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D O S


Fue en la cafetería La Belle Époque donde pasé la mayoría de mis tardes en compañía de mis mejores amigas durante los últimos años.

Descubrimos su existencia un día en el que decidimos que subir a un autobús, y bajarnos en una calle desconocida al azar era la mejor idea del mundo, luego de caminar por calles que parecían infinitas, entramos a ese sitio, en parte por la comida y los asientos que nuestros cuerpos rogaban tener, sin saber que encontraríamos algo mucho más especial.

La Belle Époque era nuestro punto de reunión y lugar secreto. No muchos lo conocían, y muy pocas veces los demás clientes te prestaban atención porque en su mayoría asistían grupos de lectores o artistas adinerados que se enfocaban en disfrutar de sus bebidas, y en escuchar la música que estuvieran tocando en ese momento para complementar su inspiración.

De cualquier forma, a la hora que íbamos solía estar solo, y las únicas luces que lo iluminaban eran las velas centradas en las mesas.

Saludé a mis amigas y a Colton, el primo de Blair, quien en ninguna ocasión dejó de insistir en acompañarnos por lo lejos que se encontraba, y por los adultos mayores que se nos podían acercar con otras intenciones al vernos solas.

Colton era nuestro mejor amigo, y el único chico de Sheridan en cual no desconfiábamos. La principal razón de ello se debía a la amenaza sangrienta que Blair le dio por si en algún momento de su vida la idea de coquetear con alguna de nosotras cruzaba por su mente. La segunda, haberlo conocido de forma distinta a los otros alumnos. Los mejores recuerdos que compartíamos con él eran peleas de almohadas, carreras improvisadas hasta llegar al final de la calle, y veranos inolvidables que nunca quisimos que terminaran cuando éramos niños.

No existía ningún tipo de corrupción en nuestro vínculo. La inocencia de la infancia consolidó nuestra amistad.

—Escuché que te inscribiste al taller de teatro —musitó Colton como si se tratara de un secreto—. ¿Acaso alguien te amenazó o fuiste raptada por alienígenas? Porque sigo recordando como rechazaste mi idea de inscribirnos el año pasado.

—Algo así. El director me llamó esta mañana a su oficina y, al final del medio día, me encontraba en esa clase contra mi voluntad —aclaré con un encogimiento de hombros—. Aunque, aquí entre nosotros —me acerqué a susurrarle—, no descartaría las probabilidades de que haya sido raptada porque cuando me lo dijo permanecí callada.

Colton tocó mi frente de manera dramática.

—¿Tú? ¿Callada?

Me reí.

—Lo sé. Tuve la misma reacción —coincidí—. Pero espero poder sobrevivir a ese taller.

—Tranquila, puedo prometerte que es una excelente clase. Ya verás que terminará gustándote con el tiempo —aseguró Colton con una sonrisa.

—En realidad, no tengo problema con la clase, es más con las personas que forman parte de ella. Hay algunos chicos que me odian por haberlos rechazado en el pasado —expliqué, sin querer revelarlo todo, pero tampoco sin mentir. En parte, eso también me molestaba—. Deberías ver la manera en la que me miran. Estoy segura de que han imaginado todas las formas posibles de asesinarme.

Colton se echó a reír al ver mi expresión.

—Bueno, dicho de esa forma es diferente —dijo, comprensivo—. Pero insisto. No deberías sentirte mal, ni preocuparte por cosas externas a ti, en el mundo habrá personas a las que les desagrades por una y mil razones, tanto justificadas como injustificadas. Lo importante es no afligirte, porque de no ser así, ellas habrán ganado.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora