-q u i n c e

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Llevaba cerca de un día metida en mi habitación. Me sentía como una niña pequeña haciendo una rabieta. Pero la verdad era que lo que hizo Harry me dolió. El sabía por lo que había pasado, Dios, el prácticamente me había rescatado de hundirme en un montón de pensamientos negativos y depresivos. ¿Y ahora hacía esto? La verdad es que no lo entendía, puede que mi mentira había sido grande pero no era motivo como para lastimarme de esa manera, si él me hubiera gritado lo hubiera entendido perfectamente. Esto estaba cerca de lo enfermo. No quería perdonarlo fácilmente, y definitivamente no lo iba a olvidar. Aunque en realidad ya ni confió en mi palabra, Harry me hacía cambiar de opinión, hacía cambiar todos mis pensamientos en un segundo y eso me aterraba.

Pase las páginas del cuaderno donde anotaba cada pueblo, cada ciudad, cada país que había visitado. Cada hombre que había investigado. Cada sospechoso erróneo que había tenido. Todas mis esperanzas destruidas y todas las que aun resistían estaban en ese cuaderno.

Ya sabía que Zayn no era el hombre que buscaba. Me quedaba Liam, el pediatra que al parecer Kristine odiaba. Niall, mi jefe y el jefe de Harry. Y Louis, un amigo muy cercano de Harry al parecer.

Lo más seguro sería dejar a Louis para el final, ya que si algo llegaba a sospechar (que era lo más probable) iría directo a Harry con sus sospechas, la mitad de erradas, de que yo era una bruja o algún tipo de demonio maligno. Niall probablemente era el que menos sospecharía, porque por lo que pude notar tenía varias amiguitas casuales. Eso nos dejaba el orden en: Niall, Liam y Louis. Uno cada día y en cuatro días me iría, cinco cuando mucho. Daría vuelta página y Warrington estaría fuera de mi cabeza para siempre.

—_____(tn) —alguien siseo mi nombre detrás de mi puerta, estaba segura de quien en era.

—Piérdete, Harry —dije lo suficientemente fuerte como para que me escuchara. Recogí mis piernas hasta tener mis muslos pegados a mi estomago y rodee mis rodillas con mi brazos.

Escuche como sus dedos tamborilearon en la puerta.

—Enserio necesito pedirte disculpas —se aclaró la garganta—. No sé que me pasó, fue un día estresante y me sobrepase. Estoy muy arrepentido, tú…eh me pillaste con la guardia baja en un tema que no es muy cómodo para mí.

—Harry…

—No, déjame terminar de pedirte disculpas. No tolero que me tengas miedo, y sé que lo tienes.

Me mordí el labio intentando no interrumpirlo y no dije nada. Le di el tiempo que necesitaba para ordenar sus pensamientos, dándole una segunda oportunidad que no era capaz de negarle.

—Bien… —vaciló, esperando que mi gran boca se abriera y lo hiciera callar antes de que tuviera alguna oportunidad de explicar las cosas.

Apoye mi mentón entre mis rodillas esperando que comenzara.

—Bueno, creo que ya notaste que soy padre soltero, es algo muy raro y poco común pero no es qué la madre de Sky nos haya abandonado, es qué…ella murió.

Cerré los ojos, en realidad no quería escuchar esta triste historia y no tenía idea de cómo esto estaba ligado a la forma en la que se comporto conmigo ayer, pero estaba dispuesta a escuchar sus disculpas y no le iba a interrumpir.

Pasaron unos segundos hasta que Harry por fin habló—. Teníamos dieciséis cuando nos conocimos y yo me enamore de ella. Era preciosa. Su cabello era liso y de un rubio natural muy lindo, le llegaba hasta los hombros apenas —una leve risa nostálgica se escucho a través de la puerta—, decía que quería tener el cabello largo, hasta la cintura, pero por alguna razón su cabello no crecía demasiado. Siempre dijo que cuando tuviera una hija no le cortaría el cabello nunca, que su hija lo tendría hasta la cintura. Esa es la razón por la que no me atrevo a llevar a Sky a la peluquería. Yo… —su voz se quebró un poco— quería mantener la promesa que ella se hizo a sí misma.

Nhor | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora