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El más grande de todos los mallorn de Caras Galadhon se encontraba en el lado sur de un prado donde destacaba una hermosa fuente iluminada por las linternas plateadas que pendían de las ramas de los árboles. El coloso en cuestión tenía un tronco enorme y liso que brillaba como la plata y subía, recto, hasta las primeras ramas que nacían del tronco, muy arriba. Alrededor, en las múltiples ramas, había muchas plataformas de madera.
El Capitán de la Guardia de Lothlórien ascendía por la bella escala ancha que terminaba en la vivienda hermosamente integrada en las ramas más altas de aquel gigantesco mallorn. Allá no había centinelas apostados continuamente ya que el poder de Nenya protegía la ciudad amurallada al completo, de modo que sus habitantes podían relajarse y descansar cuanto quisieran.
Caras Galadhon era un lugar idílico donde vivir, uno de los últimos donde los elfos podían estar en paz.
Al llegar a su destino, Erethor se adentró sin demora en la Cámara de Celeborn y le vio sentado en un diván en una postura cómoda, con un codo recostado en el reposabrazos contra el tronco del mallorn, y con la mirada y la atención tan perdidas en la lectura de un libro de apariencia milenario que ni siquiera reparó en la llegada del de Doriath.
—Ahem... —Erethor se aclaró la garganta para llamar su atención pero esto no funcionó.
Los largos y lisos cabellos plateados de su señor caían como una cascada de aguas cristalinas sobre sus hombros, ya que Celeborn había decidido no trenzarse las sienes ese día. Tampoco su atuendo era el típico que solía llevar, consistiendo sólo en una túnica sencilla y fina, abierta en la parte delantera, y un pantalón de tejido suave. Sus pies descalzos reposaban sobre las cálidas tablas de madera del suelo.
El Señor de los Galadrim era la viva imagen de la serenidad.
—Heru en amin... —probó suerte Erethor, de nuevo. Pero su voz dulce tampoco obtuvo respuesta.
Lentamente depositó su carcaj, su arco y sus dagas en el rincón junto a la entrada de la ovalada estancia. Luego dio algunos pasos más y se detuvo a menos de una brazada de distancia de su señor, y allí aguardó pacientemente a que Celeborn levantara la vista.
Éste lo hizo al cabo de algunos minutos. Y al verle allí, ante él, pestañeó en confusión.
—Erethor, debiste anunciar tu llegada —le dijo—, ya sabes cuánto me absorbe el estudio... —musitó, algo avergonzado.
—Te avisé, heruamin, pero no me oíste —respondió Erethor, con voz dulce—. No esperé que estuvieses tan ocupado. No es mi deseo molestarte; los motivos que me traen hasta ti no son importantes y pueden esperar, de modo que me iré y regresaré más tarde...
Erethor se dispuso a recuperar sus pertenencias cuando Celeborn se levantó de su asiento y le detuvo.
—No deberías restarle importancia a unos motivos que te han llevado a trepar hasta aquí arriba, mellon nîn —sugirió el alto elfo—. Además no es algo que suceda con asiduidad por tu parte. De modo que te ruego que no te vayas aún —dejó aquel antiguo libro sobre una mesa cercana y caminó sonriente hasta el Capitán de su Guardia. Colocó una mano sobre su hombro y lo estrechó con afecto y una sonrisa—. Dime, Erethor, ¿qué te preocupa?
El de Doriath titubeó un instante y, al verle hacerlo, Celeborn le percibió como el elfo joven y lleno de curiosidad y dudas que fue en Menegroth, edades atrás.
—Celeborn... No sé qué me ocurre —confesó pensativo—. Siento una desazón —Trataba de explicarse lo mejor que podía mientras señalaba distraídamente un punto concreto de su estómago, como si tuviera allí un nudo—, un inexplicable deseo de regresar a aquel lugar y ver cómo siguen las cosas. Averiguar si los trasgos volvieron, si esa familia se vio obligada a abandonar finalmente sus tierras a causa de ello... No consigo entender cuál es el afán que me arrastra a ocupar mi pensamiento con ello a todas horas...
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Simbelmynë (El relato de Erethor y Théodwyn - Terminada)
Roman d'amourContra Sauron y junto a los Noldor luchó un elfo Sindar que nació en Doriath el mismo año que Glaurung abandonó Angband y que, durante la primera Edad del Sol, juró lealtad y protección a la Dama Blanca. Esta es la historia de los últimos años de a...