Alex se encontraba en un sótano bastante oscuro. Sin embargo, no tenía miedo. Había nacido mucho antes de que hubiera luz eléctrica, por lo que para él la oscuridad era sólo una nimia circunstancia. Llevaba detrás de sí una enorme caja de madera que arrastraba por el oscuro pasillo mediante unas ruedas. Tragó saliva y escuchó las voces al otro lado. Hizo el paso más lento y escuchó antes de irrumpir con la mercancía en la reunión. La mayor parte eran voces masculinas. Algunos eran altos, toscos, peludos. Otros eran prácticamente niños. Incluso había algunas mujeres, ellas guerreras atemorizantes. La guerra civil, la revolución, había dividido las aguas de las clases sociales. Si eres lo suficientemente fuerte para sobrevivir, sobrevives. Sino, no. No había otra manera. Alex ajustó su chaleco antibalas, como siempre que entraba en una reunión clandestina, y se limpió el sudor de la frente. El verano definitivamente no era para andar reuniéndose en sótanos. Entró y todos lo observaron.
-General Alexander –saludó un hombre de los hoscos y peludos. No llevaba camisa, y junto con el calor, daba una imagen desagradable. Alex hizo un esfuerzo por no torcer la nariz y ser cortes. Eran sus propios soldados, por ahora, pero tan rápido como los había conseguido podría perderlos.
-Buenas tardes, soldado –saludó cortésmente. Miró de reojo como una de las mujeres llevaba su mano al mango de un enorme cuchillo que colgaba en su cinturón-. Tengo algunas cosas para ustedes, mis muchachos del batallón 505 –sonrió.
-Buen número –dijo otra mujer-, nos traerá suerte. Alex asintió y abrió la caja. Repartió armas de guerra, rifles enormes, sables, espadas y mazos. Balas para todo y protección. Como siempre, no pidió nada a cambio. Ya había armado a cientos de batallones. Los soldados que se reunían clandestinamente lo conocían y lo apreciaban. Más de una vez se había quedado con ellos jugando a las cartas o bebiendo una cerveza. Era un líder querido, pero algunas veces se les hacía tan frío. Hablaban por lo bajo comentando cómo se creía mejor que todos ellos, y en apariencia era cierto.
-Gracias, General –siguió el primer hombre-. ¿Sigue en pie el plan? –Alex asintió.
-EL 20 de marzo, pero los quiero a todos allí para el primero del mes. Los batallones viajarán a la Capital en forma escalonada, de a poco, para no levantar sospechas –había descubierto que si daba una orden con un mínimo de explicación, era acatada cien veces mejor. Se despidió amistosamente de los soldados luego de brindar con ellos, preguntándose cuántos de ellos no verían la próxima nevada, ni mucho menos.
Clac, clac, clac. Un paso de cada dos hacía un ruido extraño. Al diablo eso de ser silenciosa, esos días evidentemente habían quedado atrás. Helena caminaba por un sótano igualmente oscuro, un pasillo largo que le recordó a las cámaras debajo del marquesado, en especial por el suelo hecho de piedras adoquinadas. Ese no era un piso divertido para caminar, pero nada podía hacer más que ir con mucho cuidado. Como Alex, escuchó las voces al final del túnel, pero no llevaba ninguna caja con armas para tentar a los soldados. Dependería sólo de su voz. Pero Helena también conocía a los soldados, quizá no tanto como Alex por el tiempo que había estado fuera del juego, pero todos la conocían. Había decidido quedarse con su nombre, porque ahora era el nombre de un mártir, de ese símbolo de la revolución que mostraba que si uno podía entonces todos podían. A Alex lo querían, pero como había dicho Dwight, no morirían por él. Nadie se sentía cómodo con alguien que los haga sentir inferiores. Pero con Helena, se sentían de igual a igual. Tomó aire y entró.
-General Márquez –saludó una mujer alta y fornida, daba aspecto de poder con cualquier hombre. Ella inclinó la cabeza.
-¿Cómo estás Lya? –sonrió, y la otra le devolvió la sonrisa. Saludó uno a uno a los diez miembros del escuadrón. Sin embargo, no podía confiarse, no olvidaba que en 1779, Sylvain luchaba bajo su mismo estandarte cuando decidió atravesarla con la lanza. Recordó eso y le sorprendió de sí misma cuántas heridas mortales había aguantado su cuerpo en tantos años.
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Inmortal
AdventureEn un futuro no muy lejano, luego de la Tercera Guerra Mundial, el mundo es un lugar diferente. Los países que conocíamos ya no existen, sino que nuevos reinos se erigen, enormes y atemorizantes. La libertad parece haber sido un precio pequeño que l...