{19} ¿Para nosotros?

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[ MARTES 22 DE DICIEMBRE, 2O15 ]






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Un vuelo de casi dos horas nos tiene de regreso en Londres. La espectacular capital nos recibe con nubes grises, tan prominentes en su color y tan grandes como la tensión que se había instalado entre ambos. Nuestra última interacción habían sido las palabras dichas en el restaurant en Berlín, luego de eso, solo reservados intercambios de miradas y gestos únicamente respetuosos como el permitirme caminar antes que él habíamos compartidos. ¿Palabras? Ni la más minina sílaba.

Aun agobiada, e inmensamente cansada, agradezco el silencio al llegar a su casa. No dudo en sacar mis tacones y tampoco puedo evitar removerme incómoda en el vestido de noche que no había querido sacarme solo por hallarme demasiado ofuscada. Ahora quería hacerlo, como también tomar una ducha que me ayudara a deshacer toda la agitación que me perturbaba fuertemente. Sin embargo, la voz de James destroza cualquier interés, observando a los dos hombres detenidos a un par de pasos de mi sin demora. El chofer le había comunicado que estaba todo listo para marcharse en cuanto él lo estimara.

—¿Iras a verla?— pregunto lo que ya a esas alturas es demasiado obvio, no obstante, me niego a creer tanta estupidez.
—Estaré en un minuto contigo, James.— le indica al chico sin más, recibiendo una leve reverencia de su parte que solo yo puedo ver, teniendo la mirada azul de Sebastián, penetrante y estricta, en mi enseguida. —Dijeron que fuera tan pronto como llegará.

Una vez más, tal cual, en el restaurante en Berlín, contengo mi respiración. Razono un par de segundos y ruego por serenidad, enterrando en lo más privado de mi las ganas inmensas que tenía de gritar y llorar. Respiro profundamente, con lentitud y paciencia, percatándome como un hormigueo alrededor de mi cuerpo me hace sentir tremendamente vulnerable.

—Es la una de madrugada. Dime que es lo que vas a hacer.— le pido con la misma severidad que él había mantenido intacta en su voz, sin embargo, mi emoción me traiciona y mi mirada se nubla por una leve capa de lágrimas. —Dímelo. ¿Qué vas a hacer con ella? ¿Vas a hablar con ella? ¿Vas a...
—Detente. No te atrevas a decirlo.— me interrumpe y la llama eufórica que siento iba a salir de mi boca desciende, explotando en medio de mi pecho dolorosamente. —Para ti siempre se trata de eso, ¿no?
—¡¿Para mí?!— ahora mi disgusto no se contiene en lo absoluto. —Eres tú quien vuelve a ella cada maldita vez, Sebastián.
—¿Por qué te resulta tan jodidamente difícil comprender la posición en la que estoy?— arremete sin reparos, manteniendo la frivolidad de sus ojos azules perseverante. —No puedo desentenderme de ella así como así. Si ella me necesita, debo acudir. Es mi deber.— eso me cabrea a un más que todo lo ya escuchado, y antes de que mis lágrimas llenas de rabia se dejen ver, decido no observarle más, comenzando también a dar mi primeros pasos hasta la escalera.
—No puedo...seguir hablando de esto.— digo al cruzar por su lado, llegando pronto al segundo piso solo con el suave eco de la puerta principal al ser cerrada.

{ III } SUEÑOS CONFIABLES  (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora