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Vacíos con profundidad variable.


Changbin recorrió por enésima vez el pálido techo de su habitación dejando salir exhalaciones involuntarias entre parpadeos lentos que reflejaban el cansancio que su cuerpo llevaba acumulando durante tanto tiempo.

Esta vez, un suspiro largo y bastante audible salió de sus labios, cerró sus ojos mientras aquella exhalación abandonaba su cuerpo y su mente se llenaba de pesares.

¿Cuándo iba a dejar de sentirse así? Era cansado no sentirse de ninguna manera en particular, el sentirse abatido pero sin llegar a tristeza, el no tener ganas de hacer nada y sólo poder recostarse y dormitar mientras desea con añoro que cada suspiro que salga de él sea el último.
Estaba harto de que sólo le repitiesen que todo mejoraría, el par de años que llevaba escuchando aquella hastiosa frase todo iba en declive y sus emociones eran cada vez menos existentes dejando en su lugar solamente un vacío sin una medida exacta de profundidad, que en ocasiones (sobretodo en las madrugadas) se sentía infinito y asfixiante, pero había momentos (por ejemplo, ahora) en los que no sabía cómo describirlo, sólo se sentía deshabitado, como si aquel ente que él miraba en primera persona fuese un cuerpo ajeno.
¿Cuándo iba a comenzar a disfrutar su adolescencia como todos decían?
¿Acaso esos agobiantes y desolados momentos eran los mejores de su vida? ¿Qué clase de infierno seguía después en la adultez?

Apretó la quijada ante la idea de convertirse en alguien adulto, en un hombre con responsabilidades y obligaciones que ahora realmente le afectasen en profundidad. Si viviese aquello, ¿tendría un trabajo mediocre? ¿Una vida monótona? Y no es como que ahora mismo su juventud esté llena de logros (a su parecer es todo lo contrario), pero su cabeza le dolía ante la idea de vivir el resto de sus años de aquella lúgubre y desagradable forma tan repetitiva y predecible.
Era realmente una fortuna y alivio para Changbin que aquello no era su plan de vida.

Sus pensamientos se apaciguaron por unos instantes dejando la habitación y su cabeza en completo silencio, hasta que el conocido movimiento de su celular vibrando irrumpió con esa momentánea calma.

Su cuerpo se sentía sin energía si quiera para estirar su brazo hasta donde se encontraba el aparato, sentía que cada célula de él estaba lista para finalmente descansar en ese momento. Pero el insistente movimiento del teléfono no se detuvo comenzando a irritar a Seo, quien después de tratar de desperezar su cuerpo rápidamente, tomó el aparato y contestó sin mirar quién llamaba.

—¿Bueno? —Changbin talló su rostro con la mano libre que no sostenía el celular, para después beber el resto de café que residía sobre la taza que descansaba en la mesa de noche donde antes vibraba su teléfono.

¿Dónde estás? —Chan habló con un tono recriminatorio que dejaba oír una pizca de preocupación.

—En mi casa, ¿por qué? —Seo contestó con obviedad. ¿Qué más estaría haciendo alguien como él en un viernes por la noche?

Quizá porque hoy vendrías a mi casa justo como los demás lo hicieron —el sarcasmo en el tono del australiano estaba lleno de irritación o al menos llegó así al oído de Changbin.

Changbin cerró los ojos y su boca se abrió en un pequeño círculo en cuanto recordó que se encontrarían a hablar de mitología.
La pesadez sobre su pecho comenzó a esparcirse al darse cuenta del pésimo amigo que era. Había pasado la tarde tirado sobre su cama pensando ambages pesimistas (y quizá durmiendo entre ratos) que había olvidado por completo que saldría.

No supo que contestar, temía disculparse pues Christopher había escuchado de sus labios más perdones de lo que alguna persona escucharía en toda su vida, pero al mismo tiempo aquello sonaba como lo más coherente para hacer. ¡Pero se sentía aún más pesado en cuanto pensaba que también tendría que disculparse con los siete chicos por no ir! Porque ellos también merecían una disculpa (sin explicación, porque no la había) pues también les había fallado a ellos.

—Es aquí donde apresuradamente dices que no tardas en llegar —Chan habló suavemente después de que Seo se mantuviese en silencio, cosa que sucedió nuevamente.

Ahora tenía vergüenza de ir y tener que inventar un pretexto sobre su tardanza, estaba demasiado cansado para ir a fingir que estaba en orden y no había gastado su tarde pensando en su muerte. No tenía la fuerza para mirar a Felix después de todos los pensamientos tan negativos que lo visitaron, si el pecoso se acercase a él seguramente se soltaría a llorar y aquello solamente complicaría el tener que explicar las cosas.
Pero era tan confuso, pues parte de él deseaba ir a abrazar a Felix y ahora mismo con sólo pensar en el calor del cuerpo de Lee sintió un agudo nudo sobre su garganta y aquello lo hizo sentirse ridículamente estúpido.

Su mente pensó rápidamente que sería mejor no ir, seguramente haría que el ambiente decayese y sólo haría que se preocuparan sin motivo. Pasarían mejor y más amena la noche si su negativa presencia no se aparecía.

—Lo siento, Chris, hoy no —finalizó con la voz entrecortada y colgó.

Soltó el aparato electrónico y llevó sus temblorosas manos hasta su rostro, el cual no tardó en comenzar a empaparse de saladas lágrimas. No lloraba por Felix, eso lo sabía, pero el decir que era por él era el mejor pretexto que podía hallar en ese momento para no sentirse -aún más- patético y dejar que su autodesprecio aumente, aún cuando le hiciera falta congruencia a su argumento y además de tratar de explicar el porqué Felix era la razón de su llanto no sabría exactamente qué decir; pero mientras abrazaba su cuerpo entre hipidos, el repetirse que era por Yongbok causaba una cierta calma sobre él.

Odiaba esos momentos, los había denominado como explosiones, pues se daban cuando Changbin hacinaba emociones por ciertos periodos de tiempo y un detonante (normalmente el decepcionar o fallarle a sus amigos o padres) lograba que aquella torre de sentimientos se derrumbara y no pudiese detenerla hasta que no quedase nada, ni siquiera energía en el cuerpo de Seo, quien al final, caía rendido al perder otra batalla contra sigo mismo.
¿Quién iba ganar aquella constante guerra? ¿Su mente que llevaba cada batalla ganada o él que en ocasiones ya ni siquiera intentaba defenderse?
Tal vez al final, tendrían un acuerdo en donde ambos ganarían y terminarían descansando finalmente de aquellas tediosas peleas que no tenían ningún final.

Así, Changbin gastó su noche entre silenciosos sollozos, cafés amargos e incontables cigarros. Temblando de temor a sí mismo y de rabia por seguir en esta vida.
Felix por su lado, le contó a la Luna los mitos que leyó, esperando que ésta se los pudiera llevar al coreano en suaves susurros para hacerlo sentir acompañado. Pero el astro nocturno no supo explicarle al ilusionado pecoso que su receptor sufría en una oscura habitación donde ella no podía entrar por ninguna rendija.

Esa noche ambos se sintieron muy vacíos: Changbin se hundió más en aquel oscuro hueco y Felix conoció un nuevo agujero lleno de nostalgia y frialdad. 








mortem; changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora