EL MEJOR AMANTE CAPITULO 20

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Los personajes de Inuyasha no son míos, ni nunca lo serán, pertenecen a Rumiko Takahashi
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Inuyasha tan solo siguió ascendiendo las escaleras que parecían multiplicarse y no tener final, al llegar finalmente a la cumbre quedó maravillado al ver la humilde pero hermosa casa, desde lejos se podía sentir el calor de hogar y una paz abrazadora, la señora caminó rumbo a la puerta y la abrió, sacó sus zapatos dejándolos a un costado de la puerta.
‒ Tadaima ‒ musitó alto la mujer anunciando su llegada, se escucharon pasos apresurados en el piso superior y en menos de un minuto un joven hacía acto de presencia.
‒ Mamá finalmente has llegado estaba tan preocupado ‒ aseguró ‒ mi hermana me mataría si supiera que te dejé ir sola por las cosas para la cena ‒ comentó agitado.
‒ Tranquilo ‒ susurró la mujer ‒ ¿y dime como te fue en la cita? ‒ preguntó por lo que el joven se sonrojó.
‒ Bien mamá gracias por hacer esto por mí, te quiero ‒ aseguró besando en el rostro de la señora que sonrió ampliamente.
Inuyasha se había despojado de su calzado y los miraba desde el marco de la puerta.
‒ Haría lo que fuera con tal de ver esa sonrisa ‒ susurró pellizcando levemente su rostro.
‒ ¡Mamá! ‒ Se quejó el joven por lo que Inuyasha sonrió, solamente él sabía lo que valía la caricia de una madre y esa tierna sonrisa, aunque para los que lo tenían resultara ridículo.
El joven se percató de la presencia de Inuyasha, por lo que lo observó con recelo.
‒ Hola ‒ saludó el ojidorado al verse blanco del escrutinio.
‒ ¿Quién eres? ‒ preguntó concretamente el joven.
‒ Es un amigo, él me ayudó a cargar las compras y lo invité a pasar noche buena con la familia ‒ comentó la señora.
‒ Inuyasha ‒ se presentó extendiendo una mano.
‒ Discúlpame estoy un poco nervioso ‒ comentó aceptando el apretón de mano. ‒ mi hermana da miedo cuando está enojada ‒ agregó con una sonrisa.
‒ Ven Inuyasha ayúdame a llevar todas las bolsas a la cocina ‒ pidió la mujer.
‒ Sí ‒ susurró el ojidorado siguiendo a la señora, el joven amablemente tomó algunas de las cargas de Inuyasha y también los acompañó.
‒ ¿Tus primos? ‒ indagó guardando las cosas en el refrigerador.
‒ Irían a recorrer la ciudad ‒ explicó el joven subiéndose sobre la mesada de la cocina y tomando un manzana.
‒ Tadaima ‒ se escuchó un grito femenino y el ojidorado reconoció automáticamente esa voz por lo que miró en dirección a donde provenía la voz, pero no podía ver a nadie, miró a la señora quien sonreía ampliamente por lo que Inuyasha entendió.
‒ Mamá, abuelo, Sota, ¿alguien en casa? ‒ indagó.
‒ Acá en la cocina hija ‒ gritó la señora, Inuyasha no sabía qué hacer por primera vez sentía unos deseos irrefrenables de esconderse debajo de la mesa, y aunque no fue debajo de la mesa si se encogió en una esquina de la habitación guardando silencio absoluto. La joven ingreso en la habitación y sonrió al ver al joven ayudando a su madre.
‒ Hermanito y yo que dije que seguramente estarías de vago ‒ comentó acariciando tiernamente los cabellos del joven quien bufó.
‒ ¿Estás con tu novio, el delicado? ‒ comentó para enfurecerla.
‒ Cállate enano, ‒ ordenó sacando la lengua ‒ y no Sesshomaru, se fue al hotel, como sabe que lo amas y tenía tanto anhelo de verte te manda muchos saludos ‒ comentó irónicamente la mujer.
‒ ¿Cómo te has sentido hoy? ‒ indagó la señora deteniendo su tarea y mirándola.
‒ Bien, aunque me siento exhausta y mis pies están matándome ‒ comentó.
Inuyasha tan solo la miraba fijamente sin dudas la joven amaba a su familia pues sonreía de una manera sincera, cosa que Inuyasha había extrañado.
‒ Es que te estás poniendo gorda y tus pobres pies no soportan el peso de tu barrigota ‒ musitó Souta molestándola. La joven se quedó sería y repentinamente lagrimas hacían su aparición. Inuyasha sintió unos irrefrenables deseos de consolarla, de besarla y decirle que estaba hermosa.
‒ Kag…hermanita sabes que es mentira ‒ tartamudeó el hombre preocupado ‒ Kagome no llores, discúlpame ‒ susurró acercándose y abrazando a la joven.
‒ Eres un baka ‒ susurró la mujer entre sollozos.
‒ Lo sé ‒ murmuró. ‒ Y tu eres mi llorona, agresiva, y demente, hermanita ‒ aseguró tiernamente ‒ ya no llores ‒ pidió y la joven asintió.
‒ Ya deseo que nazca mi hijo, logra que haga tantas tonterías ‒ aseguró la mujer limpiándose las lagrimas.
‒ No culpes a mi sobrino, que desde siempre las hiciste ‒ comentó el joven recibiendo un "cariñoso" codazo por parte de Kagome.
‒ Souta deja de molestar a tu hermana, ‒ regañó la señora.
‒ Si mamá ‒ contestó por inercia por lo que el ojidorado sonrió, era una hermosa imagen familiar.
‒ Inuyasha quieres jugar videojuegos en mi habitación ‒ ofreció el joven por lo que Kagome abrió enormemente los ojos al escuchar ese nombre. Inuyasha quedó en silencio y tan solo asintió para huir de ese lugar.
‒ Claro, discúlpame hijo, ven ‒ pidió la señora y Kagome miró en dirección a donde miraba su madre. ‒ Kagome él es Inuyasha, un amigo ‒ "presento", ‒ Inuyasha ella es Kagome, mi hija ‒ explicó sonriendo ampliamente mirando al hombre, Inuyasha se sonrojó por todo lo que había dicho a esa mujer.
‒ ¿Qué haces aquí? ‒ preguntó la joven ácidamente.
El joven se quedó en silencio mirándola directamente a sus ojos chocolates.
‒ Yo lo invité a pasar noche buena con nosotros, ‒ explicó ¿lo conoces? ‒ preguntó la mujer "intrigada".
‒ No ‒ susurró la azabache ‒ Mamá subiré a mi habitación a dormir ‒ comentó.
‒ Claro hija, cuando despiertes avísame así llevaré el saco de dormir donde dormirá Inuyasha ‒ musitó
‒ ¿Qué? ‒ gritó la joven ‒ no pensarás que dejaré que ese hombre duerma con migo ‒ agregó molesta señalando con un dedo al ojidorado.
‒ Nunca dije que dormiría con vos, tan solo en el suelo de tu habitación ‒ comentó divertida la mujer por lo que Kagome se sonrojó furiosamente al darse cuenta de sus pensamientos.
‒ Etto…yo… de todas maneras queda mal que un hombre desconocido duerma en mi habitación, ‒ tartamudeó nerviosa ‒ ¿Porqué no duerme con Sota? ‒ indagó.
‒ Ya sabes que tus primos están en la habitación de Sota ‒ regañó la mujer.
‒ Mis primos pueden dormir en mi habitación y…‒ ofreció.
‒ No quiero molestar, dormiré afuera si me presta el saco de dormir ‒ susurró el ojidorado, hacía tres días que había iniciado el invierno, quizás aún no estaba azotando con poderío el frio pero sin lugar a dudas de noche era demasiada fría para dormir a la intemperie.
‒ No, discúlpame ‒ musitó Kagome mirándolo sonriente al darse cuenta lo infantil de su escena. La señora sonrió ampliamente, caminaron rumbo a una habitación donde la mujer le facilitó un bolso donde guardaban el saco de dormir.
‒ Hija indícale tu por favor donde armarlo, yo aún tengo mucho que hacer ‒ pidió la mujer antes de caminar nuevamente rumbo a la cocina.
‒ Sígueme ‒ ordenó la mujer, caminó lentamente rumbo a las escaleras, ascendió los peldaños y caminó rumbo a la última puerta del pasillo y la abrió. Inuyasha la siguió serio llevándose consigo el bolso. Una vez que ingresaron en la habitación la joven lo miró molesta, cerró la habitación ‒ ¿Qué demonios haces en mi casa? ‒ preguntó en voz baja pero no por eso la frase perdió su grado de furia.
‒ Yo no sabía que esta era tu casa ‒ se defendió el ojidorado.
‒ Ja, si claro ‒ comentó irónica ‒, porque no me dejas en paz de una malita vez ‒ pidió.
‒Yo no tengo deseos de estar aquí, si sabía que era tu casa no aceptaría la propuesta de tu madre ‒ aseguró el hombre, acercándose a la mujer enfrentándola con la mirada, se sentía frustrado, tenía unos deseos irrefrenables de apretar el cuerpo femenino por la puerta y besarla hasta que ella entendiera que ambos se amaban; pero ya lo había decidido, él ya no la buscaría, la joven lo miró por un largo minuto en silencio ‒ ya había decidido nunca buscarte y olvidarte de una maldita vez ‒ comentó ‒ así que quédate tranquila querida cuñadita que para mí ya no significas nada ‒ afirmó. Bajó pesadamente el bolso en el suelo y dio la espalda a la joven saliendo de la habitación a pasos presurosos.
Kagome se odiaba, después de todo aún no lo podía olvidar, cada palabra pronunciada por el joven la había herido, la joven se dirigió lentamente rumbo al cajón de su mesita de noche y extrajo de este la foto que había tomado de casa del señor Taisho, se acostó en la cama mirando la foto, acarició la imagen de Inuyasha y no pudo evitar que lágrimas recorrieran nuevamente su suave rostro, miró la foto sonriente de Inu-no y también sonrió entre lágrimas, lo extrañaba tanto. El niño se movía mucho, Kagome sabía que no le gustaba que llorara, hace poco más de una semana atrás finalmente había empezado sus dulces movimientos, pero estos se volvían impetuosos cuando la joven estaba triste, parecía como si el niño estuviera dispuesto a protegerla
‒ Tranquilo hijo, papá es un poco gruñón pero nunca nos haría daño ‒ susurró acariciando su vientre, se acomodó mejor en la cama y cerró los ojos intentando conciliar el sueño. Inuyasha descendió las escaleras molesto.
‒ ¿Qué se cree esa mujer? ‒ susurró. Se acercó a la salida de la casa y se colocó su calzado con intención de marcharse. Salió al exterior y el hermoso sol lo recibió, sinceramente el lugar era hermoso y amplio.
‒ ¿Ya estas acomodado? ‒ preguntó la señora con una sonrisa.
‒ Si, ‒ susurró el joven ‒ ¿Por qué no me dijiste que Kagome era tu hija? ‒ preguntó agresivamente mirando a la mujer.
‒ Pensé que iba a ser una sorpresa para ambos ‒ susurró.
‒ Y lo fue, pero no una buena ‒ aseguró molesto.
‒ Inuyasha no seas baka, tú mismo lo dijiste; la amas, no te des por vencido tan fácilmente ‒ regañó. ‒ ahora ayúdame por favor a preparar todo para hoy a la noche, ‒ pidió.
‒ Si ‒ musitó el hombre y como buena madre la mujer tenía más de una labor para encomendar al joven. Inuyasha pasó la próxima hora, colocando mesas, sillas, colgando los adornos navideños y cualquier cosa que pidiera la mujer.
‒ Inuyasha ‒ musitó alto la mujer por lo que el joven levantó el rostro y miró en dirección a la casa. ‒ Ven ‒ pidió, el hombre caminó a pasos lentos rumbo a la casa, sacó sus zapatos e ingresó. ‒ Es hora de comer y ya he llamado a Kagome no baja ‒ comentó ‒ no le hará bien al bebe que ella no se alimente bien ‒ agregó, antes de terminar la frase Inuyasha ya estaba ascendiendo las escaleras por lo que la señora sonrió. Inuyasha dio dos leves golpecitos con sus nudillos en la puerta de la habitación de la azabache.
‒ Mami me duelen muchos los pies, comeré cuando baje la hinchazón ‒ gritó la joven desde el interior de la habitación. Inuyasha sin pedir permiso ingresó en la habitación y quedó mirándola fijamente, las blancas y torneadas piernas de la joven se encontraban expuestas, había levantado los pies sobre una pila de almohadas, la joven desvió en rostro en dirección al hombre e intentó cubrirse un poco de esa dorada mirada que la observaba sin disimulo.
‒ ¿Qué haces aquí? ‒ susurró la mujer.
‒ Me envió tu madre para que bajes a almorzar ‒ explicó el ojidorado. ‒ ¿Te sientes mal? ‒ preguntó preocupado acercándose a la joven.
‒ No ‒ susurró ‒ es algo tonto ‒ comentó.
‒ ¿Te puedo ayudar en algo, princesa? ‒ preguntó dulcemente, ya había olvidado la pequeña discusión de hace un rato.
‒ No, es solo que cuando más crece mi hijo, pesa más y no me acostumbro a tanto peso ‒ explicó. Inuyasha se sentó en el borde de la cama por lo que la joven lo miró cautamente. ‒ y… hoy…caminé mucho ‒ explicó nerviosa intentando incorporarse.
‒ Está bien que descanses, pero también deben comer algo ‒ explicó colocando tiernamente una mano sobre el vientre de la mujer, la joven tomó la mano masculina y la apartó de su cuerpo. ‒ ¿Ya tienen un nombre para el niño?, ‒ preguntó.
‒ No ‒ susurró Kagome.
‒ No sabes lo feliz que me sentí cuando pensé que tendríamos un bebe ‒ comentó triste.
‒ Inuyasha por favor no… ‒ murmuró la mujer.
‒ Lo sé, ‒ aseguró. El hombre fijó su atención en los hinchados pies de la joven y se deslizó sobre la cama acercándose a los pies femeninos, Kagome aguantó la respiración al sentir las cálidas manos masculina cobijar uno de sus pies, gimió sonoramente cuando el joven realizó una presión, iniciando unos movimientos circulares con sus pulgares, Kagome se sintió perdida en un mar de sensaciones, desde el dolor hasta el más profundo alivio ‒ ¿Te gusta princesa? ‒ preguntó en un gemido el joven.
‒ Si ‒ susurró la mujer, sin darse cuenta de las reacciones que estaba causando en el ojidorado, el hombre cambió de objetivo realizando la misma "tortura" al otro pie. El hombre ascendió su "masaje" por el tobillo realizando suaves movimientos circulares por lo que la joven se removía inquieta por el dolor.
‒ Cariño no te muevas así ‒ pidió roncamente el hombre, la joven abrió los ojos al reconocer ese tono de voz y quedó estática en su lugar, intentando por todos los medios no causar ninguna reacción en el joven quien presionó todos los dedos en su suave y estimulante masaje en la planta de los pies.
‒ Inuyasha ‒ susurró ‒ duele ‒agregó.
‒ ¿Quieres que me detenga? ‒ indagó dulcemente mirándola y la joven negó con la cabeza. La joven juntó fuertemente una pierna contra la otra, se odiaba a sí misma, pues tan "simple e inocente" masaje la tenía deseosa de otra cosa.
‒ Piensa en Sesshomaru, piensa en Sesshomaru
‒ se repetía mentalmente la mujer cerrando fuerte los ojos.
‒ ¿Te sientes mejor? ‒ indagó por lo que la joven abrió los ojos y asintió.
‒ Gracias Inuyasha, ‒ susurró la azabache. Inuyasha se paró y caminó unos pasos.
‒ Kagome tu me harías un favor ‒ susurró el hombre a lo que la joven asintió. ‒ Entraré a bañarme, podrías conseguirme una ropa ‒ pidió.
‒ ¿Por qué no bajas por tus maletas? ‒ indagó la mujer.
‒ Cariño no creo que sea conveniente que tu madre me vea en estas circunstancias ‒ explicó por lo que la joven no pudo evitar fijar su mirada en el prominente miembro del joven y se sonrojó asintiendo. ‒ Gracias princesa ‒ susurró acercándose a la joven que lo miraba impaciente casi ya podía sentir los labios masculinos sobre los suyos, pero el joven tan solo desvió el rostro depositando un beso en el rostro de la mujer antes de caminar rumbo a la puerta que él creía sería el baño, la joven suspiró profundamente, había deseado que el joven la besara y no entendía por qué no lo había hecho, si ella estaba dispuesta a recibirlo.
‒ Será cierto que ya no le intereso ‒ pensó la joven ‒ era eso lo que querías ‒ aseguró la joven en pensamientos, pero por algún motivo se sentía triste.
Kagome bajó las escaleras lentamente, y se dirigió directamente rumbo a la valija del ojidorado, lo abrió sin ninguna inhibición y tomó la primera ropa que pudo alcanzar, buscó en todos los bolsillos un bóxer hasta que finalmente hayo uno color bordo por lo que la mujer se sonrojó.
‒ ¿Hija que haces revisando las pertenencias de Inuyasha? ‒ indagó la mujer divertida observándola.
‒ Etto…yo…él me pidió una ropa ‒ comentó sonrojada intentando ocultar el bóxer.
‒ Me alegra que se estén llevando mejor ‒ comentó con una gran sonrisa, la azabache asintió antes de caminar a pasos presurosos rumbo a su habitación, ingresó en este y suspiró sonoramente.
Inuyasha salió del baño completamente mojado y desnudo la joven lo miró fijamente por unos segundos hasta que su cerebro hizo clic.
‒ Ahhh…. ‒ gritó Kagome lanzándole todo lo que tuviera a su paso. ‒ tápate maldito hentai ‒ ordenó tirándole todas las ropas al joven quien sonrió.
‒ Lo siento no creí que te habías vuelto tan mojigata ‒ comentó divertido el hombre ‒ además no estás viendo nada nuevo ‒ aseguró. Kagome no pudo evitar detallarlo y quedó en silencio recorriéndolo por unos segundos. No entendía como ese hombre podía verse tan estúpidamente perfecto, las gotas de agua resbalaban por su blanca piel. ‒ Y luego soy yo el hentai ‒ susurró el hombre por la mirada recibida, agachándose y tomando todas sus ropas para ingresar nuevamente en el baño.
En cinco minutos salía un Inuyasha vestido y sonrió a la joven sonrojada sentada sobre la cama.
‒ Tranquila cariño nadie se enterará de tu secreto ‒ susurró sensualmente acercándose.
‒ ¿De qué hablas? ‒ indagó nerviosa la mujer.
‒ Que aún me deseas ‒ aseguró y antes de que la joven pudiera negar se escucharon dos suaves golpes en la puerta.
‒ Hermana, viene junto a ti, mi adorable y divertido cuñado ‒ comentó Sota antes de alejarse. Kagome e Inuyasha se miraron fijamente.
‒ Tranquila princesa ve y atiende a tu novio ‒ murmuró, la joven lo miró fijamente y muy a su pesar asintió.
La joven salió de la habitación, bajó las escaleras y se dirigió rumbo a la cocina.
‒ Mamá, ¿donde se encuentra Sesshomaru? ‒ indagó.
‒ Prefirió esperarte afuera ‒ comentó la mujer por lo que la joven se dirigió hacia la puerta. El hombre sonrió al verla y Kagome caminó en su dirección, cuando la tubo en frente suyo Sesshomaru la tomó por la cintura acercándole a su cuerpo lo que el vientre permitía y la besó profundamente, la joven engancho sus brazos al cuello masculino y contestó el beso con la misma intensidad.
‒ Ya te extrañaba pequeña ‒ susurró al finalizar el beso, la joven se sentía la peor basura del mundo, pues ella ni había pensado en él.
‒ También yo ‒ mintió.
‒ Vine por ti, pues quería que almorcemos juntos, preparé una linda mesa en mi habitación ‒ susurró sugerente, la joven se sonrojó pues entendió el rumbo de los deseos del mayor de los Taisho.
‒ Etto…mamá ya preparó el almuerzo, justo ahora almorzaríamos ‒ comentó evitando cualquier otra proposición.
‒ Amor, necesito tenerte con migo ‒ susurró.
‒ Y me tienes ‒ aseguró la mujer.
‒ No es así, Kagome vayamos al hotel por favor ‒ pidió la joven lo miró fijamente y muy a su pesar asintió.
‒ Iré por un abrigo y vuelvo ‒ musitó a lo que el joven asintió eufórico. Kagome subió a su habitación donde para su desdicha se encontraba Inuyasha acostado cómodamente en la cama femenina. La joven lo ignoró y se dirigió rumbo a su armario tomando de este un abrigo.
‒ ¿Saldrás? ‒ indagó Inuyasha.
‒ Etto…yo…si…Sesshomaru quiere… ‒ tartamudeaba sonrojada la joven.
‒ Sé lo que Sesshomaru desea ‒ aseguró mirando el techo.
‒ Nos veremos en la noche ‒ susurró la mujer caminando rumbo a la puerta.
‒ Princesa ‒ susurró, la joven esperó que Inuyasha dijera algo más pero este tan solo suspiró y guardo silencio por lo que la joven abandonó la habitación. ‒ te amo ‒ susurró Inuyasha.
Sesshomaru conducía feliz rumbo al hotel donde se había hospedado por todo un mes, la joven tan solo observaba por la ventana pensativa.
‒ ¿Sucede algo pequeña?, ‒ preguntó ‒ estas muy seria ‒ agregó.
‒ Sesshomaru yo aún no me siento preparada ‒ comentó.
‒ Amor déjame al menos intentarlo ‒ pidió posicionando una mano en la pierna femenina.
‒ Si ‒ susurró la joven poco convencida. ‒ Tengo algo que contarte ‒ musitó.
‒ Te escucho ‒ aseguró fijando su mirada en la carretera pero manteniendo la mano en el muslo femenino.
‒ Inuyasha pasará noche buena con nosotros ‒ comentó.
‒ ¿Inuyasha? ‒ preguntó serenamente.
‒ Si, no sé como conoció a mi mamá y ella lo invitó, además ya sabes que ella invita a la cena a medio pueblo ‒ comentó restándole importancia.
‒ ¿Y es eso lo que te tiene preocupada? ‒ indagó.
‒ Si ‒ susurró la joven.
‒ Tranquila pequeña, yo sé que ya no significa nada para ti, además estaré junto a ti ‒ aseguró ‒ por siempre ‒ agregó. Y la joven asintió aunque poco convencida.
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El sol daba sus últimos suspiros de vida, los rayos anaranjados anunciaban el final del día y casi inicio de la noche, el ambiente se había vuelto más frio. Inuyasha esperaba impaciente la llegada de la joven azabache que se había marchado hacía más de cinco horas. El hombre sonrió ampliamente al verla llegar, pero disimuló su alegría al notarla enganchada del brazo de Sesshomaru, además la joven estaba cubierta por el saco del Taisho mayor.
‒ Princesa me tenías preocupado ‒ susurró cuando la tuvo frente suyo.
‒ No tienes por qué preocuparte por mi mujer ‒ musitó Sesshomaru serenamente ‒ me tiene a mí para protegerla ‒ agregó
‒ Por favor ya no discutan ‒ pidió la joven en un susurro.
‒ Esta bien mi amor, vendré más tarde ‒ aseguró antes de besar la mejilla femenina.
‒ Sesshomaru ‒ susurró la joven el mayor de los Taisho prestó total atención. ‒ gracias por entenderme ‒ comentó.
‒ Te lo prometí pequeña ‒ aseguró ‒ siempre cumplo lo que prometo ‒ agregó. Inuyasha los miraba interrogante, no entendía sobre qué hablaban, pero sin dudas no le agradaba lo bien que se trataban ambos como pareja.
‒ Tu saco, te congelaras ‒ susurró la joven sacándose el abrigo del hombre y pasándole.
‒ Gracias mi amor, me baño y vuelvo junto a ti ‒ aseguró colocándose el abrigo, dando la espalda a ambos para descender los interminables peldaños. Kagome suspiró sonoramente y cruzó sus brazos frotándolas para darse calor.
‒ Entremos ‒ pidió el joven a lo que ella asintió.
‒ Mamá no quiero ponerme esa ropa, es tonto ‒ se quejaba el joven ‒ vendrán los padres de Hitomi no quiero que me vean con esta ropa ‒ aseguró la joven sonrió ampliamente.
‒ La misma escena de todos los años ‒ comentó mirando a Inuyasha.
‒ ¿Qué sucede? ‒ indagó preocupado por los gritos en el piso superior.
‒ Si aún no te has dado cuenta nosotros vivimos en un templo, ‒ explicó a lo que Inuyasha asintió. ‒ como tradición familiar todos los años en noche buena usamos trajes de sacerdotes y en mi caso de sacerdotisa ‒ comentó emocionada, ‒ a mi me gusta es más me siento muy bien con el atuendo ‒ aseguró ‒ A Souta también le agradaba hasta que uno de sus amigos hizo una broma sobre lo "poco masculino" que se veía con este y desde ahí empezó esta guerra ‒ musitó divertida. ‒ será mejor que también nos preparemos, mi madre invita a todos sus amigos para compartir con nosotros y estos llegaran un poco después de que entre el sol ‒ comentó.
‒ Subamos ‒ murmuró Inuyasha y ella asintió ascendiendo las escaleras lentamente, se preguntaba como subiría en unos meses más. Kagome sonrió ampliamente al ingresar a su habitación y ver su traje de sacerdotisa sobre la cama a un lado de este se encontraba otro traje rojo con una nota sobre este "bienvenido a la familia". Kagome estalló en una carcajada que el ojidorado no entendió, pero sonrió al verla tan feliz, la joven limpio las lagrimitas que había proporcionado la risa y suspiró profundamente, hacía mucho tiempo que no reía.
‒ Te verás adorable ‒ comentó divertida señalando el traje, el joven ignoró la burla y acarició la tela del traje, por algún motivo le resultó muy familiar y por sobre todo muy hermoso.
‒ ¿Es para que yo lo use? ‒ preguntó el joven, mirando a la azabache.
‒ Claro hijo y espero que no me des tanta batalla como Souta ‒ comentó la señora Higurashi desde el marco de la puerta asustando a los dos jóvenes.
‒ Es muy hermoso, gracias ‒ aseguró el hombre agradecido.
‒ Los dejo para que se preparen y los espero afuera, ya llegaron Eri y Ayumi y preguntaron por ti ‒ comentó. Retumbó una divertida melodía y Kagome suspiró ‒ Parece que Hiroshi (uno de los primos) ya conectó el equipo ‒ musitó con una gran sonrisa. Kagome sabía que su madre había sufrido mucho, mientras estuvo casada con su padre por ello se había apegado luego a tantas personas por eso solamente la apoyaba; había veces que preferiría pasar noche buena con una cena más intima, pero no se quejaba pues sabía que todas las personas que venían apreciaban y querían a su madre.
‒ ¿Te bañas primero tú o yo? ‒ preguntó la joven e Inuyasha sonrió de lado y antes de que pudiera decir algo la joven agregó ‒ ni se te ocurra decir que juntos ‒ regañó e Inuyasha rió sonoramente, la joven lo conocía, y muy bien para desgracia del ojidorado.
‒ Yo nunca diría algo así, pervertida ‒ musitó ‒ aunque si lo deseas haré el sacrificio ‒ comentó.
‒ Baka ‒ susurró la joven sacando la lengua en un gesto infantil antes de caminar rumbo al ropero, tomó una toalla limpia y un conjunto de ropa intima blanco. ‒ perdiste el turno ‒ susurró antes de caminar rumbo al baño, Inuyasha sonrió ampliamente, se sentó al borde de la cama intentando no arrugar los dos hermosos atuendos, miró fijamente la puerta y aunque intentara no pensarlo, la imaginó despojándose de su ropa.
‒ Kuso ‒ susurró por la imagen mental de la joven desnuda, deseaba analizar los cambios que había ocasionado el embarazo, sintió un pequeño tirón en su miembro por lo que suspiró, se escucho el agua correr y la situación del hombre empeoró. ‒ piensa en otra cosa ‒ analizó mentalmente, recorrió la habitación con su mirada pero nada resultaba más interesante que la joven, por lo que fijó su atención en la mesita de noche, donde había un velador, una jarra con agua y un vaso, abrió el cajón de dicho mueble y quedó en shock al encontrar una foto suya con su padre, sostuvo la foto en su mano y desvió su atención a los demás objetos en el cajón, estaba el test de embarazo con el resultado positivo, había una pequeña agenda de teléfonos que el joven tomó entre manos, dentro de esta se encontraba una foto que cayó sobre el regazo del hombre. Inuyasha tomó la foto y prontamente reconoció a Kagome cuando era niña, de seguro tenía unos 8 años, estaba su madre que sostenía en brazos un niño de unos dos años y también un hombre que supuso sería el padre de Kagome. Lo miró fijamente ese hombre le recordaba a alguien, el agua dejó de correr por lo que Inuyasha se apresuró a guardar todo dentro del cajón, excepto la foto familiar, esta la guardo dentro de su equipaje.
La joven salió enrollada con la toalla.
‒ Todo tuyo ‒ aseguró.
‒ El que ‒ musitó Inuyasha despistado, sentía que ella sabía que estuvo esculcando sus cosas.
‒ El baño ‒ explicó.
‒ Sí, princesa tienes una toalla que pudieras prestarme ‒ pidió y la joven asintió caminando nuevamente rumbo a su ropero y extrajo de este una toalla verde el joven lo tomó ‒ gracias cariño ‒ susurró antes de depositar un pequeño beso en el hombro femenino, tomándola desprevenida.
‒ Maldito ‒ susurró la joven.
‒ Lo estoy ‒ aseguró el hombre divertido, caminando rumbo al baño.
En cinco minutos salía un Inuyasha sonriente, la pequeña toalla tan solo cubría la cadera masculina pero, para la cordura de la joven cubría lo esencial. El joven la miró embelesado, ella se encontraba secando su cabello con el secador, ya estaba completamente vestida y se veía hermosa. Inuyasha caminó rumbo a su valija y extrajo un bóxer gris de este y se lo colocó la joven lo observaba por el espejo, Inuyasha se despojó finalmente de la toalla y se colocó el pantalón rojo (hakama) y la camisa blanca (kosode), se anudo el cinturón (obli) y calzó unos zapatos negros. Extrajo de su valija su desodorante y perfume y se lo colocó, su delicioso aroma llegó a la joven quien aspiró profundamente cerrando los ojos, Inuyasha sonrió pues bien sabía que ese perfume era el que gustaba a la joven. Peinó sus cabellos y giró sonriente.
‒ Te…favorece el color rojo, estas muy… ‒ susurró nerviosa la mujer.
‒ Gracias cariño, tu también te ves bien ‒ musitó aunque tenía deseos de decirle que se veía más hermosa que una tennyo no podía, se había prometido ya no humillarse ante la joven.
‒ Bajamos ‒ pidió a lo que el joven asintió colocándose el Hitoe. Kagome pintó los labios con un brillo color cerezo y se paró. Inuyasha miró deseoso sus labios y la joven se sonrojó.
Bajaron e Inuyasha sonrió al ver a Souta escondiéndose en la cocina.
‒ Souta, salgamos no seas tonto para dejar que una ropa arruine tu noche ‒ comentó Inuyasha, Souta estalló en carcajadas al verlo con el traje, ‒ no me importa usarlo de hecho me gusta, me siento como un ser sobrenatural ‒ aseguró tan decidido que Souta asintió.
‒ Me gusta como hablas amigo ‒ aseguró caminando rumbo a ambos
‒ Claro pequeño todo el éxito se encuentra en las palabras ‒ comentó tratándolo como un niño por lo que el joven hizo un puchero.
Al salir al exterior Inuyasha quedó maravillado por su trabajo en el día no se veía nada pero las luces navideñas que había colgado había dejado el lugar tan hermoso, habían muchas personas bebiendo y hablando animadamente, la música sonaba a un volumen moderado, todo se encontraba perfecto. Hacía frío y mucho pero todos ignoraban ese hecho y se divertían. Kagome sonrió al ver a Sesshomaru y se alejó caminando rumbo al hombre.
‒ Buenas noches, se divierte distinguido caballero ‒ bromeó y al contrario de animarlo esto deprimió a Sesshomaru, le molestó que en un mes de estar juntos la joven no había sonreído ni una sola vez como lo hacía en ese momento. Eso solo se lograba cuando Inuyasha estaba cerca.
‒ Hola linda ‒ musitó.
‒ ¿Hace mucho llegaste? ‒ indagó a lo que el joven negó con la cabeza.
‒Estás muy hermosa ‒ aseguró galantemente.
‒ Gracias ‒ susurró la joven.
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La joven miraba extrañada a Sesshomaru había pasado más de una hora y el hombre no deseaba hablar tan solo la miraba y respondía a todo con monosílabos, la azabache se encontraba frustrada y tan solo deseaba golpearlo. Muchas personas empezaron a bailar, eran las 8:40 p.m, y muchas ya se encontraban, más que animados.
‒ ¿Quieres bailar? ‒ preguntó Sesshomaru y la joven asintió eufóricamente, cualquier cosa resultaba mejor que estar parada en silencio.
Inuyasha se encontraba bebiendo sentado descuidadamente sobre una silla, Souta lo había dejado solo cuando llegó su novia Hitomi en compañía de sus padres, la noche se encontraba bella a pesar del frio y aunque no estaba solo físicamente, se sentía muy solo espiritualmente. Descaradamente detallaba a Kagome quien bailaba sensualmente pegada a Sesshomaru, quien intentaba acompañarla en el baile, este ponía su mano en la cintura femenina, Inuyasha por primera vez sintió envidia.
‒ ¿Por qué estas tan solito? ‒ se escuchó una voz femenina a un lado suyo, Inuyasha continuó observando a la mujer de cabellos azabaches sin siquiera mirar a la joven que le hablaba. Kagome miró en dirección al menor de los Taisho e hizo una mueca de disgusto al encontrar a Eri su amiga con el rostro muy próximo al de Inuyasha cosa que no paso desapercibido por el hombre quien sonrió de lado fingiendo que le interesaba lo que la joven pronunciaba.
‒ Quizás porque estaba esperando que llegara la mujer correcta ‒ aseguró galantemente mirando a la mujer quien se sonrojó. ‒ ¿Quieres bailar? ‒ preguntó con una voz sensual que por pocos logra babas en la joven quien asintió efusivamente, este se paró y tendió una mano en dirección a la joven que recibió gustosa y caminó a un lado del extraño galán.
‒ ¿No eres de por acá verdad? ‒ preguntó la joven acercándose al oído masculino para que la escuchara.
‒ No, solo estoy de visita ‒ musitó, mirando en dirección a Kagome quien los observaba, Inuyasha puso ambas manos en la cintura femenina y la acercó pegándola por completo a su cuerpo, sintió un pequeño temblor en la joven pero poco o nada le importaba las reacciones que pudiera despertar en la mujer, solo deseaba celar a Kagome y por la expresión del rostro de la mujer se veía que estaba logrando su objetivo.
‒ ¿Te estás quedando en el hotel? ‒ preguntó la joven en un gemido, iniciando movimientos suaves siguiendo la melodía de la música.
‒ No, me estoy quedando aquí ‒ explicó para cortar cualquier proposición con tinte sexual.
‒ ¿Eres familiar de Kagome? ‒ preguntó, Inuyasha odiaba a las mujeres que se creían en el derecho de interrogarlo, por lo que se tensionó tenía deseos de mandar al infierno a esa mujer entrometida pero le estaba siendo de utilidad por lo que sonrió fingidamente.
‒ ¿Por qué mejor no me hablas de ti? ‒ sugirió aunque la sola idea de escuchar las tonterías que diría la mujer lo deprimía.
Kagome estaba celosa y lo admitía, ella se veía gorda y fea y tenía deseos de escapar a su habitación a llorar pero debía disimular, por lo que intentaba no mirar a Inuyasha y a su "conquista" y tan solo concentrarse en Sesshomaru.
‒ Linda vuelvo en un minuto ‒ susurró Sesshomaru en el oído de Kagome despertándola de sus pensamientos.
‒ Etto... si ‒ pronunció quedándose sola en el medio de la pista.
‒ Espérame un segundo ‒ pidió Inuyasha a la joven quien asintió poco convencida, el ojidorado caminó en dirección a Kagome.
‒ Baila con migo cuñadita ‒ pidió de espaldas a la joven.
‒ Etto…yo no creo que sea correcto ‒ aseguró nerviosa.
‒ ¿Por qué? ‒ indagó "inocentemente" ‒ eres de la familia ‒ aseguró por lo que Kagome asintió. Inuyasha tomó las manos femeninas entre las suyas y la acercó a su cuerpo quedando ambos muy pegados, bailando a un ritmo más lento de lo que el estilo que sonaba requería. ‒ recuerdas cariño esa noche en el bar, tu bailabas un ritmo inexistente, esa fue la primera noche que hicimos el amor, no sabes cómo deseo volver a ese tiempo ‒ comentó en un susurro contra la oreja femenina.
‒ Yo también ‒ susurró la mujer, ‒ en ese entonces creía fielmente en que tú eras mi príncipe ‒ aseguró.
‒Yo quiero serlo, quiero ser todo para ti ‒ aseguró lamiendo la oreja femenina Kagome gimió débilmente. Ambos sentía deseos de besarse, había entre ellos una atracción sexual inevitable. Kagome lo miró fijamente a los ojos y el correspondió la mirada, la joven bajó la mirada a los labios masculinos mirándolo deseosamente pero antes de siquiera iniciar un movimiento para besarse el sonido de un helicóptero acercándose los despertó, el helicóptero se posicionó sobre ellos, y desde este un reflector los iluminó, Kagome se alejó prontamente del hombre, del objeto volador comenzaron a caer miles de pétalos rojos y blancos, Inuyasha vio a Sesshomaru caminar en dirección a ellos nervioso por lo que entendió.
‒ No por favor ‒ pensó Inuyasha.
Sesshomaru llegó frente a la joven que lo miraba interrogante.
‒ Kagome, mi amor en este mes que estamos juntos me he dado cuenta que no habrá momento y lugar en el que pueda llegar a ser más feliz y por sobre todo no hay una mujer que me haga tan feliz como lo has hecho, te amo más de lo que desearía, ‒ musitó.
Inuyasha retrocedió varios pasos chocando con las personas, no deseaba escuchar más, no deseaba estar ahí odiaba la vida, odiaba a Kami por permitir que esto pasara y por sobre todo los odiaba a ambos.
Continua…

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