22. Forever Yours

3.2K 229 37
                                    

El penetrante y despiadado frío calaba hasta lo más profundo de los huesos a cualquier habitante de Washington D.C. por estas fechas decembrinas. ¡Y más aún! si se te ocurría quitarte los guantes y dejar al desnudo a una decena de dedos que clamaban con amargura un refugio ante el crudo clima invernal. En realidad, a ninguna de las dos nos interesaba morir de frío en este preciso momento, ya que por dentro nuestros corazones lograban palpitar tan rápido y con tanto ímpetu como para asesinar a la ventisca que nos abrazaba con zozobra. Mi gringuita había tenido la hermosa idea de revivir el escenario donde sucedió nuestra primera cita y pelea desde que cruzamos miradas. Esa salida que tuvimos hace ya muchísimos meses atrás cuando ninguna de las dos creyó caer en el infinito vórtice del amor sin desearlo ni mucho menos tenerlo planeado.

Cada paso que di por el sendero de Lower Senate Park me hizo suspirar, ya que esos recuerdos que poco a poco despertaron chispas de amor en mi pecho esa tarde de verano. Y cuando por fin cruzamos el parque contiguo, no pude evitar suspirar al tener otra vez ante mis ojos esa vívida escena de cuando Alexandra me colocó una flor de cerezo sobre mi oreja y experimenté el "estar soñando despierta" lo cual equivale a estar enamorada.

El invierno ha barrido con toda la hermosura de los árboles de cerezo, no queda rastro alguno de sus vívidos colores rosas, y hasta parecerían estar muertos y eternamente fríos, pero solo un par de amorosas enamoradas como nosotras pueden seguir viendo en esas marchitas y desalmadas ramitas muchos de nuestros sentimientos más profundos que se vieron sellados en esa inesperada tarde y que jamás se borrarán de nuestras memorias.

Estuve a muy poco de negarme en volver a sentarnos al borde de esa fuente donde nos peleamos esa vez, pero ahora todo sería diferente. Nos acomodamos con cuidado de no resbalar, desde allí, y con algo de esfuerzo, se podía distinguir la silueta del Capitolio que por momentos se tornaba fantasmagórico debido a la ventisca de nieve que cada vez se hacía más espesa en el ambiente. Hasta hace unos dos o tres minutos aún se lograba divisar la parte más alta del monumento a Washington, pero luego de que terminamos de besarnos y volvimos la mirada hacia ese desértico paisaje, apenas distinguíamos las lucecitas amarillas que se desprendían desde la cúpula del Capitolio y el monumento ya se había camuflado bajo la blancura de la tormenta de nieve que tentaba con desatarse antes de que ambas estuviésemos de regreso en casa.

¿Arriesgado? ¿Peligroso? ¿Ambas somos irresponsables con nuestras vidas? Es cierto que podríamos quedar atrapadas bajo la tormenta y quién sabe qué otras atrocidades más como esa, pero por más altos que sean los riesgos, nosotras nos sentíamos casi invulnerables a sus efectos negativos. ¿La razón? Estamos juntas. Y eso nadie lo cambiará. Ni Jack Kennedy, ni la loca de su hermana o todo el mundo que nos rodea.

Nuestros dedos dolían bajo el golpe del frío, pero ninguna se quejaba, ya que aún lográbamos doblarlos y acomodarlos unos con otros para que quizá alguna chispita de calidez brotase al chocar los míos con los suyos. Necesitaba sentir su piel acariciando a la mía. Seis meses y todavía poseo los mismos nervios que se desataban en mí cuando no sabía si era buena idea tocarla o no durante nuestros primeros días como false girlfriends. Me sonrojo con solo pensar en todas las precauciones que he tomado desde que me enamoró y supe que ella es la indicada para sacarme de la oscuridad en la que he crecido toda mi vida. Me aterra el equivocarme en lo más mínimo y provocar que Alexandra deje de amarme, pero cada vez me convenzo a mí misma de que eso es tonto. Mi gringuita está igual de enamorada y por una tontería es imposible que quisiera terminar con este hermoso cuento de hadas que no tiene final, pero que desde hoy empezará un nuevo capítulo, luego de que se lo pida. Después de todo, ya es momento de que la sirena cante la más eterna y amorosa melodía de profunda entrega que se pueden dar entre dos amantes.

Me hubiese encantado compartir parte de todos estos sentimientos que revolotean en mi interior (y ya no como simples mariposas enamoraditas sino como feroces tiburones que nadan en un océano de amor) con mi mamá. No esperando que me diese algún consejo sino por el simple hecho de ver una sonrisa en su rostro debido a mi felicidad. Sin embargo, eso jamás sucederá. Tanto ella como papá me hicieron y me siguen haciendo muchísimo daño, y mi amor hacia ellos no es suficiente para frenar esos malos pensamientos que una hija no debería tener hacia sus padres.

Bad GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora