EL MEJOR AMANTE CAPITULO 18

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Bla bla bla (llamada de teléfono)
bla bla bla (pensamientos)
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Inuyasha se sentía desesperado habían pasado ya más de doce horas sin la joven, volvió a Tokio luego de interrogar a todos las personas del campamento, se sentía desorientado, necesitar saber al menos que la joven estaba bien; a quien mentía necesitaba verla, besarla y decirle lo mucho que la amaba, fue a la universidad de la joven pero tampoco la encontró y en ese momento se encontraba frente a la casa de Sango, la había seguido podrían denunciarlo como acosador, pero eso poco le importaba, golpeó la puerta esperando ansioso, cuando vio la manija de la puerta moverse sintió que su corazón latió de una manera alocada como hace horas no lo hacía pero toda esperanza murió al ver a Sango salir al exterior.
– Inuyasha ¿qué haces aquí a estas horas? – preguntó ilusionada.
– Quiero ver a Kagome – ordenó ante la interrogante mirada de la castaña.
– ¿Kagome? – preguntó.
– Sí, por favor dile que no me iré hasta que me escuche – afirmó decidido.
– Yo no he visto a Kagome desde el día de la fiesta – aseguró.
– No me mientas, déjame verla – rogó pasando una de sus manos par su cabello, se lo veía desaliñado y muy perturbado por lo que la castaña se preocupó.
– Pasa y cuéntame lo que pasó – ofreció cediéndole paso, él la miró
– Si no está aquí donde más puede estar – analizó desesperado – puede estar en peligro, ella no me dejaría. – aseguró.
– Pasa – repitió y el negó con la cabeza – te ayudaré a pensar – ofreció por lo aceptó la oferta. Sango cerró la puerta atrás del joven y lo invitó a sentarse en el sofá.
– ¿Quieres algo de beber? – indagó la mujer.
– Si – pronunció el ojidorado.
En unos minutos volvía la joven con una botella de vino, y dos vasos, sirvió la bebida y se lo ofreció al hombre quien aceptó.
– Ahora cuéntame lo que sucedió – pidió sentándose a un lado del ojidorado
– No lo sé, ella solo se fue, y la llame y me dijo que la olvidara, no lo entiendo – susurró antes de beber todo el contenido del vaso.
– ¿Hiciste algo malo? – indagó.
– No – aseguró.
– Llamaré a Ayame y a Rin, preguntaré si la han visto – musitó el rostro del hombre se iluminó ante la esperanza de verla. Sango lo miraba mientras esperaba ser atendida por Rin el hombre tomaba el contenido de la botella copa tras copa.
– Hola – se escuchó una suave voz.
– Hola Rin, me preguntaba si has sabido algo de Kagome – musitó la castaña.
– ¿Kagome? Etto…no desde que se fue al campamento no me ha llamado – aseguró.
– Gracias, avísame si se comunica con vos – pidió.
– Si – susurró la joven.
– Con Rin no está llamaré a Ayame – comentó al hombre que servía las últimas gotas del vino en su vaso.
– Hola Sango – saludó feliz del otro lado de la línea la pelirroja.
– Hola Yame ¿dime has visto a Kag.? – preguntó.
– No, esta con el Dios griego y se ha olvidado de llamar y no la culpo yo también olvidaría lo que fuera – comentó pícara.
– Si – susurró la castaña mirando a Inuyasha. –
Avísame si las ves, – pidió.
– Por supuesto hermosa, hey San quieres ir a un bar hoy, me siento algo aburrida – aseguró.
– Hoy no puedo, te parece si vamos mañana – pidió.
– Extraño los momentos en que tú y Kag. Eran divertidas – aseguró en protesta.
– Te quiero Yame , descansa – musitó antes de terminar la llamada.
– No la han visto – aseguró la castaña.
– ¡Kuso! – gritó frustrado, Sango sintió un poco de miedo pero no dijo nada. Se alejó rumbo a la cocina y trajo otra botella de vino, el ojidorado bebía el contenido de su vaso como si fuera agua – no la entiendo – murmuró.
– Tranquilo – susurró la mujer poniendo una mano en el hombro masculino, y sonrió al no ser rechazada por el hombre. Sango ya ni siquiera bebía pues el hombre acaparaba todo, pero no le incomodaba pues cuanto más bebía menos rechazaba sus caricias.
– ¿Qué haces? – preguntó el hombre al sentir la cálida mano femenina recorrer su trabajado abdomen, bajo la tela de la remera que llevaba puesto.
– Tan solo deseo hacerte sentir mejor – susurró sugerente.
– Entonces ayúdame a encontrarla – rogó Inuyasha cortando la inspiración de la joven.
– ¿Qué hace Kagome que yo no pueda hacer por ti? – murmuró acercando su rostro al del joven con intención de besarlo.
Inuyasha se paró y caminó tranquilamente rumbo a la puerta, rechazándola.
– ¿Dónde vas? – preguntó la joven.
– A mi casa – comentó.
– Quédate a dormir aquí – ofreció sensualmente.
– Es eso lo que nunca tuviste, orgullo, – aseguró – ¡deja ya de ofrecerte como una mujer de una noche! – gritó molesto, la joven lo miró asustada por unos momentos y luego sonrió.
– Kagome tampoco lo tiene, sabes con cuantos hombres durmió, cuantos la tomaron como suya antes que vos, Kagome tan solo es una…– comentó herida.
– Ni se te ocurra decirlo, – murmuró siniestramente el ojidorado cortando a la joven.
– La verdad duele Inuyasha, Kagome es una zorra, como yo y como todas no la pongas en un pedestal de santa – gritó la joven. Inuyasha tan solo la ignoró y caminó en dirección a la salida de la casa.
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Inuyasha acostado en su cama miraba el blanco techo de su habitación, ya había pasado por todas las etapas desde desesperación, agresividad, psicosis; ahora estaba en la etapa depresiva, la había buscado en todos los sitios, incluso había ido al antiguo apartamento de la joven, los días se habían hecho una eterna tortura ahora lo único que deseaba era verla aunque sea desde lejos, se levantó desanimado de la cama al escuchar el timbre de su teléfono.
– Shippo dime que la encontraste – fue el saludo del ojidorado.
– No, la joven no cuenta con tarjetas de crédito, ni nada que pueda ser rastreado, tiene una cuenta en el banco pero no ha retirado ni un solo yen de ese lugar, así que creo que me está pagando innecesariamente pues veo que será imposible encontrarla .
– Sigue buscándola Shippo, no me importa lo que cueste quiero saber donde está – musitó decidido.
– Está bien, lo llamaré cuando tenga alguna noticia – aseguró antes de cortar la llamada.
– Kagome – susurró Inuyasha, caminó hasta llegar frente al espejo y se miró en este, la joven se había llevado su vida – estás hecho un asco – se autocalificó, hacía mucho tiempo que no salía de su apartamento, ya ni siquiera se ejercitaba y comía solo cuando se sentía al borde del desmayo, había perdido mucho peso, no se afeitaba, y sus cabellos lo tenía largo como nunca antes, sus ojeras describían las noches en velas que había pasado, sentía como si hubieran pasado diez años, pero tan solo fueron tres meses, tres largos meses sin ver esos ojos chocolates y escuchar esa voz que amaba, todo su apartamento lo hacía recordarla por ello ya no quería salir de ahí, hasta podía jurar que las ropas que la joven había dejado, aún olían a ella, eso era lo único que lo mantenía vivo, los recuerdos. Escuchó dos golpes en la puerta pero ni siquiera prestó atención solo se volvió a acostar en su cama boca arriba.
El señor Taisho había sido un gran amigo y un gran padre para la joven, la cuidaba y se preocupaba por su bien estar, cosa que hacía que Kagome se sintiera un poco mejor, pero esto resultaba mucho peor de lo que había estimado, pensaba todo el día en el hombre de los ojos dorados y no podía ver a señor Taisho pues se echaba a sus brazos a llorar, él le recordaba tanto a Inuyasha.
Como se había hecho un ritual la joven se encontraba en su cama acostada boca abajo escuchaba en el equipo de sonido una música romántica que la hacía recordar lo bello que se sentía estar enamorada; y si, era una masoquista, pero por más tonto que sonara esto la ayudaba mucho a sobrellevar el inmenso dolor que sentía.
Se levantó de la cama y se miró en el espejo de cuerpo completo que estaba frente a ella, se veía mal, estaba ojerosa y sus cabellos estaban sin brillo, increíblemente aunque no comía casi nada había aumentado de peso, suspiró frustrada pues nunca se había visto hermosa pero si bonita ahora más bien se veía espantosa.
Escuchó dos suaves golpes en la puerta y miró en esa dirección.
– ¿Quién es? – preguntó desanimada, no tenía ganas de hablar con nadie.
– Kagome soy Yuka, traigo tu comida – se escucho en un tono alto, la joven sonrió débilmente y se dirigió hacia la puerta abriéndola para dejar pasar a su amiga, esta depositó la bandeja sobre el escritorio y la miro fijamente.
– Sucede algo – preguntó Kagome al notar a su amiga algo rara.
– Etto… es que quería tu opinión con algo, pero no sé si te enojaras, a pesar de que seamos amigas yo sigo perteneciendo a la servidumbre no quiero tomarme tantas confianzas – confesó apenada.
– Cuéntame – pidió Kagome entusiasta con la idea de ayudar a su amiga.
– Es que hace mucho tiempo que no mantengo relaciones con nadie y en verdad me hace mucha falta – susurró la mujer.
– ¿Quieres conseguir un novio? – preguntó la azabache y Yuka negó con la cabeza
– Me refiero a relaciones sexuales – explicó y Kagome asintió sonrojada.
– ¿En qué puedo ayudarte? – indagó no era un tema que deseaba hablar pero eso no podía decirle a su amiga por lo que la escuchó.
– Encontré este anuncio en el periódico – inició su explicación mostrando el anuncio que hizo que Kagome abriera la boca observando – ¿en tu opinión contratar a este hombre me costaría más de cincuenta mil yen? (651.056 US Dollar(s)) – preguntó Kagome no salía de su estupor ahí delante de sus ojos estaba el anuncio que la llevo a conocer a Inuyasha, estaba tal y como lo recordaba, sentía ganar de llorar pero las contenía estoicamente – Kag. Qué me dices ¿costará más que eso? Ya que es todo lo que puedo pagar – susurró.
– Etto…yo creo que cobrará mucho más – mintió la mujer, no sabía cuánto cobraba pero no pudo evitar que esa mentira abandonara sus labios, Yuka levantó los hombros en señal de despreocupación y se dio media vuelta para irse dejando la página sobre el escritorio. – Olvidas esto – susurró Kagome pasándole la hoja.
– Mejor te la dejo a ti que si puedes pagar por una noche de buen sexo con ese hombre, ya después me cuentas como te fue, disfruta de la vida, llámalo, no tienes novio que te cele, así que puedes disfrutar de varios orgasmos aunque estos sean pagados – agregó guiñándole un ojo y saliendo de la habitación. Se dirigió a pasos presurosos hasta el despacho y entró en este. – Ya está hecho señor Taisho, Kagome tiene lo que me encomendó – susurró y el hombre sonrió complacido.
– Inuyasha – susurró la azabache acariciando las letras del anuncio – ¿Cómo estarás? – se preguntó. Miró en la mesita de noche una foto del Señor Taisho con Inuyasha, esa foto que había tomado "prestado" de la sala, – necesito verte Inuyasha, Yuka tiene razón puedo usarte como amante, no meteré mis sentimientos, solo usaré tu cuerpo – susurró mirando el anuncio, tomó el teléfono de la casa, no deseaba llamar de su teléfono móvil por si la reconocía, marcó el numero que figuraba en este, su corazón latía a un ritmo alocado, estaba impaciente.
Inuyasha escuchó el timbre de su teléfono y por mucho que no quería levantarse de la cama sentía que debía contestar esta llamada.
– Hola – contestó desanimado al ver que se trataba de un número desconocido.
– Hola, vi en el anuncio del periódico su oferta por 7 días de placer – musitó la azabache Inuyasha quedó mudo al escuchar esa hermosa voz.
– ¿Kagome? – pensó el ojidorado sorprendido y claro que tenía que ser ella ya que el anuncio había dejado de ser publicado hacia más de dos meses cuando termino el plazo de la apuesta
– Me escucha señor amante – susurró e Inuyasha sonrió no podía comentar que la había reconocido pues entonces ella terminaría la llamada por lo que prosiguió con el juego.
– Te escucho preciosa, en que puedo servirte – susurró sensual ella bufó por lo que él sonrió más aún, inclusive creyó ver la mueca de fastidio que había hecho la mujer.
– Quiero saber cuándo estarías disponible – preguntó mordiendo sus labios – solo necesito una noche y por ella estoy dispuesta a pagar el precio de las 7 – murmuró.
– Yo estoy disponible cuando tú puedas – aseguró Inuyasha sensual.
– ¿Puedes esta noche? – indagó nerviosa, reprendiéndose luego por su desesperación.
– Claro hermosa, ¿dónde nos vemos y a qué hora? – preguntó impaciente.
– Etto…te parece bien en el Hotel Hakata a las 9 p.m – propuso.
– Quieres que vaya disfrazado de una manera especial para ti – susurró sugerente, sonriendo por la cara que habrá puesto Kagome con esa pregunta.
– No, te quiero tal cual eres – aseguró la mujer.
– Yo te amo mi princesa – pensó Inuyasha feliz como hace mucho tiempo no lo estaba.
– Cuanto me cobraras – preguntó.
– Eso te lo diré en persona – aseguró el ojidorado ya no deseaba pelear solo quería verla.
– Está bien nos vemos luego – susurró la mujer antes de terminar la llamada. Inuyasha tiró su teléfono sobre la cama emocionado, se miró nuevamente al espejo, en definitiva tendría un largo día para dejarse aunque sea un poco decente, entró a darse un largo baño.
Kagome sonrió como una tonta, y se lanzó sobre la cama poniendo la almohada sobre su rostro y gritando de la emoción.
– Tranquilízate Kagome solo será sexo – se reprendió pero su corazón no quería entender esa frase y por más que lo obligara no podía dejar de amarlo.
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Inuyasha se miraba satisfecho en el espejo, se había cortado el cabello como lo tenía antes y se había afeitado, la pérdida de peso se notaba y mucho pero eso no podría solucionarlo en un día, aunque sí había almorzado en gran cantidad e iniciado nuevamente su sesión de pesas y ejercicios por lo que se encontraba cansado pero más feliz que nunca. Miró su reloj que marcaba las 7:30 p.m aún faltaba y él ya estaba que caminaba por las paredes de su apartamento de la emoción, entró al baño para darse una ducha rápida antes de salir para la cita.
Kagome había ido al Spa se había exfoliado el rostro y le habían hecho incontables tratamientos para el cuerpo y el cabello, por lo que se miraba maravillada al espejo, en verdad se veía hermosa como nunca antes su piel brillaba apetitosa y ella se sentía una diosa, vistió el vestido azul que había comprado esa tarde era bastante osado, la azabache lo catalogaría más bien como indecente pero ella deseaba verse como una prostituta para así sentir que todo esto era solo una noche de sexo, en verdad el vestido no cubría mucho dejaba toda la espalda descubierta y la parte delantera contaba con un escote en V bastante profundo, con tal escote era imposible utilizar sujetador y abajo cubría solo un dedo bajo del glúteo.
– Felicidades Kagome te ves como una ramera – pronunció mirando su reflejo, peinó sus cabellos y se colocó una pequeña tanga negra, reía como una niña traviesa mirándose una y otra vez, se colocó un perfume excesivamente dulce y se maquillo con una sombra azul delineando sus ojos con lápiz negro y sus labios un suave brillo rosa, calzó unos zapatos negros de tacón y tomó una cartera de mano negro se miró una última vez, no se veía nada mal en realidad nunca se sintió tan seductora. Miró el reloj y se percató que iba a llegar tarde, escuchó que el taxi que había llamado había llegado por lo que abrió la puerta apresuradamente y bajó las escaleras
– ¿Vas a salir hija? – preguntó el señor Taisho
– Sí – contestó la joven intentando cubrirse ya que su atuendo no era nada decoroso
– ¿Dónde vas? – indagó, el señor Taisho intentando por todos los medios ocultar lo feliz que se encontraba en su papel de Cupido.
– Tengo una cita – comentó la joven emocionada, el señor Taisho solo asintió y Kagome caminó hacia la salida.
El taxista la miraba por el retrovisor de una manera lasciva logrando un gran sonrojo en la joven que intentaba cubrirse de esa mirada cruzando sus brazos frente a su cuerpo, sentía como si estuviera desnuda por lo que hacía una nota mental de nunca más vestirse de esa manera ahora se arrepentía pero ya era tarde, al llegar frente al hotel pudo divisar al ojidorado descender de su vehículo vestido con un Jeans azul y una remera negra estaba hermoso como siempre.
– Señorita ¿bajará O me la puedo llevar a mi casa? – preguntó con voz "seductora" el taxista.
– Sí, ya me bajo – contestó la azabache nerviosa, Inuyasha miraba de un lado al otro buscándola, ella lo detallo mejor, se lo veía muy cambiado hasta se podía decir triste; sintió unos terribles deseos de abrazarlo, de besarlo.
– No podré hacerlo – susurró la joven.
– Señorita – repitió impaciente el taxista.
Kagome bajó de taxi, una vez que el ojidorado ingreso al hermoso hotel, la joven caminó rumbo a la recepción del hotel a pasos lentos.
– Fuerza Kagome es solo sexo – susurraba intentando darse ánimos y entrar, todo esto resultaba más fácil en su imaginación, tomó una gran cantidad de aire antes de finalmente poder ingresar en el edificio.
Caminó en dirección a una hermosa mujer, quien la recibió con una gran sonrisa.
– Buenas noches, en que puedo ayudarla – musitó la mujer.
– Buenas noches etto…yo quisiera saber etto… la habitación del joven que ingreso hace un momento – susurró la azabache nerviosa.
– Lo siento pero no puedo brindarle esa información – aseguró la mujer.
– Podría llamarlo por favor y decirle que la mujer que lo cito ya llegó y si puedo subir – rogó la joven.
La joven tomó el teléfono y llamó a la habitación.
– Señor Taisho una joven lo busca – musitó.
– Dime esa joven tiene unos hermosos ojos chocolates y cabellera larga azabache – preguntó el hombre.
– Si – contestó la mujer mirándola fijamente.
– Déjala subir – pidió impaciente.
– Habitación 105 – aseguró la mujer mirando a Kagome quien sonrió.
– Gracias – susurró la azabache a lo que la joven asintió.
Subió al ascensor sus manos sudaban del nerviosismo, caminó lentamente rumbo a la habitación cuando se encontró con el número correcto la abrió lentamente y quedo interrogante al toparse con una habitación en completa oscuridad, entro caminando lentamente y soltó un grito de terror al sentir que alguien se posicionaba a su espalda y cerraba rápidamente la puerta poniéndole tranca, ella quedó tiesa al sentir el cuerpo masculino pegarse por completo al suyo, sentía mucho miedo pues no distinguía nada en la oscuridad, y podía sentir claramente el miembro duro del hombre contra su espalda baja.
– Ya no puedes escapar mi princesa – susurró el hombre contra su oreja y ella tembló extasiada al reconocer esa ronca voz que lograba erizarle todos los pelos de su cuerpo. Inuyasha lamió su oreja y luego bajó dando pequeños besos en el cuello femenino, ella gemía despacio, el subió precipitadamente ambas manos al nudo del cuello que mantenía el vestido en su lugar. – Estas tan hermosa y hueles delicioso – gimió Inuyasha mientras desanudaba el vestido que cedió cayendo hasta los tobillos de la joven quien cubrió rápidamente con sus manos sus senos expuestos, el hombre giró quedando frente a ella mirándola a los ojos, ambos ya acostumbrados a la oscuridad de la habitación se podían ver claramente con la luz proporcionada por la luna que entraba por la ventana. Inuyasha colocó ambas manos en el rostro femenino y se acercó lentamente con intenciones de besarla pero la joven desvió el rostro negándole el beso.
– Sin besos – ordenó la mujer, dejándolo atónito por unos minutos luego tan solo continuo con sus caricias descendió una mano lentamente por la espalda femenina provocando correntadas de placer que la joven expresaba en forma de gemidos.
– No sabes cuánto te he extrañado mi amor – susurró Inuyasha antes de abrazarla fuerte, el hombre cobijó su cabeza en el hombro femenino y aspiró profundamente el olor del cuello de la joven quien no podía contener sus lagrimas deseaba tanto abrazarlo y decirle que ella también lo extrañó que ella también lo amaba, pero no podía y eso la dejaba tan frustrada, lo empujó levemente por el hombro apartándolo.
– Será mejor que me vaya, no me estas poniendo fácil esta situación, yo no quiero hablar sobre falsos sentimientos solo quiero tu cuerpo – aseguró intentando por todos los medios que se la notara fría y decidida, pero ella sabía el verdadero motivo de la deseosa huida, Inuyasha decía palabras que la joven necesitaba oír, lo había extrañado tanto y eso era malo muy malo.
– Entonces tómalo que es todo tuyo – aseguró Inuyasha abriendo los brazos en señal de entrega, Kagome lo miró fijamente, él se veía tan perturbado, sus ojos denotaban tristeza y ella necesitaba tanto confortarlo.
– Me engaño, no puedo verte solo como una noche de sexo – pensó mirándolo, ella pensaba que él estaría feliz con Kikyou no se esperaba encontrarlo así.
– Al menos me deseas, no te vayas mi princesa – rogó, sacándose apresuradamente la remera, la joven lo miró fijamente, estaba tan flaco que la sorprendió. Kagome descendió su mirada al Jeans del joven donde notablemente se encontraba abultado, percibiéndolo un poco mojado. Se acercó lentamente.
– Quítate el Jeans – ordenó la joven e Inuyasha sonrió de lado gesto que para la joven siempre resultaba irresistible (lo siento es que amo cuando Inuyasha sonríe así, es tan arrogante y sexy) sacó sus zapatos deportivos, desabrochó el pantalón y bajó el cierre lentamente, Kagome mordía su labio inferior, nerviosa y deseosa al verlo despojarse lentamente de su prenda. El joven quedó con un bóxer blanco. – Acuéstate en la cama – pidió la mujer el obedeció sin preguntar confiaba plenamente en la joven. Kagome lo miro, acostado tan sumiso y tranquilo, no parecía el hombre explosivo que ella había conocido, pero de igual manera lo deseaba, tan solo verlo lograba encenderla, se acercó y deslizó lentamente la yema de sus dedos por el torso masculino, se sentó sobre el vientre bajo del hombre, descendió su cuerpo pegando por completo al de Inuyasha que la aprisionó entre sus brazos en un abrazo posesivo, Kagome tan solo descanso su cabeza en el hombro del hombre y aspiró profundamente su olor antes de depositar pequeños besos en la zona.
– Kagome – pronunció el hombre en un suspiro, la aludida alzó el rostro fijando su mirada en los ojos dorados que la miraban con tanta ternura, depositó pequeños besos en el rostro del hombre, en su nariz y en su frente, se podía palpar el amor y la devoción de uno por el otro, pero así también el orgullo. Bajó los besos al torso masculino y descendiendo lentamente, él tan solo soltaba pequeños suspiros de gozo, la joven tomó la última prenda del hombre y lo deslizó lentamente hacia abajo, lo admiró por un largo minuto, deseaba recordar cada rincón de su cuerpo, dirigió su mirada al miembro del hombre, posicionó una de sus temblorosa mano en la base y lo acarició levemente rozando sus dedos por él. Inuyasha no dejó que ella siguiera el necesitaba el sabor de su piel, su calor, su olor, por lo que la tomó desprevenida tumbándola en la cama, se subió sobre el cuerpo de la mujer que lo miraba fijamente esperando su próxima reacción, el acarició su rostro, era tonto pero no podía concebir tomar su cuerpo y no poder besarla, necesitaba tanto un beso suyo y que le digiera que aún lo amaba, frotó su miembro contra la húmeda entrada de la mujer y manteniendo sus miradas unidas se adentró lentamente en el cuerpo de la mujer que gimió sonoramente cerrando los ojos al sentirse nuevamente completa.
– Abre los ojos y mírame – pidió Inuyasha tiernamente antes de depositar un pequeño beso en la frente de la joven que obedeció mostrando la dilatación de sus pupilas. – Quiero que sepas quien fue el que te hizo el amor – susurró, Kagome no pudo resistir más la mirada de tristeza del hombre, sus dulces palabras y esas caricias tan delicadas como si fuera ella una flor que apeligraba marchitarse si la tocaba con rudeza, no pudo reprimir un sollozo y que lagrimas recorrieran su rostro. El se acercó besando cada lágrima que tenía la osadía de ansiar recorrer por la suave piel de la mujer. Una vez más la miró fijamente a los ojos y abrió exorbitantemente sus ojos al sentir los suaves y dulces labios de Kagome sobre los suyos, finalmente volvía a sentirla completamente suya, la besó lentamente entrando en su interior de la misma manera suave y deliciosa, mordió levemente esos carnoso labios que tanto había extrañado, los gemidos y suspiros morían en la boca del otro, por fin Kagome comprendió que cuando amamos a alguien es imposible dejar de lado los sentimientos y verlo como un cuerpo vacío que da placer ella deseaba tener todo.
Los movimientos eran tan lentos pero ante todo pronóstico ambos se retorcían por las gratas sensaciones experimentadas Kagome mordió levemente el hombro masculino y acarició lentamente la sudada espalda del hombre quien gemía roncamente siguiendo con su "trabajo" de embestirla tan lenta y profundamente como podía, no querían terminar con ese momento y ambos lo sabían, cada caricia, cada mirada demostraba todo lo que se habían añorado aunque su orgullo no les dejaba pronunciar una sola palabra más pero sus ojos los delataban se miraban con tanta adoración, la joven sentía un calor acumularse en su vientre bajo por lo que se aferró a la espalda de su amante con fuerza enterrando sus dedos en la suave carne, sin palabras él entendió por lo que aumentó la intensidad de sus envestidas con tanta fuerza que cualquiera pensaría que la lastimaba pero la joven tan solo gemía alocada amaba como se sentía tenerlo caliente adentro suyo y como sus músculos se tensaban, sus gemidos y por sobre todo el olor de su cuerpo mientras la poseía era algo único, la joven soltó un grito de placer y arqueó su cuerpo al llegar a la cumbre máxima de su placer, Inuyasha sintió que su miembro era presionado y succionado por el cuerpo de la mujer de una manera exquisita, aun así siguió embistiéndola con fuerza cerrando fuerte los ojos, sentía tanto placer como nunca lo había experimentado estaba sentible y la joven acariciaba su espalda por lo que él se retorcía por la corrientes de placer, soltó un gemido más bien parecido a un aullido derramando su semilla en el interior de su mujer, levantó la pierna femenina depositando varios besos en estos antes de flexionarlos poniendo la planta de los pies de la joven contra el torso masculino la tomó por las caderas con ambas manos y se adentró nuevamente en la joven.
– Ahh… – gimió la mujer al sentirlo tan profundo, esta vez lo embistes eran duros y desenfrenados, los gemidos y gritos retumbaban en la habitación, la joven cerraba fuerte los ojos – Inu…yasha ahhh…mmm…es…– gemía la joven intentando decir algo coherente pero fallando en su intento. El hombre enterraba fuerte los dedos en las caderas femeninas, deseaba mantenerla así por siempre.
La joven soltó un alarido de placer arqueando su espalda y contrayendo los dedos de sus pies, se sintió inmersa en la deliciosa sensación del éxtasis. Inuyasha salió del interior de la mujer soltando sus caderas y bajando sus pies la joven respiraba dificultosamente el hombre se sentó sobre la cama.
– Ven mi amor – ordenó el hombre y ella se incorporó gateando hasta posicionarse arrodillada frente al hombre, este tomó entre sus dientes uno de los pezones de la mujer, para luego succionarlo lentamente, la mujer sentía todo su cuerpo sensible, sentía una deliciosa corriente atravesarle completamente cuando el hombre succionaba lentamente, mientras acariciaba la espalda femenina, la joven nunca había imaginado que tan simple acto se podría sentir tan irreal. El hombre la empujó por la espalda acercándole más a su cuerpo la mujer entendió el pedido por la que se sentó sobre el erecto miembro del hombre ambos gimieron sonoramente, la joven engancho sus brazos en el cuello masculino, el hombre la sujetó fuerte por la cintura soltó el pezón inflamado de la azabache.
La joven inicio los movimientos circulares por lo que ambos gimieron, ella lamió el rostro del hombre absorbiendo su salado sudor, ambos se encontraban acalorados y excitados, la azabache se contoneaba eróticamente sobre el cuerpo de su amante, unieron sus bocas en un beso demandante, sus lenguas se enrollaban batallando mientras la joven ascendía y descendía de una manera alocada sobre el miembro del hombre terminaron el beso cuando les faltó el aire, él besó el rostro femenino descendiendo al cuello cuando sintió que llegaría a su orgasmo mordió el cuello femenino de una manera casi bestial.
– Ahhhh…. – la joven soltó un grito ensordecedor pero no fue por el dolor, más bien fue porque con esa mordida sintió como si una corriente eléctrica la atravesaba y desencadenó el orgasmo más feroz que la joven había sentido, sintió como si su cuerpo entraba en un estado de relajación celestial y la sensación de ser llenada con la semilla caliente de Inuyasha, era deliciosa, todo resultaba perfecto.
– Discúlpame mi amor – susurró el hombre en un gemido, la joven no podía hablar por lo que tan solo recostó su cabeza en el hombro masculino e intentó recuperar la normalidad de su respiración, él la abrazó por la cintura y ambos se quedaron en un eterno minuto en completo silencio. El joven lamió delicadamente la marca que había dejado la mordida y Kagome gimió débilmente. – Estas tan hermosa mi ángel – susurró el joven.
– Inuyasha no hagas esto – murmuró la azabache.
– ¿Hacer que mi amor? – indagó. La joven lo odiaba porque esa voz sensual y ronca que poseía el hombre la volvía loca. Se levantó y aunque se sintió vacía y la soledad nuevamente la embargó, se alejó del hombre, caminó a pasos presurosos rumbo a su vestido y se vistió en un tiempo record buscó su cartera y cuando la encontró extrajo de este un sobre amarillo. Caminó rumbo al hombre que la observaba.
– Gracias querido – murmuró la joven extendiendo el sobre frente a su cuerpo para ser tomado por el hombre quien la miraba fijamente sin mover ni un músculo – espero que esto sea suficiente – agregó.
– No necesito tu dinero – aseguró molesto, – también yo lo disfruté – agregó.
– Te lo dejo aquí, como siempre eres el mejor – comentó ácidamente, poniendo el sobre que contenía el dinero, sobre una mesa. La mujer caminó rumbo a la puerta. Inuyasha se levantó por lo que la joven corrió, sacó la tranca y abrió la puerta apresuradamente, salió un paso al exterior y se sintió sujeta por una mano masculina, se deshizo del agarre como pudo y corrió con todas sus fuerzas para huir, agradecía a kami no haberse puesto los zapatos y que Inuyasha estaba desnudo por lo que no pudo seguirla ni siquiera utilizó el ascensor, bajo corriendo por las escaleras a una velocidad increíble, tanto como si estuviera huyendo del mismísimo diablo.
Salió al exterior del hotel y tomó el primer taxi que encontró donde finalmente pudo respirar.
Inuyasha se vistió apresuradamente y bajó buscándola pero no se encontraba por ningún lugar.
– ¡Kuso! – gritó pateando el hermoso sofá que se encontraba en la recepción, recibiendo la letal mirada de la recepcionista. No entendía porque la joven hacía algo semejante ilusionarlo y luego dejarlo nuevamente, condujo rumbo a su apartamento no se sentía para nada mejor, se sentía usado, triste, pero necesitaba tanto volver a verla, si la joven lo volviera a llamar no dudaría un segundo en acudir a su llamado aunque sea solamente por sexo.
Kagome llegó a la casa donde estaba viviendo durante estos meses pagó el taxi y bajó, necesitaba enormemente un abrazo del señor Taisho, corrió hasta la puerta y la abrió ingresó a la residencia y caminó rumbo al despacho donde sabía que lo encontraría, golpeó la puerta con sus nudillos.
– Adelante – susurró Inu-no. La joven abrió la puerta y caminó apresuradamente en dirección al hombre que estaba sentado en su escritorio escribiendo en su portátil – ¿te encuentras bien hija? – indagó al verla perturbada, la joven negó con la cabeza por lo que Inu – no se paró y la abrazó protectoramente como todos estos meses ella lloró contra su pecho, como ya era costumbre.
– Ya no llores pequeña, enfermaras – susurró tiernamente acariciándole los cabellos, la joven deseaba obedecer la orden pero no conseguía, volver a verlo había sido muy duro. La joven se sintió repentinamente débil, y sintió como si su cuerpo se resistiera a mantenerse en pie, su visión se volvió nublosa, y cayó inconsciente en los brazos del hombre.
La joven abrió los ojos lentamente y se encontró con un hombre de avanzada edad, este hablaba con el señor Taisho que se mantenía con un semblante preocupado. Detalló mejor el lugar y reconoció la habitación que estos tres meses había estado ocupando.
– ¿Entonces no ha sido la primera vez que se ha desmayado?, – indagó el hombre.
– No – aseguró el señor Taisho.
– Esta bajo tensión o preocupación últimamente – preguntó.
– Sí – contestó el hombre preocupado.
– ¿Se alimenta correctamente? – siguió su interrogatorio anotando los datos en una libreta, ambos no se habían percatado de la recuperación de la conciencia por lo que solo la ignoraban.
– Lo he intentado, pero dice no tener apetito y si la obligo lo vomita todo nuevamente – comentó. El señor Taisho miró a la joven y sonrió al verla despierta.
– Te había dicho que si llorabas mucho enfermarías, ya ves señorita lo has logrado – comentó tiernamente – él es Totosai médico de la familia – comentó.
– Señorita ¿usted tiene una vida sexual activa? – preguntó indiscretamente el médico por lo que la joven se sonrojó furiosamente y asintió. – ¿Cuál es el método anticonceptivo que utiliza? – indagó profesionalmente la joven quedó pálida al entender la posibilidad que el médico estaba cotejando.
– No estoy embarazada – aseguró.
– ¿Cuando fue su último ciclo menstrual? – preguntó ignorando la afirmación dada.
– Hace unos días – mintió la mujer porque bien ella sabía que había sido hacía más de tres meses, no se había preocupado hasta el momento por que solía ser irregular, pero ahora que lo pensaba era muy probable un embarazo.
– De igual manera quisiera que se haga esta prueba de embarazo para descartarlo y así poder recetarte medicamentos para el estrés – comentó, la joven asintió y tomó la prueba dirigiéndose rumbo al baño.
En tres minutos salió la joven del baño.
– Kagome dime que finalmente seré abuelo – comentó feliz el señor Taisho con una gran sonrisa.
– No, la prueba dio negativo – susurró la mujer.
– Estaba tan emocionado de tener un lindo nieto con tus cabellos y los ojos de Inuyasha – susurró decepcionado. La joven comenzó a lagrimear nuevamente. – no hija, no llores por favor, discúlpame – rogó.
– Papá no me hace bien estar en esta casa, moriré de tristeza si sigo aquí – susurró. – todo me recuerda a él, tú me recuerdas a él – comentó.
– ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor hija? – indagó.
– Quiero hacer un viaje, para despejar mi mente e intentar olvidarlo – susurró.
– ¿Porqué mejor no hablas con él y lo perdonas? – indagó.
– Te prometo padre que luego del viaje hablaré con él – aseguró.
– Yo creo que eso será muy bueno para la salud de la jovencita – aconsejó el doctor por lo que el señor Taisho no tuvo otra acción más que aceptar.
Inuyasha llegó nuevamente a la soledad de su apartamento, se acostó en su cama suspiró sonoramente, sujetó en el aire el sobre que le había entregado la mujer, lo olió y sonrió al percibir el dulce olor de la joven en este, escuchó el timbrado de su teléfono por lo que buscó el objeto en su bolsillo.
– Hola Shippo – musitó.
– Señor Taisho hoy por la tarde la joven extrajo la totalidad de sus ahorros del banco, y rastree el número de teléfono que me envió y no podrá creer a nombre de quien se encuentra – aseguró.
– Déjate de suspensos – ordenó el ojidorado.
– Su padre – aseguró. El ojidorado quedó en shock por unos segundos. – señor Taisho me escucha – indagó.
– Sí – susurró.
– Le enviaré la dirección de la casa por un mensaje de texto – aseguró.
Inuyasha sonrió y se incorporó en la cama.
– Esta vez me escucharas aunque te tenga que amarrar a mi cuerpo – susurró decidido.
Continua…

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