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Desastres naturales.


Changbin no negaría que aún siente la necesidad de huir de Felix.

La rápida forma en la que se están volviendo cercanos realmente lo desconcierta y le hace sentirse vulnerable, pero como si estuviese siendo arrastrado por un río: no puede detenerse o luchar contra éste, contra Felix. Sólo puede dejarse llevar, sin elección; tal vez aquella fuerte corriente le lleve a un mejor lugar, quizá sea todo lo opuesto y todo su mundo se vea destruido al final del río, no tenía forma de saberlo, aquello estaba fuera de los límites de su conocimiento, sin embargo, sabía que ahora ya no podría echarse para atrás. Supo que las puertas que aún le permitían su regreso habían sido selladas en el momento en el que sus brazos estrujaron a Felix con cariño: ahí, con el cuerpo cálido del australiano entre sus brazos, cerró cada escape, cada puerta, cada ventana y conducto que existían metafóricamente a una salida, para dejarse hundir por ese violento, pero acogedor, lago que llevaba el nombre del australiano.
Quizá Felix era un tsunami.

Se separó del menor debido a que el timbre que daba fin a su descanso hizo presencia, aquello les aturdió por unos instantes, ¿cuánto pasaron abrazados? Se habían sentido como segundos, como días enteros, como vidas eternas, pero también como si apenas que se tocaron la campana sonó.
Se había sentido como cada forma de poder cuantificar el tiempo existente, pero al mismo tiempo, como ninguna.

La cabeza de Changbin punzaba como un síntoma de comenzar un dolor, pero (como si su cuerpo sintiera que iba ser una ofensa para Felix) no dolía, sólo era una hueca punzada sobre su sien izquierda. Tal vez era una señal de que su cerebro estaba hacinando tantas ideas, pensamientos y miedos irracionales que estaba comenzando a quedarse sin espacio.

—Quedan cuatro clases hasta la salida—comenzó Felix de la nada llevándose la atención de Seo olvidando y pasando del golpeteo en su cabeza. Mientras Changbin dirigía su mirada al menor se dio cuenta de que sus manos estaban unidas, no recordaba haber tomado la mano ajena o que Felix lo hiciera, tampoco iba separarlas, sólo le parecía curioso. Era casi como si sus manos tuviesen libre albedrío y se hubieran movido hasta juntarse—. Tenemos hasta ahí para pensar en una forma para que puedas escribir —sentenció mirando a los alrededores como si estuviese calculando en el aire.

Changbin rió suavemente y asintió.

En cuanto las puertas de la cafetería se abrieron Seo despegó su mano de la de Felix y la usó para comenzar a jugar con sus mangas. Lee frunció levemente el ceño ante la acción del contrario y antes de que pudiera decir algo o alcanzar nuevamente la muñeca del mayor, Hyunjin rodeó sus hombros con su brazo y le sonrió abiertamente, sonrisa que Felix tradujo a que Hwang quería saber que había pasado. El pecoso sólo suspiro.

Chan se acercó, le sonrió a Felix y le hizo un gesto con la cabeza a Seo indicándole que debían comenzar su camino a clase, el coreano asintió y comenzó una caminata del lado de Bang, no sin antes dedicarle una rápida despedida con la mano a Felix, quien le respondió con una pequeña sonrisa.

Mientras se alejaba de Yongbok, Changbin se dejó inundar nuevamente por sus pensamientos.

Cada idea que se le cruzaba tenía menos sentido que las anteriores, no entendía a sus propios pensamientos, no se entendía a sí mismo.

Gracias a aquello su mente evocó una frase de Groucho Marx y casi de forma instantánea, se rodó los ojos y bufó. No había forma en la que aceptara su conexión con aquel dicho, mucho menos que si quiera aceptase que había alguna conexión. Era demasiado pronto para asumir sus sentimientos o si quiera darles un nombre, quería pensar que eran sólo una masa amorfa que no dejaba su pecho.

mortem; changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora