25. Perfect Plan

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Los estridentes sonidos estallaban con total libertad en las paredes internas de mis oídos uno tras otro. El dolor ya se había detenido y ahora dejaba paso libre al placer: a mi placer. Hace muchísimo tiempo que no disfrutaba de un espectáculo auditivo tan excitante como este. Sería inapropiado compararlo con la melodiosa y apasionante armonía en la que me veo envuelta cuando hago el amor con Alexandra, ya que esto es muy diferente en todo sentido. Distinguir entre esos dos momentos en que cada una de las balas salen disparadas desde la cámara y la exquisita onda sonora que se produce al impactar contra las siluetas de metal a unos veinticinco metros es algo embriagador... al menos para mí.

A decir verdad: disparar un arma tiene ciertos aspectos similares a hacer el amor. Tus cinco sentidos deben de estar enfocados en ello y ni qué decir sobre la atención de tu mente. Quizá podría parecer estúpido, pero yo amo respirar ese olorcito que desprende la pólvora en cada uno de los disparos, saborear ese aire contaminado con mi lengua y deshacer mi tacto en la placentera calentura que se genera en el metal del arma. Prefiero no pensar en las exquisiteces que me genera hacer el amor con mi gringuita, ya que me pondría colorada y perdería mi concentración de los disparos. Además, hace muchísimo tiempo que no nos vemos en persona y lo último que desearía durante esta mañana es volver a ser prisionera de la melancolía. Solo cuando estoy inmersa en este extraño mundo donde mi mejor amiga es un arma cargada puedo escapar de mis problemas. Cuando la cámara de balas queda vacía es como llegar al final de mi clímax. Tienes que darte un tiempito antes de volver a disfrutar del delicioso proceso previo al orgasmo. Así que me tardo unos segundos extras en acariciar el ardiente metal de la pistola. Incluso pego mi mejilla al arma y suspiro de placer: ¡lo necesitaba!

Los meses se han vuelto eternos desde que tuve esa conversación con la rusa al salir de la sauna. Su estadía en Barcelona no me sorprendió en lo absoluto. Ya era más que obvia su reconciliación con Arantxa Stevenson: tarde o temprano volverían a ser una pareja feliz de los cuentos de hadas. Siendo totalmente honesta puedo admitir que no sentí ni una pizca de envidia cuando Mila me relató los incidentes por los que ambas tuvieron que sufrir para darse cuenta de que su amor es infinitamente más grande que sus problemas. Lo que sí se me hizo difícil fue evitar desahogarme con ella. Después de todo, ambas seguimos siendo muy buenas amigas y se supone que en una buena amiga debes de confiar ciegamente. Sin embargo, sé muy bien que esta "buena amiga" casi provocó que Alexandra, mi gringuita, el amor de mi vida, la chica por la que estoy dispuesta a dar mi vida, no tuviese la oportunidad de conocer mis besos. Alexandra tiene un corazón muy bondadoso como para odiar a alguien -¡Claro! Solo espero poder seguir diciendo eso luego de que todo se descubra-. Y esa es la razón por la que en ninguna de nuestras conversaciones salió flotando por allí el nombre de esa chica que jugó de la peor forma con su corazón hasta llevarla al borde del suicidio. No me costó casi nada en averiguar quién era esa perra desalmada de Nueva York. Luego de un par de llamadas supe que Mila Ivanova había sido la novia de Alexandra en 2006.

Me enfadé bastante con la rusa -aunque ella ni lo sospecha- pero luego de pensar con la cabeza muy fría entendí que Mila jamás hubiese hecho esas cosas tan atroces a propósito. Ni ella ni su profesora española. Aunque eso no significa que yo esté contenta del accionar de ese par, solo sé sobrellevarlo. No le mentí a Mila ese día. Seguimos siendo buenas amigas, pero jamás será mi mejor amiga. La razón es tan simple: ya tengo a mi mejor amiga. Y ella no es Alexandra. A tu mejor amiga no le puedes contar todo. Los grandes secretos de tu vida tienen llave y la única manera de abrirlos y liberarte de ellos es cuando otro corazón encaja perfectamente con el tuyo.

Lo que en verdad me asustó de descubrir que Mila fue la ex novia de Alexandra fue entender que el mundo es demasiado pequeño para cualquiera. Las cosas que estoy haciendo siguen bajo control, atadas a finos hilos invisibles desde mis hábiles dedos, los cuales sueltan y tensan las cuerdas para cambiar los escenarios más favorables para nosotras y nuestra relación. Pero... ¿hasta cuándo podré mantenerlos invisibles? ¿Otro mes más? ¿Quizá tres o seis más? ¿Y si Jack Kennedy ya está al tanto de mis malas intenciones? Todas esas preguntas me acompañan cada noche luego de hablar por Skype con mi gringuita. La peor parte es cuando me despierto al inicio de la mañana y me quedo pensando sobre ello. Giro sobre la cama, lagrimeo un poco, y le pido con todas mis fuerzas al destino para que todo se mantenga bajo mi control por un día más, quizá dos o tres si es que él lo desea así.

Bad GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora