El desayuno del día del gran espectáculo era más agitado que lúgubre. Los batallones reían mezclados unos con otros, haciendo apuestas sobre cuántos soldados del Glorioso Régimen mataría cada uno. Otros comentaban cuánto robarían de los cadáveres que dejaran, y algunos otros sobre qué harían primero al volver a vivir sin represión ni tortura. Helena estaba apartada, en profunda reflexión y con ojeras grises que surcaban bajo sus ojos castaños. Antoine estaba sentado en su regazo y también tomaba el desayuno, engullendo felizmente unas pequeñas cucharitas de leche con miel. Si ella tardaba más de diez segundos en la próxima, él comenzaba a ponerse inquieto; y reía cada vez que probaba la dulce sustancia. Helena agradecía todo aquello, aunque pensaba que debería tener más brazos como Shiva, porque el café se estaba enfriando y aún no había logrado llevarse un solo sorbo a los labios.
Observó a las otras personas reunidas. Nancy y Lya hablaban animadamente, mientras en la otra punta Dwight, Marv y Ava discutían las propiedades conductoras de electricidad del cable de aleación de cobre y estaño. Frank interrumpió a Lya e intentó hablar con Nancy seductoramente. Era la décima vez que lo intentaba. Pero una mujer como Nancy jamás tendría ojos para alguien como Frank. Nancy era la compañera de Roger, Helena lo sabía pero era evidente que no todos estaban al tanto. Manute llegó al rescate y salvó a Nancy y a Lya de la situación incómoda llevándose a Frank a las cocinas con alguna excusa sobre el desayuno. Roger había visto todo aquello desde la otra punta del gran salón, pero no sintió celos sino más bien gracia. Helena no vio a Alex ni a Pedro por ningún lado. Eso hasta que alguien se sentó a su lado, sonriendo con sus ojos grises.
-Te levantaste pronto conejito, debiste llamarme a desayunar –sonrió, no era un reproche, no en verdad. Antoine le tomó los dedos con ambas manos como solía hacer, olvidándose por un rato de las cucharitas de leche con miel-. ¿Me permites? –tomó al bebé en su regazo y Helena finalmente pudo empezar con el café. Ya estaba frío.
-No dormí, la verdad; pero te veías tan lindo que no quise despertarte –Pedro hizo lo suyo con las cucharitas mientras intentaba morder un trozo de tostada, aunque no con mucho éxito. Helena intentó contener la risa.
-Me hubieras despertado si querías hablar –resopló. Helena cortó un trozo de tostada y le dio en la boca sin dejar de reír.
-Come –ordenó subiendo una ceja.
-Está bueno, mi reina –sonrió-. Sólo te abracé, no estaba muy seguro de si dormías o no. Lo siento –ella suspiró con pesar.
-No lo sientas, tu abrazo fue lo mejor que me pasó últimamente. Sólo contigo dejé de tener pesadillas, pero seguramente vuelvan –Pedro la miró fijamente hasta que Antoine comenzó a revolverse inquieto, y tuvo que darle otra cucharada de leche con miel que tomó con deleite.
-¿Qué ocurrió con Alex? ¿Sobre qué eran las pesadillas? Quisiera ayudarte, si quieres contarme.
-Una pregunta a la vez –admitió ella-. Alex intentó matarme, pensó que se me estaba yendo de las manos y lo hacía por el bien de la revolución –se mordió el labio-. Es un imbécil, nunca lo esperé de él. Llevé a Lya como guardia y ella ya les debe haber ido a todos con el cuento. Si es así, puede que el gran Alejandro ya esté muerto –Gilbert abrió grandes los ojos tratando de asimilarlo. Antoine balbuceó pidiendo más desayuno, pero esta vez no respondió. Ella sí, y lo complació con la dulce sustancia.
-¿Él intentó matarte y yo durmiendo tranquilo como un imbécil? –se enfureció-. No se quedará así, le daré tantos golpes que ni su madre podrá reconocer su cara –rechinó los dientes, obligándose a bajar la voz.
-Déjalo, seguro que lo matan Águilas y Dragones, o incluso el mismo Régimen si tiene suerte –suspiró-. O podemos usar el plan B, y salvarlo –Pedro resopló.
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Inmortal
AdventureEn un futuro no muy lejano, luego de la Tercera Guerra Mundial, el mundo es un lugar diferente. Los países que conocíamos ya no existen, sino que nuevos reinos se erigen, enormes y atemorizantes. La libertad parece haber sido un precio pequeño que l...