Se despertó agitada, jadeando, el estupor del sueño desvaneciéndose tan rápido como se daba cuenta que era un recuerdo, se acurrucó contra las mantas, buscando esconderse de todo y de todos, la carga sobre sus hombros más pesada que nunca antes en su vida, las lágrimas brotaban de sus ojos incapaz de retenerlas, quería a su familia, quería que todo fuera como antes, aunque sus padres a veces tuvieran que dejarla sola, al menos, antes sabía que volvería, ahora, estaba sola, sin nadie en el mundo.
Esto fue una revelación para ella, jadeó antes de dejar de temblar en las mantas... Sí ya no tenía a nadie ¿qué más daba seguir viviendo?
Jötunheim
-- ¿Qué tanto están haciendo?
Ambos Laufey entraron a la habitación amplia de paredes azules y pilares dorados, runas talladas en la mayoría de la superficies visibles, en el centro de la habitación colgaban pesadas y gruesas cadenas de uru negro con incrustaciones de piedra luna, el collar cadena que debería estar sobre el cuello de la persona a la que iban a atrapar, estaba en poder de Býleistr del pasado que hacía a su vez, que levitara gracias a su propio báculo, estaban escritas runas, inicio de un encantamiento poderoso que les permitiría hacer uso del arma que iban a robar, en tanto Helblindi del futuro iba tallando las últimas runas necesarias para completar el encantamiento, completamente concentrado en su tarea.
Laufey del pasado se distinguía por sus hombreras menos extravagantes, oro blanco con los símbolos de su casa y una piel de bilgesnape, en tanto Laufey mantenía en las hombreras, cerdas doradas que relucían a la luz, qué, él explicó, pertenecían al cerdo de Frey, Gullinbursti, del cuál se había hecho poseedor al derrocar a Odin.
— Afinamos detalles, mi Lord, no queremos que nada salga mal, solo un poco y la niña será suya... de ustedes—se corrigió Býleistr del futuro
—La ascensión será pronto, sus altezas, un día más—informó solemnemente Helblindi del pasado
—En ese caso, alistaremos las tropas, nada debe fallar.
Y así lo hicieron, ambos reyes, junto con los generales, formaron su estrategia y gracias a los conocimientos de batalla del rey del futuro, no cabía la posibilidad de fallar.
Cuando por fin el collar estuvo listo, las tropas de gigantes de hielo ataviados cada uno con su respectivo traje de batalla, se encaminaron por las empinadas montañas de hielo mientras la nieve caía borrando sus pasos en el suelo nevado, los Laufey montados sobre bestias de gran tamaño similares a osos de pieles lisas con runas tatuadas iban al frente, así como los hechiceros, cada par escoltando a su rey en criaturas similares y de menor tamaño a cada lado, llegando así al pico de la montaña, el viento era feroz pero los seres estaban acostumbrados a tales inclemencias que ni siquiera les importó, se reunieron en dos grupos, cada uno comandado por un rey y su respectivo par de hechiceros, que se habían congregado en cada punto cardinal. Ninguno de ellos temía la mirada del dios indiscreto Heimdall, pues habían sido protegidos con un encantamiento que había sido perfeccionado con el paso del tiempo con su propia magia, jamás sabrían de dónde vino el primer golpe, no sabrían de ellos hasta haber llegado al palacio de oro.
Los cuatro gigantes alzaron sus báculos al cielo, recitaron un hechizo y ayudados de la magia misma que el lugar tenía, desaparecieron sin dejar rastro, con solo un rayo de luz final.
.
El bosque asgardiano era hermoso en esa época del año, pese a que no había un invierno en el lugar, la temperatura bajaba lo suficiente como para nombrar esos meses como el invierno terrano, Frigga observaba encantada el lugar a su alrededor, el bosque se abría paso, delimitando los límites del reino, la naturaleza haciéndose cargo de la belleza imposible, el verde inundando de color y vitalidad, el aire limpio y fresco acariciaba su ser, y las ramas de los fresnos se movían con el viento en una danza tranquila, como si le susurrara al oído algún secreto, los animales más vistosos eran aves de gran tamaño que se encontraban ocultas en las ramas altas de los árboles, alguna que otra vez dejándole saber que estaban ahí haciéndole compañía con su cantar cautivador.
La reina amaba la naturaleza que su bello hogar le podía proporcionar, por que radicaba en más que solo los pilares de oro que constituían el castillo o la madera de las casitas de los pueblerinos, por esa razón pasaba cierto tiempo a la semana fuera y lejos de éste, sentada en uno de los árboles más grandes y con mejor vista desde su posición, eso sí, con una guardia vigilándola no demasiado lejos ni demasiado cerca para no estresarla, cortesía de su esposo que temía alguna invasión, ella había aceptado con una sonrisa ante la gran imaginación de su esposo, sin embargo, esta vez había decidido ir sola.
Mala idea.
Todo sucedió demasiado rápido, en un momento estaba admirando la belleza de las nubes al ser empujadas por el viento, con su propio hilado cerca, luego simplemente había desaparecido de su radar, buscó y buscó y simplemente no pudo enfocarla, su hilado tirado en el suelo y desvaneciéndose en el aire.
Heimdall inmediatamente comunicó este hecho al rey por medio de sus cuervos que vigilaban los mundos, no se dijo mucho, las personas observaron al menos dos docenas de Einherjer marchando velozmente al bosque, el público general no supo de esto, sabiendo de antemano que tal información causaría revuelo y pánico generalizado. Tampoco se dieron cuenta del disfraz mágico que Odin portaba para pasar desapercibido, habiendo sido el general que los guiaba. Nadie sabía de las escapadas de la reina en sí, más que sus guardias personales y la familia
Estaba realmente preocupado, que Heimdall perdiera de vista a su esposa era un suceso inexplicable, nunca antes conocido, su esposa conocía la magia para camuflajearse de ser necesario, así como el había hecho, pero este acto de desaparición era inconcebible, inusual, impropio de su amada esposa. Aunque días anteriores, había estado comportándose de manera extraña, silenciosa y misteriosa, le había preguntado si se encontraba bien, recibiendo respuestas escuetas, más no quiso presionar, ahora mismo se arrepentía de no haber sido más insistente.
Fue sumamente extraño que, al llegar al lugar del siniestro, la rueca tirada en el suelo y ella recostada a su lado, despertándose lentamente con un suspiro, Odin se quitó de encima el disfraz y se acercó de dos pasos lo que le faltaba, ayudándola a reincorporarse, cerciorándose de que nada estuviera mal con ella, Frigga le explicó que no sabía que había ocurrido, que había estado hilando y, de un momento a otro, había caído inconsciente al suelo.
Cuando se encontraron de vuelta en el castillo, con Eir en sus aposentos, revisándola, se acordó que fue cansancio extremo lo que la hizo caer.
Más no pudieron responder el por qué Heimdall no pudo verla en todo ese tiempo.
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La Elegida (Thorki)
FanfictionUna misteriosa niña aparece en el castillo asgardiano, proveniente de un tiempo distinto, un futuro no muy lejano que se esfuerza por mantener oculto, pero necesita la ayuda de la pareja de dioses más interesante de toda Asgard. Verdades que necesit...