Catorce años después
Era el mediodía de la primavera parisina, y un muchacho caminaba despreocupado haciendo un camino sin mucho sentido. Recorría las calles en zigzag buscando jardines y tomando una flor de cada uno de ellos. Después de veinte o treinta ya tenía una cantidad considerable. Era un juego que jugaban juntos, o eso era lo que él se imaginaba. De nada habían servido las charlas interminables y dolorosas con sus padres, sino que seguía sonriendo y arrancando las flores (aunque vigilaba que los dueños de los jardines no lo vieran). Cada 28 de mayo, desde que tenía memoria, hacía lo mismo. Pero si a él le hacía bien recorrer el camino de las flores cada año, no tenían derecho a contradecirlo. Era un muchacho alegre, más de una vez se preguntaban cómo diablos podría reír y dormir en las peores situaciones imaginables. Una suave brisa le despeinaba el cabello rubio que le caía entre las cejas. Se acomodó hacia atrás y dejó ver sobre su frente una fina raíz pelirroja. Canturreaba mientras arrancaba flores y siguió caminando.
Pasó de lado a la Torre Montparnasse que se erigía alta y atemorizante frente a sí, pero ni siquiera la miró. No le gustaba el edificio moderno. Dobló en el camino de Adrienne Lecuvreur y se relajó cuando vio el césped verde y cuidado con la Torre Eiffel al fondo. Siguió recogiendo flores hasta llegar al lago en el centro del Campo de Marte. Sonrió ante la bella escena, ¿por qué era que sus padres no venían nunca? Sin embargo, ese lugar tan bello de algún modo lo reconfortaba. Las flores eran para su hermana, y aunque no había llegado a conocerla, sabía que le gustaban las flores y el aire libre. Cada año iba allí porque le parecía apropiado. Algunas veces había lamentado no tener una tumba ni nada que se le parezca, pero el enorme parque era más alegre que cualquier cementerio. Se tumbó en el suelo y comenzó a arrojar las flores al lago, una a una, viendo cómo la suave corriente las arrastraba hacia el centro.
-¡Eh Antoine! –oyó un grito a sus espaldas y lanzó una carcajada mientras miraba por sobre su hombro.
-¿Qué haces aquí Olaf? –aunque en realidad se sentía bien no estar solo un 28 de mayo para variar. El hijo del Reino de Hielo sonrió y se sentó con él. Bajo el sol los ojos del recién llegado parecían azul oscuro, imitando el color del lago.
-Adèle no deja de preguntar por ti, creo que le gustas –guiñó el ojo. Las mejillas de Antoine se tiñeron de rojo intenso-. ¿Qué? –Olaf subió una ceja-. ¡Te gusta! ¡Lo sabía!
-Basta, baja la voz –ordenó con el ceño fruncido, pero luego volvió a sonreír-. No me has dicho qué haces aquí –Olaf se encogió de hombros.
-Estabas triste y vine a acompañarte, ¿para qué son los amigos? –Antoine lanzó una carcajada.
-Para esas cursilerías seguro que no –rieron-. Toma –le tendió una flor y Olaf la lanzó al agua despacio, viéndola flotar un momento en el viento antes de ser arrastrada por la corriente.
Cuando no hubo más flores para arrojar se levantaron y caminaron en dirección a la Torre Eiffel por la Avenida Pierre Loti. Antoine bostezó y estiró los brazos, para luego tirarse el cabello hacia atrás. Tenía que cortárselo, y disimular esas raíces rojas. Nadie lo sabía, de todos modos Olaf no era una eminencia en técnicas estéticas, pero odiaba el rojo de su madre biológica y prefería mil veces el rubio de su madre verdadera. La suerte había estado con él en los ojos de su padre. Cruzaron por debajo de la torre hasta el Puente de Jena y se detuvieron allí un buen rato, observando los barcos en el mediodía.
-Hace mucho calor para ser primavera –dijo Antoine, despreocupado.
-Deja de hacerte el interesante, invita a Adèle a salir –sonrió Olaf. El rubio volvió a sonrojarse. De pronto abrió grandes los ojos.
-Tengo una idea, yo la invitaré si tú te atreves a invitar a Léa –Olaf puso los ojos en blanco.
-¡Eso no es justo! ¡Léa no me registra! –se ofuscó. Antoine negó con la cabeza y siguieron caminando hasta el final del puente, dejando atrás el Sena. Entraron entonces en los Jardines de Trocadéro, un jardín más pequeño que el Campo de Marte pero aun así precioso.
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Inmortal
AdventureEn un futuro no muy lejano, luego de la Tercera Guerra Mundial, el mundo es un lugar diferente. Los países que conocíamos ya no existen, sino que nuevos reinos se erigen, enormes y atemorizantes. La libertad parece haber sido un precio pequeño que l...