DÍA OCHO

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Pasado el mediodía Frank recibió algo de comida y también pudo hidratarse. Sintió que era como si le volviese el alma al cuerpo, recuperó un poco el aliento, ahora tenía todo un reto por superar, argumentar su inocencia y así salvar su vida; sabía muy bien que no sería nada sencillo si no mas bien todo lo contrario, cualquier error podía costarle la vida, así que todo su relato era crucial. Se dijo que debía mantenerse sereno y no podía demostrar ni una pizca de inseguridad, por lo tanto, su voz tenía que ser firme y sonar convincente y su rostro debía reflejar la veracidad de sus palabras.

Sobre las 5 de la tarde se precipitó un gran chubasco. Erick estaba cortando leña cuando de repente sintió las gotas de agua chocar en su espalda, vio hacia las montañas y notó que todo se nublaba deprisa. El viento corría muy rápido como si se tratase de una tormenta. Se puso en pie y se aproximó a entrar a la cabaña.

Cuando la tempestad se detuvo, Erick, fue al cuarto trasero con la intención de escuchar a Frank, aunque antes quería implementarle una tortura con el elemento que aún no había utilizado; el aplasta pulgares.

-¡Frank Olivera! -habló Erick enfáticamente- tus documentos dicen que eres médico, pero según tus acciones me dan a pensar otra cosa, vas a tener que explicarme ese asunto muy bien, porque como ves, aquí no hay nada claro, por lo menos para mí, no.

-desde luego que voy a explicarle. Voy a contarle absolutamente todo lo que sucedió.

-¡entiendo! -exclamó Erick irónicamente- pero antes quiero enseñarte un juguetico, haz de cuenta que va ser como una pequeña advertencia a que no puedes hacerte el listo conmigo y que si intentas burlarme puedo causarte mucho más dolor del que ahora vas a sentir.

Erick busco entre los cajones y sacó el aplasta pulgares, luego agarró una silla para quedar a la altura de Frank. Acto seguido se sentó frente a él.

-¿sabes para qué sirve esto? -preguntó Erick a la vez que le mostraba el aplasta pulgares-. Frank se mostró pensativo y no respondió nada.

A continuación, Erick ata a Frank a la silla con la excepción de dejarle las manos libres para aplicar la tortura. -voy a practicar algo primero -dijo Erick- y comenzó a hacerle traquear a Frank uno por uno los nudillos de la mano mientras lo miraba fijamente. Después colocó el aparato en las uñas de Frank y lo fue accionando de manera paulatina. Frank gritaba terriblemente e intentaba sacudirse, pero le era imposible, Erick, se detenía por un corto momento y volvía a los pocos segundos para hacer que Frank se remordiera de dolor. -creo que por ahora dejaré hasta aquí -decía Erick satisfecho-. Frank con la cabeza inclinada se quejaba del dolor que sentía en las extremidades de sus dedos y se hablaba en tercera persona pensando entre si «debes estar tranquilo Frank, solo tienes que concentrarte y no embarrarla»

Erick le da a beber agua a Frank haciendo que se le regara un poco dentro de la camisa. Le coge el rostro ligeramente para que lo levantara.

-¿Ahora te sientes a gusto mi amigo Frank?

-sí, lo estoy

-¡excelente! -exclamó Erick- porque lo que menos quiero es que te desmayes en medio de tu relato mi amigo. ¡Escucha lo que te voy a contar! -habló Erick exigente- Una vez estaba reunido junto con mis primos acampando en un lugar no muy lejos de aquí, cuando éramos jóvenes. Estábamos todos en una sola carpa y recuerdo que todos me decían que fuera yo el último por narrar. Acostumbrábamos a contar historias de terror inventadas, pero yo tenía la costumbre de dormirme siempre, después que relataba mi historia -Erick hizo una pausa y continuo- solo espero que no me ocurra lo mismo contigo y más te vale que me mantengas concentrado porque de lo contrario voy a terminar matándote. Supongamos que lo que dicen tus papeles es verdad, de tal manera deberíamos empezar por el principio doctor Frank Olivera.

-por supuesto -hablaba Frank- voy a empezar desde el principio.

-entonces lo escucho doctor

-crecí toda mi infancia en un orfanato -empezó Frank-. Mi familia verdadera nunca la llegué a conocer, por más que los busqué e intenté hallar algún indicio de mis padres biológicos no conseguí absolutamente nada. Era como buscar una aguja en un pajar porque ni siquiera supe del paradero de la señora que según la directora del orfanato era quien me había llevado hasta allí después de encontrarme abandonado en una calle. Les imploré hasta el cansancio de que me dieran algún dato de esa señora, pero todo fue en vano, según los argumentos del orfanato no tenían relación con información que me pudiera conducir hacía la supuesta señora. Lo que mas me duele es que yo no pude comprobar si al menos eso era cierto, jamás supe el cómo ni el por qué llegué a ese orfanato.

-¡vaya! -exclamó Erick- debo admitir que es un inicio muy interesante

-después de un tiempo -continuó Frank-, me resigné y me dediqué a mis asuntos. Debo mencionar que tuve la suerte de ser adoptado por una familia adinerada pero humilde con buenos principios éticos y morales. Me enseñaron la importancia de servir a los demás y que todas las acciones que hiciera en la vida tuvieran un efecto positivo. Me gradué de medicina y pasados algunos años realicé una especialización para cirugías. -Frank detuvo su relato y comenzó a llorar.

-¿por qué lloras? -preguntó Erick-, ibas bien hasta el momento.

Erick nota que en absoluto parecía un llanto fingido, pero pensó que si lo fuese Frank sabia simularlo muy bien. Se levanto y buscó un vaso de agua para que Frank se calmara y retomara su relato.

10 DÍAS DE TORTURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora