Libre

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Lunes por la mañana, Des en la escuela aun disfrutaba de la extraña desconexión: seguía en un estado apacible, como si nada fuese real.

Intentaba tomar apuntes, pero era lento a la hora de trazar las líneas en el papel. Las palabras sonaban lejanas y el letargo evidente en su semblante no fue notado por nadie. Era sólo Aeva siendo... él mismo, el rarito. Por supuesto que Des tampoco atribuyó su estado a otra cosa: ¿El mal dormir? ¿Comer poco? ¿El estrés constante? Por su puesto que los cuadros depresivos eran normales en la adolescencia y el chico no era la excepción a la regla... la angustia, lo estallidos de agresividad, incluso la baja autoestima que tanto se esforzaba por maquillar... no obstante jamás había comenzado a afectarlo así.

No escuchó cuando sonó el timbre para el descanso, ni vio cuando Louisa dudó en acercársele. Tal vez si la hubiese notado, tal vez y sólo tal vez se habrían reconciliado; él la extrañó durante el fin de semana. La chica tenía orgullo y salió del salón.

Aun así, Des gozó de la frágil tranquilidad temporal.

Un par de horas antes, en otro rincón de París, Leo tomaba su batido de las mañanas desde un termo metálico ya que la plaza a seis cuadras de la casa de Awerthon definitivamente no tenía las instalaciones para un desayuno apropiado.

Tim tuvo un corto periodo de reposo. Ese lunes debía volver a la escuela, si bien algunos de sus dedos habían resultado fracturados, no eran apenas más que algunas articulaciones desencajadas... sólo ligamentos rotos y dos o tres fracturas reales. Su padre no quiso que completara el tiempo de reposo en casa, alegando que si podía usar sus manos para intentar usar el ordenador, perfectamente podía asistir a clases y tomar audio notas con su nuevo teléfono. "No me hagas desperdiciar más dinero, hijo", había dicho el hombre.

Con dificultad, Awerthon se vistió aquella mañana. Tardó más de lo usual en abotonar su camisa, decidiendo que la dejaría así de ahora en adelante, que se la pondría como camiseta. Desayunó un poco de leche caliente y una tostada... Tim definitivamente no tenía idea de lo que le esperaba, y definitivamente, si días atrás lloró de frustración por no poder lavarse los dientes sin ayuda, ahora quizás querría morirse.

Aun estaba oscuro, la humedad fría en el ambiente era refrescante. Caminó evadiendo los charcos de agua acumulados de la noche anterior. "No está tan mal salir de casa", se dijo.

Cinco cuadras caminó sin detenerse, miró la hora en su teléfono y pensó en que seguía con sus habituales minutos de sobra para el cigarrillo de la mañana. También se reprendió por la poca batería del equipo, siempre olvidaba apagar el GPS... Tim Awerthon jamás pensó en el historial de ubicaciones que guarda la cuenta asociada al equipo.

Unos últimos pasos más y estaba en la plaza; en la cuadra número seis. No se encontraba solo: su vecina, la Sra. Patts que rondaba los 65 años paseaba ridículamente a su gato con una correa, tres niños con uniformes escolares caros discutían acaloradamente sobre el estreno de una nueva película de superhéroes y por último, un tipo de espaldas en ropa deportiva bebiendo algo mientras descansaba en una banca.

De su bolsillo derecho, Tim sacó con cuidado un paquete de cigarrillos y un mechero, pero con las manos tan dañadas como las tenía, no podría encender nada.

Su vecina ya se alejaba y aunque no se marchara, no podía pedirle que le ayude; ella hablaba frecuentemente con su padre y Dios sabía qué pasaría si él se enterara de que fumaba a escondidas.

Los niños, por otro lado, eran a simple vista de último año de primaria, por tanto supuso que podrían ayudarle, mas cuando Awerthon se acercó, se asustaron y echaron a andar con paso rápido directo por la calle que conduce a la estación. No los culpaba, él era un extraño y estaba oscuro.

Acosador - AMOLADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora