Día 20. Ruidoso y Exagerado ~Incesto~

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Fred miraba con desdén a los amigos de su hijo, quienes no dejaban de fastidiarle. No comprendía porqué, pero la sola idea de que cualquier descarado se acercara a su pequeño ángel, le molestaba de sobremanera. Desde que cumplió los dieciocho años, Freddy se había vuelto un adonis; de gran belleza y dotado de un intelecto genuino, su único hijo se convirtió en uno de los chicos más deseados en todo su instituto.

Y aunque no lo supiera, eso era un fastidio para su padre.

Fred había crecido siempre en la comodidad de una familia donde se aceptaban las diferencias. Y a pesar de ser el hijo menor, siempre obtuvo lo que deseaba. Por consiguiente, se volvió caprichoso y obstinado. Habiéndose declarado padre soltero a sus 35 años, se dedicó a cuidar de su hijo por encima de todo.

Y a pesar de ser un empresario reconocido con una muy apretada agenda,  siempre tuvo tiempo para su bebé. Por lo que, claramente, su relación no era normal. ¿Porqué? Simple. Ellos disfrutaban cada minuto que pasaban juntos como si fuese la última vez que se fueran a ver.

—Freddy— Lo llamó su padre y sintió una extraña corriente eléctrica pasar desde su columna hasta su ingle. Volteó la mirada a su padre y nervioso asintió, dándole a entender que lo estaba escuchando. —Es hora que tus amigos se vayan.

—P-Pero...— Le interrumpió.

—Hijo, no me hagas castigarte de nuevo— Mostrándose severo, firme, imponente, miró a los ojos a su hijo desde las escaleras. Los otros parecían hacer caso omiso, pues seguían en su rollo. Pero Freddy estaba a punto de desfallecer. —Ahora.

—S-Si, papi...— Susurró con voz aguda sin llegar a ser empalagosa, mientras anunciaba a sus amigos que era hora de irse. Agradeciendo a todos por haberlo acompañado durante el día y prometiéndoles reunirse otro día, Freddy por fin cerró la puerta del hogar ya cuando solo quedaban él y su padre.

Suspiró cansino, ser amedrentado por los halagos y piropos poco discretos era algo agotador. Pero estar a solas con su padre también era algo de lo que preocuparse. Al cumplir los catorce años comenzó a sentir una inusual atracción hacia su progenitor. Su pequeño pene dolía mares cuando lo apegaba a su pecho y acariciaba sus muslos en un abrazo posesivo, mientras sentía el pene de su padre apresado entre sus glúteos. A pesar de hacerlo desde que era niño, ahora extrañamente pensaba que su padre intentaba insinuarse en cada caricia que le brindaba.

Subió lentamente las escaleras y, casi por reflejo caminó hasta el estudio de su padre. Al abrir la puerta de madera blanca, ahí estaba él. El causante de sus sueños húmedos e impuros. Sentado en el sillón de cuero negro, dándole la espalda. Su musculoso cuerpo siendo resaltado por la ropa hecha a medida que en aquel momento parecía estorbar completamente. Su cabello negro siendo peinado por su diestra hacia atrás, mientras su piel pálida resaltaba gracias a los rayos del sol que se colaban por el gran ventanal a su derecha.

Sus preciosos ojos rubí se toparon con los suyos. Freddy se parecía más a su madre, no lo negaría. Pero tenía ese toque coqueto que había heredado de su progenitor. A quien deseaba más que como a un padre.

—Y-Ya se han ido todos.— Musitó el menor, mientras jugaba con sus deditos inquietamente. Cerró la puerta detrás suyo, sintiéndose inseguro al estar a solas con el mayor. —¿P-Papi se ha enojado con Freddy?

—Mi amor, claro que no me he enojado contigo— Fred palmeó su muslo derecho, incentivando a su hijo a acercarse, cosa que consiguió pues Freddy avanzó algo dubitativo hasta él para sentarse en su regazo. Encarándolo, acarició su castaña cabellera mientras apreciaba la belleza de su descendiente. Su bello hijo carecía de alguna imperfección visual, era simplemente precioso. Y a pesar de su torpeza y sensibilidad, aquello solo lograba resaltar lo bello de su espíritu.

30 Days of OTP |Frededdy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora