Capítulo 16

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Un estúpido sonido agudo sacó a Helena de su ensoñación. No había dormido mucho últimamente, pero soñar despierta era cosa de todos los días. Aunque Dwight y Alex eran sus amigos, de pronto se sentía tan sola sin Gilbert y sin Celine que tener amigos le parecía cuando mucho una nimiedad si no iba a tener familia jamás. Pero la revolución era otro cantar, y Alex parecía tener varios ases bajo la manga para conseguirle el ejército que quería. Pero tendría que esperar siete u ocho meses al menos, y eso le molestaba. Se refregó los ojos antes de leer.

Conejito, la carnada está en el anzuelo y va bien por ahora. Pero, ¿Paula creyó el discursito de perdón de Pedro? No, claro que no. Sólo me ha perdonado para tenerme controlado. Sólo hay una manera de que ella confíe en mí, si te traiciono. Fingiré hacerlo más adelante, quizá en la primera ecografía para encontrarla más vulnerable; pero prometo no perjudicarte en nada. Si me vez, tendré que negarte. Probablemente ocurra, conociéndola. Pero quiero que confíes en mí, aunque sea difícil, yo jamás ¡jamás! te traicionaría. En el fondo de mi corazón, soy tuyo, mi reina. Ya te extraño y necesito, aunque sólo hayan pasado horas. Serán meses duros para mí, pero confío en que sacaremos algo bueno de todo esto. Cuídate, no dejes que te maten. Te tendré al tanto de todo. Confía en mí, siempre tuyo.

Marie-Joseph Paul Gilbert du Motier

Capitán de Dragones – Mariscal de Campo – Asamblea de Notables – Estados Generales – Comandante de la Guardia Nacional de París y de Francia – Marqués de Lafayette

Dr. Pedro Olivier

Pediatría – Hospital Municipal de Sauce Caído.

Vaya, era el código menos disimulado que se le hubiera ocurrido jamás. Volvió a leerlo, pero cada palabra era justo lo que quería decir, desde su corazón. La firma de arriba la había escrito el político, la de abajo estaba configurada automáticamente en el teléfono. Pero de algún modo le pareció apropiado, así que lo dejó como estaba. Presionó enviar. Helena lo leyó momentos después, con una mezcla de celos, desaprobación y orgullo. Tecleó invadida por la ira, o por la tristeza, o los celos (nombrar la ecografía había sido un golpe bajo), no estaba segura; sin medir las palabras que salían de las yemas de sus dedos a la pantalla, fríos como el hielo.

¿Quieres traicionarme? Hazlo, está bien, estoy advertida. Pero, ¿podré confiar en ti cuando llegue el momento? ¿O escucharte negándome a mí y todo lo que hemos construido me dolerá demasiado? No lo sé, y siento no saberlo. Pero tu plan es bueno, no hay duda, así que tienes mi apoyo y mi miedo a la vez. Deja de presumir tus títulos.

Marie Arianne Françoise de Noailles

Duquesa de Noailles – Asamblea de Notables – Estados Generales – Madam de Lafayette

Presionó enviar preguntándose por qué no había escrito más títulos. ¿Importaba acaso? La respuesta no se hizo esperar. Dos oraciones que le arrancaron una lágrima amarga.

« Ténèbres ne souffrent pas que je continue plus. Mais si mes doigts étaient de suivre mon cœur, je n'ai pas besoin de la lumière du jour pour vous dire combien je souffre loin de vous, et comment je t'aime » 7 juin, 1777.(Las tinieblas no sufren si yo sigo adelante. Pero si mis dedos habrían de seguir a mi corazón, no necesitaría de la luz del día para decirte cuánto sufro lejos de ti, y cuánto te amo. 7 de junio de 1777)

Gilbert. Había confiado en él entonces y confiaba en él ahora. La amaba, ¿verdad? Ese verbo en francés era algo ambiguo, pero las señales eran claras. De pronto sólo quería abrazarlo y decirle que era suyo y de nadie más, gritarlo una y otra vez hasta que ni la reina ni ninguna revolución pudiera quitárselo otra vez. El marqués había vuelto, y ahora podría ser rey. Sonrió, pero decidió hacerse la difícil un rato. Eso de la traición no se lo iba a dejar tan fácil. Rey del Reino de Plata, un buen título para agregar. Y sólo había puesto los de Gilbert. Helena podría haber puesto también los de Natasha o Julie, pero no era eso realmente. ¿Quién soy yo? Arianne, eso sí. Reina, rey, príncipe. Más de una vez había fantaseado con que el hijo de Paula fuera suyo, invadida por los celos. Suspiró y no contestó más, no hacía falta.

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