en el rostro molesto.
– Ya lo veremos mi amor – susurró terroríficamente. Antes de poner una mano en cada muslo y hacer presión en estas para separarlos, Kouga poseía más fuerzas que la joven por lo que logró su cometido Kagome volteó su rostro y vio a un lado de su cuerpo un trozo grande del espejo lo tomó sigilosamente entre la manos, y esperó quieta, el descendió su cuerpo por completo sobre la joven tan solo sujetándose por sus brazos, frotó su pene contra la entrada de la mujer que se encontraba sin lubricación – a pesar de todo te sigo amando – musitó el joven y aunque esas palabras dolieron para Kagome le incrusto con fuerza el vidrió en la espalda al hombre que soltó un grito de dolor, Kagome liberó su cuerpo arrastrándose por el piso, miró sus lastimadas manos ensangrentadas que temblaba, Kouga la miró trastornado – ahora no tendré piedad – aseguró y Kagome continuó alejándose como podía, tomó otro fragmento de vidrio y se cortó profundamente la muñeca izquierda, pasó el vidrió rápidamente a la mano que sangraba exorbitantemente para cortar el otro lado pero fue arrebatado por Kouga cortándola levemente la palma, este la miraba con lagrimas en los ojos,. Ella tomó rápidamente otro fragmento más pequeño con la mano sana, en todo el piso había trozos de lo que una vez fue el espejo, recostó su cuerpo por la pared poniendo el filo del vidrio por su cuello.
– Aléjate o me degollaré – amenazó firmemente la mujer, nunca pensó como se comportaría en un momento así, pero en definitiva en ese instante se sentía lo suficientemente preparada para cortarse el cuello, no quería que nadie más la tocara.
– Yo solo quise amarte, – susurro el hombre como explicación a sus actos. – Yo no quería hacerte daño – solo quería amarte – murmuraba repetidamente atajando su cabeza.
– Pero yo no te amo – explicó ella. Intentando hacerlo razonar. Alrededor suyo se formaba un charco con su sangre, aún así la joven se sentía tranquila. Él la miró aterrado.
– Mi amor ¿Estás bien? – preguntó tartamudeando Era una pregunta tonta, pero para el estado mental en el que se encontraba el joven, pensaba que todo estaría bien.
– Tú estás enfermo, solo vete Kouga, hazme ese favor y déjame morir sola – pidió ella cerrando los ojos y dejándose caer en la inconsciencia, Kouga, temblaba como una hoja, desvió la mirada para no ver más a la joven, salió afuera rápidamente, subió en su auto y se marchó apresuradamente.
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Inuyasha había llegado al edificio subió al apartamento, vio los destrozos y desesperó la buscó por todas parte pero no había nadie en el edificio, bajó rápidamente al estacionamiento encontrándose con el hombre flacuchento que también pretendía a su princesa.
– ¿Has visto a Kagome? – preguntó agresivamente como saludo el ojidorado.
– Si, salió con kouga, de paseo – explicó agriamente.
– ¿Dijeron a donde iban? – indagó más alterado aún.
– No – aseguró Houjo. Inuyasha pasó sus manos por sus cabellos en señal de frustración.
– ¿Hace cuanto tiempo se marcharon, fueron a pie? – seguía interrogando Inuyasha desesperado, tenía un mal presentimiento, y sentía toda la adrenalina corriéndole por sus venas, necesitaba ver a Kagome y saber que estaba bien.
– Hace cinco minutos, fueron en el carro de Kouga, ¿sucede algo malo?, es normal que estés celoso de tu hermana, volverá en unas horas. – aseguró poniendo una mano en el hombro del alterado hombre, en señal de apoyo – siempre vuelve – susurró triste.
– ¿Sabes la matricula de su auto? – preguntó esperanzado, ignorando por completo las palabras del hombre.
– No lo sé de memoria, pero lo tengo en mis registros – aseguró.
– Búscalo – ordenó.
– Es confidencialidad de los inquilinos, no lo puedo hacer – aseguró. Inuyasha lo tomó por el cuello de su remera y lo levantó.
– Escúchalo bien, me darás el número ahora mismo o te mataré, – anunció sacando su arma de la cintura de su pantalón y poniendo en la sien del hombre que no se acobardó tan solo cerró los ojos esperando el impacto.
– No puedo – aseguró, Inuyasha lo soltó y golpeó la pared con un puño en señal de frustración.
– Te lo ruego te pagaré lo que desees por esa información – pidió Inuyasha humillándose ni siquiera su orgullo era más importante que la joven.
– Lo siento – murmuró dándole la espalda.
– Kouga secuestro a Kagome – gritó frustrado – ayúdame a encontrarla rogó. Houjo asintió y fue a una caseta a buscar los registros Inuyasha Tomó su teléfono y discó un número.
– Shippo, necesito en 10 minutos la ubicación de un vehículo – ordenó.
– Señor Taisho le he dicho que no utilice mi nombre, llámame Ginta – pidió.
– Me importa poco tu nombre, quiero la ubicación no me interesa la manera que sea y cuanto cueste pero lo quiero rápido – repitió alterado. Houjo entregó el número e Inuyasha lo deletreó en el teléfono.
– Lo llamaré en un momento – aseguró antes de cortar.
Inuyasha corrió hasta su vehículo, y fue al trabajo de Miroku conduciendo como demente por las calles.
– Inuyasha amigo, a que se debe el milagro de que me visites – saludó Miroku feliz.
– Necesito que me hagas un favor – contestó caminando de un lado al otro con la mirada ida, algo que sorprendió a Miroku por lo que se puso serio y prestó total atención. – secuestraron a una mujer que me importa mucho, en unos minutos más me pasarán la ubicación de donde está, necesito que vayas con migo, no me siento bien, en lugar de ayudarla puedo hacer algo estúpido – murmuró temblando, realmente nunca se había sentido tan desesperado, la sola idea de perderla lo trastornaba.
Miroku rápidamente cerró su negocio, y subió al auto, habían pasado veinte minutos y no tenían aún un lugar donde buscarla.
– ¡Por Kami! – gritó Inuyasha frustrado golpeando su cabeza contra el volante. Se escuchó el timbre del teléfono e Inuyasha contestó rápidamente.
Miroku ya estaba arrepentido de haberlo acompañado, conducía a una velocidad increíble, donde había tráfico zigzagueaba esquivándolos como un profesional, le habían informado que el vehículo seguía en movimiento y señalaron las rutas tomadas por el automóvil que ellos seguían a la velocidad que iban lo alcanzarían en menos de treinta minutos, Inuyasha acelero más aún aun darse cuenta que el vehículo se había detenido.
Llegaron a una zona bastante apartada y vieron el auto indicado en el GPS del vehículo, justo cuando iban a bajar, Kouga salió de la casa que se encontraba frente al vehículo subió en este velozmente, pero estaba solo, arrancó y se marchó apresuradamente, Inuyasha estacionó frente a la casa y descendió corriendo ante la mirada incrédula de Miroku quien lo siguió.
La puerta estaba abierta por lo que Miroku entró tras Inuyasha y se quedó mudo ante la escena, la mujer estaba desnuda, sentada recostando su cuerpo contra la pared, alrededor suyo, un charco de sangre, era la visión más sombría que había apreciado.
Inuyasha quedó parado viéndola, se encontraba en un estado de shock, lagrimas abandonaban sus dorados ojos. Miroku caminó hasta la joven y tocó su cuello.
– Inuyasha – musitó este no contestó estaba trastornado, con la mirada baja y en completo silencio – Inuyasha ayúdame – gritó, eso logró despertar al joven.
– ¿Esta…está viva? – preguntó tartamudeando, Miroku asintió lo que devolvió el alma del joven ojidorado. Buscó la ropa de la joven, lo encontró en el baño, le colocó solo la ropa íntima, Miroku rompió la remera de la joven y la lio por la muñeca de la joven que aún sangraba. Inuyasha la cubrió con su saco y la cargó delicadamente.
En cinco minutos llegaron frente a un hospital público que era el único de la zona, la llevaron a urgencia. Y ahí esperaron por más de una hora.
– Familiares de Kagome Higurashi – musitó el doctor. Inuyasha se levantó y fue junto al doctor.
– ¿Cómo se encuentra? – fue la pregunta del Ojidorado.
– Clínicamente, mejor, pero aún inconsciente – musitó seriamente el doctor. – Debería pensar en la posibilidad de llevarla con un profesional, ya sabes para ayudarla a superar los traumas – explicó el hombre.
– ¿Fue violada? – pregunto el joven en un murmuro apenas audible pues le falto la voz temeroso de la respuesta.
– ¿Violada? – Devolvió la pregunta el doctor, no, se lo digo por el intento de suicidio– Explicó lo que alivió de sobre manera la opresión que sentía.
– ¿Puedo verla? – indagó esperanzado.
– Lo acompañaré hasta su habitación – ofreció, el ojidorado asintió con la cabeza y dirigió la mirada a su amigo.
– Gracias por todo amigo, ella va a está bien, – comentó el ojidorado poniendo una mano sobre el hombro de Miroku quien sonrió – Te llevo y luego vuelvo a pasar la noche con ella – aseguró.
– No es necesario voy de taxi – musitó el ojiazul manteniendo su sonrisa, lo que Inuyasha agradeció.
Inuyasha caminaba atrás del hombre de bata blanca, estaba ansioso, necesitaba comprobar con sus propios ojos que ella estaba bien y eso lograba asustarlo, de repente se escuchó un grito estridente seguido de otros, el ojidorado estaba seguro que esa voz pertenecía a Kagome por lo que desesperó, el doctor había acelerado sus pasos deteniéndose frente a la puerta de donde provenía el escándalo.
– Sueltameeeeee por favor – gritaba la joven encogiéndose en la cama lo máximo que podía – no, no me toques por favor, aléjate no quiero – musitaba en llantos la joven hipando, tres enfermeras intentaban inyectarle algo, pero la joven se resistía y por los arañazos en el rostro de dos de las enfermeras se notaban que la joven se estaba defendiendo.
– Debemos atarla está loca – comentó una de las enfermeras que se veía asustada de lo que pudiera hacer la azabache, quien se había hecho un ovillo en la cama. – Pediré una camisa de fuerza – murmuró caminando hacia la salida.
Inuyasha camino en dirección a la cama, pero la joven cuando sintió que alguien se acercaba se alejaba poniendo sus manos en frente a su cuerpo intentando protegerse.
– No se acerque – ordenó el doctor pero el ojidorado no hizo caso, el sabía que ella nunca lo atacaría.
– Kagome – musitó el rostro de la joven estaba bañado en lagrimas cosas que rompió el corazón del hombre, se podía palpar el miedo de la joven. – Princesa ya estas a salvo – aseguró acercándose más.
– Por favor déjame sola , vete Kouga – susurró entrecortadamente por el llanto.
– Kagome mírame – demandó – soy Inuyasha – Musitó, pero la mujer rehuía su mirada del joven.
– Nunca te haría daño, recuerdas que me dijiste hoy a la mañana que confías en mí, por favor mírame – pidió sentándose en la cama. – princesa no me asustes – demando triste.
– Cuidado – gritó una de las enfermeras, pero Inuyasha quedó inmóvil ella saltó sobre él poniendo sus brazos alrededor del cuello masculino y cobijó su rostro en el amplio pecho de hombre que tan la rodeó con sus brazos.
– Inu..ya..shha yo..no quería – tartamudeaba la joven entre sollozos abrazándose fuerte al cuello del joven, el tan solo acarició sus cabellos y dejó que se desahogara pues bien sabía que ella en ese momento solo necesitaba eso una compañía silenciosa.
Continua…

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