Aléjate

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A la mañana siguiente, con los rayos de sol entrado por la ventana sin piedad, Des se sentó de golpe, quejándose por el punzante dolor en su trasero, pero ignorándolo de todos modos, algo estaba mal... estaba sólo y el sol era muy alto en el cielo.

Se dio vuelta entre las sabanas hasta encontrar su teléfono y descubrir que su alarma no había sonado. Eran pasadas las diez y había perdido la entrevista.

Escribió un correo apresurado para saber si aun tenía posibilidades, pero la respuesta fue clara. No.

Cuando Leo volvió, llegó una porción de pastel para compartir y animar a Des.

—Volverá a aparecer algo, tranquilo.

Lo que el muchacho de los ojos ámbar no sabía es que la alarma que estaba marcada como PM aquel día había sido correctamente programada por él la noche anterior, sin embargo Leo, que temía la independencia de Des, había cambiado las cosas mientras él dormía, desbloqueando el celular con su propia huella relajada durante el sueño.

Tres semanas pasaron para que alguien solicitara a Aeva nuevamente, mas en esa oportunidad el propio chico arruinó la entrevista ¿Cómo no hacerlo? Parecía deslustrado, tenso, incómodo, desesperado y claro, no tenía experiencia laboral. Los únicos momentos felices en la vida de Des era en los que podría complacer a Leo, donde podía sentir que al menos la persona que cuidaba de él lo amaba o lo que sea que fuese que el chico raro de las estrellas sintiera por él.

Una vez Aeva preguntó si lo quería y Leo repitió las palabras extranjeras de aquel primer beso casi olvidado en los meses. "Me gustas" había respondido el moreno, y el chico menor pensó que eso tendría que bastarle.

A veces Des entraba en sus redes sociales y miraba las exitosas vidas de sus ex-compañeros de clases: felices, estudiando, trabajando, en pareja, saliendo por la noche, con sus familias... todos disfrutando y nadie recordó a Aeva, el muchacho flaco, pálido y alto que se sentaba al fondo, que era acosado y humillado por Tim Awerthon, que nadie defendió, ni siquiera su mejor amiga. El corazón de Des no estaba seco y reseco sólo por las pequeñas gotas de cariño que mendigaba a Leo, sin embargo, estaba prácticamente roto; el mundo era injusto.

La madre de Aeva no perdía esperanzas y cada cierta cantidad de días le enviaba algún mensaje a su hijo. Des tenía la costumbre de responder que estaba bien, no obstante, tiempo se había tardado él en descubrir que no lo estaba, que había tomado una decisión apresurada y que ella tenía razón, que la vida era dura fuera de casa y que él no había planeado para nada ser tan dependiente de Leo, que a veces creía que prácticamente estaba justificando con sexo y labores domésticas su estadía en aquel pequeño departamento. Eso jamás se lo diría a su madre, él estaba bien y punto.

Tampoco tardó en notar que, luego de aquella perfecta primera vez, Leo cambió. De apoco los encuentros fueron pasando de gentiles a algo un poco más rudo y las atenciones, que al principio eran dirigidas al placer exclusivo de Aeva, fueron concentrándose en los caprichos de Spindler; Des, aun inexperto sin un punto de comparación además de Internet siguió complaciendo a Leo aunque más de dos tercios del tiempo fueran exclusivamente para eso. Incluso los mimos y caricias después del sexo habían cambiado paulatinamente, ya no había una preocupación o abrazos, sólo duchas y habitaciones separadas.

Leo también comenzó a pasar aun más tiempo en su teléfono y ordenador, sonriendo bobamente o acudiendo a los mensajes rápidamente, pero no a los de Des, esos podría esperar, entonces el chico añoró cuando él parecía una prioridad. Y claro, el moreno había vuelto a negarles a sus amigos la relación de los dos.

Mas el cambio no se limitaba a eso. Una tarde Des ordenaba la ropa del moreno y decidió meterla en el armario. Al abrirlo vio asomarse una pequeña caja de medicamentos desde el rincón inferior izquierdo de la segunda repisa. Él, pensando que eran las vitaminas, tomó la caja y leyó "risperidona". El diseño del empaque en ninguna parte hacía alusión a lo que él creyó que eran. Entonces escuchó al chico mayor abrir la puerta principal; Aeva, como pudo metió las cosas en su lugar y fue al salón. Al día siguiente, quiso buscar on-line el medicamento, sin embargo, no podía recordar con exactitud el nombre que nunca antes había escuchado o leído. Fue al closet, pero la pequeña caja ya no estaba. A partir de allí Leo parecía ligeramente distante y Aeva se culpó por meterse en los asuntos del otro, atribuyendo a eso que el chico raro de las estrellas rapadas fuese como estaba siendo con él.

Acosador - AMOLADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora