{17} Perdonar

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Al despertar cerca del mediodía, mi estomago ruge fuertemente. En la habitación, me doy cuenta después de arreglarme adecuadamente, se encuentra sorpresivamente Stella. Ella no le había acompañado, y cuando hago un par de preguntas, me siento tremendamente apenada por ella. La habían dejado así por decirse a mi cuidado.

Cuando dejamos la habitación, no es sorpresa que James estuviera escoltándola también. El hombre nos dirige una amable sonrisa a ambas y al primer paso que damos, él se mueve de igual manera. Hago saber mi deseo por algo de comer y Stella, maravillosamente bien preparada, me hace saber algunas de las delicias que el hotel tiene en su menú.

—Ven con nosotras.— me dirijo al chico con amable cercanía, tras verle detenerse en la entrada del gran comedor que el edificio tenía.

Noto el fugaz intercambio de miradas que comparte con su colega, esbozándose inmediatamente una muy respetuosa sonrisa en sus labios.

—Prefiero mantenerme aquí en caso de que necesite algo, señorita.— pronuncia y rápidamente entiendo que insistir sería una perdida de tiempo total.

—De tu parte no acepto un no.— mis palabras dejan los verdes ojos de Stella abiertos en gran sorpresa, separando sus labios en notorio titubeo. —Almorzaremos juntas.— agrego y sin querer escuchar algo de su parte, ingreso al lugar rápidamente.

No pasa mucho tiempo cuando nuestra presencia es notada y somos amablemente dirigidas a uno de los espacios desocupados del lugar. Aquí, el servicial hombre que nos, atiende, nos extiende la carta, mientras responde a mi pregunta con respecto a su especialidad ese día. Antes de escoger, le doy la oportunidad a Stella quien se mantenía bastante rígida en su puesto frente a mí. Su pedido es liviano, mientras yo me decido por probar la especialidad del día ya que era un plato típico el cual, por obvias razones, no había probado antes.

—¿Cuántos años tienes?— pregunto al término de su respuesta a otra pregunta hecho de mi parte en relación al trabajo. Ella carraspea su garganta, diría que nerviosa, pero bastante compuesta.

—Treinta y dos años, señorita.
—Yo tengo veintiocho. Así que, agradecería mucho que dejaras de tratarme de usted. A diferencia de tu jefe, no me agrada para nada.— la asistente, aun en un halo de total incertidumbre, asiente con tremenda lentitud, escuchando enseguida con mucha atención mi nueva pregunta.

Me intereso por saber un poco más de ella. De dónde era, dónde había estudiado, quién componía su familia y resultaba que la joven había sacrificado y esforzado mucho para obtener el trabajo que hoy tenía. Muchos años lejos de sus seres queridos extrañándolos y pasando penurias que yo quizás no hubiera tolerado. Conozco un lado más ameno, también. Ella, a diferencia de James, ríe con facilidad, aun así, siempre muy reservada, alegrándome enormemente que la bruma rígida y formal que caracteriza su personalidad sea en realidad solo una versión de esta y no la predominante. Cuando nos encontramos disfrutando de una prolongada sobremesa, Sebastián llega a interrumpir una anécdota que le pido a Stella en otro momento no olvide terminar de contar.

{ III } SUEÑOS CONFIABLES  (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora