La alarma del reloj sonó un par de veces más antes de que tentando a ciegas mi mano logró dar con él y presionar el botón de apagado. Era extraño que mi último día en esta casa me levantase tarde. Es decir, para mí, despertarme fuera de tiempo es si lo hago después de que la alarma se active. De cualquier forma, no es que hoy tuviera que empezar con mis obligaciones diarias de los últimos años. Este sábado era muy distinto a todos. Es especial porque hoy me voy de la mansión de la familia Cartavio, y quizá también de la vida de María Pía.
Por un lado, me siento muy contenta de por fin extender mis alas -esas que jamás creí poseer- y dejarme llevar por una ventisca hasta quién sabe dónde. Sin embargo, no puedo negar que nada volverá a ser lo mismo en mi vida cuando en unas cuántas horas tenga que decir adiós en la puerta principal de la casa. Ya que estoy más que acostumbrada a convivir con los Cartavio, y ni qué decir de la señorita María Pía.
¡¿Qué se le va hacer?! En la vida hay oportunidades que si no las atrapas en su momento justo, simplemente desaparecen para nunca más volverlas a ver: ese no sería mi caso. La beca de la universidad Carlos III de Madrid había llegado caída del cielo y claro que iba a atraparla aunque ello signifique irme a vivir lejos de mi mejor amiga.
Mis ojos recorren con demasiada nostalgia los alrededores de la que ha sido mi habitación los últimos diez años y no puedo evitar experimentar ese vacío en mi vientre. Suspiro. Sonrío para mí misma y doy un salto fuera de la cama para quitarme la pijama y terminar mi equipaje. Aún recuerdo perfectamente el día que llegué al barrio de Sarrià Sant Gervasi. Todas esas casas gigantescas que se alzaban por toda la zona, las silenciosas calles y abundantes jardines que funcionaban como la principal fachada de la zona más exclusiva de toda Barcelona. Fue un gran cambio el dejar el clima mediterráneo de Cádiz por la frescura de la ciudad más importante de Cataluña. La razón no había sido otra que mi tía ya no iba a poder seguir trabajando para los Cartavio, así que no encontró mejor reemplazo que el de mi mamá - su hermana -. Yo tenía 8 años cuando conocí la mansión de esa familia tan adinerada - en mi inocencia de niña todavía no tenía idea alguna de la gran cantidad de dinero que puede poseer unos empresarios -. No sé si es por culpa de la sociedad o una misma termina por interiorizarlo, pero hasta esa edad siempre tuve la idea de que si posees dinero - mucho, muchísimo - tú nunca serás una persona que le agrade a todo el mundo. Es decir, siempre te verán con ojos de envidia o que pisoteas al que no está a tu propio nivel socioeconómico. ¿Deberían culparme? O acaso podrían negar que nunca han escuchado el clásico "será millonario, pero no es feliz", como la mayoría del personitas en este planeta, yo me lo había creído al pie de la letra, sin embargo, convivir con los Cartavio me cambió la mentalidad más pronto de lo que alguna vez esperé. Ellos son millonarios y son felices, muy felices.
Tengo tantísimos gratos recuerdos en mi mente y corazón que no me sé por cuál decidirme. Quizá lo más palpable era el hecho de que ellos no pusieran ningún "pero" a que la nueva sirvienta llegase con una hija. Incluso, mamá dudó hasta el final, sin embargo, cuando ambas conocimos a la señora Helena y al señor Marcus Cartavio nuestra incertidumbre desapareció. Desde el primer día supe que ellos eran distintos. Nunca te hacían sentir como si fueses menos que ellos. ¡Ah! Pero todo podría haber parecido como la típica película norteamericana en donde los padres son un pan de Dios, pero la hija es una engreída que pisotea a quien le dé la gana. Esta sí fue la excepción en toda su extensión.
La única hija y heredera de la fortuna de los Cartavio era la señorita María Pía. Ambas teníamos la misma edad y fue la primera amiga que hice en Barcelona. Prácticamente, crecimos juntas, compartimos nuestras alegrías, penas y miedos cada vez que necesitábamos desahogarnos. No puedo negar que ella es la mismísima imagen de la chica que lo posee todo en esta vida y que sus caprichos se cumplían con solo tronar sus dedos. Sus padres la engreían en todo lo que cruzase por la mente de su engreída. ¿Viaje en crucero por el mediterráneo? ¿La nueva línea de carteras Gucci por otoño? ¿Comprarse todas las prendas de una boutique recién inaugurada? Todo eso eran nimiedades frente al poder económico que posee su familia dado que mueven millones de euros gracias al casi monopolio comercial de hoteles que poseen en Barcelona y gran parte de España.
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Bad Girl
Romance¿Qué sucede si el día de tu pedida de mano una extraña te roba un beso? A Alexandra no le gustó, al contrario, odió con todo su corazón a María Pía. Pero el destino las volverá a juntar luego de ese incidente. Ambas son tan distintas como el día y l...