CAPÍTULO 8: Oscar De Astora

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-No eres un hueco, ¿Verdad?
-¿Qué? ¿Hueco?
-Supongo que es obvio, tienes total control de tus funciones motoras y lingüísticas, no eres un hueco del todo.
-No sé de qué me hablas, pero algo sé, y es que tú me encerraste en esa maldita celda durante todos estos años, sin comida, agua, nada, me tiraste sin más, como un cuerpo en descomposición.
-Ja ja ja
-Ah, ¿Te parece gracioso? Vamos a ver si el filo de mi hacha te cuenta un chiste.
-Vamos, por favor, ni siquiera esa antigua y oxidada hacha de guerra podrá penetrar mi armadura.
-No pierdo nada por intentarlo.
-Excepto las llaves para salir de aquí.
-¿Qué?
-Las llaves que abren la puerta que están arriba de esas escaleras.
-¿Una puerta?, no la había visto, tal ves estaba demasiado enfocado en esquivar esa bola gigante y en matar al tipo que la tiró, aún así, ¿Por qué debería de creerte? Tú me encerraste en esa celda, solo debería matarte y robarte esas llaves.
-Me parece una buena idea, pero ¿De verdad no tienes ninguna pregunta por responder?
-...
-¿Acaso no te mueres de la curiosidad por saber cómo funciona este mundo? ¿No quieres saber cuál fue el motivo por el que te encerré? Y aún más importante ¿No quieres saber qué es lo que te está pasando?
- ¿De verdad tienes esa información?
-Así es, la tengo, pero te lo pido amablemente, escúchame por favor, no me interrumpas, me queda poco tiempo, por lo cuál, cuando termine de contarte todo, eres libre de matarme, no te lo estoy prohibiendo, de hecho, me harías un gran favor, pero solo escéchame, te lo pido.
-Habla.
-Muy bien, empecemos por el principio. Hace miles de millones de años atrás, solo había niebla, oscuridad, árboles grises y gigantescos. Pero por sobre todo, habían dragones. Los dragones siempre estuvieron allí, y para siempre debían estar, criaturas de altísimo poder e inmortalidad, gracias a sus escamas de piedra, que los hacia inmortales. Sin embargo, un día, surgió la primera llama, y junto a ella, los cuatro señores, que encontraron el alma de los dioses en su fuego. Nito, el primero de los no muertos, Gwin señor de la luz solar, la bruja de Izalith, y sus hijas del caos, y por supuesto, el furtivo Pigmeo, casi siempre, olvidado. Cuando surgió la primera llama, surgió disparidad, luz y oscuridad, calor y frío, y por supuesto, vida, y muerte.
Con la fuerza de los dioses, los señores desafiaron a los dragones en una última guerra, sin embargo los vencieron gracias a Sith, un dragón, pero descamado, y ciego, por lo cual, el único destinado a morir. De esa forma, Sith traicionó a los suyos, les reveló a los cuatro señores la debilidad de los dragones. Cuando los dragones desaparecieron, comenzó la edad del fuego, es decir, la era de los dioses. Pero la llama poco a poco se estaba apagando, y la edad oscura emergía de nuevo, y los marcados por la señal oscura, se enfermarían, y estarían destinados a convertirse en Huecos.



Dark Souls: El Nuevo Señor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora