Dime pequeñas mentiras

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—Necesito un favor, pero nadie puede saber. —es lo primero que digo cuando me adentro en la recamara de Adela.

Ella arruga su entrecejo, y antes de responderme le da una cucharada a su cereal a modo de procesar mis palabras.

—No me asustes, Al —responde con esa mirada recriminadora de "no me involucres en que te ayude a esconder un cadáver". Suelto un pequeño suspiro y la miro por las pestañas tratando de que atienda positivamente a mis pretensiones— ¡Ay no! No, no, no, no. No me mires así —suelta el tazón en su mesa de noche y se cruza de brazos— ¿Tan malo es?

Me muerdo un labio, —Ed tampoco puede saber.

Sus ojos quedaron desorbitados.

—Okay, esto es más grave de lo que pensé.

Hace una larga pausa y antes de dar su brazo a torcer me hace prometer que no se meterá en problemas con su papá. Así que me preparo para contarle todo sobre Tyler, me relamo los labios y sintiéndome más nerviosa que en un mismísimo examen de matemática elevo la mirada para confrontarla. Cuando levanto la mirada me encuentro su rostro con esa expresión confiada y segura que siempre la ha caracterizado, y me convenzo de que no hay nada que temer. Es mi mejor amiga, Ade y yo siempre nos contamos todo, nunca nos hemos traicionado, creo que primero se tiraría de un puente antes de hacerlo.

—Estoy saliendo con alguien. —susurro por lo bajo sin muchas vueltas.

Adela por poco y escupe la cucharada de cereal que estaba engullendo sobre mi cara. Con sus ojos desorbitados y una expresión de confusión, emoción e intriga, se vuelve a verme con un centenar de preguntas.

—¿Quién es? —hace una mini pausa— Dios si no quieres que sepa Ed es porque lo conoce —se lleva una mano a la barbilla procesando los pocos detalles que le he revelado. Al darse cuenta de que no hago ningún gesto o me esfuerzo por negarlo, mi silencio le da la respuesta— ¡Oh, Dios mío! ¡Yo también debo conocerlo! ¿Es Bash Coleman? Porque últimamente los he visto muy junticos en informática y la verdad el te hecha unas miraditas que...

—Dios, ¡No! —exclamo horrorizada. La mente de Ade es muy peligrosa— ¡Es Tyler! Tyler Mitchell ¿Cómo crees que me voy a meter con Bash? —le confieso, tratando de aplacar la penosa imagen que se ha reproducido en mi mente. Bash es un chico de la clase de informática fanático de la programación y no me cae mal, pero no significa que seamos amigos. Simplemente me ayuda en clase, de solo pensar... iu, no, gracias.

De repente todo se torna incomodo y un silencio sepulcral nos recubre de pies a cabeza. Adela me echa una mirada que no se distinguir. Es fría, de disgusto, es de incomodidad, es de miedo y también de rabia. Un escalofrió me recorre la columna vertebral. Incomoda me acomodo un mechón tras de mi oreja tratando de encontrar rápidamente las palabras adecuadas para que deje de observarme de esa manera y todo vuelva a ser risas y bromas. Pero, no sé. La sensación de que he cometido un error emerge de mis adentros como una gran bola de nieve que a medida que rueda por la pendiente se hace más y más grande hasta el punto de que tarde o temprano te devorará y ya no podrás escapar.

—Sé que es inesperado y... ¿Confuso? Él y yo pasamos más tiempo discutiendo y retándonos que diciéndonos cosas lindas. Pero...

—Rompiste el The Twins Code —murmura, automáticamente.

—Si, pero—

—Rompiste el The Twins Code —repite, tratando de procesarlo.

Ambas nos observamos atentamente casi esperando quien va a ser la primera en tirar el primer golpe. Y entonces, Adela toma la delantera.

Nuestro Secreto {Secretos #1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora