CAPÍTULO 3: Esperanza

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Metal, piedra, cristal, tenía muchísimos tipos de llaves para utilizar, sin embargo, no veía ningúna otra puerta o una cerradura para franquearla, así que me puse la túnica, guardé la llave y continúe mi camino por ese oscuro pasillo. A medida que me adentraba, se empezaban a escuchar pasos gigantescos que hacían temblar las pequeñas piedras que se encontraban en el suelo, entonces empecé a acelerar el ritmo, hasta el punto de correr, y fué ahí cuando lo ví por primera pero no última vez, del lado derecho del pasillo, habían unas rejas de metal dobladas y algunas rotas, y detrás de las mismas: Un gigantesco demonio color gris y verde pantano, con un gran martillo negro. Me quedé inmovilizado en el momento en el que lo ví, cuando recuperé la movilidad de mi cuerpo, pasé de correr, a caminar con extremo cuidado por el pasillo, y por accidente, pise un cráneo partido, y el ruido alertó al demonio, creí que era mi fin, que hasta aquí había llegado, pero siendo sincero me sentí muy bien, ya que, como no sabía cómo llegué a este mundo, al menos sabría cómo iba a morir. Sin embargo, el demonio solamente se limitó a mirarme fijamente, con una mirada de: "Seguro nos volveremos a ver, pronto"  Seguí caminando, más pasillos oscuros, más personas llorando, más muerte, más desesperación, y por dónde sea que iba solo había tristeza, no encontraba nada que me devolviera mi esperanza, y por si fuera poco, me sentía cansado, tenía sueño, hambre, incluso ganas de morirme. Pero fué ahí cuando la ví, fué una sensación indescriptible, era la primera ves que me sentía tan esperanzado, y su luz solo me devolvía mi fé y mis ganas de continuar, luego de subir unas escaleras, había encontrado una hoguera. Me sentí atraído, como un insecto hacia la luz, y no era para menos. Me senté, me puse cómodo, y asomé mis manos hacia la hermosa llama que surgía enfrente mío. Al día siguiente, cuando me desperté, solo sentía satisfacción, dormí relativamente poco, pero descansé muchísimo mejor que todos esos eternos siglos en esa espantosa celda, que con solo recordarla, me dan escalofríos. Me puse de pie increíblemente rápido, podía moverme con más facilidad, podía rodar, podía saltar, y podía golpear con fuerza. Era más que seguro que estaba listo, estaba preparado para lo que viniese, tenía un objetivo, y pensaba sostenerlo y mantenerme en pie hasta cumplir ese objetivo: Saber quién soy, y para qué nací.

Dark Souls: El Nuevo Señor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora