Capítulo 22

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Alex se encontró en un calabozo sucio debajo de la Gobernación. Todo le dolía, cada músculo de su cuerpo clamaba en agonía. Pero más que nada sentía un vacío en el pecho, una traición que jamás pensó que sentiría. Se llevó los dedos a la sien y los encontró teñidos de rojo. Súbitamente un impulso violento subió desde su estómago hasta sus puños, que apretó con fuerza mientras rechinaba los dientes. Se levantó rápidamente y empujó las rejas de hierro con el hombro. Eso le provocó un dolor agudo que viajó enseguida por el resto del brazo y a cada uno de sus dedos. Presionó la frente contra el hierro y dejó caer una lágrima solitaria que le apretaba la garganta. Recordó a Julián y se imaginó que él lo abrazaba y lo consolaba, que lo perdonaba por sus errores y le decía que todo estaría bien.

Un sonido retumbante en el espacio vacío le hizo salir de su sueño de amor, un sonido que se acercaba a cada paso. Vio a su protegida y su enemiga avanzar hasta su celda. Iba cubierta en sudor y casi nada más, sólo con la ropa interior y una musculosa, descalza. Hasta entonces no había notado los dibujos en la pierna falsa. Había emulado el calado de la madera sobre el plástico, dándole un resultado precioso. Las ojeras profundas la hacían ver más anciana de lo que solía parecer. Los ojos enrojecidos le indicaron que había estado llorando. Llevaba un recipiente plástico en una de sus manos, entonces notó lo descuidadas que estaban sus uñas, y eso era algo nuevo. Le tendió el frasquito.

-¿Quieres Valium? –Alex lo tomó sin dudar, y Helena tomó otro para sí. Recargó la espalda en las rejas de hierro y se deslizó hasta quedar sentada en el suelo. Él hizo lo mismo y quedaron espalda con espalda, uno dentro y otro fuera de la celda-. Te quiero, Hele –ella contuvo las lágrimas.

-También yo, pero siempre nos ponemos sensibles después de una golpiza –suspiró-. ¿Cómo te sientes? –él negó con la cabeza.

-Triste, enojado, dolido. Siento pesar también. ¿Y tú? –Helena se mordió el labio.

-Un chico sincero y transparente, ¿por qué no eres así con los demás? –volvió a suspirar-. Me siento igual, pero gané. Soy la Reina, debería estar feliz.

-No soy así con los demás porque no quiero que vean mis debilidades y miserias –admitió-. Tú me conoces.

-El exitoso ganador atrae a la gente, pero no los hará morir por ti, sino esto… lágrimas verdaderas, fracasos sinceros –apretó los párpados con un recuerdo, luchando con las lágrimas que deseaban salir como cascadas-. Jamás pensé que un soldado, mi amiga, se llenaría un abrigo de bombas y moriría por mí –Alex negó.

-Lo hizo por la revolución.

-No, ella me lo dijo, pero si lo hubiera interpretado mejor… déjalo. Te necesito, mi amigo.

-¿Entonces por qué me traicionaste? ¿Por qué apuntaste a mi cabeza con un arma cuando llamé a elecciones? ¿Tanto querías ser Reina como para asesinar a quien te salvó la vida tantas veces? Creí que eras mejor que eso –Helena finalmente dejó salir las lágrimas con fuerza.

-No quiero ser Reina, Alex, y no te traicioné. Creí que eras más astuto, o al menos un poco menos egoísta.

-Perdona que no te crea, si no quieres ser Reina, ¿por qué has hecho todo esto? –ella se mordió el labio y engulló otro Valium. Bostezó y cerró los ojos contra la reja.

-Este era el plan, tenemos un ejército, ejecutamos a la Reina y al Alto Canciller, y tienes el gobierno que tú quieras. Yo me voy a la Galia con Gilbert y Antoine y fin de la historia… pero como dije, las cosas cambian y no todo es como queremos. Te dije que estabas en peligro, Gilbert también te lo dijo, pero no hiciste caso y nos obligaste al plan B.

-¿Plan B? ¿Quién más es parte de esto? –Helena asintió.

-Dwight, Gilbert, y yo –resopló-. Dwight descubrió que Águilas y Dragones pensaban derrocarte, matarte a efectos prácticos; querían que yo fuera la Reina. No me hice querer, ni Gilbert, creo que fue la transparencia. Saber que era como ellos les dio fuerza. Saber lo de Celine, y que aun así seguíamos adelante, les dio esperanza. No lo planee, sólo sucedió –tomó aire y siguió-. Dwight siempre monitoreó todas las comunicaciones, no fue difícil para él saber cómo era la historia. Y estaba de acuerdo con ellos, y de hecho él fue el de la idea –pensó un momento-. No, Gabriel. Pero Dwight también. Me dijo que no moriría por ti, quería que yo fuera la Reina… una idea contagiosa. Pero aceptó el plan B porque no te quería muerto –Alex observó el techo sin saber realmente que decir.

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