Después de que María se cansase de hablarme de lo maravillosa que era Natalia decidimos ir a darnos una ducha. María me había contado que Natalia quiso estudiar derecho toda su vida, por lo que me tocaría ir a clase con ella, que tenía dos hermanos, si no recuerdo mal se llamaban Santi y Elena, que se habían mudado a Madrid hace un par de años y que ambas se conocían del instituto. Llegamos al baño tras un par de indicaciones y dejé mi ropa limpia sobre una especie de cómoda que había allí.
—Me muero de la vergüenza...—murmuré por la bajo.
— ¡Que dices! Anda, anda.—Dijo a la vez que comenzaba a desnudarse.—Venga, aprovecha que estamos solas. Dentro de nada esto se va a llenar.Suspiré pesadamente y me mordí el labio asintiendo levemente. Me desnudé lentamente y colgué la toalla en la puerta. Me metí en una de las duchas cerrando tras de mí y dejé caer el agua caliente. Tras unos minutos abrí los ojos y miré hacia donde había dejado la toalla, pero no estaba ahí. Fruncí levemente el ceño y maldije entre dientes. Asomé la cabeza y ahí estaba, mirándome apoyada en la puerta y sí, con mi toalla.
—Hola.—Dijo con una sonrisa.
—¿Se puede saber qué haces con mi toalla?Su sonrisa desapareció y en su lugar elevó una ceja cruzándose de brazos.
—Podrías saludarme al menos, María me ha dicho que estabas en la ducha y ella se tenía que ir.
—No has respondido a mi pregunta.
—¿Tengo que responderte?
—Me encantaría que lo hicieses.
—No es por nada en especial, enserio.Dejé estar el tema y suspiré pesadamente.
—¿Podrías darme la toalla?
—Ven
—¿Qué?—No me lo podía creer, esta situación me estaba pareciendo surrealista.
—Que vengas.
—No pienso ir.
—Muy bien...—Se dio media vuelta para irse y abrió levemente la puerta.
—¡Vale, vale! Joder...—Cuando se giró para mirarme vi la sonrisa victoriosa en sus labios.Salí de la ducha y caminé rápida hacia ella, muerta de la vergüenza, notando su mirada recorrer todo mi cuerpo. Estiré el brazo para que me diese la toalla y mordió su labio inferior dándome un último repaso.
—Toma.—Dijo tendiendo la toalla.
—Gracias.—Respondí en tono sarcástico colocándome la toalla para taparme.Soltó una leve risa y negó con la cabeza.
—Hasta luego.—Dijo saliendo por la puerta.
¿Que acababa de pasar? ¿En qué momento entró y por qué no me di cuenta? ¿Para qué me había quitado la toalla? No entendía nada y estaba claro que si le preguntaba tampoco me iba a resolver las dudas. Me puse la ropa que había traído conmigo y volví a mi habitación.
—María no te vas a creer lo que...—Ahí estaba de nuevo, sentada, en mi cama, con su característica mirada sobre mí.
—Te dije que María tenía cosas que hacer.
—¿Como narices has entrado?Soltó una risa y me miró divertida.
—¿Narices?¿Enserio?
—Responde a mi pregunta.
—Haces muchas preguntas, Alba Reche.
—¿Como sabes mi nombre?
—¿Ves como haces demasiadas preguntas?Lo pone en tu libreta de dibujos.
—Has estado...¿has estado mirando mis dibujos, Y MI MALETA?
—Ey, tranquila. No he mirado ningún dibujo, simplemente quería saber tu nombre y por lo poco que he visto sabía que lo encontraría fácilmente. Eres la típica que pone su nombre en todas partes.
—¡Y tú eres, tú eres!
—¿Qué soy Alba Reche?—Dijo acercándose a mi.De que me quise dar cuenta la tenía a escasos milímetros de mí, mirándome a los ojos y con la boca levemente abierta.
—Una...una tonta, eso eres.—Dije en un susurro.
—Seguro que tienes un insulto mejor que ese.
—No me gusta decir tacos.
—A mí me pone que me insulten.—Dijo acercándose si se podía aún más a mí.De repente la puerta se abrió dejando ver a una María sorprendida.
—Pero bueno, esto que es. Joder Alba y parecías una mojigata.
Mis mejillas se incendiaron y empujé levemente a Natalia, alejándola de mi.
—Yo no... ella...—dije señalándola.
—Natalia, que tiene novio.
—Pero si no he hecho nada.—Esbozó una sonrisa y se acercó a la puerta.— Bueno, ya me voy. Adiós, Alba Reche.—Finalizó saliendo por la puerta y cerrándola, no sin antes mirarme una última vez.Suspiré y me senté en la cama.
—Está loca.
—Nah, ella es así. Ya la conocerás.
—No tengo intención de hacerlo.
—Cuando a Natalia se le mete algo entre ceja y ceja es muy insistente, así que... sí, ya la conocerás.
—Bueno, cambiando de tema. He visto que hay un equipo de volley.
—No sabía que te gustaba el volley.
—Si, bueno, me gusta hacer deporte. En Elche hacía salto de pértiga.
—No te imaginaba yo a ti haciendo eso, no sé, eres muy bajita.
—Gracias.
—No, a ver, qué tal vez eres buena y tal, pero que no te imaginaba yo.
—Cambiemos de tema otra vez. Que me gustaría saber con quien tengo que hablar para apuntarme.
—Con Miki, es el entrenador del equipo.
—¿Dónde puedo encontrar a Miki?
—Supongo que estará en su despacho, te acompaño si quieres.
—Muchas gracias, María.
—No es nada, Reche. Anda, vamos.—Dijo cogiendo una de mis manos y arrastrándome prácticamente hasta la puerta del despacho.María llamó a la puerta y una voz masculina indicó que pasásemos. Cuando entré me fijé en el chico, tenía una piel clara como la mía, unos morenos rizos revueltos, una barba de pocos días, unos ojos verdes muy bonitos y una buena musculatura. Sonrió al verme y se levantó de la silla para acercarse hasta nosotras. No era muy alto.
—Encantado, soy Miki Núñez.—Esperaba que me tendiese la mano, pero me sorprendió con dos besos a los que le correspondí.
—Yo soy Alba, Alba Reche.
—Bien, Alba.—Sonrió dulcemente.— ¿Que te trae por aquí?
—Quería apuntarme al equipo.
—¿Tienes experiencia?
—Hacía salto de pértiga.—Intervino María. Casi se me había olvidado que estaba ahí.
—Estuve en el equipo del instituto, no sé si eso...
—Estás dentro.—Interrumpió Miki con una nueva sonrisa.
—¿Si? ¡Genial!Muchísimas gracias, enserio. Buah, que pasada.—Dije emocionada.Miki rió y se pasó una mano por su nuca.
—Me alegra verte tan feliz, mañana empiezas. A las 20:00h en el pabellón.
—Genial, genial. Gracias, gracias, gracias.
—Venga, señora "Gracias" que ya es tarde.—Volvió a agarrar mi mano y tiró de mí hasta la puerta.
—¡Gracias!—Dije antes de salir.Di un par de saltitos y agarré las manos de María.
—¡Estoy dentro Mari!
—No sé, a mí esto me parece raro.
—¿Por qué?
—No sé, las sonrisitas y miraditas que te echaba. Encima no te hace ninguna prueba, no sé.
—Que insinúas.
—Que le pones.
—Anda, anda. Deja de decir tonterías Mari.
—Te lo estoy diciendo enserio, Alba.Suspiré y me mordí el labio. Comencé a andar hacia mi habitación, necesitaba descansar después de este día.
—
—
¡Hola!No os quería dejar sin capítulo y lo he subido un poquito más tarde. ¡Nos seguimos leyendo!
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Hoy no
Teen FictionAlba, de 18 años, es obligada a comenzar una carrera con la que no está de acuerdo, en una ciudad en la que no quiere estar y con una persona que se cuela en su vida casi sin quererlo.