-e p í l o g o

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Palacio de Buckingham, Inglaterra.
Agosto de 1915.

Estaba sentada en el suelo del centro de mi alcoba, mis manos estaban apoyadas en mi regazo y mi espalda estaba recta. Siempre digna y perfecta, así tenía que ser siempre una princesa, aunque estuviera en sus peores momentos nunca tenía que verse frágil, debía dar la cara por su reino. Mas ahora que estábamos a mitad de la Gran Guerra, el Imperio Alemán había unido fuerzas con el Imperio Turco y aunque Italia se había unido a nosotros, mi padre siempre que cenaba con el general discutía que aun estábamos débiles. Francia estaba de nuestro lado pero el Rey aun no confiaba totalmente en el juramento de mi padre, así que lo mejor que podían hacer era unir a nuestra nación con Francia, casándome con el Príncipe Henry Charles. Era la única hija de mis padres, y aunque tuviera diecisiete años tenía que comportarme en forma responsable y aceptar el compromiso. Solo así mi padre sellaría con Francia, el Imperio Ruso e Italia, algo que tenía planeado llamar la Triple Entente, y tendríamos una oportunidad de ganar la guerra.
Dos delicados golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Recordé que mi madre había dicho que vendría a verme para arreglar mi cabello.
—Adelante madre —giré mi cabeza y vi como ella entraba algo enfadada a mi alcoba.
—_____(tn) Victoria Alexandra Alice Mary Lascelles —exclamó pero luego respiró hondo y recordó que habían empleados en los pasillos, arreglando el palacio para la boda, y ella siempre fue la reina tranquila y pasiva—. ¿Por qué no estás lista?
—Madre te he dicho que no me gusta que me llames por mi nombre completo, solo llámame _____(tn) —le recordé—. Y lo olvide —me excusé sobre mi retraso.
Ella suspiró e hizo ese gesto con sus cejas que tanto detesto y siempre hace cuando algo no va de acuerdo a sus planes.
—La bañera esta lista, ve y jabona tu cuerpo con las especias que te trajo tu hermano de Irlanda —sonrió—. Te traerán buena suerte en este día tan especial.
—Al menos podría ver, antes de la boda, a Henry —levantó una ceja en signo de reproche—. Al príncipe Henry Charles, mi prometido —corregí.
—Pero que ocurrencias más descabelladas tienes, hija —rió suavemente—. Es de mala suerte ver a tu prometido el mismo día de la boda.
—Pero nunca lo he visto, quisiera conocerlo —pedí amablemente.
—No y se acabo la discusión —me ayudó a levantarme del suelo y sacudió con sus manos mi vestido de dormir—. Ve a bañarte, volveré en veinte minutos. Tienes que estar perfecta para esta noche —fueron las últimas palabras que le escuche decir antes de que saliera por la puerta.
Entre al gran salón de baño que estaba detrás de una puerta en la esquina de mi alcoba, cerré la puerta con cuidado.
Dos de las empleadas del palacio estaban en una esquina esperándome. Mientras una desarmaba la larga trenza que era mi cabello, la otra me ayudaba a quitarme el vestido de dormir. Cuando mi larga cabellera cobriza estuvo libre me ayudaron a entrar en la bañera, el agua quemó mi piel en algunas partes y la heló en otras. La única forma de calentar agua para bañarse era hirviéndola en calderas y mezclándola con agua fría.
Las sirvientas frotaron por todo mi cuerpo las especias que mi hermano había traído de su viaje a Irlanda, especias que traían suerte según los irlandeses. La única forma de que me trajeran suerte era salvándome de este casamiento forzado, pero eso no podían lograrlo unos frascos rústicos con líquidos de colores.
—Pueden irse —les ordene y ellas dejaron de lavar mi cabello.
—Sí, señorita —dijeron al unisonó haciendo una reverencia—. Con su permiso, señorita —dieron media vuelta y se marcharon.
Suspiré nerviosa y tomé una especia en un frasco rojo que había llamado mi atención.
En su parte delantera tenía pegado un papel color canela y en tinta negra con una delicada letra tenía escrito: ‘Pino, Polipodio, Trinitaria y Ylang-Ylang. Juntos ayudan a atraer los espíritus buenos, limpiar los malos espíritus, a entrar en contacto con niveles superiores de inteligencia y sedan poderosamente.’
Destape el frasco quitando el corcho rustico, que impedía que el líquido se filtrara, e inspiré su olor. Instantáneamente mis ojos se cerraron y vi una luz blanca que lastimo mis ojos. Abrí los ojos asustada y aleje de mi nariz el frasco.
La cicatriz en mi pecho comenzó a arder. La toqué con miedo y mis dedos se sumergieron rápidamente en el agua, mi piel se estaba quemando, levanté la mano y pude ver ampollas en las yemas de mis dedos. Tendría que ir con el doctor rápido si no quería molestias en la ceremonia. Mi cicatriz aun me molestaba, la miré y pude ver como la piel estaba roja y algo de sangre salía de ella.
La primera y única vez que esa cicatriz me ardió fue cuando la vi aparecer, a los diez años, cuando desperté a mitad de la noche asustada. El doctor dijo que me había caído de la cama y ahí quedó la historia. Mis padres nunca se preocuparon de que tuviera una extraña cicatriz en forma de equis justo por encima de donde estaba mi corazón.
Sentí como un líquido helado recorría la palma de mi mano. Miré mi mano, con la preocupación anterior había descuidado el frasco y se había volteado haciendo que el líquido cayera al agua y se escurriera por mi mano.
El agua comenzaba a tener el color del líquido, rojo sangre.
Dejé el frasco al lado de los demás e instantáneamente pude observar como los otros líquidos adquirían lenta y escalofriantemente el color de la sangre.
¿Qué era esto? ¿Alguna broma pesada de mi hermano?
La cicatriz en mi pecho ardió provocando que emitiera un pequeño grito de dolor.
Por las paredes del salón de baño caía un líquido del color de la sangre. Todo era del color de la sangre.
Llevé ambas manos sobre mi cicatriz, el líquido rojo que estaba en mi mano izquierda estaba entrando en mi cicatriz rápidamente, como si esta lo estuviera succionando.
Instantáneamente me sentí mejor, cerré los ojos tratando de que mi respiración se recompusiera y al abrirlos todo estaba normal. Las paredes estaban pintadas delicadamente de blanco hueso, el agua de la bañera era transparente. Mi cicatriz ya no ardía y estaba del mismo color rosado pálido que siempre. En mi mano tenía el frasco con el líquido rojo sin ninguna gota fuera de lugar.
Solo había estado soñando despierta.
Dejé el frasco junto a los otros y me sumergí en el agua.
Nunca había tenido un sueño tan real como el que tuve recién. Sueño no, pesadilla. Pero tenía que estar tranquila, en unas horas estaría frente al altar, casándome con un príncipe que nunca vi en mi vida. Era una muchacha obediente, educada de la mejor forma posible. Haría todo lo que mis padres dijeran, pero al menos me hubieran dejado conocerlo o verlo antes, ¿no?
El poco oxigeno que tenía en mis pulmones se estaba acabando así que salí del agua. Apenas mis oídos estuvieron fuera del agua escuche un ruido muy agudo que los lastimaba. ¿Qué era esto? ¿Alguna nueva bomba creada por los alemanes?
Esperé dos segundos con las manos en mis oídos, a ver si se detenía, pero nada pasaba.
«Ayuda» intenté gritar pero no podía hablar.
Me llevé una mano a mi garganta y traté de gritar de nuevo.
Como el tiempo pasaba el sonido iba creciendo. Era muy agudo y fuerte. Mis oídos. Dios. Era horrible.
Junté mis manos y recé. Por favor que mi familia este bien. Por favor que alguien venga a auxiliarme. Por favor que esto sea solo otra pesadilla.
Toqué mis oídos y sentí un líquido tibio y viscoso. Miré mis manos y estaban llenas de sangre. Mis oídos. No, no era posible.
Sentí que mi corazón se saldría de mi pecho. Intenté salir de la bañera pero era imposible, mis piernas, mis brazos no respondían. No podía controlar mi cuerpo.
Caí involuntariamente hacia atrás y me sumergí contra mi voluntad de nuevo en el agua.
El sonido cada vez se hacía más grande y yo no podía levantarme. No me quedaba suficiente aire. A través del agua pude ver la silueta de alguien en la puerta. Alemanes, vienen por mí, pensé. Abrí mi boca e intente gritar pero lo único que logre fue tragar una gran cantidad de agua teñida de rojo.
Me estaba ahogando.
Nadie venía en mi ayuda.
El sonido se hizo insoportable.
Hasta que por fin caí desmayada.

Nhor | h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora