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V E I N T I S É I S


—No te duermas, koala humano. —Me sacudió Aiden por quinta vez en la madrugada.

Luego del día de su cumpleaños, hace tres semanas, él empezó a quedarse en mi casa los viernes con el permiso de mi papá. Los dos nos desvelábamos mirando las estrellas hasta capturar la más visible de ellas mientras escuchábamos música.

—No lo haré —le respondí en medio de un bostezo que me costó una mirada indignada de su parte.

Me tallé los ojos con ambas manos, y sonreí cuando la primera canción que escuchamos juntos comenzó a sonar. Nunca fui fan de Red Hot Chili Peppers o de cualquier otra banda o artista que no compusiera música clásica, pero desde ese día escuché en secreto «I Could Die For You».

Mi sonrisa se hizo indiscreta conforme la letra hizo eco.

Escucharla en ese momento a su lado, sin nada que ocultar, se sintió como magia, y sabía que para él también. 

—Creo que nunca te había visto sonreír así —me dijo Aiden, mientras deslizaba su mano alrededor de mi mejilla en una suave caricia—. Tienes una sonrisa encantadora, a ghrá geal. Toda tú eres preciosa. No sé porque estoy mirando el cielo si te tengo a ti a mi lado.

Separé mis labios, pero estos fueron incapaces de articular una respuesta.

—También tienes una muy bonita forma de sonrojarte —añadió.

—Yo no me sonrojo, Rumsfeld —repliqué, pero fue esa declaración la que atrajo más color a mis mejillas.

—Lo haces, pero no importa. Es un espectáculo que me gustaría admirar por el resto de mi vida.

«El resto de mi vida».

Los nervios volvieron a palpitar sobre mis mejillas, y desvié mi vista de la suya.

—Cierto. También tienes una forma muy extraña de recibir cumplidos —una suave risa brotó de sus labios y se expandió en una sonrisa llena de suficiencia cuando me volví a encontrar con su mirada—. Te conozco de muchas formas e incluso te he visto desnuda y aún te pone nerviosa que te halague. No sé si encontrar eso extraño o jodidamente adorable, Grayson. Quizá la segunda porque no paro de querer besarte cuando lo haces.

—Cállate. Yo no me pongo nerviosa, mucho menos por un chico —lo contradije a pesar de que en ese punto no podía ignorar el efecto que él poseía en mí.

A su lado, me sentía como los astrofísicos de los que él tanto me hablaba, perdida en el cúmulo de galaxias que conformaban su ser por lo impresionante que me resultaba. Estaba absorbida por su existencia.

Un sonrojo era lo mínimo que me provocaba.

Aiden Rumsfeld creaba una revolución en cada uno de mis sentimientos y sentidos.

—Y ahí está, de nuevo —se burló, y me robó un beso.

Lo empujé fuera de mi alcance, pero Aiden volvió a encontrar su camino a mí.

«Encontrar su camino a mí».

Me gustó el sonido de esa frase en mi cabeza. Y deseé que él pudiera encontrar todas las veces necesarias su camino a mí. Yo estaba dispuesta a hacer lo mismo.

—¿Segura? Entonces... ¿Podría decirte que eres la chica más fascinante del universo y que tienes a este ridículo tipo engreído a tus pies, y no te vas a sonrojar?

—No. Tal vez me sonrojaría porque es al revés. —Me permití ser vulnerable.

—¿Lo es? —insistió, e ignoró la seriedad del ambiente; su sonrisa brillante y alegre jugueteó en las comisuras de sus labios al colocar un mechón detrás de mi oreja.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora