Día 7: Reclutamiento

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Aquella mañana, la luz del sol entró por un pequeño espacio de la cortina mal cerrada, obligando a Yoosung a abrir los ojos, se talló los mismos con las manos y buscó la forma de desperezarse, así mismo como volteaba el cuerpo para cerciorarse de si aquél pelirrojo lo había alcanzado a la cama pero al ver todo ordenado como lo había dejado, supuso que no había sido así. Se sentó en la cama y abrazó sus piernas, escondiendo su rostro entre sus piernas –Apenas dormí una hora... tiene que ser una broma. – se dijo a sí mismo, notando su mirada borrosa en cuanto levantó el rostro y apoyó su mentón entre sus piernas, pudo darse cuenta de cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos y caían una en una ¿Por qué sentía tanto dolor? Algunas veces Seven era muy destructivo y lo peor de todo es que aún así, con tantos errores, tantos rechazos, Yoosung lo seguía eligiendo.

–Él... ¿sigue aquí? – preguntó Seven luego de estirarse un poco, siquiera había sido capaz de darse cuenta de la hora hasta que vio el reloj.

–Sí, no se ha movido de tu habitación desde anoche.

–Bueno, no puedo hacer nada ahora. Tengo mucho trabajo, es más, me estás distrayendo, sirvienta mala.

–¡Que no soy tu sirvienta, maldito bastardo!

–...– Luciel guardó silencio. Se enfocó en teclear y teclear mientras esperaba que en algún momento aquella persona que, parecía más su mamá esperando que terminase la tarea, desapareciera de su vista. Se quedó viendo la pantalla, analizando algunos códigos que había colocado en la computadora para desbloquear un programa importante. –Me estás desconcentrando ¿no puedes ir a limpiar por ahí?

–Lo haré en cuanto termines ese trabajo, sé que te irás con él apenas gire la cabeza. – Luciel comprendió la gravedad del asunto y no por el simple hecho de posiblemente ser electrocutado en caso de que no acatase su orden, más bien porque sabía que Yoosung corría peligro al estar allí, no dudaba de Vanderwood, pero tampoco tenía la suficiente confianza como para permitir que esos dos estén bajo el mismo techo, debía hacer algo, temía lo peor por Yoosung y la culpa, era algo que no quería volver a sentir, no de nuevo. Comenzó a morderse el labio con desesperación conforme iba escuchando ese molesto tictoc del reloj, incluso el tiempo parecía ir lento y él, siquiera iba en la mitad de su trabajo. Su ceño inmediatamente se frunció y ladeó su mirada de forma disimulada, buscando cómo alejar a Vanderwood de allí y poder conversar con Yoosung. Tal vez, ¿El entendería? No, no debía saber qué tipo de trabajo sucio hacía. Debía cuidarlo aunque muriese en el intento, porque sí, él era capaz de eso y mucho más con tal de que nadie pague los platos rotos.

Los minutos se fueron trasformando en horas y aunque la luz del sol nunca llegaba al lugar donde se encontraba, sabía perfectamente que había pasado mucho, muchísimo tiempo y que era de día, obviamente, el reloj lo decía claramente y, lo curioso era que siquiera había escuchado a Yoosung salir y buscar algo de comer o tomar, así que, apenas terminó lo último que le faltaba, observó desafiante a Vanderwood, casi como si le retara a que lo detuviera ahora que había terminado. Pasó de largo por esta persona, dirigiéndose a la habitación donde habían tenido muy poco contacto físico con aquél rubio, asomó la cabeza por la puerta y notó un bulto entre las sábanas; porque ahora no había ropa, de hecho, estaba más limpio que nunca, hasta se atrevería a decir que podía verse reflejado en el piso. Era mejor sirviente que Vanderwood. Ah, no era momento de pensar cosas innecesarias. Se golpeó a sí mismo y se dio ánimos para entrar, apenas puso un pie dentro la pieza, pudo ver cómo aquél chico se levantaba de golpe para observarlo, traía ojeras, enormes ojeras en los ojos y además de ello, un color carmín. ¿Había llorado? –Yoosung... Te dije que te fueras ¿Qué tan terco se tiene que ser? – habló con un tono de voz serio y seco, mostrando indiferencia ante su horrible aspecto, aunque muy en el fondo, sentía culpa y tristeza de verlo así. La causa por la que éste estaba de ese modo era él.

Yo no creo en el amor...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora