Día 33. Del lado equivocado del infierno.

4K 154 84
                                    

Era la tercera vez en la semana que se saltaba las clases para encontrarse con él a escondidas. Si sus padres se enteraban, le matarían seguro. Pero no podía resistirse a su cuerpo, a sus rudas pero tiernas caricias. A sus besos desenfrenados y calientes. Parecía poseído por el demonio. Y la realidad era que se estaba convirtiendo en uno.

—Ah, joder. Así...— Freddy no podía evitar mirar de reojo al azabache mientras casi devoraba su miembro. La sensación de éxtasis y la adrenalina de estar en un lugar donde podían descubrirles le electrizaba, era casi un afrodisíaco. Fred disfrutaba hacerlo en esas condiciones. En sitios donde corriesen el riesgo de ser pillados en pleno acto sexual. Pero a Freddy en realidad poco le importaba donde lo hicieran, siempre que el más alto le llenara con su semilla.

Llevaban año y medio haciéndolo.

Al principio ni siquiera se hablaban, no se dirigían la mirada, ignoraban la existencia contraria como cualquier otra. Pero un día Freddy pilló a Fred masturbándose en los vestidores del instituto pasadas las horas de clase. Estaban solos, así que pocas posibilidades había de que les encontraran.

El castaño, religioso de familia y vil creyente en el supremo, al principio consideró aquello repugnante. Pero su pequeño y aún virgen miembro no pudo evitar cantar lo contrario. Una tienda de campaña muy desapercibida se había formado en sus jeans. Bajo la atenta y juguetona mirada del azabache, el menor se adentró en el espacio con una vergüenza del tamaño de tres pueblos.

—Entonces... ¿Te he puesto duro, niño?— Le costaba admitir que había pecado. ¡Joder, se había puesto duro de ver a un hombre masturbarse! Pero le gustaba la sensación de hormigueo en su vientre bajo y el curioso dolor en su miembro viril. Quizás más de lo que debía. —Hm~... No pareces muy contento con eso. Déjame ayudarte.

No pudo detener al pelinegro cuando este le despojó de su ropa y le arrinconó contra los casilleros para besarle desenfrenada y salvajemente. El beso era difícil de seguir, le arrebataba el aliento. Pero logró tomar el control luego de que el contrario bajara la guardia al escuchar un estruendo afuera.

Cegado por un inusual placer y una lujuria desbordante, el menor sin preparación ni aviso tomó el falo completo del extraño frente a él en su interior. No sentía dolor alguno, quizás la carga de adrenalina le había inhibido en todo sentido, pues sólo podía comparar aquel dolor con el prohibido e insano placer que ese pene de 33cm le hacía sentir.

Qué maquina, joder. Y vaya que la tenía grande.

—A-Ah, joder— El mayor no se quedó atrás. Apresó sus caderas pronunciadas y curvilínea cintura en sus manos, marcando un ritmo duro. Se escuchaba el eco de sus gemidos. Sus pieles chocaban haciendo morbosos sonidos, pues los interiores del menor habían desbordado fluidos que volvían el flujo de su pene más sencillo.

Ahora el aire olía a sexo. Pura sangre caliente en un solo cuarto. Ambos parecían totalmente conscientes que si les pillaban, les colgarían en una horca por sus pecados, pero joder, les valía tres pueblos. Sólo querían sentirse más, joderse más.

Pecar más.

Tiempo pasó antes de que el mayor se corriera en el interior del menor, quien ante tal placer liberó hilos nacarados que mancharon el abdomen marcado del azabache. El contrario se dejó caer en la banquilla, y el menor sobre su fornido pecho. Cuando sus respiraciones se calmaron, sólo se quedaron ahí, disfrutando el momento.

—Por cierto...— Freddy soltó una pequeña risilla. —He olvidado preguntarte tu nombre...— Se miraron a los ojos y compartieron una sonrisa cómplice.

30 Days of OTP |Frededdy|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora