AMANDO A UN VIOLINISTA

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Vino tinto, escuchando la bella melodía que produce su violín, y, sobre todo; él. ¿Qué más podría pedir? él lo era todo.

Por un momento me detuve a mirar esas hermosas manos que poseía, me perdí entre la belleza mientras admiraba algunas venas que sobresalían, pareciera que sus manos hubiesen sido esculpidas por los mismísimos ángeles.

-¿Ocurre algo?

Mi vista se posó sobre la suya, tenía una media sonrisa en los labios.
Se detuvo de tocar el instrumento y dejó este sobre su regazo.

-Tus manos. -Dije mientras volví a prestarles atención.

-¿Qué pasa con ellas?

Incluso él mismo les echó un vistazo, levantó una ceja, aún sin poder entenderlo muy bien.

-Son hermosas.

Sonrió ampliamente y me devolvió la mirada. Aún estaba algo hipnotizada por culpa de sus lindas manos.

-¿Me estás diciendo que te gustan mis manos? sabes, es extraño.

-Bueno, tengo una pequeña obsesión con las manos. Digo, ¿no son geniales? y más llamativas son las que están bien cuidadas.

-Creo que me di cuenta de eso cuando nos conocimos, lo primero que miraste fueron mis manos.

Esbozé una sonrisita tímida.
Él me tomó de la mano y luego la besó, sentí la suavidad de sus labios.

-Las tuyas son muy hermosas. -Comentó acariciándola. -Podría jurar que eres un ángel.

Simplemente me quedé mirándolo mientras apreciaba la calidez que me daba su mano.

-¿Crees que soy un ángel?

-Sí.

Rodé los ojos y él volvió a sonreír.
El enorme viejo reloj sonó marcando las doce. El tiempo se había esfumado cómo humo, ya era demasiado tarde.

-Lo siento Taron, pero ya me tengo que ir. Es tarde y mañana es la fiesta.

-Entiendo, yo también tengo que dormir.

Levanté la botella y él las copas, en silencio las dejamos en dónde estaban y guardamos el vino en aquél estante prohibido. Taron había guardado su violín en su estuche y lo cargaba en la espalda.

-Buenas noches, Taron.

Me quedé un minuto sobre el marco de la puerta. Él estaba a unos cuantos centímetros de mí.

-Descansa preciosa.

Aquello había sido cómo una bomba, casi todo el tiempo que pasaba conmigo trataba de insinuar algo, incluso flirteaba de vez en cuando, pero hasta ahora, éste era el flirteo más descarado que había dicho.

Me quedé mirándolo y él también.
Sabía que estaba enamorado de mí y el sentimiento era mutuo, él también sabía eso.

Por obra impropia, estaba frente a ese chico. Primero examiné sus ojos, eran tan brillantes; luego miré sus labios e involuntariamente me había mordido el labio inferior.

Esperaba que leyera mis pensamientos, repetía una y otra vez que me besara.

Nuestras respiraciones se agitaban y se mezclaba la una con la otra. Mi corazón estaba latiendo a mil por segundo, era cómo si pronto explotaría.

-Finjamos que estamos borrachos para así mañana tener una buena excusa. ¿No? -Susurré.

Sonrió un poco y luego asintió lentamente.

-Es un buen plan, así el único culpable será ese delicioso vino de 1799 que por cierto, tenemos prohibido beber.

Reímos por lo bajo cuidando que nadie nos fuese a escuchar.

-¿Es delicioso, no es cierto Taron?

Sin contestarme y desprevenidamente, me plantó un beso. Estaba paralizada, tan fría por los nervios. Luego de un segundo él me hizo sentir confiada.
Sabía a alcohol, el mejor alcohol de todos, sabía increíble. Y vaya que sabía besar muy bien.

-Besarte es delicioso. -Dijo.

Me erizó la piel, me puse de puntas para poder alcanzarlo y darle otro beso. Este terminó en una suave mordida por parte de él.

-Estamos corriendo peligro, Taron.

-¿Y si vamos arriba? ¿tal vez a mí habitación?

-Leíste mí mente.

Me tomó de la mano y subimos las escaleras dando brinquitos y tratándo de no reír y hacer ruido.
Al final del pasillo, estaba su habitación y me introdujo en ella.
Era cálida y mantenía con ella el aroma habitual de Taron, se sentía bien.







•¿Se imaginan a Taron tocando el violín? bueno, al menos yo espero que algún día lo haga.

TARON  EGERTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora