Estábamos comiendo las dos tranquilamente en frente del mar.
-Entonces, llevas toda tú vida viviendo aquí. -dije dándole un bocado a mi hamburguesa.-
-Así es. Definitivamente, soy muy privilegiada de vivir es un lugar tan maravilloso. -sonreí.-
De pronto, volvió a sonar otro mensaje de mi móvil.
-Eres de lo más popular, todo el mundo te manda mensajes. -negué sonriendo.-
-La explicación es sencilla, me están haciendo una fiesta de despedida. Hoy es mi último día en el reformatorio.
Sin duda alguna, la chica que tengo en frente de mi, es maravillosa. Camila tiene la misma edad que yo, diecisiete. Pero sin duda, no los aparente. Su forma de ser, me llena a seguir conociéndola.
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Poco después, llegamos a su casa.
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-Bueno... Lástima que todo se tenga que terminar. -dijo abriendo la puerta de su casa.-
-Pero tendremos tiempo para repetirlo. Por supuesto, si tu quieres.
-Claro que si... -sonreímos. -Te quiero regalar algo, por tu fiesta de despedida. -se adentró un segundo en la casa, para después entregarme un libro. -Es un gran libro. Espero que te guste.
-Tristán e Isolda. -leí la portada. -No lo conozco...-
-Léelo, y después lo comentamos.
-¡Claro que si! Muchas gracias. -sonreí. -Que tengas una buena tarde.-
-Igualmente, ¡hasta pronto! -sonrió cerrando lentamente la puerta.-
Antes de que ella la cerrara totalmente, puse mi pie en ella parando la trayectoria.
-¿Sabes qué venía pensando en el camino de regreso?
-¿Qué...? -sonrió tímidamente.-
-Las cosas verdaderamente hermosas, no las podemos ver, porque tenemos que hacerlas con los ojos cerrados. Llorar, soñar... Y besar... -miré sus carnosos labios, acercándome a ellos sin poder detenerme.-
Pocos segundos después, mis labios tocaron los suyos con la suavidad que merecían. Mis manos acariciaban sus mejillas lentamente, mientras que las suyas abrazaban mi cintura.
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Poco después, me encontraba haciendo mi pequeña maleta.
-¿Y esa sonrisa? -preguntó Mani entrando a la habitación.-
-Ésta sonrisa... -la señalé con mi dedo. -Tiene nombre, y es Camila. Es tan encantadora. Te juro que nunca he sentido, lo que he sentido en tan pocas horas de haberla conocido.
-¿Sabes? Eso es lo mismo que me pasó a mi, con Dinah. -sonreímos abrazándonos.-
Segundos después, tocaron la puerta. Volví a sonreír mirando a dos personas maravillosas que estaban en frente de mi.
-Hija, llegó el momento de ir a tú nuevo hogar.
-A tú hogar.
Dijeron sonriendo cálidamente acercándose a mi.
-Gracias, por todo lo que han hecho por mi en todo este tiempo.
