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V E I N T I C U A T R O


Nunca me entusiasmó asistir a clases.

Pero esa mañana desperté con más entusiasmo de lo habitual. Estaba feliz de estar de regreso en mi hogar y, sobre todo, de ver a mi papá. Anoche en cuanto llegué lo abracé hasta que mis nudillos se hicieron blancos, y al levantarme también lo hice. Le causó gracia, pero él igual hizo lo mismo conmigo. La presencia de mi madre recalcó lo afortunada que me sentía de tenerlo en mi vida.

Mi papá me llevó a desayunar, y luego me dejó en Sheridan.

Fui directo a los casilleros a comprobar el horario escolar que tenía pegado detrás de la puerta, y justo lo estaba revisando cuando escuché como una persona se aclaró la garganta con suma intensidad.

—Tú no vas aquí. —Entorné los ojos hacia Aiden al verlo colocar sus libros en el casillero de al lado.

Ese casillero siempre estuvo ocupado por la misma chica. Nunca supe cómo ni por qué no se le obligaba a cambiarlo como a los demás alumnos, pero tampoco me pareció importante hasta ahora. Aiden debió ofrecerle un muy buen trato para que ella accediera.

—Ahora sí —respondió él.

—No debiste hacer eso —dije con seriedad, aunque dentro de mí estaba feliz de que lo hubiera hecho.

Saber que entre clases lo encontraría, y podría tomar un respiro a su lado me pareció lo que necesitaba para hacer tolerable el horario escolar. Los meses más estresantes estaban a punto de suceder, y lo peor es que aún no sabía que haría con mi vida. No podía seguir mi pasión por temor a ser juzgada, pero estudiar algo por obligación me asustaba con la misma intensidad.

¿Eso es lo que haría de mi vida, enfrascarme en una profesión que no me hacía feliz porque era lo esperado?

Tenía mucho miedo de fallar, y la vida de adulto francamente me asustaba.

—¿Por qué? —preguntó con una astuta expresión—. ¿Acaso es un crimen querer estar cerca de mi preciosa chica?

Sonreí, y me incliné a besarlo.

—No, está bien. Me encanta tenerte a mi alrededor.

—Y a mí me encanta estar a tu alrededor, Grayson —musitó entre mi boca, y tiró de mi labio inferior de forma adictiva.

—Oye. ¿Y tu acento? —me detuve a indagar. Era la primera vez que no lo escuchaba emplearlo desde que lo cuestioné.

Él quitó sus manos de mi cintura, y cerró su casillero.

—¿Qué con mi acento?

—Ya no lo estás usando, y era agradable de escuchar —expliqué con cierto desánimo incrustado en mi voz.

—No tenía idea de que te gustara, pero si quieres puedo volverlo a usar, aunque solo sería para ti.

—Mejor aún. —Sonreí.

Los ojos de Aiden brillaron con ternura antes de volver a sujetar mi cintura para depositar suaves besos en mi rostro que terminaron trazando su camino hasta mis labios.

Creo que nunca disfruté tanto besar a alguien como lo hacía con él, abrazar y tocar también; en realidad, cualquier actividad que redujera nuestra distancia. Solía pensar que no era el tipo de persona a la que le gustaba el contacto físico, pero Aiden Rumsfeld reducía a cenizas esa teoría con su calidez.

Otra razón para continuar odiándolo.

Estaba haciendo de mí un maldito romántico empedernido como lo era él.

Prometo Destruirte. [Nueva versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora