Ámame

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La tarde continuó similar, con pequeños besos robados en la cocina, miradas de reojo y manos que acariciaban cinturas y pecho. No hubo un intercambio de ideas sobre lo que estaba pasando. Des era feliz y Leo se entregó a esa alegría. Sólo al caer la noche Aeva se cuestionó lo que iba a pasar: si a pesar de que estuvieron acurrucados en el sillón prácticamente uno sobre el otro durante el día intercambiando mimos y caricias, compartirían una cama. El chico se preguntó si Leo querría acostarse con él, y por primera vez en mucho tiempo, estuvo nervioso como antes de conocerlo. La simple idea de tener sexo lo dejaba en ese estado... él había explorado su cuerpo, mas un par de dedos no reemplazarían a otro hombre y, si bien el porno había intentado vender la fantasía de que era cuestión de dilatar y follar, no era tan fácil, Des no había creído la versión dulce, había investigado y sabía de muchos pasos a seguir si lo quería disfrutar libre de dolor.

—Tengo sueño— Dijo, Leo. Tan casual. — ¿Tú no?— Estaba sentado en el suelo, mientras que el chico estaba en el sillón, ambos mirando la pantalla con un controlador en la mano.

—Son las 10 apenas... No, no tengo sueño—. Respondió el otro con honestidad, escondiendo las aprensiones sobre compartir la cama.

Pero Leo, tan perfecto como podría ser para Des, asintió y pausó el juego, se puso a la altura del chico y le ofreció una serie de besos cortos en el cuello y cabello antes de murmurar "buenas noches", dejando a un sonrojado y relajado Des Aeva solo en el salón.

Spindler no mentía cuando dijo que tenía sueño, había sido un día difícil de asimilar: complejo en emociones ajenas que trataba de descifrar y los sentimientos propios que comprender eran abrumadores.

No podía dejar de recordar su primera relación con otro hombre. Había sido inexperto y el otro chico también; claro, no terminó bien y de eso hace mucho tiempo, pero Leo había mantenido alejadas las cosas serias con personas del mismo sexo, conservándolo sólo en casual... Des no podría ser casual. Des era precioso e impoluto. Des era complicado, no porque fuera una persona compleja, sino porque le hacía sentir cosas que le obligaba a realizar actos no planeados, actos que podrían terminar involucrándolos en formas más íntimas. Spindler no quería tener sexo con Des, lo deseaba, lo pensaba y lo soñaba, pero no quería, aun que una vez más, si el deseo que tenía el menor no era para Leo alguien más lo tomaría y la ira correría otra vez en el moreno. Des era virgen, Death se lo confesó a Life hace un año y estaba seguro de que no había un cambio en ese estado. Para el Leo racional eso no significaba nada ¿Importa si el chico había tenido relaciones antes? ¿Lo hace mejor o peor persona? ¿Lo hace valer más o menos? Las respuestas a eso siempre serían no, sin embargo, para el Leo que se esconde en el mismo rincón que valora al muchacho de ojos ámbar como una especie de ser de luz, la respuesta sería sí y Spindler no quería arruinar eso, así que no quería tener sexo con Des.

A la una de la madrugada Leo despertó. Se había rendido al sueño en cuanto se metió entre las sábanas. Abrió los ojos lentamente, la luz que entraba por el espacio de entre sus cortinas era anaranjada, pero suave y el silencio de la noche era roto por un crujido, tal vez un cajón cerrándose, luego pequeño quejido... un jadeo. Era Des.

Spindler conocía su departamento, sabía lo delgadas que eran las paredes y tenía muy claro hasta qué punto podría hacer ruidos durante la madrugada. Sus vecinos jamás lo escucharían como él oía al chico, las paredes eran de concreto, pero las divisiones entre habitación y habitación no eran más que un pobre tabique de madera. Otro pequeño quejido ahogado salió de la boca del menor, era evidente que intentaba ser silencioso, aun que no pudiera lograrlo. Leo no pudo evitar las ganas de querer seguir por su cuenta los sonidos y comenzó a tocarse en silencio.

Des, agradecido de los horarios de Leo, estaba recostado en su cama, con la camiseta subida para no ensuciarla y una mano bajo la ropa. La otra, la izquierda, sostenía el teléfono. Los audífonos era envolventes y lo transportaban a la fantasía del vídeo: un punto de vista donde un pequeño chico blanco se dejaba follar por un moreno de cuerpo tonificado. Sin esforzarse mucho, cuando el muchacho de piel pálida ya no estaba enfocado por completo, si no que despaldas, podría imaginar que era él. Y sólo para mejorar las cosas, su ropa estaba impregnada del perfume de Leo; inhalando profundamente el aroma, Des dejó de lado el vídeo, recuperando la mano izquierda para explorar su entrada y en cortos minutos pensando en Spindler, acabó.

Acosador - AMOLADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora